Primera Lectura
De
la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 1, 15-2, 10
ETAPA
DE CONVIVENCIA ENTRE PEDRO Y PABLO
Hermanos:
Cuando aquel que me eligió desde el seno de mi madre me llamó por su
gracia y tuvo a bien revelarme a su Hijo para que lo anunciara a los gentiles, en seguida,
sin pedir consejo a hombre alguno y sin subir a Jerusalén para hablar con los que eran
apóstoles antes que yo, partí hacia Arabia, de donde luego volví a Damasco. Tres años
más tarde, subí a Jerusalén a visitar a Cefas, y estuve con él quince días. No vi a ninguno
otro de los apóstoles, fuera de Santiago, el hermano del Señor. Por el Dios que me está
viendo, que no miento en lo que os escribo.
Después vine a las regiones de Siria y de Cilicia, pero las Iglesias de Judea, que están
en Cristo, no me conocían personalmente. Sólo oían decir: «El que antaño nos perseguía
ahora va anunciando la Buena Nueva de la fe, que en otro tiempo quería destruir.» Y
glorificaban a Dios, reconociendo su obra en mí.
Luego, al cabo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando
también a Tito. Y subí por motivo de una revelación. Les expuse el Evangelio que predico
entre los gentiles y traté en particular con los más calificados, no fuera a ser que hubiese
corrido en vano.
Pues bien, ni siquiera a Tito, mi compañero, con todo y que era griego, lo obligaron a
circuncidarse. Y esto a pesar de los intrusos, de los falsos hermanos, que solapadamente
se habían infiltrado, para espiar arteramente la libertad de que gozamos en Cristo Jesús, y
que querían esclavizarnos. Pero nosotros ni por un momento cedimos terreno para
someternos a ellos, a fin de salvaguardar firmemente para vosotros la verdad del
Evangelio.
Las personas de más consideración -nada me interesa lo que hubieran sido antes, pues
en Dios no hay acepción de personas- no me impusieron ninguna nueva obligación.
Al contrario, reconocieron que yo había recibido la misión de predicar el Evangelio a los
gentiles, como Pedro la de predicarlo a los judíos; porque aquel que dio poder a Pedro
para ejercer el apostolado entre los judíos me lo dio a mí para ejercerlo entre los gentiles.
De este modo reconocieron que Dios me había dado esa gracia. Y Santiago, Cefas y Juan,
los considerados como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de
comunión y conformidad: nosotros nos dirigiríamos a los gentiles, ellos a los judíos. Sólo
nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que he procurado yo cumplir con
toda solicitud.
gracia y tuvo a bien revelarme a su Hijo para que lo anunciara a los gentiles, en seguida,
sin pedir consejo a hombre alguno y sin subir a Jerusalén para hablar con los que eran
apóstoles antes que yo, partí hacia Arabia, de donde luego volví a Damasco. Tres años
más tarde, subí a Jerusalén a visitar a Cefas, y estuve con él quince días. No vi a ninguno
otro de los apóstoles, fuera de Santiago, el hermano del Señor. Por el Dios que me está
viendo, que no miento en lo que os escribo.
Después vine a las regiones de Siria y de Cilicia, pero las Iglesias de Judea, que están
en Cristo, no me conocían personalmente. Sólo oían decir: «El que antaño nos perseguía
ahora va anunciando la Buena Nueva de la fe, que en otro tiempo quería destruir.» Y
glorificaban a Dios, reconociendo su obra en mí.
Luego, al cabo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando
también a Tito. Y subí por motivo de una revelación. Les expuse el Evangelio que predico
entre los gentiles y traté en particular con los más calificados, no fuera a ser que hubiese
corrido en vano.
Pues bien, ni siquiera a Tito, mi compañero, con todo y que era griego, lo obligaron a
circuncidarse. Y esto a pesar de los intrusos, de los falsos hermanos, que solapadamente
se habían infiltrado, para espiar arteramente la libertad de que gozamos en Cristo Jesús, y
que querían esclavizarnos. Pero nosotros ni por un momento cedimos terreno para
someternos a ellos, a fin de salvaguardar firmemente para vosotros la verdad del
Evangelio.
Las personas de más consideración -nada me interesa lo que hubieran sido antes, pues
en Dios no hay acepción de personas- no me impusieron ninguna nueva obligación.
Al contrario, reconocieron que yo había recibido la misión de predicar el Evangelio a los
gentiles, como Pedro la de predicarlo a los judíos; porque aquel que dio poder a Pedro
para ejercer el apostolado entre los judíos me lo dio a mí para ejercerlo entre los gentiles.
De este modo reconocieron que Dios me había dado esa gracia. Y Santiago, Cefas y Juan,
los considerados como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de
comunión y conformidad: nosotros nos dirigiríamos a los gentiles, ellos a los judíos. Sólo
nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que he procurado yo cumplir con
toda solicitud.
Mt 16, 18-19
R. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y
los poderes del infierno no la
derrotarán; * yo te daré las llaves del reino de los cielos.
V. Todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatares sobre
la tierra será desatado en el cielo.
R. Yo te daré las llaves del reino de los cielos.
derrotarán; * yo te daré las llaves del reino de los cielos.
V. Todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatares sobre
la tierra será desatado en el cielo.
R. Yo te daré las llaves del reino de los cielos.
Segunda Lectura
De
los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 295,1-2. 4. 7-8: PL 38,1348-1352)
(Sermón 295,1-2. 4. 7-8: PL 38,1348-1352)
ESTOS
MÁRTIRES, EN SU PREDICACIÓN, DABAN TESTIMONIO DE LO QUE HABÍAN VISTO
El
día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el martirio de los
santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos, ciertamente, a unos mártires
desconocidos. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto y, con un
desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.
San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó
a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo "Tú eres Pedro". Él había dicho antes: Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le replicó: "Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que
profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo,
edificaré mi Iglesia. Porque tú eres Pedro. "Pedro", una palabra que se deriva de piedra, y
no al revés. "Pedro" viene de "piedra", del mismo modo que "cristiano" viene de "Cristo,".
El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio
el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó la totalidad de la
Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona a
la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras: Te daré las llaves del reino de los
cielos. Porque estas llaves las recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la
excelencia de la persona de Pedro en cuanto que él representaba la universalidad y la
unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido
entregado a todos. Pues sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos,
escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu
Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les serán perdonados y a
quienes se los retengáis les quedan retenidos.
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a
Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos
que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de
referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro
con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los apóstoles. No te
entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres
veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres
veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que
habías ligado por el temor. A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera
vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro.
En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles. Es que ambos eran en
realidad una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos. Primero lo fue Pedro,
luego Pablo. Celebramos la fiesta del día de hoy, sagrado para nosotros por la sangre de
los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su
testimonio y su doctrina.
santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos, ciertamente, a unos mártires
desconocidos. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto y, con un
desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.
San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó
a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo "Tú eres Pedro". Él había dicho antes: Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le replicó: "Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que
profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo,
edificaré mi Iglesia. Porque tú eres Pedro. "Pedro", una palabra que se deriva de piedra, y
no al revés. "Pedro" viene de "piedra", del mismo modo que "cristiano" viene de "Cristo,".
El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio
el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó la totalidad de la
Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona a
la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras: Te daré las llaves del reino de los
cielos. Porque estas llaves las recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la
excelencia de la persona de Pedro en cuanto que él representaba la universalidad y la
unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido
entregado a todos. Pues sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos,
escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu
Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les serán perdonados y a
quienes se los retengáis les quedan retenidos.
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a
Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos
que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de
referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro
con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los apóstoles. No te
entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres
veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres
veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que
habías ligado por el temor. A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera
vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro.
En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles. Es que ambos eran en
realidad una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos. Primero lo fue Pedro,
luego Pablo. Celebramos la fiesta del día de hoy, sagrado para nosotros por la sangre de
los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su
testimonio y su doctrina.
Responsorio Breve
R. Apóstol san Pablo, predicador de la verdad y maestro de los
gentiles, * verdaderamente
que eres digno de ser glorificado.
V. Por ti conocieron la gracia de Dios todas las naciones.
R. Verdaderamente que eres digno de ser glorificado.
que eres digno de ser glorificado.
V. Por ti conocieron la gracia de Dios todas las naciones.
R. Verdaderamente que eres digno de ser glorificado.