Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES - INFRAOCTAVA DE NAVIDAD
Del Propio de la Fiesta.
26 de diciembre
SAN ESTEBAN, protomártir (FIESTA).
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. A Cristo recién
nacido, que ha otorgado a Esteban la corona de la gloria, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: CRISTO ES LA VIDA
Cristo es la vida que, viniendo al mundo,
con sus heridas extirpó la muerte,
y, vuelto al Padre, a su derecha goza
reino perenne.
A él sigue Esteban, su primer discípulo,
galardonado de gloriosa suerte,
aquella que al morir le dio el Espíritu
benignamente.
Nube de piedras su existencia apaga,
sin que la rabia de los malos cese,
piadoso acaba perdonando a aquellos
sayones crueles.
Oh, te pedimos, santo protomártir,
hoy habitante de la paz celeste,
que, desde el alto empíreo, nos depares
gratas mercedes.
Gloria a la Trinidad hoy entonemos,
que a Esteban coronó en dichosa muerte:
luchó el mártir, triunfó, y reina en los cielos
gloriosamente. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Mi alma está unida
a ti, Dios mío, pues mi carne fue lapidada por confesar tu nombre.
SALMO 62 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo:
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Mi alma está unida
a ti, Dios mío, pues mi carne fue lapidada por confesar tu nombre.
Ant. 2. Esteban vio los
cielos abiertos, y al punto entró en ellos; dichoso mortal, para quien los
cielos se abrieron.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn
3,57-88.56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Esteban vio los
cielos abiertos, y al punto entró en ellos; dichoso mortal, para quien los
cielos se abrieron.
Ant. 3. Veo los cielos
abiertos y a Jesús a la diestra del Padre.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Veo los cielos
abiertos y a Jesús a la diestra del Padre.
LECTURA BREVE Hch 6, 2b-5a
«No está bien que nosotros descuidemos la palabra de Dios por atender al
servicio de las mesas. Elegid, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete
hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encomendar
este servicio. Nosotros, por nuestra parte, nos dedicaremos a la oración en
común y al ministerio de la palabra.» Y pareció bien esta proposición a toda la
comunidad.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi
fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi
fuerza y mi energía.
V. Él es mi
salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi
fuerza y mi energía.
PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles 6, 8--7, 2a. 44-59
MARTIRIO DE SAN ESTEBAN
Esteban, lleno de gracia y de poder sobrenatural, obraba señales y prodigios
entre el pueblo. Algunos de la facción llamada de los libertos y algunos
cirenenses y alejandrinos y otros de Cilicia y del Asia proconsular se
levantaron a disputar con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al
espíritu con que hablaba.
Por eso sobornaron a algunos para que presentasen esta acusación:
«Nosotros le hemos oído proferir blasfemias contra Moisés y contra Dios.»
Así excitaron los ánimos del pueblo, de los ancianos y de los escribas. Luego,
cayendo de improviso sobre él, lo arrebataron y lo condujeron ante el Consejo.
Allí hicieron comparecer testigos falsos con esta acusación:
«Este hombre no cesa de hablar contra el lugar santo y contra la ley. Nosotros
le hemos oído decir que ese Jesús Nazareno destruirá este templo y cambiará las
costumbres que nos ha transmitido Moisés.»
Todos los que estaban sentados en el Consejo pusieron en él los ojos, y vieron
su rostro como el de un ángel. El sumo sacerdote le preguntó:
«¿Es verdad lo que éstos dicen?»
Él contestó:
«Hermanos y padres, escuchad: Nuestros padres tuvieron consigo, en el desierto,
el tabernáculo del testimonio. Así lo había dispuesto el que mandó a Moisés
fabricado según el modelo que le había mostrado. Nuestros padres lo recibieron
en herencia y lo introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la tierra que
ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar lugar a nuestros padres.
Y así hasta los días de David. David halló gracia a los ojos de Dios. Pidió el
privilegio de construir morada para el Dios de Jacob; pero fue Salomón quien se
la edificó, aunque ciertamente el Altísimo no habita en casas construidas por
los hombres, como dice el profeta: "El cielo es mi trono y la tierra es
escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir -dice el Señor-, o cuál va a
ser el lugar de mi descanso? ¿No soy yo quien ha hecho todas estas cosas?"
¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente vuestro entendimiento y
vuestro corazón a la verdad, vosotros habéis ido siempre en contra del Espíritu
Santo! Lo mismo que hicieron vuestros padres hacéis también vosotros. ¿A qué
profeta dejaron de perseguir vuestros padres? Ellos quitaron la vida a los que
anunciaban la venida del Justo, al cual vosotros habéis ahora traicionado y
asesinado; vosotros, que recibisteis la ley por ministerio de los ángeles y no
la guardasteis.»
Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus corazones y rechinaban sus
dientes de coraje. Esteban, por su parte, lleno del Espíritu Santo, con la
mirada fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su diestra; y
exclamó:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios.»
Ante estas palabras, con gran gritería, se taparon los oídos. Embistieron todos
a una contra él y, sacándolo a empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon.
Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras
lo apedreaban, Esteban oraba con estas palabras:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz:
«Señor, no les tomes en cuenta este pecado.»
Y, dicho esto, murió. Saulo, por su parte, aprobaba su muerte.
RESPONSORIO
R. Esteban, siervo de Dios, a quien apedreaban los judíos, vio los
cielos abiertos, y al punto entró en ellos; * dichoso mortal, para quien los
cielos se abrieron.
V. Cuando era destrozado por la fragorosa tempestad de piedras, vio
en las profundidades del cielo una intensa claridad.
R. Dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Fulgencio de Ruspe, obispo
(Sermón 3, 1-3. 5-6: CCL 91 A, 905-909)
LAS ARMAS DE LA CARIDAD
Ayer celebrábamos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos
el martirio triunfal de su soldado.
Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio
del seno virginal y se dignó visitar el mundo; hoy su soldado, abandonando la
tienda de su cuerpo, ha entrado triunfante en el cielo.
Nuestro Rey, a pesar de su condición altísima, por nosotros viene humilde, mas
no con las manos vacías: él trae para sus soldados una dádiva espléndida, ya
que no sólo les otorga copiosas riquezas, sino que les da también una fortaleza
invencible en el combate. En efecto, trae consigo el don de la caridad, que
eleva a los hombres hasta la participación de la naturaleza divina.
Y, al repartir estos dones, en nada queda él empobrecido, sino que de un modo
admirable enriquece la pobreza de sus fieles sin mengua de sus tesoros
inagotables.
La misma caridad que hizo bajar a Cristo del cielo a la tierra ha hecho subir a
Esteban de la tierra al cielo. La misma caridad que había precedido en la
persona del Rey resplandeció después en su soldado.
Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre, tuvo por arma la
caridad, y ella le dio siempre la victoria. Por amor a Dios no cedió ante la
furia de los judíos, por amor al prójimo intercedió por los que lo apedreaban.
Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para que se enmendasen
de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para que no fuesen
castigados.
Apoyado en la fuerza de esta caridad, venció la furia y crueldad de Saulo y,
habiéndolo tenido por perseguidor en la tierra, logró tenerlo por compañero en
el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba conquistar
con su oración a los que no había podido convertir con sus palabras.
Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con él de la gloria de Cristo, con él
desborda de alegría, con él reina. Allí donde entró primero Esteban, aplastado
por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayudado por las oraciones de
Esteban.
Ésta es, hermanos míos, la verdadera vida, donde Pablo no es avergonzado por la
muerte de Esteban, donde Esteban se congratula de la compañía de Pablo, porque
en ambos es la caridad la fuente de su alegría. La caridad de Esteban, en
efecto, superó la furia de los judíos, la caridad de Pablo cubrió la multitud
de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer juntamente la posesión del
reino de los cielos.
La caridad, por tanto, es la fuente y el origen de todo bien, la mejor defensa,
el camino que lleva al cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni
temer, porque ella es guía, protección, camino seguro.
Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la
que todo cristiano puede subir al cielo, aferraos a esta pura caridad,
practicadla unos con otros y subid por ella cada vez más arriba.
RESPONSORIO
R. El día de ayer nació el Señor en la tierra, para que el día de hoy
Esteban naciese en el cielo; entró Jesús en el mundo, * para que Esteban
entrara en la gloria.
V. Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió
del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo.
R. Para que Esteban entrara en la gloria.
Jueves, 26
de diciembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,17-22):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fiéis de la gente, porque
os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán
comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante
ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais
a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que
decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará
por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los
padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán.
Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Las puertas del
cielo se abrieron para Esteban, que fue el primero en ingresar al ejército de
los mártires, y victorioso entró coronado en los cielos.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Las puertas del
cielo se abrieron para Esteban, que fue el primero en ingresar al ejército de
los mártires, y victorioso entró coronado en los cielos.
PRECES
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al recordar hoy a los
santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios, aclamémoslo
diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida
como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar
su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus
pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre
del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Con la confianza de que Cristo ha abierto también los cielos para nosotros con
su muerte, digamos la oración que él nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Concédenos, Señor, imitar las virtudes de san Esteban, cuya entrada en la
gloria celebramos; y, así como él supo rogar por sus mismos perseguidores,
sepamos nosotros amar a nuestros enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
A San Esteban se le llama "protomartir" porque fue el
primer mártir de toda la historia católica. San Esteban era uno de los hombres
de confianza de los apóstoles; habló y defendió muy bien a Jesús, que entre los
judíos generó cierto desconcierto. Por tal razón, la tradición señala que fue
llevado ante el Tribunal Supremo de la Nación, el Sanedrín, para ser acusado
con falsos testigos, los cuales argumentaron que Esteban afirmaba que Jesús iba
a destruir el templo y a acabar con las leyes de Moisés.
Sin embargo, el santo no se atemorizó, y por el contrario,
pronunció un impresionante discurso en el cual fue recordando toda la historia
del pueblo de Israel (Hechos 7) y a través del cual exhortó a los judíos a
rectificar, reprendiéndolos por haber llegado al extremo de no sólo no
reconocer al Salvador, sino de haberlo además crucificado.
Llenos de ira, éstos lo arrastraron fuera de la ciudad y lo
apedrearon.
Los que lo apedreaban dejaron sus vestidos junto a un joven
llamado Saulo (el futuro San Pablo que se convertirá por las oraciones de este
mártir) y que aprobaba aquel delito. Mientras lo apedreaban, Esteban decía:
"Señor Jesús, recibe mi espíritu". Y de rodillas dijo con fuerte voz:
"Señor, no les tengas en cuenta este pecado". Y diciendo esto, murió.
Los cristianos lo rescataron y dieron a su cuerpo digna sepultura.