Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XIX
De la Feria. Salterio III
16 de agosto
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Dad gracias al
Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gracias al
Señor, porque es eterna su misericordia.
Himno: CREADOR SEMPITERNO DE LAS COSAS.
Creador sempiterno de las cosas,
que gobiernas las noches y los días,
y, alternando la luz y las tinieblas,
alivias el cansancio de la vida.
Pon tus ojos, Señor, en quien vacila,
que a todos corrija tu mirada:
con ella sostendrás a quien tropieza
y harás que pague su delito en lágrimas.
Alumbra con tu luz nuestros sentidos,
desvanece el sopor de nuestras mentes,
y sé el primero a quien, agradecidas,
se eleven nuestras voces cuando suenen.
Glorificado sea el Padre eterno,
así como su Hijo Jesucristo,
y así como el Espíritu Paráclito,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten
misericordia de mí.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Contra ti, contra
ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Ant 2. Reconocemos,
Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
Cántico: LAMENTACIÓN DEL PUEBLO EN TIEMPO DE HAMBRE
Y DE GUERRA - Jr 14,17-21
Mis ojos se deshacen en lágrimas,
día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por que nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.
Señor, reconocemos nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Reconocemos, Señor,
nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
Ant 3. El Señor es Dios y
nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es Dios y
nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
LECTURA BREVE 2Co 12, 9b-10
Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de
Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las
privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte.
RESPONSORIO BREVE
V. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
R. En la mañana hazme
escuchar tu gracia.
V. Indícame el camino
que he de seguir.
R. Hazme escuchar tu
gracia.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En la mañana hazme
escuchar tu gracia.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes 11, 1-20
ATALÍA Y EL REY JOAS
En aquellos días, cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había
muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del
rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías,
raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio;
así se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con
ella en el templo mientras en el país reinaba Atalía.
El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los carios y de la
escolta; los llamó a su presencia en el templo, se juramentó con ellos y les
presentó al hijo del rey. Luego, les dio estas instrucciones:
«Vais a hacer lo siguiente: el tercio que está de servicio en el palacio el
sábado (el tercio que está en la puerta de las caballerizas y el de la puerta
de detrás del cuartel de la escolta haréis la guardia en el templo por turnos)
y los otros dos cuerpos, todos los que estáis libres el sábado, haréis la
guardia en el templo cerca del rey. Rodead al rey por todas partes, arma en
mano. Si alguno quiere meterse por entre las filas, matadlo. Y estad junto al
rey, vaya donde vaya.»
Los oficiales hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió
a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres,
y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los oficiales
las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de
la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde
el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces,
Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió
rey, y todos aplaudieron aclamando:
«¡Viva el rey!»
Atalía oyó el clamor de la tropa y de los oficiales, y se fue hacia la gente,
al templo. Pero cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y
a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las
trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó:
«¡Traición, traición!»
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los oficiales que mandaban las fuerzas:
«Sacadla del atrio. Al que la siga, lo matáis.»
Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos
y, cuando llegaba al palacio por la puerta de las caballerizas, allí la
mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste
fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de
Baal: lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a
Matan, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá
puso guardias en el templo, y luego, con los centuriones, los carios, los de la
escolta y todo el vecindario, bajaron del templo al rey y lo llevaron al
palacio por la puerta de la escolta. Y Joás se sentó en el trono real. Toda la
población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado
en el palacio.
RESPONSORIO 2Cro 23, 3; Jr 23, 5
R. Toda la comunidad hizo en el templo un pacto con el rey. Yehoyadá les
dijo: «Debe reinar un hijo del rey, * como prometió el Señor a la descendencia
de David.»
V. Suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente.
R. Como prometió el Señor a la descendencia de David.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Paciano, obispo, Sobre el bautismo
(Núms. 5-6: PL 13, 1092-1093)
PERMANEZCAMOS EN CRISTO POR NUESTRA CONDUCTA RENOVADA POR OBRA DEL
ESPÍRITU
El pecado de Adán había pasado a todo el género humano, ya que, como dice
el Apóstol: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la
muerte, y así pasó a todos los hombres. Por consiguiente, es necesario que la
justicia de Cristo pase también a todo el género humano; y así como Adán, por
su pecado, fue causa de perdición para toda su estirpe, así Cristo, por su
justicia, es causa de vida para su linaje. El Apóstol insiste en ello diciendo:
Como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás quedaron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos
quedarán constituidos justos; para que así como reinó el pecado produciendo la
muerte así también reine la gracia por la justificación, dándonos vida eterna.
Alguien podrá objetarme: «Pero el pecado de Adán con razón pasó a sus
descendientes, ya que procedían de él; pero, ¿es que hemos sido engendrados por
Cristo, para que podamos salvarnos por causa de él?» No penséis de modo carnal:
ya veréis de qué manera hemos sido engendrados por Cristo. En la plenitud de los
tiempos, Cristo tomó de María un alma y un cuerpo, porque había venido a salvar
al hombre, porque no quería dejarlo bajo el poder de la muerte; por esto se
unió a él y se hizo una cosa con él. Éstas son las bodas del Señor con las que
se une a nuestra carne, así se realiza aquel gran misterio por el que Cristo y
la Iglesia se unen en una sola persona.
De estas bodas nace el pueblo cristiano, con la fuerza del Espíritu del Señor,
que le viene de lo alto; y con la semilla celestial, que se vierte sobre nuestras
almas y se introduce en ellas, nos vamos formando en el seno maternal de la
Iglesia, la cual nos da a luz para la nueva vida en Cristo. De ahí que dice el
Apóstol: El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo; el último Adán, en
espíritu que da vida. De este modo nos engendra Cristo en la Iglesia por obra
de sus sacerdotes, como dice el mismo Apóstol: Yo os engendré para Cristo. Y
así, la semilla de Cristo, esto es, el Espíritu de Dios, da salida al hombre
nuevo, gestado en el seno de la madre Iglesia y dado a luz en la fuente
bautismal, por mano del sacerdote, actuando la fe como madrina de bodas.
Pero hay que recibir a Cristo para que nos engendre, tal como dice el apóstol
Juan: A cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Todo
esto no puede realizarse sino mediante el signo del baño, del crisma y del
obispo. Por el baño bautismal, en efecto, somos purificados de nuestros
pecados; por el crisma se derrama sobre nosotros él Espíritu Santo; y ambas
cosas las impetramos por la mano y la boca del obispo; y así todo el hombre
renace y es renovado en Cristo, para que así como Cristo fue resucitado de
entre los muertos, así también nosotros vivamos una vida nueva, esto es,
despojándonos de los errores de nuestra vida anterior, permanezcamos en Cristo
por nuestra conducta renovada por obra del Espíritu.
RESPONSORIO Rm 5, 19. 21; 1Jn 4, 10
R. Como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás quedaron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos quedarán
constituidos justos; * para que así como reinó el pecado produciendo la muerte,
así también reine la gracia dándonos vida eterna por Jesucristo.
V. Dios nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
R. Para que así como reinó el pecado produciendo la muerte, así también reine
la gracia dándonos vida eterna por Jesucristo.
Viernes, 16
de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,3-12):
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para
ponerlo a prueba: « ¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier
motivo?»
Él les respondió: « ¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó
hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que
ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe
el hombre.»
Ellos insistieron: « ¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y
divorciarse?»
Él les contestó: «Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de
vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno
se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra, comete
adulterio.»
Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer,
no trae cuenta casarse.»
Pero él les dijo: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don.
Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los
hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que
pueda con esto, que lo haga.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha
visitado y redimido a su pueblo.
PRECES
Invoquemos a Cristo, que nació, murió y resucitó
por su pueblo, diciendo:
Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz:
mira con bondad a tu familia santa, redimida con tu sangre.
Tú que prometiste a los que en ti creyeran que manarían de su interior
torrentes de agua viva,
derrama tu Espíritu sobre todos los hombres.
Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio,
haz que los cristianos anuncien tu palabra con fidelidad.
A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión,
concédeles fortaleza y paciencia.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece
nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos,
reconociéndote como nuestro guía y maestro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
En Italia y Francia se veneraba ya a San Roque en el siglo XV,
poco después de su muerte. San Roque era hijo del gobernador de Montepellier,
lugar donde nació en 1378, y a la edad de 20 años quedó huérfano de ambos
padres. Durante la epidemia de peste que se desató por aquella época en Italia,
el santo se dedicó a asistir a los enfermos y consiguió curar a muchos más tan
sólo con hacer sobre ellos la señal de la cruz.
Estando en Piacenza, trabajando en uno de los hospitales, el santo
contrajo la mortal enfermedad. Como no quizo ser una carga para ningún
hospital, decidió trasladarse a las fueras de la ciudad, instalándose en una
caverna. Sin embargo, un perro lo alimentó milagrosamente, y el amo del animal
acabó por descubrir a San Roque brindandole cuidados y atención.
Cuando recobró las fuerzas, el santo volvió a la ciudad donde curó
milagrosamente a muchas personas y numerosas cabezas de ganado. Retornó a
Montepellier donde su tío no lo reconoció y lo dejó en el abandono. San Roque
fue arrestado, probablemente porque fue confundido erróneamente por un espía,
permaneciendo en la cárcel por cinco años donde finalmente falleció.
La popularidad y rápidad extensión del culto a San Roque fue
verdaderamente extraordinaria. En su tumba se obraron muchos milagros, y son
miles los que lo han invocado contra la peste.
Valiente guerrero y muy buen organizador, logró
derrotar en fuertes batallas a todos los que se querían oponer a que él
gobernara la nación, como le correspondía, pues era el hijo del mandatario
anterior.
Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos que se habían
opuesto a él cuando quiso propagar la religión católica por todo el país y
acabar la idolatría y las falsas religiones, y había organizado la nación en
varios obispados, envió al obispo principal, San Astrik, a Roma a obtener del
Papa Silvestre II la aprobación para los obispados y que le concediera el
título de rey. El sumo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y
le envío una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría. Y así en el año 1000
fue coronado solemnemente por el enviado del Papa como primer rey de aquel
país.
El cariño del rey Esteban por la religión católica
era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía
que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por
la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la
invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba conventos y los dotaba de
todo lo necesario. Ordenó que cada 10 pueblos debían construir un templo, y a
cada Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos, libros, cálices y demás
objetos necesarios para mantener el personal de religiosos allá. Lo mismo hizo
en Roma.
La cantidad de limosnas que este santo rey repartía
era tan extraordinaria, que la gente exclamaba: "¡Ahora sí se van a acabar
los pobres!". El personalmente atendía con gran bondad a todas las gentes
que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los más
pobres, diciendo: "Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero
atender de manera especial".
Para conocer mejor la terrible situación de los más
necesitados, se disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles
a repartir ayudas. Y una noche al encontrarse con un enorme grupo de
menesterosos empezó a repartirles las monedas que llevaba. Estos, incapaces de
aguardar a que les llegara a cada quien un turno para recibir, se le lanzaron
encima, quitándole todo y lo molieron a palos. Cuando se hubieron alejado, el
santo se arrodilló y dio gracias a Dios por haberle permitido ofrecer aquel
sacrificio. Cuando narró esto en el palacio, sus empleados celebraron aquella
aventura, pero le aconsejaron que debía andar con más prudencia para evitar
peligros. El les dijo: " Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una
ayuda o un favor. Si en mí existe la capacidad de hacerlo".
A su hijo lo educó con todo esmero y para él dejó
escritos unos bellos consejos, recomendándole huir de toda impureza y del
orgullo. Ser paciente, muy generoso con los pobres y en extremo respetuoso con
la santa Iglesia Católica.
La gente al ver su modo tan admirable de practicar
la religión exclamaba: " El rey Esteban convierte más personas con buenos
ejemplos, que con sus leyes o palabras".
Dios, para poderlo hacer llegar a mayor santidad,
permitió que en sus últimos años Esteban tuviera que sufrir muchos
padecimientos. Y uno de ellos fue que su hijo en quien él tenía puestas todas
sus esperanzas y al cual había formado muy bien, muriera en una cacería,
quedando el santo rey sin sucesor. El exclamó al saber tan infausta noticia:
"El Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito sea Dios". Pero
esto fue para su corazón una pena inmensa.
Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy
dolorosas enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más.
El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción,
fiesta muy querida por él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara
siempre ha sido muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice
permitió que lo invocaran como santo y en su sepulcro se obraron admirables
milagros.
Que nuestro Dios Todopoderoso nos envíe en todo el
mundo muchos gobernantes que sepan ser tan buenos católicos y tan generosos con
los necesitados como lo fue el santo rey Esteban.
San Esteban fue rey de Hungría y esposo de la Beata Gisela
de Baviera, y vivió entre fines del siglo X y el siglo XI. Del amor de los dos
nació San Emerico, a quien el monarca dio los siguientes consejos para
convertirse en un buen gobernante y un hombre santo.
Aquí los compartimos y esperamos que sirvan de inspiración a los
padres de familia para criar a sus hijos.
CINCO CONSEJOS
1.- Conservar la fe
“En primer lugar, te ordeno, te aconsejo, te recomiendo, hijo
amadísimo, si deseas honrar la corona real, que conserves la fe católica y
apostólica con tal diligencia y desvelo que sirvas de ejemplo a todos los
súbditos que Dios te ha dado, y que todos los varones eclesiásticos puedan con
razón llamarte hombre de auténtica vida cristiana, sin la cual ten por cierto
que no mereces el nombre de cristiano o de hijo de la Iglesia”.
2.- El don de la vigilancia y protección
“En el palacio real, después de la fe ocupa el segundo lugar la
Iglesia, plantada primero por Cristo, nuestra cabeza, transplantada luego y
firmemente edificada por sus miembros, los apóstoles y los santos padres, y
difundida por todo el orbe. Y, aunque continuamente engendra nuevos hijos, en
ciertos lugares ya es considerada como antigua”.
“En nuestro reino, hijo amadísimo, debe considerarse aún joven y
reciente, y, por esto, necesita una especial vigilancia y protección; que este
don, que la divina clemencia nos ha concedido sin merecerlo, no llegue a ser
destruido o aniquilado por tu desidia, por tu pereza o por tu negligencia”.
3.- El mismo trato con todos
“Hijo mío amantísimo, dulzura de mi corazón, esperanza de una
descendencia futura, te ruego, te mando que siempre y en toda ocasión, apoyado
en tus buenos sentimientos, seas benigno no sólo con los hombres de alcurnia o
con los jefes, los ricos y los del país, sino también con los extranjeros y con
todos los que recurran a ti. Porque el fruto de esta benignidad será la máxima
felicidad para ti”.
4.- Compasivo y misericordioso
“Sé compasivo con todos los que sufren injustamente, recordando
siempre en lo íntimo del corazón aquella máxima del Señor: Misericordia quiero
y no sacrificios. Sé paciente con todos, con los poderosos y con los que no lo
son”.
5.- Fuerte y honesto
“Sé, finalmente, fuerte; que no te ensoberbezca la prosperidad ni
te desanime la adversidad. Sé también humilde, para que Dios te ensalce, ahora
y en el futuro. Sé moderado, y no te excedas en el castigo o la condena. Sé
manso, sin oponerte nunca a la justicia. Sé honesto, de manera que nunca seas
para nadie, voluntariamente, motivo de vergüenza. Sé púdico, evitando la
pestilencia de la liviandad como un aguijón de muerte”.
“Todas estas cosas que te he indicado someramente son las que
componen la corona real; sin ellas nadie es capaz de reinar en este mundo ni de
llegar al reino eterno”.