Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA XIX
De la Feria. Salterio III. I Vísperas del Domingo XX del Tiempo Ordinario.
17 de agosto
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Del Señor es la
tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Del Señor es la
tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Himno: CANTEMOS AL SEÑOR CON INDECIBLE GOZO.
Cantemos al Señor con indecible gozo,
él guarde la esperanza de nuestro corazón,
dejemos la inquietud posar entre sus manos,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Dichoso será aquel que siempre en él confía
en horas angustiosas de lucha y de aflicción,
confiad en el Señor si andáis atribulados,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Los justos saben bien que Dios siempre nos ama,
en penas y alegrías su paz fue su bastión,
la fuerza del Señor fue gloria en sus batallas,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Envíanos, Señor, tu luz esplendorosa
si el alma se acongoja en noche y turbación,
qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Recibe, Padre santo, el ruego y la alabanza,
que a ti, por Jesucristo y por el Consolador,
dirige en comunión tu amada y santa Iglesia;
abramos nuestro espíritu a su infinito amor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son
estables.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú, Señor, estás
cerca, y todos tus mandatos son estables.
Ant 2. Mándame tu
sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
Cántico: DAME SEÑOR, LA SABIDURÍA Sb 9, 1-6. 9-11
Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus creaturas,
y para que rigiese el mundo con santidad y justicia
y lo gobernase con rectitud de corazón.
Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.
Mándala de tus santos cielos
y de tu trono de gloria envíala
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mándame tu
sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
Ant 3. La fidelidad del
Señor dura por siempre.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA
DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. La fidelidad del
Señor dura por siempre.
LECTURA BREVE Flp 2, 14-15
Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta
generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo.
RESPONSORIO BREVE
V. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
R. A ti grito, Señor,
tú eres mi refugio.
V. Mi heredad en el
país de la vida.
R. Tú eres mi
refugio.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. A ti grito, Señor,
tú eres mi refugio.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes 13, 10-25
REINADO DE JOAS EN ISRAEL. MUERTE DEL PROFETA ELISEO
Joás, hijo de Joacaz, subió al trono de Israel en Samaría el año treinta y
siete del reinado de Joás de Judá. Reinó dieciséis años. Hizo lo que el Señor
reprueba. Repitió a la letra los pecados que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo
cometer a Israel; imitó su conducta. Para más datos sobre Joás y sus hazañas
militares contra Amasías de Judá, véanse los Anales del reino de Israel. Joás
murió, y Jeroboam le sucedió en el trono. A Joás lo enterraron en Samaria con
los reyes de Israel.
Cuando Elíseo cayó enfermo de muerte, Joás de Israel bajó a visitarlo y se echó
sobre él llorando y repitiendo:
«¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!» Eliseo le dijo:
«Coge un arco y unas flechas.»
Cogió un arco y unas flechas, y Eliseo le mandó: «Empuña el arco.»
Lo empuñó, y Elíseo puso sus manos sobre las manos del rey y ordenó:
«Abre la ventana que da a levante.» Joás la abrió, y Elíseo dijo:
«¡Dispara!»
Él disparó, y comentó Elíseo:
«¡Flecha victoriosa del Señor, flecha victoriosa contra Siria! Derrotarás a
Siria en El Cerco hasta aniquilarla.»
Luego ordenó:
«Coge las flechas.»
El rey las cogió, y Eliseo le dijo:
«Golpea el suelo.»
Él lo golpeó tres veces y se detuvo. Entonces, el profeta se le enfadó:
«Si hubieras golpeado cinco o seis veces, derrotarías a Siria hasta
aniquilarla; pero así sólo la derrotarás tres veces.»
Elíseo murió, y lo enterraron.
Las guerrillas de Moab hacían incursiones por el país todos los años. Una vez,
mientras estaban unos enterrando a un muerto, al ver las bandas de
guerrilleros, echaron el cadáver en la tumba de Eliseo y marcharon; y, al tocar
el muerto los huesos de Elíseo, revivió y se puso en pie.
Jazael, rey de Siria, había oprimido a Israel durante todo el reinado de
Joacaz. Pero el Señor se apiadó y tuvo misericordia de ellos; se volvió hacia
ellos, por el pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob, y no quiso
exterminarlos ni los ha arrojado de su presencia hasta ahora. Jazael de Siria
murió, y su hijo Benadad le sucedió en el trono. Entonces, Joás, hijo de
Joacaz, recuperó del poder de Benadad, hijo de Jazael, las ciudades que Jazael
había arrebatado por las armas a su padre, Joacaz. Joás lo derrotó tres veces,
y así recuperó las ciudades de Israel.
RESPONSORIO 2R 13, 23; 14, 26
R. El Señor se apiadó y tuvo misericordia de ellos; se volvió hacia
ellos, por el pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob, * y no quiso
exterminarlos.
V. El Señor se fijó en la terrible desgracia de Israel: no había
esclavo, ni libre, ni quien ayudase a Israel.
R. Y no quiso exterminarlos.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Paciano, obispo, Sobre el bautismo
(Núms. 6-7: PL 13, 1093-1094)
¿QUE DIOS HAY COMO TÚ, QUE PERDONAS EL PECADO.?
Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seamos también imagen del hombre
celestial; porque el primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es
del cielo. Obrando así, amadísimos, ya no moriremos más. Porque, aunque este
nuestro cuerpo se deshaga, viviremos en Cristo, como afirma él mismo: Quien a
mí se una con viva fe, aunque muera, vivirá.
Tenemos la certeza, basada en el testimonio del Señor, de que Abraham, Isaac y
Jacob y todos los santos de Dios están vivos, ya que, refiriéndose a ellos,
dice el Señor: No es, pues, Dios de muertos, sino de vivos; en efecto, para él
todos están vivos. Y el Apóstol dice de sí mismo: Para mí la vida es Cristo, y
la muerte una ganancia; ansío partir para estar con Cristo. Y también: Mientras
vivimos estamos desterrados lejos del Señor; caminamos sin verlo, guiados por
la fe. Tal es nuestra fe, hermanos muy amados. Por lo demás, si nuestra
esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desdichados. La
vida puramente natural, como vosotros mismos podéis comprobar, nos es común,
aunque no igual en duración, con la de los animales, bestias y aves. Pero lo
específico del hombre, lo que nos ha dado Cristo por el Espíritu, es la vida
eterna, a condición de que ya no pequemos más. Pues así como la muerte viene
por el pecado, así también nos libramos de ella por la práctica de la virtud;
la vida, por tanto, se pierde con las malas acciones, se conserva con una vida
virtuosa. El sueldo del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida
eterna en unión con Cristo Jesús, Señor nuestro.
Él es, ciertamente, quien nos ha redimido, perdonándonos por pura gracia todos
nuestros pecados -como dice el Apóstol- y borrando la nota desfavorable de
nuestra deuda escrita sobre el rollo de los preceptos; él la arrancó de en
medio y la clavó en la cruz. Con esto Dios despojó a los principados y
potestades, y los expuso a la vista de todos, incorporándolos al cortejo
triunfal de Cristo. Él liberta a los cautivos y rompe nuestras cadenas, como
había predicho el salmista: El Señor hace justicia a los oprimidos, el Señor
liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego. Y también: Rompiste
mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza. Esta liberación tuvo lugar
cuando, por el sacramento del bautismo, nos reunimos bajo el estandarte del
Señor, quedando así liberados por la sangre y el nombre de Cristo.
Así pues, amadísimos hermanos, de una vez para siempre somos purificados, somos
libertados, somos recibidos en el reino inmortal; de una vez para siempre,
dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado.
Mantened con firmeza lo que habéis recibido, conservadlo con alegría, no
pequéis más. Conservaos así puros e inmaculados para el día del Señor.
RESPONSORIO 1Co 15, 47. 49; Col 3, 9. 10
R. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del
cielo. * Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen
del hombre celestial.
V. Despojaos del hombre viejo y revestíos del nuevo, que se va
renovando hasta alcanzar un conocimiento pleno de Dios y se va configurando con
la imagen del que lo creó.
R. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también
imagen del hombre celestial.
Sábado, 17
de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,13-15):
En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les
impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son
como ellos es el reino de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de
allí.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en
sombra de muerte.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ilumina, Señor, a
los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
PRECES
Invoquemos a Dios por intercesión de María, a quien
el Señor colocó por encima de todas las creaturas celestiales y terrenas,
diciendo:
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y
escúchanos.
Padre de misericordia, te damos gracias porque nos has dado a María como madre
y ejemplo;
santifícanos por su intercesión.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, y
fuera siempre fidelísima hija tuya,
por su intercesión haz que también nosotros seamos de verdad hijos tuyos y
discípulos de tu Hijo.
Tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo,
por intercesión de María otórganos los frutos de este mismo Espíritu.
Tú que diste fuerza a María para permanecer junto a la cruz y la llenaste de
alegría con la resurrección de tu Hijo,
por intercesión de María confórtanos en la tribulación y reanima nuestra
esperanza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Dios misericordioso, fuente y origen de nuestra
salvación, haz que, mientras dure nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos
constantemente y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Santa Clara de Montefalco nació en Montefalco,en el año 1268. El
nombre de sus padres eran, Damiano e Iacopa Vengente, que tuvieron 4 hijos en
total. Su hermana mayor, Giovanna de 20 años y su amiga Andreola, establecieron
una Ermita, en donde se dedicaron a una vida de oración y de sacrificio.
En el año 1274 se le concedió aprobación de las autoridades
eclesiástica y fue entonces que, Giovanna pudo recibir más hermanas a la Orden.
La primera candidata fue su hermana Clara, de 6 años de edad.
El ejemplo de sus padres, quienes tenían una gran devoción al
Señor y a su Madre, y el de su Hermana y su compañera, contribuyeron a que se
desarrollara en Clara el deseo de amar y servir al Señor a través de una vida
de oración. Ella era una niña muy viva a la que todos encontraban que
sobrepasaba a las niñas de su edad. Era además, extremadamente amorosa.
Desde que entró al convento aun cuando era más joven que las
demás, se mantenía al mismo nivel que sus dos compañeras, tanto en la oración
como en la penitencia.
Desde muy pequeña, tuvo un ardiente amor por el Señor,
especialmente por su Pasión. Este fuego interior fue el que le dio la energía,
el celo y la fuerza, para vivir una vida que para muchos sería imposible. Desde
pequeña tuvo gran apetito, y tenía que luchar contra sus deseos de comer los
platos que más le gustaban, ayunando constantemente, especialmente durante la
Cuaresma.
Aún cuando ninguna Regla Religiosa se había establecido, Clara
practicó una estricta obediencia a su hermana Giovanna, que era la líder del
grupo. Una vez, que Clara rompió la Regla del silencio dada por su hermana, se
impuso la penitencia de pararse en un cubo de agua helada, con los brazos hacia
arriba rezando 100 veces el Padre Nuestro.
En 1278 dos años después de haber entrado Clara al Convento entró
Marina, amiga de Clara, y fue seguida de muchas otras por lo que tuvieron que
mudarse a una montaña cerca de la ciudad, donde construyeron otra Ermita.
Se levantó una gran persecución contra ellas, no solo por parte de
laicos de la ciudad, sino también por los Franciscanos del lugar que decían que
la ciudad era muy pequeña para tener otra comunidad pidiendo limosna. Pero el
Señor que es justo, movió al oficial del Ducado a votar por ellas y se
quedaron. Con la Ermita teniendo el techo a medio hacer, pasando frío y hambre,
la pequeña comunidad era sostenida por su fe y llamado, que era más fuerte que
la persecución de las personas de la ciudad.
Durante esta época pocas personas les daban algo para comer, y se
sostuvieron de hierbas silvestres. Clara que tenía un don para cocinar, les
hacía pasteles de plantas con tanto amor, que las hermanas recordaban estos
tiempos como tiempos de gozo en vez de miseria...
Finalmente Giovanna obtuvo permiso para enviar a algunas hermanas
a pedir limosna. Clara que tenía 15 años, insistió tanto en ir que, venció las
objeciones de su hermana, y ella junto con Marina, salieron durante 40 días en
busca de limosnas; nunca regresaban sin haber cumplido su cometido. Su hermana
Giovanna, pensando en proteger a Clara, no le permitió salir mas, y Clara
estuvo en el convento por el resto de sus años.
Clara pasaba de ocho a diez horas diarias en oración, y por las
noches caía de rodillas rezando el Padre Nuestro.
Practicaba actos tan severos de mortificación, que su hermana
Giovanna tuvo que poner restricciones en sus prácticas. Siempre estaba buscando
una forma más ascética de oración.
En el año 1288, cuando Clara tenía 20 años. Parecía que estaba
llegando a alcanzar la completa unión con Jesús, cuando el Señor la probó
adentrándola en un desierto. Fue una prueba dada por el Señor para castigar su
orgullo y para que ella viera que sin El no podía hacer nada. Clara entró en el
desierto. Perseguida por todo tipo de tentaciones, víctima de las emociones. Sentía
que Dios la había abandonado. Esta tortura duró once años de su vida, a través
de la cual estuvo sin la asistencia espiritual que ella desesperadamente
ansiaba. Clara cargaba el peso de sus sentimientos de inseguridad en su
corazón.
Como no recibía las penitencias deseadas, comenzó a imponérselas
ella misma, causando tanto daño físico que su hermana tuvo que detenerla otra
vez.
El 22 de noviembre de 1291, muere su hermana Giovanna. Fue un
golpe muy duro para Clara pues veía en su hermana el ejemplo a seguir y la
persona que la formaba en su vida espiritual.
El representante del Obispo llegó para la elección de la nueva
Abadesa. Las monjas unánimemente escogieron a Clara. Sintiéndose totalmente
indigna, les rogó que escogieran a alguna más, que fuera santa y sabia,
diciendo que ella no era ninguna de las dos cosas; pero su petición no fue
escuchada.
Aceptó su responsabilidad, aunque se sentía indigna, y se
convirtió en Madre, Maestra, y Directora Espiritual. Enseñaba a sus hermanas a
ofrecerle al Señor todas sus necesidades individuales, para que fuesen
moldeadas en las necesidades de la comunidad, formando así en ellas un
verdadero cuerpo, con una vida en común.
Balanceando la oración y el trabajo necesario del monasterio,
traía a la comunidad gozo y amor. Sensible a aquellas que sentían el llamado a
más oración, les permitía hacerlo, pero con la condición que todo el mundo
tenía que hacer trabajo manual.
Ella dirigía, personalmente, e incesantemente a las hermanas en
sus necesidades espirituales y corporales. Decía: "¿Quien enseña al alma,
sino Dios? No hay mejor instrucción para el mundo que la que viene de
Dios". Las ayudaba e instruía a reconocer la voz del Espíritu y a
discernir Quién era el poder en sus vidas. Pero, cuando era necesario, corregía
y amonestaba a las hermanas, haciéndolas conscientes de los peligros a sus
almas. Velaba por todas, aun a costa de su salud.
La hermana Tomasa decía: "Ella permanecía despierta hasta
tarde en la noche, pero siempre estaba despierta temprano en la mañana.
Como Clara fue tan probada y sufrió tantas luchas y dudas, podía
hablar con autoridad a otros. A través de su experiencia podía relacionarse con
la batalla espiritual sufrida por otros. Podía ministrar a las personas fuera
de la comunidad, que venían a verla, contando con los dones de conocimiento y
sabiduría que le había dado el Señor.
Por su amor y cuidado genuino, Clara atraía al monasterio a
sacerdotes, teólogos, obispos, jueces, santos y pecadores. Nunca descuidó sus
responsabilidades hacia sus hermanas dentro del monasterio por su apostolado
con aquellos de fuera del claustro.
Clara tenía un amor muy grande por los pobres y perseguidos.
Enviaba a las hermanas externas con comida y medicamentos para los necesitados.
Le daba a amigos y enemigos igualmente, y a veces mas a los enemigos. Así como
era amorosa, generosa y entregada, así mismo era firme. Enfrentaba a todos sus
perseguidores con estas cualidades, nunca retrocediendo ante ellos. Ella se
atrevió a ser impopular, enfrentándose al pensamiento popular del mundo, así
como al de sus propias monjas, si ella pensaba que estaba incorrecto. Testigos
afirman que ella tenía el don de bilocación.
Aunque ella era una mística, generalmente en contemplación de su
Amado Señor Jesucristo (especialmente en su pasión), y en adoración estática a
Dios Padre, al Hijo y el Espíritu Santo en la Santísima Trinidad, estaba
consciente del mundo a su alrededor. Ella no estaba alejada de el, pero
envuelta en el, orando y haciendo penitencia por su salvación.
El año 1294 fue un año decisivo en la vida de Clara. En la fiesta
de la Epifanía, después de haber hecho una confesión general delante de todas
las hermanas, cayó en éxtasis y permaneció así por varias semanas. Las hermanas
la mantenían con vida dándole agua de azúcar. Durante este tiempo, Clara tuvo
una visión, en la que se vio siendo juzgada delante de Dios,"vio el
infierno con todas las almas perdidas sin esperanza y el cielo con los santos,
gozando perfecta felicidad en la presencia de Dios. Vio a Dios en toda su
majestad. Le reveló cuan incondicionalmente fiel un alma debe ser a El para
vivir de verdad en El y con El. Al recobrarse, resolvió "nunca pensar o decir
algo que la separara de Dios". También decía: Si Dios no me protegiera,
sería la peor mujer en el mundo".
En el año de 1303 consiguió construir la Iglesia que tanto soñó,
que no solamente serviría al convento, pero también a la comunidad del pueblo.
La primera piedra fue bendecida en Junio 24 de 1303 por el Obispo de Espoleto y
ese día la Iglesia fue dedicada a la Santa Cruz. Clara tuvo también la visión
de Jesús vestido como un peregrino pobre. Su rostro agobiado por el peso de la
cruz y su cuerpo mostrando los signos de un camino duro cargando la cruz. Clara
estaba de rodillas tratando de evitar que El siguiera caminando, y
preguntándole Señor, a donde vas?"; Jesús le respondió:"He buscado en
el mundo entero por un lugar fuerte donde plantar firmemente esta Cruz, y no he
encontrado ninguno". Clara lo mira y toca la cruz, mostrando al Señor el
deseo de tantos años de compartir su cruz. El rostro de Jesús ya no estaba
exhausto, sino brillando de amor y de gozo. Su viaje había terminado. El le
dice: "Si Clara, aquí he encontrado un lugar para mi cruz; al fin
encuentro a alguien a quien puedo confiar mi cruz", y se la implantó en su
corazón. El intenso dolor que sintió en todo su cuerpo, al recibir la Cruz de
Jesús en su corazón, permaneció con ella. Desde ese primer momento, siempre
estuvo consciente de la cruz, que no solamente sentía sino que la sentía con
cada fibra de su ser. El era parte de ella, su Amor Jesús y ella era una en su
Cruz.
"La vida de un alma es el amor a Dios", decía Clara.
Ella oraba para que todo aquel que ella conociera experimentara a Nuestro Señor
Jesucristo, profundamente en su corazón. Ella oraba, sufría y ardía de pasión,
como lo hizo nuestro Señor, porque le había entregado totalmente a El su
corazón. Debido a sus penitencias de tantos años, su cuerpo comenzó a
debilitarse y en Julio de 1308 ya no pudo levantarse mas de su cama. El demonio
la atacaba incansablemente, tratando de hacerla sentir que ella era indigna de
Dios; que Dios no la encontraba agradable, que se había equivocado en todo lo
que ella había dicho y hecho; llevando así a la perdición a muchas almas. Pero
con la fortaleza del Señor y su fe no cedió a las insinuaciones del demonio.
En la noche de Agosto 15, llamó a las monjas y les dejó su último
testamento espiritual:
"Yo ofrezco mi alma por todas ustedes y por la muerte de
Nuestro Señor Jesucristo. Sean bendecidas por Dios y por mi. Y oro, mis hijas,
que ustedes se comporten bien y que todo el trabajo que Dios me ha hecho hacer
por ustedes sea bendecido. Sean humildes, obedientes; sean tales mujeres, que
Dios sea alabado siempre a través de ustedes".
Después de hablar, pidió el Sacramento de Extrema Unción. Cuando
una hermana estaba muriendo era la costumbre que cada hermana fuera e hiciera
la señal de la cruz en la frente. Cuando se lo estaban haciendo a ella, les
dijo: "Porque me hacen el signo de la Cruz?. Yo tengo a Jesús crucificado
en mi corazón".
El viernes 16 de Agosto, en la tarde, Clara pidió que viniera su
hermano Francisco. Esa noche llegó y la encontró muy cansada; pero a la mañana
siguiente, Clara parecía estarse recuperando. Francisco se marchaba cuando dos
hermanas lo llamaron y llevaron a ver a Clara, que sentada en la cama, con el
color del rostro encendido y sonriendo, parecía completamente recuperada. Le
dio a su hermano dirección espiritual, ya que ella era su directora espiritual
y maestra, hablando largamente con el. Un ambiente de gozo y celebración
comenzó a esparcirse por el convento, cuando Clara llamó a Fray Tomaso, el
capellán del convento, y le dijo: "Yo confieso al Señor y a usted todas
mis faltas y ofensas", y mas tarde, decía a sus monjas: "Ahora ya no
tengo nada mas que decirles. Ustedes están con Dios porque yo me voy con El. Y
se mantuvo así, sentada en la cama, sus ojos mirando al cielo, sin moverse.
Pasaron varios minutos y Francisco le tomó el pulso; mirando a las hermanas,
llorando les anunció que Clara había muerto.
Murió el Sábado 17 de Agosto, de 1308, a las nueve de la mañana.
Las monjas inmediatamente prepararon el cuerpo de Clara para que todos pudieran
verla. Primero le quitaron el corazón y lo pusieron en un caja floreada de
madera. La Misa funeral fue celebrada el 18 de Agosto. Esa noche, las hermanas
abrieron el corazón de Clara para prepararlo y ponerlo en un relicario, para su
asombro, las palabras de Clara se hicieron vida; delante de ellas estaban las
marcas de la Pasión de Jesús.
Dentro del corazón estaba la forma perfecta de Jesús Crucificado,
aún la corona de espinas en la cabeza y la herida de la lanza en el costado.
Además, hechos de ligamentos o tendones, los flagelos usados en la flagelación,
con las puntas mostrando las bolas de metal con los huesos para desgarrar la
carne y los huesos del Señor. La noticia de este milagro se propagó
inmediatamente.
Otro hallazgo fue el de 3 piedras dentro de su vejiga. Cuando las
monjas investigaron más, descubrieron que las 3 piedras, del tamaño de una
nuez, eran perfectamente iguales en tamaño, forma y peso. Todas pesaban lo
mismo, una pesaba tanto como dos, dos como tres y una como tres. Las hermanas
interpretaron esto como un signo del amor tan grande que Clara tenia hacia la
Santísima Trinidad.
El cuerpo de Clara producía tal fragancia, que no pudieron
enterrarla. Su cuerpo, después de 700 años, nunca se ha descompuesto.
El proceso ordinario de la vida de Santa Clara, sus virtudes, sus
revelaciones y milagros atestiguados gracias a su intercesión después de su
muerte, comenzó en 1309. El proceso Apostólico llegó al Papa en 1328, pero su
canonización en San Pedro, ocurrió el ocho de Diciembre de 1881, Fiesta de la
Inmaculada Concepción.
En la Iglesia de la Santa Cruz en Montefalco se conserva hasta hoy
el cuerpo incorrupto de Santa Clara de Montefalco. Se pueden contemplar las
reliquias de su corazón con las marcas de la pasión y las tres piedritas de la
vejiga.
En el jardín del monasterio (junto a la Iglesia), se encuentran
unos árboles muy valiosos. Resulta que Jesús se apareció a Santa Clara en el
jardín con un callado, el cual le pidió a Sta. Clara que lo sembrara. Ella le
preguntó como hacerlo ya que no era una planta. Jesús le dijo que igual que si
fuera una planta. En obediencia, Sta. Clara siembra el callado y de pronto se
convierte en un árbol milagroso que dio frutos. La santa utilizaba sus semillas
para hacer rosarios con los que oraba por los enfermos y se sanaban.
Los descendientes del árbol milagroso aun están en el jardín del
convento de Montefalco. Las hermanas del convento, siguen hasta hoy, haciendo
estos rosarios. Se pueden adquirir en la tiendecita de la Iglesia.
Mi padre, Ruy Gómes da Silva, fue alcalde
mayor de Campo Mayor y consejero del rey D. Duarte. Mi madre, Dª Isabel de
Meneses era una dama emparentada con las casas reales de España y Portugal.
De mi infancia puedo deciros que crecí en el seno
de una familia de hondas raíces cristianas. Éramos once hermanos, criados y
educados con mucho amor.
Muy jovencita, como era costumbre en la época, me
trasladé a la Corte de la reina Isabel, hija de D. Juan, príncipe de Portugal,
al casarse ésta con D. Juan II, rey de Castilla. Permanecí en la corte de
Tordesillas, como dama de la reina varios años.
Mis biógrafos, que me miran con buenos ojos, decían
que era muy hermosa, “la dama más bella de la corte de Castilla”. Quizás no era
consciente de ello pero mi belleza atraía las miradas de todos y despertaba
cierta admiración en quienes me trataban. Cierto es que muchos nobles
caballeros me pidieron en matrimonio, pero yo tenía las miras en otro
caballero, pero de eso os hablaré más adelante.
Creo que por ello, la Reina, pudo contemplar en mí
una rival en su matrimonio. Dicen que sus celos le llevaron a encerrarme. Solo
sé que un día de forma inesperada para mí, me encontré dentro de un cofre en un
rincón del castillo.
En medio de la oscuridad me encomendé con todo el
corazón a la Virgen María. Pude verla, no sé si con mis propios ojos o los de
la fe. Iba vestida de hábito blanco y manto azul y el niño Jesús en brazos. Me
habló, o al menos yo pude escuchar sus palabras de ánimo y su consuelo. Me hizo
un encargo que desde entonces no olvidé: fundar una Orden dedicada a la honra
del misterio de su Inmaculada Concepción. El hábito de las monjas sería el
mismo que ella lucía, blanco y azul. No pude sino ofrecerme como su servidora y
consagrarme a ella. La Reina de cielo me libró de aquella prisión.
Al cabo de tres días salí de allí como si nada
hubiera pasado. Abandoné la corte e ingresé, como seglar o señora de piso, en
el Monasterio dominico de Santo Domingo el Real. Estuve en este retiro por
espacio de treinta años, durante los cuales permanecí con el rostro cubierto
siempre con un velo, no sólo como penitencia sino, sobre todo, en señal de una
total consagración a mi Señor. Esperaba así la hora de poder llevar a cabo la
misión que me había encomendado mi Señora, la Virgen Inmaculada. Llegó el año
1884. Fue un año grato para mi e inolvidable. Abandoné el Monasterio de Santo
Domingo y con algunas compañeras, pasamos a una casa llamada Palacios de
Galiana, junto a la muralla norte de Toledo, un
regalo donado por la Reina Isabel. Sí, Isabel la
Católica. Nos unía una cierta amistad. Fue muy generosa. También nos concedió
la capilla adjunta, dedicada a Santa Fe, una santa de origen francés.
Durante cinco años vivimos en Santa Fe. No
profesamos en ninguna orden religiosa, ni vivíamos bajo ninguna regla aprobada
por la Iglesia. Fue una experiencia nueva dentro del monacato femenino de
aquella época. Finalmente a petición mía y de la Reina Isabel, nuestra
valedora, el 30 de abril de 1489, conseguimos del Papa Inocencio VIII la
aprobación de un Monasterio dedicado a la
Concepción de la Bienaventurada Virgen María. Era el comienzo de un camino, un
divino camino. Quiso el Señor llamarme a su
lado antes de empezar a caminar por él, o quizás ya
había comenzado. Antes de marchar hacia el año 1492 pude profesar en presencia
de mis hermanas y el obispo de
Toledo.
El monasterio no desapareció. La Comunidad, a pesar
de muchas dificultades continuó fiel a nuestros primeros proyectos. La
perseverancia de las primeras hermanas y el
apoyo de la Orden franciscana que nos acompañó
desde los comienzos, dio como resultado el crecimiento de la Orden desde Toledo
a otros lugares del Reino. Por fin, el 17 de septiembre de 1511 obtuvimos regla
propia. A mediados del s. XVI, la Orden de la Concepción de la bienaventurada
Virgen María, llegó hasta el Nuevo mundo.
El Papa Pío XI confirmó el culto inmemorial que
muchos me tributaron y me proclamó Beata el 28 de julio de 1926. Más tarde,
reanudada la causa de canonización en 1950 por Pío XII, Pablo VI me canonizó
solemnemente el 3 de octubre de 1976. Mi fiesta litúrgica se celebra el día 17
de agosto.
Soy conocida en la historia como “la dama del
rostro velado” y “la mujer del silencio”. Espero que hayáis disfrutado con esta
breve historia de mi vida que os he compartido. Ahora son mis hijas, extendidas
por todo el mundo quienes hacen presente el Carisma que un día el Espíritu
Santo me inspiró.