Musica Para el Alma
miércoles, 18 de diciembre de 2024
LUCAS 1,5-25 CICLO C
Lecturas del Feria de Adviento
(19 de diciembre)
19 Dic 2024
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (1,5-25):
En
los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del
turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y
leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de
edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según
la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario
del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando
durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del
incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará
un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos
se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá
vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y
convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con
el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacía
los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar
al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada».
Respondiendo el ángel, le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte
y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar,
hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se
cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto
en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había
tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía
mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después
concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar
mi oprobio ante la gente».
Palabra
del Señor
*Que la
Paz del Señor llegue primero a vuestros corazones antes que mis palabras*
(No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido
escuchado).
*Este Evangelio de hoy es tan
abundante, en sabiduría, y en enseñanza, en promesas y fidelidad, en esperanza
y alegría: "No temas, porque tu ruego ha sido escuchando" es ahí
donde está mi esperanza; porque el Señor me dice, que no importa el tiempo que
tenga pidiendo algo que él me ayudará en la fe, él me lo va a conceder si es la
santísima voluntad del Padre, aunque sienta que se me están acabando las
fuerzas y las esperanzas y la nostalgia y la tristeza se estén apoderando de
mí, poderoso es Dios, para hacer brotará de mi un canto nuevo, una alegría
nueva, porque él escucha mi ruego y clamor*.
*El que desea y quiere amar, con el corazón
según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
LAUDE Y VISPERAS DEL JUEVES 19
*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*Laudes - 19 DE DICIEMBRE 2024*
El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de
las horas para el día, jueves, 19 de diciembre de 2024.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor
está cerca, venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno 1
Ya muy cercano, Emmanuel
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.
Salmodia
Antífona 1: ¡Qué pregón
tan glorioso para ti, ciudad de Dios
Salmo 86
Himno a Jerusalén, madre de todos los pueblos
La
Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre. (Ga 4,26)
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Antífona 2: El Señor
llega con poder, y su recompensa lo precede.
Is 40,10-17
El buen pastor es el Dios altísimo y sapientísimo
Mira,
llego en seguida y traigo conmigo mi salario. (Ap 22,12)
Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario,
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.
¿Quién ha medido a puñados el mar
o mensurado a palmos el cielo,
o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes
y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor?
¿Quién le ha sugerido su proyecto?
¿Con quién se aconsejó para entenderlo,
para que le enseñara el camino exacto,
para que le enseñara el saber
y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son gotas de un cubo
y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano,
el Líbano no basta para leña,
sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas
como si no existieran,
valen para él nada y vacío.
Antífona 3: Ensalzad
al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.
Salmo 98
Santo es el Señor, nuestro Dios
Tú,
Señor, que estás sentado sobre querubines, restauraste el mundo caído, cuando
te hiciste semejante a nosotros. (S. Atanasio)
El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.
Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón,
y un Dios vengador de sus maldades.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.
Lectura Breve
Is 2, 3
Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos
instruirá en sus
caminos, y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de
Jerusalén la
palabra del Señor.
Responsorio Breve
V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el
Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Muéstranos, Señor tu
misericordia.
R. Y danos tu salvación.
Lecturas
Primera
Lectura
Del libro del profeta Isaías 47, 1. 3b-15
LAMENTACIÓN SOBRE BABILONIA
Baja, siéntate en el polvo, virgen, hija de Babel! ¡Siéntate en tierra,
destronada, hija de
los caldeos! Ya no se te volverá a llamar la dulce, la exquisita. Voy a
vengarme y nadie
intervendrá. Nuestro redentor, cuyo nombre es el Señor de los ejércitos, el
Santo de
Israel, dice:
Siéntate en silencio y entra en la tiniebla, hija de los caldeos, que ya no se
te volverá a
llamar señora de reinos.
Irritado estaba yo contra mi pueblo, había profanado mi heredad y en tus manos
los
había entregado; pero tú no tuviste piedad de ellos; hiciste caer pesadamente
tu yugo
sobre el anciano. Tú decías: «Seré por siempre la señora eterna.» No has
meditado esto
en tu corazón no te has acordado de su fin.
Pero ahora, voluptuosa, escucha esto, tú que te sientas en seguro y te dices en
tu
corazón: «¡Yo, y nadie más! No seré viuda, ni sabré lo que es carecer de
hijos.» Estas dos
desgracias vendrán sobre ti en un instante, en el mismo día. Carencia de hijos
y viudez
caerán súbitamente sobre ti, a pesar de tus numerosas hechicerías y del poder
de tus
muchos sortilegios.
Te sentías segura en tu maldad, te decías: «Nadie me ve.» Tu sabiduría y tu
misma
ciencia te han desviado. Dijiste en tu corazón: «¡Yo, y nadie más!» Vendrá
sobre ti una
desgracia que no sabrás conjurar; caerá sobre ti un desastre que no podrás
evitar. Vendrá
sobre ti súbitamente una devastación que no sospechas.
¡Quédate, pues, con tus sortilegios y tus muchas hechicerías con que te fatigas
desde
tu juventud! ¿Te podrán servir de algo? ¿Acaso harás temblar? Te has cansado de
tus
planes. Que se presenten, pues, y que te salven los que describen los cielos,
los que
observan las estrellas y hacen saber, en cada mes, lo que te sucederá.
Mira, ellos serán como tamo que el fuego quemará. No librarán sus vidas del
poder de
las llamas. No serán brasas para el pan ni llama ante la cual sentarse. Eso
serán para ti
tus hechiceros por los que te has fatigado desde tu juventud. Cada uno errará
por su
camino, y no habrá quien te salve.
Responsorio
Is 49, 13; 47, 4
R. Exulta, cielo, goce la tierra,
romped a cantar, montañas, * porque el Señor se
compadecerá de los desamparados.
V. Nuestro Redentor se llama el Señor de los ejércitos, el Santo de
Israel.
R. Porque el Señor se compadecerá de los desamparados.
Segunda
Lectura
Del Tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías
(Libro 3, 20; 2-3: SC 34, 342-344)
LA ECONOMÍA DE LA ENCARNACIÓN REDENTORA
La gloria del hombre es Dios; el hombre, en cambio, es el receptáculo de
la actuación
de Dios, de toda su sabiduría y su poder.
De la misma manera que los enfermos demuestran cuál sea el médico, así los
hombres
manifiestan cuál sea Dios. Por lo cual dice también Pablo: Pues Dios nos
encerró a todos
en la rebeldía para tener misericordia de todos. Esto lo dice del hombre, que
desobedeció
a Dios y fue privado de la inmortalidad, pero después alcanzó misericordia y,
gracias al
Hijo de Dios, recibió la filiación que es propia de éste.
Si el hombre acoge sin vanidad ni jactancia la verdadera gloria procedente de
cuanto ha
sido creado y de quien lo creó, que no es otro que el poderosísimo Dios que
hace que
todo exista, y si permanece en el amor, en la sumisión y en la acción de
gracias a Dios,
recibirá de él aún más gloria, así como un acrecentamiento de su propio ser,
hasta hacerse
semejante a aquel que murió por él.
Porque el Hijo de Dios se encarnó en una carne pecadora como la nuestra, a fin
de
condenar al pecado y, una vez condenado, arrojarlo fuera de la carne. Asumió la
carne
para incitar al hombre a hacerse semejante a él y para proponerle a Dios como
modelo a
quién imitar. Le impuso la obediencia al Padre para que llegara a ver a Dios,
dándole así el
poder de alcanzar al Padre. La Palabra de Dios, que habitó en el hombre, se
hizo también
Hijo del hombre, para habituar al hombre a percibir a Dios, y a Dios a habitar
en el
hombre, según el beneplácito del Padre.
Por esta razón el mismo Señor nos dio como señal de nuestra salvación al que es
Dios—
con—nosotros, nacido de la Virgen, ya que era el Señor mismo quien salvaba a
aquellos
que no tenían posibilidad de salvarse por sí mismos; por lo que Pablo, al
referirse a la
debilidad humana, exclama: Sé que no es bueno eso que habita en mi carne, dando
a
entender que el bien de nuestra salvación no proviene de nosotros, sino de
Dios; y añade:
¡Desgraciado de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte?
Después de lo
cual se refiere al libertador: la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
También Isaías dice lo mismo: Fortaleced las manos débiles, robusteced las
rodillas
vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis.» Mirad a
vuestro
Dios que trae el desquite, viene en persona y os salvará; porque hemos de
salvarnos, no
por nosotros mismos, sino con la ayuda de Dios.
Responsorio
Cf. Jr 31, 10; cf. 4, 5
R. Escuchad, pueblos, la palabra del
Señor, anunciadla hasta los confines de la tierra, * y
decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
V. Anunciadlo y haced que se escuche en todas partes: proclamad la
nueva, gritadla a
plena voz.
R. Y decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
Lecturas del Feria de Adviento (19 de
diciembre)
19 Dic 2024
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (1,5-25):
En
los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del
turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y
leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de
edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según
la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario
del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando
durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del
incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará
un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos
se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá
vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y
convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con
el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacía
los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar
al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad
avanzada».
Respondiendo el ángel, le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte
y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar,
hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se
cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto
en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había
tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía
mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después
concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar
mi oprobio ante la gente».
Palabra
del Señor
Canto Evangélico
Antifona: El
Salvador del mundo aparecerá como el sol naciente y descenderá al seno de la
Virgen como la lluvia desciende sobre el césped. Aleluya.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Hermanos, oremos a Cristo, el redentor, que viene a
librar del poder de la muerte a los que se convierten a él, y digámosle:
Ven, Señor Jesús.
Que al anunciar tu venida, Señor,
— nuestro corazón se sienta libre de toda vanidad.
Que la Iglesia que tú fundaste, Señor, — glorifique
tu nombre por todo el mundo.
Que tu ley, Señor, sea luz para nuestros ojos,
— y sirva de protección a los pueblos que confiesan tu nombre.
Tú que por la Iglesia nos anuncias el gozo de tu
venida,
— concédenos también el deseo de recibirte.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Con el gozo que nos da el saber que Cristo viene
para hacernos hijos de Dios, digamos al Padre: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor y Dios nuestro, que en el parto de la Virgen
María has querido revelar al mundo
entero el esplendor de tu gloria, asístenos con tu gracia para que proclamemos
con fe
íntegra y celebremos con piedad sincera el misterio admirable de la Encarnación
de tuHijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - 19 DE DICIEMBRE 2024
El siguiente es el formulario que corresponde a
vísperas de la liturgia de las horas para el día jueves, 19 de diciembre de
2024.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.
La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.
Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.
Salmo 131,1-10
Promesas a la casa de David
El
Señor Dios le dará el trono de David, su padre. (Lc 1,32)
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Antífona 2: El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.
Salmo 131,11-18
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le
servirán.
Ap 11, 17-18;12,10b-12a
El juicio de Dios
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Lectura Breve
Flp 3, 20b-21
Esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el
Señor. Él transfigurará nuestro
cuerpo de humilde condición en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud
del poder
que tiene para someter a su imperio todas las cosas.
Responsorio Breve
V. Ven
a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Canto Evangélico
Antifona: Oh
renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante
quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a
librarnos, no tardes
más.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Supliquemos, hermanos, a Cristo, juez de vivos y
muertos, y digámosle confiados:
Ven, Señor Jesús.
Haz, Señor, que tu justicia, que pregonan los cielos, la reconozca también el
mundo,
— para que tu gloria habite en nuestra tierra.
Tú que por nosotros quisiste ser débil en tu humanidad,
— fortalece a los hombres con la fuerza de tu divinidad.
Ven, Señor, y con la luz de tu palabra,
— ilumina a los que viven sumergidos en las tinieblas de la ignorancia.
Tú que con tu humillación borraste nuestros pecados,
— por tu glorificación llévanos a la felicidad eterna.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones
libres.
Tú que vendrás a juzgar al mundo con gloria y majestad,
— lleva a nuestros hermanos difuntos al reino de los cielos.
Movidos por la fe, invoquemos a Dios Padre con la oración que Cristo nos
enseñó: Padrenuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor y Dios nuestro, que en el parto de la Virgen
María has querido revelar al mundo
entero el esplendor de tu gloria, asístenos con tu gracia para que proclamemos
con fe
íntegra y celebremos con piedad sincera el misterio admirable de la Encarnación
de tuHijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.