Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
30 de junio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis
labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Venid, aclamemos
al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, aclamemos
al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza
y tu gloria. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por ti madrugo,
Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant 2. En medio de las
llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,
57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las
llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant 3. Que el pueblo de
Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que el pueblo de
Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!
La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor,
y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás
sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de
nosotros.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 5, 1--6, 5a. 10-12. 19--7, 1
EL ARCA DE DIOS ES DEVUELTA A ISRAEL
En aquellos días, los filisteos capturaron el arca de Dios y la llevaron
desde Piedrayuda a Asdod. Cogieron el arca de Dios, la metieron en el templo de
Dagón y la colocaron junto a Dagón.
A la mañana siguiente, se levantaron los asdodeos y encontraron a Dagón caído
de bruces delante del arca del Señor; lo recogieron y lo colocaron en su sitio.
A la mañana siguiente, se levantaron y encontraron a Dagón caído de bruces ante
el arca del Señor, con la cabeza y las manos cortadas, encima del umbral; sólo
le quedaba el tronco. Por eso se conserva hasta hoy esta costumbre en Asdod: los
sacerdotes y los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral.
La mano del Señor descargó sobre los asdodeos, aterrorizándolos, e hirió con
tumores a la gente de Asdod y su término. Al ver lo que sucedía, los asdodeos
dijeron:
«No debe quedarse entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano es
dura con nosotros y con nuestro dios Dagón.»
Entonces, mandaron convocar en Asdod a los príncipes filisteos y les
consultaron:
«¿Qué hacemos con el arca del Dios de Israel?»
Respondieron:
«Que se traslade a Gat.»
Llevaron a Gat el arca del Dios de Israel, pero, nada más llegar, la mano del
Señor se abatió sobre el pueblo causando un pánico terrible, porque hirió con
tumores a toda la población, a chicos y grandes. Entonces trasladaron el arca
de Dios a Ecrón; pero, cuando llegó allí, protestaron los ecronitas:
«Nos han traído el arca de Dios para que nos mate a nosotros y a nuestras
familias.»
Entonces, mandaron convocar a los príncipes filisteos y les dijeron:
«Devolved a su sitio el arca del Dios de Israel; si no, nos va a matar a
nosotros con nuestras familias.»
Todo el pueblo tenía un pánico mortal, porque la mano de Dios había descargado
allí con toda fuerza. A los que no morían, les salían tumores. Y el clamor del
pueblo subía hasta el cielo. El arca del Señor estuvo en país filisteo siete
meses. Los filisteos llamaron a los sacerdotes y adivinos y les consultaron:
«¿Qué hacemos con el arca del Señor? Indicadnos cómo la podemos mandar a su
sitio.»
Respondieron:
«Si queréis devolver el arca del Dios de Israel, no la mandéis vacía, sino
pagando una indemnización. Entonces, si os curáis, sabremos por qué su mano no
nos dejaba en paz.»
Les preguntaron:
«¿Qué indemnización tenemos que pagarles?»
Respondieron:
«Cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, uno por cada príncipe filisteo,
porque la misma plaga la habéis sufrido vosotros y ellos. Haced unas imágenes
de los tumores y de las ratas que han asolado el país, y así reconoceréis la
gloria del Dios de Israel.»
Así lo hicieron. Cogieron dos vacas que estaban criando-y las uncieron al
carro, dejando los terneros encerrados en el establo; colocaron en el carro el
arca del Señor y la cesta con las ratas de oro y las imágenes de los tumores.
Las vacas tiraron derechas hacia el camino de Casalsol; caminaban mugiendo,
siempre por el mismo camino, sin desviarse a derecha o izquierda. Los príncipes
filisteos fueron detrás, hasta el término de Casalsol.
Los hijos de Jeconías, aunque vieron el arca, no hicieron fiesta con los demás,
y el Señor castigó a setenta hombres. El pueblo hizo duelo, porque el Señor los
había herido con gran castigo; y los de Casalsol decían:
«¿Quién podrá resistir al Señor, a ese Dios santo? ¿Adónde podemos enviar el
arca para deshacernos de ella?»
Y mandaron este recado a Villasotos:
«Los filisteos han devuelto el arca del Señor; bajad a recogerla.»
Los de Villasotos fueron, recogieron el arca y la llevaron a Loma, a casa de
Abinadab; y consagraron a su hijo Eleazar para que guardase el arca.
RESPONSORIO Sal 131, 8-9; Nm 10, 36
R. Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder: * que tus
sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles te aclamen.
V. Descansa, Señor, entre las multitudes de Israel.
R. Que tus sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles te aclamen.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías del papa Pablo sexto.
(Homilía pronunciada en Manila el 29 de noviembre de 1970)
PREDICAMOS A CRISTO HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA
¡Ay de mí si no evangelizare! Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo
soy apóstol y testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el
mandato, con tanta mayor vehemencia el amor nos apremia. Debo predicar su
nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es quien nos ha
revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda creatura, y todo se
mantiene en él. Él es también el maestro y redentor de los hombres; él nació,
murió y resucitó por nosotros. Él es el centro de la historia y del universo;
él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y
de esperanza; él ciertamente vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez y
también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.
Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el
camino, la verdad y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que
satisface nuestra hambre y nuestra sed; él es nuestro pastor, nuestro guía,
nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que
nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente.
Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en el que los
pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia,
en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados,
en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los
pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.
Éste es Jesucristo, de quien ya habéis oído hablar, al cual muchos de vosotros
ya pertenecéis, por vuestra condición de cristianos. A vosotros, pues,
cristianos, os repito su nombre, a todos lo anuncio: Cristo Jesús es el
principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y
suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; él es el mediador, a
manera de puente, entre la tierra y el cielo; él es el Hijo del hombre por
antonomasia, porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito y el Hijo de María,
bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la
comunión con el Espíritu del cuerpo místico.
¡Jesucristo! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación;
nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por
los siglos de los siglos.
RESPONSORIO 2Tm 1, 10; Jn 1, 16; Col 1, 16-17
R. Cristo Jesús, nuestro Salvador, ha aniquilado la muerte, y ha hecho
brillar la vida y la inmortalidad por el Evangelio. * Y de su plenitud todos
hemos recibido gracia sobre gracia.
V. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo, y todo se
mantiene en él.
R. Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.
Lecturas del Domingo 13º del Tiempo
Ordinario - Ciclo C
Domingo, 30
de junio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,51-62):
Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la
decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los
preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que
caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de
camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de
Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de
Dios».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Las raposas tienen sus cuevas, y los pájaros del
cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Las raposas tienen
sus cuevas, y los pájaros del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene
dónde reclinar su cabeza.
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a
todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación,
Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las
primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante
este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz
por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las
tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la
verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Tanto el historiador pagano Tácito, en su obran
Annales, como el Papa Clemente, en su Carta a los Corintios, testifican que
muchos cristianos sufrieron martirio en medio de indecibles tormentos con la
persecución desencadenada por el emperador Nerón después del incendio de Roma,
en el año 64.
Algunos de ellos fueron quemados como antorchas
humanas en los banquetes nocturnos, otros crucificados o echados como alimento
de animales salvajes. Estos mártires murieron antes que San Pablo y San Pedro y
son llamados "Los discípulos de los Apóstoles".
Otros Santos: Marcial (Marciano), Beltrán, obispos;
Cayo; Lucinia, Emiliana, Donato, mártires; Ostiano, Teobaldo, Alrico,
Alpiniano, Andrónico, Apolo, confesores; Cayo, presbítero; León, subiácono;
Agabo, profeta.
Oración a los Santos
Protomártires de la Iglesia Romana
Señor, Dios nuestro, que santificaste los comienzos
de la Iglesia romana con la sangre abundante de los mártires, concédenos que su
valentía en el combate nos infunda el espíritu de fortaleza y la santa alegría
de la victoria.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.