Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XVI
Del Común de santas mujeres. Salterio IV
22 de julio
SANTA MARÍA MAGDALENA. (FIESTA)
Formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente en el
momento de su muerte y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio
de ser la primera en ver al Redentor resucitado de entre los muertos (Mc 16,
9). Fue sobre todo durante el siglo XII cuando su culto se difundió en la Iglesia
occidental.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Aclamemos al Señor, en esta fiesta de santa María
Magdalena.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA
ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: FINÍSIMO FUE EL LINO
CON QUE ELLA.
Finísimo fue el lino con que ella
fue tejiendo, a lo largo de su vida,
esa historia de amor que la hace bella
a los ojos de Dios y bendecida.
Supo trenzar con tino los amores
del cielo y de la tierra, y santamente
hizo altar del telar de sus labores,
oración desgranada lentamente.
Flor virgen, florecida en amor santo,
llenó el hogar de paz y joven vida,
su dulce fortaleza fue su encanto,
la fuerza de su amor la fe vivida.
Una escuela de fe fue su regazo,
todos fueron dichosos a su vera,
su muerte en el Señor fue un tierno abrazo,
su vida será eterna primavera. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El primer día de la semana, muy de madrugada,
cuando todavía estaba oscuro, vino María Magdalena al sepulcro.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA
SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El primer día de la semana, muy de madrugada,
cuando todavía estaba oscuro, vino María Magdalena al sepulcro.
Ant. 2. Busco al amor de mi alma, deseo ver a mi Señor; lo
busco y no encuentro dónde lo han dejado. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN
ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Busco al amor de mi alma, deseo ver a mi Señor; lo
busco y no encuentro dónde lo han dejado. Aleluya.
Ant. 3. Mientras estaba llorando, se asomó María al
sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS
SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Mientras estaba llorando, se asomó María al
sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 12, 1-2
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como
hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os
ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para
que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo
perfecto.
RESPONSORIO BREVE
V. María, no llores más, el Señor ha resucitado de
entre los muertos.
R. María, no llores más, el Señor ha resucitado de
entre los muertos.
V. Ve a mis hermanos y diles:
R. El Señor ha resucitado de entre los muertos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. María, no llores más, el Señor ha resucitado de
entre los muertos.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de Samuel 18, 6-17. 24--19, 4
MUERTE DE ABSALÓN Y DUELO DE DAVID
En aquellos días, el ejército de David salió al campo al encuentro de Israel, y
se trabó la batalla en el bosque de Efraím. El pueblo de Israel fue derrotado
allí por los veteranos de David, y hubo aquel día un gran estrago de veinte mil
hombres. La batalla se extendió por todo aquel contorno y aquel día devoró el
bosque más hombres que la espada.
Absalón chocó contra los veteranos de David. Iba Absalón montado en un mulo, y
el mulo se metió bajo el ramaje de una gran encina. La cabeza de Absalón se
trabó en la encina y quedó colgado entre el cielo y la tierra, mientras que el
mulo que estaba debajo de él siguió adelante. Lo vio un hombre y se lo avisó a
Joab, diciendo:
«He visto a Absalón colgado de una encina.» Joab dijo al hombre que le avisaba:
«Y viéndole, ¿por qué no lo has derribado allí mismo en tierra? Y yo te habría
dado diez siclos de plata y un cinturón.»
El hombre respondió a Joab:
«Aunque pudiera pesar en la palma de mi mano mil siclos de plata, no alzaría mi
mano contra el hijo del rey, pues ante nuestros oídos te ordenó el rey, a ti, a
Abisay y a Ittay: "Guardad por amor a mí al joven Absalón." Si
hubiera cometido yo esta perfidia, expondría mi vida, pues al rey nada se le
oculta y tú mismo te hubieras puesto contra mí.»
Respondió Joab:
«No voy a estarme mirando tu cara.»
Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, que
estaba todavía vivo en medio de la encina. Luego se acercaron diez jóvenes
escuderos de Joab, que hirieron a Absalón y lo remataron. Joab mandó tocar el
cuerno y el ejército dejó de perseguir a Israel, porque Joab retuvo al
ejército. Tomaron a Absalón, lo echaron en un gran hoyo en el bosque, y
pusieron encima un gran montón de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su
tienda.
Estaba David entre las dos puertas. El centinela que estaba en el terrado de la
puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio a un hombre que venía corriendo
solo. Gritó el centinela y se lo comunicó al rey, y el rey dijo:
«Si viene solo hay buenas noticias en su boca.»
Mientras éste se acercaba corriendo, vio el centinela otro hombre también
corriendo, y gritó el centinela de la puerta:
«Ahí viene otro hombre solo corriendo.» Dijo el rey:
«También éste trae buenas noticias.» Dijo el centinela:
«Ya distingo el modo de correr del primero: por su modo de correr es Ajimaas,
hijo de Sadoq.» El rey comentó:
«Es un hombre de bien; viene para dar buenas noticias.»
Se acercó Ajimaas y dijo al rey «¡Paz!»
Y se postró ante el rey, rostro en tierra. Luego prosiguió:
«Bendito sea el Señor tu Dios, que ha sometido a los hombres que alzaban la
mano contra mi señor el rey.» Preguntó el rey:
«¿Está bien el joven Absalón?» Ajimaas respondió:
«Yo vi un gran tumulto cuando el siervo del rey, Joab, envió a tu siervo, pero
no sé qué era.»
El rey dijo:
«Pasa y ponte acá.»
Él pasó y se quedó. En eso llegó el cusita y dijo: «Recibe, oh rey mi señor, la
buena noticia, pues hoy te ha librado el Señor de la mano de todos los que se
alzaban contra ti.»
Dijo el rey al cusita:
«¿Está bien el joven Absalón?» Respondió el cusita:
«Que les suceda como a ese joven a todos los enemigos del rey mi señor, y a
todos los que se levanten contra ti para hacerte mal.»
Entonces el rey se estremeció. Subió a la estancia que había encima de la
puerta y rompió a llorar. Decía entre sollozos:
«¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón!
¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío!»
Avisaron a Joab:
«Mira que el rey está llorando y lamentándose por Absalón.»
La victoria se trocó en duelo aquel día para todo el pueblo, porque aquel día
supo el pueblo que el rey estaba desolado por su hijo. Y aquel día fue entrando
el ejército a escondidas en la ciudad, como cuando va a escondidas un ejército
que huye avergonzado de la batalla. El rey, tapado el rostro, decía con grandes
gemidos:
«¡Hijo mío, Absalón; Absalón, hijo mío!
RESPONSORIO Sal 54, 13. 14. 15; cf. 40, 10; 2S 18, 33
R. Si mi enemigo me injuriase, lo aguantaría; * pero eres tú, mi
compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad, el
primero en traicionarme.
V. El rey se estremeció, subió a la estancia que había encima de la
puerta y rompió a llorar, decía entre sollozos:
R. Pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía
una dulce intimidad, el primero en traicionarme.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios
(Homilía 25, 1-2. 4-5: PL 76, 1189-1193)
ARDÍA EN DESEOS DE CRISTO, A QUIEN PENSABA QUE SE LO HABÍAN LLEVADO
María Magdalena, cuando llegó a al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del
Señor, creyó que alguien se lo había llevado y así lo comunicó a los
discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era
tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el Evangelio acerca de ellos:
Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade, a continuación: María se había
quedado fuera, llorando junto al sepulcro.
Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía
en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los
discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo
buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel
a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto ella fue la única en verlo entonces,
porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es
la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en
persona: El que persevere hasta el fin se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue
como lo encontró; con la dilación iba aumentando su deseo, y este deseo
aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto,
aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran
verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque
ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos
sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares:
Desfallezco de amor; y también: Mi alma se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Se le pregunta la causa de su dolor
con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se
enciende con más fuerza el fuego de su amor.
Jesús dijo: «¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de
«mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es
como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de
un modo genérico, como a los demás, sino en especial.» María, al sentirse
llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo
llama «rabbuní»,es decir: «maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente
era el que interiormente la instruía para que lo buscase.
RESPONSORIO
R. Cuando volvió del sepulcro del Señor, María Magdalena anunció a
los discípulos: «He visto al Señor.» * Dichosa ella que fue digna de llevar la
noticia de la resurrección de la Vida.
V. Llorando al que amaba, encontró al que buscaba, y anunció luego al
que había encontrado.
R. Dichosa ella que fue digna de llevar la noticia de la resurrección
de la Vida.
Lecturas del Santa María Magdalena
Lunes, 22 de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1.11-18):
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando
aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al
sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio
dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies,
donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han
puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era
Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado,
dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis
hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios
vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho
esto.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Después de su resurrección, que tuvo lugar a la
mañana del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María
Magdalena, de la que había arrojado siete demonios.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS
Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Después de su resurrección, que tuvo lugar a la
mañana del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María
Magdalena, de la que había arrojado siete demonios.
PRECES
Unidos, hermanos, a las mujeres santas, aclamemos a Jesús, nuestro Salvador, y
supliquémosle diciendo:
Ven, Señor Jesús.
Señor Jesús, que perdonaste a la mujer pecadora sus muchos pecados porque tenía
mucho amor,
perdónanos también a nosotros porque hemos pecado mucho.
Señor Jesús, que fuiste asistido en tu misión evangélica por mujeres piadosas,
haz que también nosotros seamos fieles en nuestra misión apostólica.
Señor Jesús, a quien María escuchaba y Marta servía,
concédenos servirte siempre con fe y amor.
Señor Jesús, que llamaste hermano, hermana y madre a todos los que cumplen tu
voluntad,
haz que todos nosotros la cumplamos siempre de palabra y de obra.
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Fieles a la recomendación del Salvador, digamos al Padre común:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios nuestro, que quisiste que santa María Magdalena fuese la primera en
recibir de tu Hijo unigénito la misión de anunciar el gozo pascual, concédenos,
por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, demos a conocer a Cristo
resucitado y merezcamos contemplarlo luego reinando en tu gloria. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Evangelios se habla de María Magdalena, la pecadora
(Luc 7, 37-50); María Magdalena, una de las mujeres que seguían al Señor (Jn
20, 10-18) y María de Betania, la hermana de Lázaro (Lc 10, 38-42). La liturgia
romana identifica a las tres mujeres con el nombre de María Magdalena, como lo
hace la antigua tradición occidental desde la época de San Gregorio Magno.
El nombre de María Magdalena se deriva de Magdala,
una población situada sobre la orilla occidental del mar de Galilea, cerca de
Tiberíades, en la que el Señor encontró por primera vez a aquella mujer. San
Lucas hace notar que era una pecadora (aunque no afirma que haya sido una
prostituta, como se supone comúnmente). Cristo cenaba en casa de un fariseo
donde la pecadora se presentó y al momento se arrojó al suelo frente al Señor,
se echó a llorar y le enjugó los pies con sus cabellos. Después le ungió el
perfume que llevaba en un vaso de alabastro. El fariseo interpretó el silencio
de Cristo como una especie de aprobación del pecado y murmuró en su corazón.
Jesús le recriminó por sus pensamientos. Le preguntó en forma de parábola cuál
de dos deudores debe mayor agradecimiento a su acreedor: aquél a quién se
perdona una deuda mayor, o al que se perdona una suma menor. En el capítulo
siguiente, San Lucas, habla de los viajes de Cristo por Galilea, dice que le
acompañaban los apóstoles y que le servían varias mujeres.
Entre ellas figuraba María Magdalena, de la que
había arrojado "siete demonios". También se recuerda a María
Magdalena por otros episodios. En la hora más oscura de la vida de Cristo,
María Magdalena contemplaba la cruz a cierta distancia. Acompañada por "la
otra María", descubrió que alguien había apartado la pesada piedra del
sepulcro del Señor. Fue ella la primera persona que vio, saludó y reconoció a
Cristo resucitado. María Magdalena, la contemplativa, fue el primer testigo de
la resurrección del Señor, sin la cual vana es nuestra esperanza. El Hijo de
Dios quiso manifestar la gloria de su resurrección a aquella mujer manchada por
el pecado y santificada por la penitencia. La tradición oriental afirma que
después de Pentecostés, fue a vivir a Efeso con la Virgen María y San Juan y
que murió ahí. Pero, según la tradición francesa adoptada por el Martirologio
Romano y muy difundida en occidente, María Magdalena fue con Lázaro y Marta a
evangelizar la Provenza y pasó los treinta años de su vida en los Alpes Marítimos,
en la caverna de la Sainte Baume. Poco antes de su muerte fue trasladada
milagrosamente a la capilla de San Maximino, donde recibió los últimos
sacramentos y fue enterrada por el santo.
Oración
Señor, Dios nuestro, Cristo, tu unigénito, confió,
antes que a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la
alegría pascual; concédenos a nosotros, por la intercesión y el ejemplo de
aquella cuya fiesta celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un
día glorioso en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.