TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE LA SEMANA III
Del Propio del Tiempo. Salterio III.
24 de marzo
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros
murió, venid, adorémosle
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: OH SOL DE SALVACIÓN, OH JESUCRISTO.
Oh sol de salvación, oh Jesucristo,
alumbra lo más hondo de las almas,
en tanto que la noche retrocede
y el día sobre el mundo se levanta.
Junto con este favorable tiempo
danos ríos de lágrimas copiosas,
para lavar el corazón que, ardiendo
en jubilosa caridad, se inmola.
La fuente que hasta ayer manó delitos
ha de manar desde hoy perenne llanto,
si con la vara de la penitencia
el pecho empedernido es castigado.
Ya se avecina el día, el día tuyo,
volverá a florecer el universo;
compartamos su gozo los que fuimos
devueltos por tu mano a tus senderos.
Oh Trinidad clemente, que te adoren
tierra y cielo a tus pies arrodillados,
y que nosotros, por tu gracia nuevos,
cantemos en tu honor un nuevo canto. Amén
SALMODIA
Ant 1. Tus mandatos, Señor, son fieles y seguros, más que
la voz de aguas caudalosas.
Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS CREADOR
El Señor reina vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;
pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tus mandatos,
Señor, son fieles y seguros, más que la voz de aguas caudalosas.
Ant 2. Manantiales,
bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn
3,57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Manantiales,
bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ant 3. Reyes y pueblos
del orbe, alabad al Señor.
Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS CREADOR
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes,
y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.
Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar.
Rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes.
Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros.
Fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo.
Los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Reyes y pueblos
del orbe, alabad al Señor.
LECTURA BREVE Cf. Ne 8, 9. 10
Este día está consagrado al Señor vuestro Dios; no hagáis duelo ni lloréis. No
estéis tristes: la alegría del Señor es vuestra fortaleza.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que fuiste
triturado por nuestros crímenes.
R. Ten piedad de
nosotros.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
PRIMERA LECTURA
Comienza la carta a los Hebreos 1, 1--2, 4
EL HIJO DE DIOS, HEREDERO UNIVERSAL, SUPERIOR A LOS ÁNGELES
A través de muchas etapas y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a
nuestros antepasados por ministerio de los profetas; en estos tiempos, que son
los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien ha constituido
heredero de todas las cosas y por quien creó los mundos. Él, su Hijo, es el
resplandor de su gloria, la imagen de su ser y, con su poderosa palabra,
sostiene el universo. Él, después de haber llevado a cabo la expiación de
nuestros pecados, se ha sentado a la diestra de la Majestad en los cielos y ha
llegado a ser tanto mayor que los ángeles, cuanto es más augusto que el de
ellos el nombre que ha recibido en herencia.
Porque, ¿a cuál de los ángeles ha dicho Dios alguna vez: «Tú eres mi Hijo: yo
te he engendrado hoy»? O ¿de qué ángel ha dicho: «Yo seré para él un Padre, y
él será para mí un Hijo»? Y, cuando introduce a su Primogénito en el mundo,
exclama: «Adórenle todos los ángeles de Dios.»
Refiriéndose a los ángeles, dice: «Él hace de los ángeles espíritus, y de sus
servidores relámpagos de fuego.» Pero, refiriéndose al Hijo, se expresa así:
«Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro
real; has amado la justicia y odiado la impiedad; por eso eL Señor, tu Dios, te
ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.» Y también dice:
«Tú, Señor, al principio cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.
Ellos perecerán, mas tú permaneces, se gastarán como la ropa, serán como un
vestido que se muda. Tú, en cambio, eres siempre el mismo, y tus años no se
acabarán.» Y ¿a qué ángel dijo alguna vez: «Siéntate a mi derecha, y haré de
tus enemigos estrado de tus pies»? ¿No son todos ellos espíritus destinados a
una misión, enviados en servicio de los que han de heredar la salvación?
Por eso debemos atender con la mayor diligencia a las verdades oídas, para no
ir a la deriva. Porque, si la palabra promulgada por los ángeles tuvo todas las
garantías de validez, hasta el punto de que toda desobediencia y transgresión
incurría en justa sanción, ¿cómo podremos nosotros escapar, si descuidamos una
tan sublime salvación? La cual fue inaugurada por la predicación del Señor y
nos fue luego confirmada por aquellos que la oyeron. Y al testimonio de ellos
va Dios mismo añadiendo el suyo por señales y prodigios, por variadas obras de
poder y por dones que el Espíritu Santo va repartiendo según su voluntad.
RESPONSORIO Hb 1, 3; 12, 2
R. Jesucristo es el resplandor de la gloria del Padre, la imagen de
su ser y, con su poderosa palabra, sostiene el universo; * y, después de haber
llevado a cabo la expiación de nuestros pecados, se ha sentado a la diestra de
la Majestad en los cielos.
V. El caudillo de nuestra fe, para ganar el gozo que se le ofrecía,
sufrió con toda constancia la cruz.
R. Y, después de haber llevado a cabo la expiación de nuestros
pecados, se ha sentado a la diestra de la Majestad en los cielos.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san
Juan
(Tratado 15, 10-12. 16-17: CCL 36, 154-156)
LLEGÓ UNA MUJER SAMARITANA A SACAR AGUA
Llegó una mujer. Esta mujer es figura de la Iglesia no justificada aún, pero en
vías de justificación, ya que de esto trata el relato. Llegó ignorante de lo
que allí le esperaba, encontró a Cristo, y éste le dirigió la palabra. Veamos
qué palabras y por qué. Llegó una mujer samaritana a sacar agua. Los
samaritanos no eran de raza judía, eran tenidos por extranjeros. Concuerda con
el simbolismo del relato el hecho de que esta mujer, figura de la Iglesia,
venga de un pueblo extranjero, ya que la Iglesia había de venir de entre los
gentiles, de los que no eran de raza judía.
Por tanto, oigámonos a nosotros en sus palabras, reconozcámonos a nosotros en
ella, y en ella demos gracias a Dios por nosotros. Ella era figura, no
realidad; pero ella misma comenzó por ser figura y terminó por ser realidad.
Creyó, en efecto, en aquel que quería hacerla figura de nosotros. Llegó, pues,
a sacar agua. Había venido simplemente a sacar agua, como acostumbraban hacer
todos.
Jesús le dijo: «Dame de beber.» Mientras tanto sus discípulos habían ido a la
ciudad a comprar alguna cosa para comer. Díjole la samaritana: «¿Cómo tú,
siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Conviene saber que
los judíos no alternan con los samaritanos.
Veis cómo se trata de extranjeros: los judíos no usaban en modo alguno de sus
vasijas. Y aquella mujer, que llevaba consigo una vasija para sacar agua, se
admira de que un judío le pida de beber, cosa que no solían hacer los judíos.
Pero el que le pide de beber, en realidad, de lo que tiene sed es de la fe de
aquella mujer.
Escucha quién es el que le pide de beber: Jesús le respondió: «Si conocieses el
don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", seguro que se
la pedirías tú a él y él te daría agua viva.» Pide de beber y promete una
bebida. Se presenta como quien está necesitado, y tiene en abundancia para
saciar a los demás. Si conocieses -dice- el don de Dios. El don de Dios es el
Espíritu Santo. Pero de momento habla a aquella mujer de un modo encubierto, y
va entrando paulatinamente en su corazón. Seguramente empieza ya a instruirla.
¿Qué exhortación, en efecto, más suave y benigna que ésta? Si conocieses el don
de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», seguro que se la pedirías
tú a él y él te daría agua viva.
¿Qué agua había de darle, sino aquella de la que está escrito: En ti está la
fuente viva? Pues no pueden ya tener más sed los que se nutren de lo sabroso de
tu casa.
Prometía el alimento y saciedad del Espíritu Santo, pero ella no lo entendía
aún; y, por eso, ¿qué respondía? Exclamó entonces la mujer: «Señor, dame de ese
agua, para que no sienta ya más sed ni tenga que venir aquí a sacar agua.» La
necesidad la obligaba a fatigarse, pero su debilidad recusaba la fatiga. Ojalá
hubiera podido escuchar aquellas palabras: Venid a mí todos los que andáis
rendidos y agobiados, que yo os daré descanso. Porque todo esto se lo decía
Jesús para que no tuviera ya que fatigarse, mas ella no lo entendía aún.
RESPONSORIO Jn 7, 37-39; 4, 13
R. Jesús clamaba en alta voz: «El que tenga sed que venga a mí, y que
beba el que crea en mí; brotarán de su seno torrentes de agua viva.» * Esto lo
dijo del Espíritu, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe.
V. El que beba del agua que yo le dé no tendrá ya sed jamás.
R. Esto lo dijo del Espíritu que habían de recibir los que a él se
unieran por la fe.
Domingo, 24 de marzo de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya
sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los
demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís,
todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la
torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de
Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma
manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a
buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves:
tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro.
Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador
contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré
estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor, el Dios de vuestros padres, me ha enviado
a vosotros.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor, el Dios
de vuestros padres, me ha enviado a vosotros.
PRECES
Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación;
acudamos, pues, a nuestro Redentor que nos concede estos días de perdón, y,
bendiciéndole, digamos:
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
Cristo, vida nuestra, tú que por el bautismo nos has sepultado místicamente
contigo en la muerte, para que contigo también resucitemos,
concédenos andar hoy en vida nueva.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo
Señor Jesús, tú que pasaste por el mundo haciendo el bien,
haz que también nosotros seamos solícitos del bien de todos los hombres.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo
Ayúdanos, Señor, a trabajar concordes en la edificación de nuestra ciudad
terrena,
sin olvidar nunca tu reino eterno.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo
Tú, Señor, que eres médico de los cuerpos y de las almas,
sana las dolencias de nuestro espíritu para que crezcamos cada día en santidad.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Ya que la fuerza para no caer en la tentación nos viene de Dios, acudamos al
Padre, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, fuente de toda bondad y misericordia,
que nos otorgas un remedio para nuestros pecados por el ayuno, la oración y la
limosna, recibe con agrado la confesión que te hacemos de nuestra debilidad y,
ya que nos oprime el peso de nuestras culpas, levántanos con el auxilio de tu
misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.