Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA X
De la Feria. Salterio II
12 de junio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Aclama al Señor,
tierra entera, servid al Señor con alegría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclama al Señor,
tierra entera, servid al Señor con alegría.
Himno: NACIDOS DE LA LUZ, HIJOS DEL DÍA.
Nacidos de la luz, hijos del día,
Vamos hacia el Señor de la mañana.
Su claridad disipa nuestras sombras
y alegra y regocija nuestras almas.
Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
nos libre para siempre del pecado,
y podamos así gozar la herencia
que nos legó en su Hijo muy amado.
Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo,
y al Don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es
grande como nuestro Dios?
Salmo 76 - RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL.
Alzo mi voz a Dios gritando,
Alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:
mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios mío, tus
caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Ant 2. Mi corazón se
regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Cántico: ALEGRIA DE LOS HUMILDES EN DIOS 1S 2,1-10
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi corazón se
regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Ant 3. El Señor reina, la
tierra goza.
Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS
DIOSES.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor reina, la
tierra goza.
LECTURA BREVE Rm 8, 35. 37
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La
persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto
vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor
en todo momento.
V. Su alabanza está
siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor
en todo momento.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Josué 3, 1-17; 4, 14-19; 5, 10-12
PASO DEL JORDAN Y CELEBRACIÓN DE LA PASCUA
Cierto día, Josué, al levantarse por la mañana, ordenó levantar el campamento.
Él y todos los israelitas partieron de Sittim y llegaron hasta el Jordán.
Pernoctaron ahí tres días, al cabo de los cuales, los escribas pasaron por
medio del campamento y dieron al pueblo esta orden:
«Cuando veáis el arca de la alianza del Señor vuestro Dios y a los sacerdotes
levitas que la llevan, partiréis del sitio donde estáis e iréis tras ella, para
que sepáis qué camino habéis de seguir, pues no habéis pasado nunca hasta ahora
por este camino. Pero que haya entre vosotros y el arca una distancia de unos
dos mil codos: no os acerquéis.»
Josué dijo al pueblo:
«Purificaos para mañana, porque mañana el Señor va a obrar maravillas en medio
de vosotros.» Y dijo Josué a los sacerdotes:
«Tomad el arca de la alianza y pasad al frente del pueblo.»
Ellos tomaron el arca de la alianza y fueron delante del pueblo.
El Señor dijo a Josué:
«Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que
sepan que, lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo. Tú darás esta orden a
los sacerdotes que llevan el arca de la alianza: "En cuanto lleguéis a la
orilla del agua del Jordán, os pararéis en el Jordán."»
Josué dijo a los israelitas:
«Acercaos y escuchad las palabras del Señor vuestro Dios.»
Y dijo Josué:
«En esto conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que arrojará
ciertamente de delante de vosotros al cananeo, al hitita, al jiveo, al fereceo,
al guirgaseo, al amorreo y al yebuseo. He aquí que el arca de la alianza del
Señor de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de vosotros. En cuanto las
plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de la alianza del
Señor de toda la tierra pisen las aguas del Jordán, las aguas del Jordán que
vienen de arriba quedarán cortadas y se pararán formando un solo bloque.»
Efectivamente, cuando el pueblo partió de sus tiendas para pasar el Jordán y
los sacerdotes llevaron el arca de la alianza a la cabeza del pueblo, en cuanto
los que llevaban el arca llegaron al Jordán y los pies de los sacerdotes que
llevaban el arca tocaron la orilla de las aguas (y el Jordán baja crecido hasta
los bordes todo el tiempo de la siega), las aguas que bajaban de arriba se
detuvieron y formaron un solo bloque en una gran extensión -desde Adam hasta la
fortaleza de Sartán-, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Arabá, o
mar de la Sal, desaparecieron por completo, y el pueblo lo pasó frente a Jericó.
Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor se estuvieron a pie
firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco,
hasta que acabó de pasar el Jordán todo el pueblo. Aquel día el Señor
engrandeció a Josué delante de todo Israel, y le miraron a él como habían
mirado a Moisés durante toda su vida.
El Señor dijo a Josué:
«Manda a los sacerdotes que llevan el arca del testimonio que salgan del
Jordán.»
Josué mandó a los sacerdotes:
«Salid del Jordán.»
Cuando los sacerdotes portadores del arca de la alianza del Señor salieron del
Jordán, apenas las plantas de sus pies tocaron la orilla, las aguas del Jordán
siguieron por su cauce y empezaron a correr como antes, por todas sus riberas.
El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero, y acamparon en Guilgal,
al oriente de Jericó, y celebraron allí la Pascua en la tarde del día catorce
del mes, en los llanos de Jericó. El día mismo de la fiesta comieron panes
ázimos y espigas tostadas, pero al día siguiente de la Pascua comieron ya de
los frutos del país.
Y el maná cesó desde entonces, desde que empezaron a comer los productos del
país. Los israelitas no volvieron a tener maná, y se alimentaron ya aquel año
de los productos de la tierra de Canaán.
RESPONSORIO Jos 4, 22-25; Sal 113, 5
R. Pasó Israel por el Jordán a pie enjuto, porque Dios secó las aguas
ante él, como antes lo había hecho en el mar Rojo. * Que todos los pueblos de
la tierra reconozcan que la mano del Señor es poderosa.
V. ¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás?
R. Que todos los pueblos de la tierra reconozcan que la mano del
Señor es poderosa.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro de Josué
(Homilía 4, 1: PG 12, 842-843)
EL PASO DEL JORDÁN
En el paso del río Jordán, el arca de la alianza guiaba al pueblo de Dios. Los
sacerdotes y levitas que la llevaban se pararon en el Jordán, y las aguas, como
en señal de reverencia a los sacerdotes que la llevaban, detuvieron su curso y
se amontonaron a distancia, para que el pueblo de Dios pudiera pasar
impunemente. Y no te has de admirar cuando se te narran estas hazañas relativas
al pueblo antiguo, porque a ti, cristiano, que por el sacramento del bautismo
has atravesado la corriente del Jordán, la palabra divina te promete cosas
mucho más grandes y excelsas, pues te promete que pasarás y atravesarás los
mismos aires.
Oye lo que dice Pablo acerca de los justos: Seremos arrebatados entre nubes al
encuentro del Señor por los aires, y así estaremos siempre con el Señor. Nada,
pues, ha de temer el justo, ya que toda la creación está a su servicio.
Oye también lo que Dios promete al justo por boca del profeta: Cuando pases por
el fuego, la llama no te abrasará, porque yo soy el Señor tu Dios. Vemos, por
tanto, cómo el justo tiene acceso a cualquier lugar, y cómo toda la creación se
muestra servidora del mismo. Y no pienses que aquellas hazañas son meros hechos
pasados y que nada tienen que ver contigo, que los escuchas ahora: en ti se
realiza su místico significado. En efecto, tú, que acabas de abandonar las
tinieblas de la idolatría y deseas ser instruido en la ley divina, eres como si
acabaras de salir de la esclavitud de Egipto.
Al ser agregado al número de los catecúmenos y al comenzar a someterte a las
prescripciones de la Iglesia, has atravesado el mar Rojo y, como en aquellas
etapas del desierto, te dedicas cada día a escuchar la ley de Dios y a
contemplar la gloria del Señor, reflejada en el rostro de Moisés. Cuando
llegues a la mística fuente del bautismo y seas iniciado en los venerables y
magníficos sacramentos, por obra de los sacerdotes y levitas, parados como en
el Jordán, los cuales conocen aquellos sacramentos en cuanto es posible
conocerlos, entonces también tú, por ministerio de los sacerdotes, atravesarás
el Jordán y entrarás en la tierra prometida, en la que te recibirá Jesús, el
verdadero sucesor de Moisés, y será tu guía en el nuevo camino.
Entonces tú, consciente de tales maravillas de Dios, viendo cómo el mar se ha
abierto para ti y cómo el río ha detenido sus aguas, exclamarás: ¿Qué te pasa,
mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos? Y te responderá el
oráculo divino: En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del
Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en
manantiales de agua.
RESPONSORIO Sb 17, 1; 19, 20; Sal 76, 20
R. Grandes, en verdad, e inescrutables son tus juicios, Señor; * engrandeciste
a tu pueblo y lo glorificaste.
V. Te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas.
R. Engrandeciste a tu pueblo y lo glorificaste.
Miércoles,
12 de junio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir
la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro
que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última
letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos
importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el
reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de
los Cielos.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sirvamos al Señor
con santidad todos nuestros días.
PRECES
Oremos a nuestro Señor Jesucristo, que prometió
estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y digámosle
confiados:
Escúchanos, Señor.
Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día:
que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer en nuestras vidas.
Que el trabajo de este día sea como una oblación sin defecto,
y que sea agradable a tus ojos.
Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo
y sal de la tierra para cuantos nos traten.
Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en
nuestras obras
para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al
Padre que nos libre de todo mal:
Padre nuestro...
ORACION
Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de
tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos
libres de todo error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Beata Florida Cevoli
12 de Junio Sor Florida, al dar comienzo a su noviciado bajo la guía de
sor Verónica, poseía ya una no exigua experiencia interior de rasgos bien
definidos. Verdadera discípula de la Santa, no anuló su personalidad humana ni
espiritual ante la exuberancia mística de su maestra.
Los datos biográficos que conocemos permiten trazar, en parte, los
rasgos del sujeto humano, sobre el cual obró la gracia. Como hemos visto, ya
desde niña tendía a la obesidad. Las enfermedades que la aquejaron fueron
doblegando progresivamente sus miembros, pero sin hacerle perder aquel su
innato continente que infundía respeto. Estaba dotada de gran habilidad para
las labores, escribía con soltura y buen ingenio sus cartas, con una bella
caligrafía cuyos trazos revelan claridad de objetivos y firmeza de carácter. Se
movía holgadamente en los varios asuntos, aun económicos, demostrando notable
sentido práctico. No faltaban, con todo, las limitaciones, por ejemplo su
inhabilidad para el canto, que constituía una semejanza más con santa Verónica,
la cual dejó escrito: «No sé cantar». De sor Florida afirma una de las hermanas
en el proceso: «No poseía buena voz para el canto, y ni siquiera oído». De sus
cualidades literarias, especialmente poéticas, tenemos ejemplos en algunas
composiciones hechas con ocasión de los solaces familiares de la comunidad.
Los testimonios la describen como muy afable y suave en el trato,
más por virtud que por temperamento, ya que «era de natural enérgico y fuerte,
y hasta difícil, por lo cual tenía que dominarse mucho, logrando, con la ayuda
de Dios, domar su carácter».
Entre las virtudes evangélicas de sor Florida la que más ponderan
quienes la conocieron es su humildad, que se manifestaba en cada palabra, en
cada acción suya, no menos que en su afán de verse humillada. Pero era una
humildad sin afectación. Enemiga de comportamientos convencionales, trataba de
habituar a las religiosas a la sinceridad en el obrar y a la rectitud en el
juzgar. Por causa de su debilidad de estómago, como hemos visto, no podía
observar el ayuno de regla como las demás y debía tomar alimento fuera de hora.
Pues bien, en vez de esconderse, para evitar de hacerlo en público, se dejaba
ver delante de todas con trozos de pan o una fruta en la mano, comiendo con
desenvoltura; y, cuando alguna de las antiguas le decía que hiciera por no
dejarse ver de las jóvenes, que podrían desedificarse, respondía:
-- Lo sabe Dios, y me gusta que, si Él lo sabe, lo sepan también
las criaturas, que yo no ayuno.
Lo mismo que en el caso de santa Verónica, también en el de nuestra
Beata tuvieron una parte importante los confesores, con los cuales se conducía
con fe y obediencia total. Pero no hay indicios de que ellos hayan ejercido un
influjo determinante en su espiritualidad.
En sus cartas sor Florida usa un encabezamiento que resume la
esencia de su espiritualidad: Iesus Amor Fiat Voluntas tua (Jesús, Amor, hágase
tu voluntad). Son los dos polos en torno a los cuales se movía su vida toda:
Jesús, el Esposo divino, blanco de su amor, y la voluntad de Dios, esa «maestra
de toda virtud», como la denominaba santa Verónica.
Su contemplación habitual era de la Pasión de Cristo. Cada viernes
era para ella el día de sensibles experiencias íntimas. Declara una de las
hermanas: «La compasión de los dolores de la Pasión se manifestaba en suspiros
del corazón y en lágrimas de los ojos, si bien por su natural no era fácil al
llanto».
Otro centro de su piedad era la Eucaristía. Suspiraba por el
momento de la comunión. Hubiera querido introducir en la comunidad la comunión
diaria, pero no había llegado el tiempo de semejante frecuencia; a los dos días
semanales ya existentes, logró añadir otros dos, y buscaba motivos litúrgicos
para acrecentar la frecuencia.
Añadamos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, heredada de
santa Verónica; fue para ella una fecha de júbilo extático cuando la comunidad
rezó por primera vez el Oficio de la fiesta del Sagrado Corazón, aprobado por
Clemente XIII. Y, como no podía ser menos en una discípula de santa Verónica,
sor Florida profesaba un amor tierno a la Virgen María; más que devoción, era
una verdadera espiritualidad mariana.
El itinerario místico de sor Florida hubiera podido ser conocido,
como el de su santa maestra, si poseyéramos sus relaciones autobiográficas.
Hubo un confesor que la obligó a poner por escrito sus experiencias; pero, a la
muerte de éste, Florida se hizo devolver todos sus apuntes y, sin más, los dio
a las llamas. Le repugnaba ser tenida en esto, como en otros particulares, como
una réplica de su maestra.
Hemos de contentarnos, pues, con los testimonios de las religiosas
y de sus últimos confesores. Y éstas nos hablan del hábito permanente de la
presencia de Dios que observaban en ella, de su continua absorción en Él,
incluso durante sus ocupaciones exteriores. Todas las hermanas fueron testigo
de sus ímpetus de amor, de los incendios en el corazón, de los arrobamientos y
de la violencia que con frecuencia tenía que hacerse para no ceder a la
absorción interior. Pero la manifestación más elocuente de su corazón enamorado
era el modo como hablaba de su «amado Bien», sea en los capítulos de comunidad,
sea en sus exhortaciones privadas a las hermanas.
Fue un 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, en el segundo año de
su cargo de abadesa, cuando tuvo un cúmulo de gracias y de experiencias
místicas, a las que siguieron otras en años posteriores, entre ellas el
desposorio místico, la corona de espinas, la herida en el corazón. Cuando ésta
se produjo, por el año 1747, lloró copiosamente, sea por la confusión de verse
con aquella señal externa, sea porque miraba con horror todo cuanto pudiera
asemejarla a santa Verónica. A las hermanas, que le preguntaban qué le sucedía,
les dijo que la atormentaba un cáncer que se le había formado en el pecho; pero
al confesor hubo de decirle la verdad, y le rogó que interpusiera su obediencia
para verse libre de la herida externa; se ofrecía a Dios para verse llena de
llagas de la cabeza a los pies antes que recibir tales favores divinos. Así lo
hizo el confesor, y ella se vio libre de los efectos de la herida; y fue diciendo
a las hermanas que el confesor la había curado milagrosamente del cáncer.
Parece que la misma sustitución del favor místico por una llaga general en todo
el cuerpo pidió al Señor cuando, en un éxtasis ante el crucifijo, Él le hizo
comprender que quería comunicarle sus sagradas llagas.
Tal debió de ser el origen del herpes que la invadió totalmente y
la tuvo en un estado digno de compasión en los dos últimos decenios de su vida.
Los testimonios hablan de numerosos hechos milagrosos operados por
sor Florida como efecto de su fe sencilla en la providencia amorosa de Dios.
Hablan también de sus sorprendentes previsiones y del don de penetrar el
interior de las personas.
-
- Fiesta del Inmaculado
Corazón de María
12 de Junio María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su
Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de
rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada
nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría. La Fiesta de su
Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado
Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los
Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la
eternidad... La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a
Jesús es por medio de su Madre. Por ello, nos consagramos al Corazón de
Jesús por medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la
liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y
sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus
Christi. Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar
en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su
Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús. Venerar
su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón
físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus
virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios
y a los demás. El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la
respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por
su profunda pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos
concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona
se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde
ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente
según la orientación en ellos impresa por el Plan de Dios. Ella, quien
atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a
esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad
profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la
huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor. *Más información
sobre esta popular devoción en
Beata
Mercedes Molina, Alma Misionera
12 de Junio La beata Mercedes Molina es llamada también “La
Rosa del Guayas”, cuyo nombre fue tomado de la Provincia del Guayas. Fue una
mujer ecuatoriana que vivó en castidad, estuvo pendiente de los necesitados y
tuvo un impulso misionero que la llevó a fundar el primer instituto de
educación para las mujeres.
La beata Mercedes Molina nació el 20 de febrero de 1828, en Baba,
ubicado en la provincia de Los Ríos (Guayaquil), en el seno de una familia
acaudalada. Su padre murió cuando tenía dos años, dejando a su madre a cargo de
sus hermanos. Ella les enseñó a ser caritativos con el prójimo, a ser justos y
firmes. Desde su infancia Mercedes era una niña de singular belleza y muy
virtuosa.
A los trece años su belleza atrajo a muchos pretendientes. En su
juventud vivió la ilusión del amor, pero nunca llegó al desenfreno. En 1841
fallece su madre y queda a cargo de sus dos hermanos. En 1849 renuncia a un
brillante matrimonio y repartió su cuantiosa herencia entre los necesitados. La
beata se dedicó a realizar labores caritativas, como trabajar en un orfanato.
Mercedes cuidaba de los huérfanos con amor, curando sus enfermedades. En este
periodo comienza a sentir que su vocación era la misión hacia los más
vulnerables.
El 14 de abril de 1873 fundó el Instituto “Hermanas de Mariana de
Jesús”, el primer instituto religioso en el país. Se le considera como la
pionera en la educación de la mujer porque en esa época la educación estaba
dirigida a los varones. La educación femenina era a través de maestros
particulares o institutrices. En 1870 viajó al norte de Ecuador para
evangelizar a la tribu de los jíbaros.
La beata realizó continuos ayunos y mortificaciones. Durante toda
su vida fue ejemplo de amor al prójimo y de sacrificio. Falleció el 12 de junio
de 1883.
Fue beatificada por el papa San Juan Pablo II el 1 de febrero de
1985, durante su visita a Guayaquil. Sus restos están en Riobamba, en la casa
donde fundó la Congregación de las Marianitas.
San Juan de Sahagún
12 de Junio Sahagún es una ciudad de España, y allá nació nuestro santo
en el año 1430.
Sus padres no tenían hijos y dispusieron hacer una novena de
ayunos, oraciones y limosnas en honor de la Santísima Virgen y obtuvieron el
nacimiento de este que iba a ser su honor y alegría.
Educado con los monjes benedictinos, demostró muy buena inclinación
hacia el sacerdocio y el señor obispo lo hizo seguir los estudios sacerdotales
y después de ordenado sacerdote lo nombró secretario y canónigo de la catedral.
Pero estos cargos honoríficos no le agradaban, y pidió entonces ser nombrado
para una pobre parroquia de arrabal.
Después de varios años de sacerdocio, sintió el deseo de
especializarse en teología y se matriculó como un estudiante ordinario en la
Universidad de Salamanca. Allí estuvo cuatro años hasta completar todos sus
estudios teológicos. Al principio era bastante desconocido pero un día fue
invitado a hacer el sermón en honor de San Sebastián, patrono de uno de los
colegios, y su predicación agradó tanto que empezó a ser muy popular entre la
gente de la ciudad.
Y sucedió que le sobrevino una gravísima enfermedad con serio
peligro de muerte y no había más remedio que hacerle una difícil operación
quirúrgica (y con los métodos tan primarios de ese tiempo). Fue entonces cuando
prometió a Dios que si le devolvía la salud mejoraría totalmente sus comportamientos
y entraría de religioso. Dios le concedió la salud y Juan entró de religioso
agustino.
En el noviciado lo pusieron a lavar platos y barrer corredores y
desyerbar campos, y siendo todo un doctor, lo hacía todo con gran humildad y
total esmero. Después lo pusieron a servir el vino a la comunidad, y todavía se
conserva la vasija con la cual hizo el milagro de que con un poco de vino
sirvió a muchos comensales y le sobró vino. En cumplimiento de sus deberes, en
penitencias, en obediencia y en humildad, no le ganaba ninguno de los otros
religiosos.
El convento de los padres Agustinos en Salamanca tenía fama de
gran santidad, pero desde que Juan de Sahagún llegó allí, esa buena fama creció
enormemente. Era un predicador muy elocuente y sus sermones empezaron a
transformar a las gentes. En la ciudad había dos partidos que se atacaban sin
misericordia y el santo trabajó incansablemente hasta que logró que los
cabecillas de los partidos se amistaran y firmaran un pacto de paz, y se
acabaron la violencia y los insultos.
Los biógrafos dicen que Fray Juan era un hombre de una gran
amabilidad con todos, devotísimo del Santísimo Sacramento y muy amigo de
dedicar largos ratos a la oración. Las gentes cuando lo veían rezar decían:
"parece un ángel". El estudio que más le agradaba era el de la
Sagrada Biblia, para lograr comprender y amar más la palabra de Dios. A veces
gastaba todo el día visitando enfermos, tratando de poner paz en familias
desunidas y ayudando a gentes pobres y hasta se olvidaba de ir a comer.
Algunos lo criticaban porque en la confesión era muy rígido con
los que no querían enmendarse y se confesaban sólo para comulgar, sin tener
propósito de volverse mejores. Pero su rigidez transformó a muchos que estaban
como adormilados en sus vicios y malas costumbres. Confesarse con él era
empezar a enmendarse.
Otro defecto que le criticaban sus superiores era que tardaba
mucho tiempo en celebrar la Santa Misa. Pero para ello había una explicación: y
es que nuestro santo veía a Jesucristo en la Sagrada Eucaristía y al verlo se
quedaba como en éxtasis y ya no era capaz por mucho rato de proseguir la
celebración. Pero las gentes gustaban de asistir a sus misas porque les
parecían más fervorosas que las de otros sacerdotes.
San Juan de Sahagún predicaba muy fuerte contra los ricos que
explotan a los pobres. Y una vez un rico, amargado por estas predicaciones,
pagó a dos delincuentes para que atalayaran al santo y le dieran una paliza.
Pero cuando llegaron junto a él sintieron tan grande terror que no fueron capaces
de mover las manos. Luego confesaron muy arrepentidos que los había invadido un
temor reverencial y que no habían sido capaces de golpearlo.
En un pueblo habló muy fuerte contra los terratenientes que no
pagaban lo debido a los campesinos y desde entonces aquellos ricachones no le
permitieron volver a predicar en ese pueblo.
Sus preferidos eran los huérfanos, los enfermos, los más pobres y
los ancianos. Para ellos recogía limosnas y buscaba albergues o asilos. A las
muchachas en peligro les conseguía familias dignas que les dieran sanas
ocupaciones y las protegieran.
Hizo frecuentes milagros, y obtuvo con sus oraciones que a
Salamanca la librara Dios, durante la vida del santo, de la peste del tifo
negro, que azotaba a otras regiones cercanas. Un joven se cayó a un hondo pozo.
Fray Juan le alargó su correa y, sin saber cómo, salió el joven desde el
abismo, prendido de la tal correa. La gente se puso a gritar "¡Milagro!
¡Milagro!", pero él se escondió para no recibir felicitaciones.
Salamanca sufría un terrible verano. El les anunció que con su
muerte llegarían lluvias abundantes. Y así sucedió: apenas murió, enseguida
llegaron muy copiosas y provechosas lluvias.
Y sucedió que un hombre que tenía una amistad de adulterio con una
mala mujer, al escuchar los sermones de Fray Juan, se apartó totalmente de tan
dañosa amistad. Entonces aquella pérfida y malvada exclamó: "Ya verá el
tal predicador que no termina con vida este año". Y mandó echar un veneno
en un alimento que el santo iba a tomar. Desde entonces Fray Juan empezó a
enflaquecerse y a secarse, y en aquel mismo año de 1479, el santo predicador
murió de sólo 49 años.
A su muerte, dejaba la ciudad de Salamanca completamente
transformada, y la vida espiritual de sus oyentes renovada de manera admirable.
Que Dios nos mande muchos valientes predicadores como San Juan de
Sahagún.
Dijo Jesús: El que pierda su vida por mi en este mundo, la salvará
para la vida eterna (Jn. 12, 25).