Musica Para el Alma
sábado, 1 de abril de 2023
MATEO 26,14-27.66 CICLO A
Evangelio
*Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
(26,14–27,66)*
C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos
sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba
buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi
momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis
discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo
del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al
Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio
a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de
la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi
Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré
al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite,
iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y
a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se
haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la
tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos
cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas
palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está
cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado
de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y
los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los
que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la
oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no
puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de
ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene
que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario
me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En
aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron
a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido
los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del
sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué
paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso
testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar
de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos,
que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en
tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra
ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del
hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes
del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la
blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon,
diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús:
«Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró
amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor,
al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las
treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los
sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de
sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para
cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de
Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las
treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los
hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había
ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le
preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba
nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado.
Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera.
Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les
dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el
Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba
sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con
él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que
pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un
tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó
para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al
pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le
pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la
ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante
él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y,
terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a
crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que
quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo
probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa,
echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza
colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.»
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los
que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti
mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también,
diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que
baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo
quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el
mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A
media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en
vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra
tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de
santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las
tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y
sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba,
dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían
seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y
María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer,
llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de
Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se
lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana
limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó
una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la
otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente,
pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los
fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció:
"A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro
hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan
al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura
sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia
del sepulcro.
Palabra del Señor
*Que la Paz del Señor llegue primero
a vuestros corazones antes que mis palabras*
*Los
discípulos han hecho un largo viaje para congregarse en este punto. Ahora, lo
íntimo de su alumnado será puesto a prueba. Pienso en el camino que he
recorrido para llegar aquí, con Jesús a mi lado, en este domingo previo a la
Semana Santa. Recibo fuerzas de Jesús, que se comparte así mismo conmigo; Pido
que pueda yo permanecer a su lado en los tiempos difíciles también. Es
dicho que cada uno de nosotros tiene un 'precio'. Judas se sintió satisfecho al
traicionar a Jesús por el precio de un esclavo. Pero nuestro 'precio' no
necesita ser moneda constante y sonante. Puede ser nuestras carreras, éxito,
popularidad, confort, aprendizaje y muchas otras cosas. ¿Por cuál traicionaría
a mi Señor?*
*El que desea y quiere amar, con el corazón
según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
LAS LAUDES Y LAS VISPERAS DEL DOMINGO DE RAMOS 2
*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO
DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS
Propio del Tiempo
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. A Cristo, el Señor, que por
nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A Cristo, el Señor, que por
nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.
Himno: EL PUEBLO QUE FUE CAUTIVO
El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: «¡Hosanna!», y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.
SALMODIA
Ant 1. El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al
Señor: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.»
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El numeroso gentío, que había
venido a la fiesta, aclamaba al Señor: «Bendito el que viene en nombre del
Señor. Hosanna en el cielo.»
Ant 2. Con los ángeles y los niños,
cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Con los ángeles y los niños,
cantemos al triunfador de la muerte: «Hosanna en el cielo.»
Ant 3. Bendito el que viene en nombre del
Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito el que viene en nombre del
Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
LECTURA BREVE Za 9, 9
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti,
justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
RESPONSORIO BREVE
V. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. Cuando
sea yo levantado en alto sobre la tierra.
R. Atraeré a todos hacia mí.
*PRIMERA LECTURA AÑO I*
Del libro del profeta Isaías 50, 4—51, 3
EL SIERVO DEL SEÑOR SOPORTA LA PRUEBA
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento. Cada mañana despierta mi oído, para que escuche como los
iniciados. El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí
la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no
me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no
sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no
quedaría defraudado.
Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda,
¿quién me condenará? Mirad, todos se consumen como ropa, los roe la polilla.
¿Quién de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su siervo? Aunque camine
en tinieblas, sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor y se apoye
en su Dios. Atención, vosotros, los que atizáis el fuego y encendéis teas: id a
la hoguera de vuestro fuego, de las teas que habéis encendido. Así os tratará
mi mano, yaceréis en el tormento.
Escuchadme, los que vais tras la justicia, los que buscáis al Señor: Mirad la
roca de donde os tallaron, la cantera de donde os extrajeron; mirad a Abraham,
vuestro Padre, y a Sara, que os dio a luz; cuando lo llamé, era uno, pero lo
bendije y lo multipliqué.
El Señor consuela a Sión, consuela a sus ruinas: convertirá su desierto en un
edén, su yermo en jardín del Señor; allí habrá gozo y alegría, con acción de
gracias al son de instrumentos.
RESPONSORIO Is 50, 5.6a; Lc 12, 50
R. El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni
me eché atrás: * ofrecí la espalda a los que
me golpeaban.
V. Tengo que recibir un bautismo, y ¡qué
impaciente estoy por sumergirme en él!
R. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban.
SEGUNDA
LECTURA
De las Disertaciones de San Andrés de Creta, obispo
(Disertación 9, Sobre el domingo de ramos: PG 97, 990-994)
BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL REY DE ISRAEL.
Venid, subamos juntos al monte de los Olivos y salgamos al encuentro de Cristo,
que vuelve hoy desde Betania, y que se encamina por su propia voluntad hacia
aquella venerable y bienaventurada pasión, para llevar a término el misterio de
nuestra salvación.
Viene, en efecto, voluntariamente hacia Jerusalén, el mismo que, por amor a
nosotros, bajó del cielo para exaltarnos con él, como dice la Escritura, por
encima de todo principado, potestad, virtud y dominación, y de todo ser que
exista, a nosotros que yacíamos postrados.
Él viene, pero no como quien toma posesión de su gloria, con fasto y
ostentación. No gritará —dice la Escritura—, no clamará, no voceará por las
calles, sino que será manso y humilde, con apariencia insignificante, aunque le
ha sido preparada una entrada suntuosa.
Corramos, pues, con el que se dirige con presteza a la pasión, e imitemos a los
que salían a su encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo,
tapices, mantos y ramas de palmera, sino para poner bajo sus pies nuestras
propias personas, con un espíritu humillado al máximo, con una mente y un
propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra que viene a
nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener.
Alegrémonos, por tanto, de que se nos haya mostrado con tanta mansedumbre aquel
que es manso y que sube sobre el ocaso de nuestra pequeñez, a tal extremo, que
vino y convivió con nosotros, para elevarnos hasta sí mismo, haciéndose de
nuestra familia.
Dice el salmo: Subió a lo más alto de los cielos, hacia oriente (hacia su
propia gloria y divinidad, interpreto yo), con las primicias de nuestra
naturaleza, hasta la cual se había abajado Impregnándose de ella; sin embargo,
no por ello abandona su inclinación hacia el género humano, sino que seguirá
cuidando de él para irlo elevando de gloria en gloria, desde lo ínfimo de la
tierra, hasta hacerlo partícipe de su propia sublimidad.
Así, pues, en vez de unas túnicas o unos ramos inanimados, en vez de unas ramas
de arbustos, que pronto pierden su verdor y que por poco tiempo recrean la
mirada, pongámonos nosotros mismos bajo los pies de Cristo, revestidos de su
gracia, mejor aún, de toda su persona, porque todos los que habéis sido
bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo; extendámonos tendidos a sus
pies, a manera de túnicas.
Nosotros, que antes éramos como escarlata por la inmundicia de nuestros
pecados, pero que después nos hemos vuelto blancos como la nieve con el baño
saludable del bautismo, ofrezcamos al vencedor de la muerte no ya ramas de
palmera, sino el botín de su victoria, que somos nosotros mismos.
Aclamémoslo también nosotros, como hacían los niños, agitando los ramos
espirituales del alma y diciéndole un día y otro: Bendito el que viene en
nombre del Señor, el rey de Israel.
RESPONSORIO Jn 12, 12. 13; Mt 21, 8. 9
R. Cuando la multitud se enteró de que Jesús
llegaba a Jerusalén, salió a su encuentro. Un inmenso gentío iba tendiendo sus
mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y alfombraban con
ellas el camino y gritaban: * «¡Viva
el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»
V. La muchedumbre que lo precedía y también la que
iba detrás gritaban:
R. «¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene
en nombre del Señor!»
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a
su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: «Bendito eres,
Señor.»
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamemos con palmas de victoria al
Señor que viene, y salgamos a su encuentro con himnos y cantos, dándole gloria
y diciendo: «Bendito eres, Señor.»
PRECES
Adoremos a Cristo, que al entrar en Jerusalén fue aclamado por las
multitudes como rey y mesías; acojámosle también nosotros con gozo, diciendo:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna a ti, Hijo de David y Rey eterno;
hosanna a ti, vencedor de la muerte y del mal.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de
este árbol.
Salvador nuestro, que viniste a salvar a los pecadores,
conduce a tu reino a los que en ti creen, esperan y te aman.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Unidos fraternalmente, dirijámonos al Padre, diciendo con toda confianza:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se
anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros
imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su
pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
II
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: LLEVABA ROJA LA TÚNICA
Llevaba roja la túnica
y enrojecido el cabello.
¿De dónde, con pies sangrantes,
avanzas tú, Lagarero?
«Del monte de la batalla
y de la victoria vengo;
rojo fue mi atardecer,
blanco será mi lucero.»
Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego.
También de blanco le vi
el vestido y el aliento;
bello como las estrellas,
como flor de cardo bello.
Rojo como la amapola
y blanco como un cordero:
carmesíes sus heridas
y blancos sus pensamientos.
Llevaba blanca la túnica,
blanca de amor y fuego.
Por toda la negra tierra
el chorro de sus veneros:
sangre preciosa su sangre
que hace blanco el sufrimiento.
¡Oh Cristo, de sangre roja!
¡Oh Cristo, dolor supremo!
A ti el clamor de los hombres,
en ti nuestros clavos fieros.
Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Herido y humillado, Dios lo exaltó
con su diestra.
Ant 2. La sangre de Cristo nos purificará,
para dar culto al Dios vivo.
Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. La sangre de Cristo nos purificará,
para dar culto al Dios vivo.
Ant 3. Cargado con nuestros pecados subió
al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Cántico: PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, SIERVO DE DIOS 1Pe 2, 21b-24
Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.
El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cargado con nuestros pecados subió
al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
LECTURA BREVE Hch 13, 26-30a
Hermanos, a vosotros envía Dios este mensaje de salvación. Los habitantes de
Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, pero, al condenarlo a muerte,
dieron cumplimiento a las palabras de los profetas que se leen cada sábado. Y,
a pesar de que no encontraron en él causa alguna digna de muerte, pidieron a
Pilato que lo hiciera morir. Una vez que cumplieron todo lo que de él estaba
escrito, lo bajaron de la cruz y lo depositaron en un sepulcro. Pero Dios lo
resucitó de entre los muertos.
RESPONSORIO BREVE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las
ovejas del rebaño"; pero, después de mi resurrección, iré delante de
vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el Señor.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. «Dice la Escritura: "Heriré al
pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero, después de mi
resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis», dice el
Señor.
PRECES
Oremos humildemente al Salvador del género humano, que sube a
Jerusalén a sufrir su pasión para entrar así en la gloria, y digámosle:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a
tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo
con que tú nos consuelas.
Mira con bondad a aquellos a quienes hemos escandalizado con nuestros pecados,
ayúdalos a ellos y corrígenos a nosotros, para que resplandezca en todo tu
santidad y tu amor.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de
cruz,
concede a tus fieles obediencia y paciencia.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
y a nosotros concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Porque la muerte de Cristo nos ha hecho agradables a Dios, nos atrevemos a orar
al Padre, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se
anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros
imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su
pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
LAS LECTURAS DEL DOMINGO 2 DE ABRIL 2023
*Lecturas del Domingo de
Pasión - Ciclo A*
Domingo, 2 de abril de 2023
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,4-7):
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los
iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí
la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no
me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no
sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no
quedaría defraudado.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Filipenses (2,6-11):
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando
por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó
sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre
de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
(26,14–27,66):
C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos
sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba
buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi
momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis
discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo
del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al
Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio
a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de
la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi
Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré
al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite,
iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y
a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se
haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la
tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos
cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas
palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está
cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado
de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y
los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los
que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la
oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no
puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de
ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene
que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario
me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En
aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron
a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido
los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del
sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué
paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso
testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar
de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos,
que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en
tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra
ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del
hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes
del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la
blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon,
diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús:
«Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró
amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor,
al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las
treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los
sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de
sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para
cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de
Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las
treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los
hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había
ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le
preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba
nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado.
Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera.
Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les
dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el
Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba
sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con
él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que
pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un
tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó
para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al
pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le
pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la
ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante
él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y,
terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a
crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que
quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo
probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa,
echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza
colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.»
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los
que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti
mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también,
diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que
baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo
quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el
mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A
media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en
vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra
tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de
santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las
tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y
sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba,
dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían
seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y
María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer,
llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de
Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se
lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana
limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó
una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la
otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente,
pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los
fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció:
"A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro
hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan
al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura
sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia
del sepulcro.
Palabra del Señor
*Que la Paz del Señor llegue primero
a vuestros corazones antes que mis palabras*
*Los
discípulos han hecho un largo viaje para congregarse en este punto. Ahora, lo
íntimo de su alumnado será puesto a prueba. Pienso en el camino que he
recorrido para llegar aquí, con Jesús a mi lado, en este domingo previo a la
Semana Santa. Recibo fuerzas de Jesús, que se comparte así mismo conmigo; Pido
que pueda yo permanecer a su lado en los tiempos difíciles también. Es
dicho que cada uno de nosotros tiene un 'precio'. Judas se sintió satisfecho al
traicionar a Jesús por el precio de un esclavo. Pero nuestro 'precio' no
necesita ser moneda constante y sonante. Puede ser nuestras carreras, éxito,
popularidad, confort, aprendizaje y muchas otras cosas. ¿Por cuál traicionaría
a mi Señor?*
*El que desea y quiere amar, con el corazón
según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.