Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XVIII
Del Común de los santos varones: para los santos religiosos. Salterio II
8 de agosto
SANTO DOMINGO, presbítero. (Memoria)
Nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Estudió
teología en Palencia y fue nombrado canónigo de la Iglesia de Osma. Con su
predicación y con su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense.
Con los compañeros que se le adhirieron en esta empresa, fundó la Orden de
Predicadores. Murió en Bolonia el día 6 de agosto del año 1221.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al
Señor, aclamemos al Dios admirable en sus santos.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: VOSOTROS SOIS LUZ DEL MUNDO.
Vosotros sois luz del mundo
y ardiente sal de la tierra,
ciudad esbelta en el monte,
fermento en la masa nueva.
Vosotros sois los sarmientos,
y yo la Vid verdadera;
si el Padre poda las ramas,
más fruto llevan las cepas.
Vosotros sois la abundancia
del reino que ya está cerca,
los doce mil señalados
que no caerán en la siega.
Dichosos, porque sois limpios
y ricos en la pobreza,
y es vuestro el reino que sólo
se gana con la violencia. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Despierta tu
poder, Señor, y ven a salvarnos.
Salmo 79 - VEN A VISITAR TU VIÑA
Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
¡Oh Dios!, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Le diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego:
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Despierta tu
poder, Señor, y ven a salvarnos.
Ant. 2. Anunciad a toda la
tierra que el señor hizo proezas.
Cántico: ACCION DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO - Is
12, 1-6
Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.
Él es mi Dios y salvador:
confiare y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Aquel día, diréis:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas;
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Anunciad a toda la
tierra que el señor hizo proezas.
Ant. 3. Aclamad a Dios,
nuestra fuerza.
Salmo 80 - SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA
Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta;
porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre tu boca y yo la saciaré.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Aclamad a Dios,
nuestra fuerza.
LECTURA BREVE Rm 12, 1-2
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como
hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os
ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para
que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo
perfecto.
RESPONSORIO BREVE
V. Lleva en el
corazón la ley de su Dios.
R. Lleva en el
corazón la ley de su Dios.
V. Y sus pasos no
vacilan.
R. Lleva en el
corazón la ley de su Dios.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Lleva en el
corazón la ley de su Dios.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes 2, 1-15
ASUNCIÓN DE ELIAS
Esto pasó cuando el Señor arrebató a Elías en el torbellino al cielo. Elías y
Eliseo partieron de Guilgal. Dijo Elías a Eliseo:
«Quédate aquí, porque el Señor me envía a Betel.»
Eliseo dijo:
«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»
Y bajaron a Betel. Salió la comunidad de los profetas que había en Betel al
encuentro de Eliseo y le dijeron: «¿No sabes que el Señor arrebatará a tu señor
por encima de tu cabeza?»
Respondió:
«También yo lo sé. ¡Callad!»
Elías dijo a Eliseo:
«Quédate aquí, porque el Señor me envía a Jericó.»
Pero él respondió:
«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»
Y siguieron hacia Jericó. Se acercó a Eliseo la comunidad de los profetas que
había en Jericó y le dijeron: «¿No sabes que el Señor arrebatará hoy a tu señor
por encima de tu cabeza?»
Respondió:
«También yo lo sé. ¡Callad!»
Le dijo Elías:
«Quédate aquí, porque el Señor me envía al Jordán.»
Respondió:
«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»
Y fueron los dos. Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas vinieron y
se quedaron enfrente, a cierta distancia; ellos dos se detuvieron junto al
Jordán. Tomó Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se dividieron
de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie enjuto. Cuando hubieron pasado, dijo
Elías a Eliseo:
«Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado.»
Dijo Eliseo:
«Que tenga doble porción de tu espíritu.» Respondió Elías:
«Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo
tendrás; si no, no lo tendrás.»
Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de
fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Eliseo
lo veía y clamaba:
«¡Padre mío, padre mío! ¡Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!»
Y no lo vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos. Recogió el manto que
se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán. Tomó
el manto de Elías y golpeó las aguas, diciendo:
«¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?»
Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó Eliseo.
Habiéndole visto, la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron:
«El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.»
Fueron a su encuentro y se postraron ante él en tierra.
RESPONSORIO Ml 4, 5; Lc 1, 15. 17
R. Yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del
Señor, grande y terrible. * Él hará volver el corazón de los padres hacia los
hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres.
V. Juan Bautista será grande a los ojos del Señor, y lo precederá en
su venida con el espíritu y el poder de Elías.
R. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el
corazón de los hijos hacia los padres.
SEGUNDA LECTURA
De varios escritos de la Historia de la Orden de los Predicadores
(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; Acta canonizationis sancti
Dominici: Monumenta Ordinis Praedicatorum historica 16, Roma 1935, pp. 30ss.
146-147)
HABLABA CON DIOS O DE DIOS
La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor de su espíritu tan grande, que
todos veían en él un instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de
una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los
sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un
corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y
afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu. En todas partes, se
mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus
hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie
más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba,
a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus
hermanos.
Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad,
que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres,
consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de
Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo,
del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona
por nuestra salvación. Con este fin instituyó la Orden de Predicadores,
realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde
hacia ya tiempo.
Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la
mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo
Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de
san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de
memoria.
Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en
la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su
vida conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado,
despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno:
«Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo
que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles.»
RESPONSORIO Cf. Sir 48, 1; Ml 2, 6
R. Surgió como un fuego un nuevo heraldo de la salvación, * y sus
palabras eran como un horno encendido.
V. Una doctrina auténtica llevaba en su boca, y en sus labios no se
hallaba maldad.
R. Y sus palabras eran como un horno encendido.
Jueves, 8
de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-23):
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a
sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías
o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el
poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos;
lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la
tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Desde
entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén
y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y
que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor!
Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces
tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Mi porción es el
Señor; bueno es el Señor para el alma que lo busca.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Mi porción es el
Señor; bueno es el Señor para el alma que lo busca.
PRECES
Adoremos, hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos enseñe a
servirle con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días,
aclamémosle, diciendo:
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado,
compadécete de nuestras debilidades.
Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor,
danos el progresar por caminos de santidad.
Señor Jesús, que nos quieres sal de la tierra y luz del mundo,
ilumina nuestras vidas con tu propia luz.
Señor Jesús, que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para
servir,
haz que sepamos servir con humildad a ti y a nuestros hermanos.
Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser,
haz que un día podamos contemplar la claridad de tu gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos ahora al Padre, como nos enseñó el mismo Jesús:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Que tu Iglesia, Señor, encuentre siempre luz en las enseñanzas de santo Domingo
y protección en sus méritos: que él, que durante su vida fue predicador insigne
de la verdad, sea ahora para nosotros un eficaz intercesor ante ti. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote
en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era
un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer
libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.
Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre
y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su
casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba
nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba,
sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy
difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A
quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: "No puede ser
que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con
lo cual podía socorrerlos".
En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por
el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones
enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los
misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los
predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se
hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la
mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían,
eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.
Vio que a las gentes les impresionaba que el
misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen
ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la
verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total
pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar
con grandes éxitos apostólicos.
Sus armas para convertir eran la oración, la
paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes
en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por
medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo:
"Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración
hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van
a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En
cambio con la humildad sí se ganan los corazones".
Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de
Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor
había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e
instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una
comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice
Inocencio III.
Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder
o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un
sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de
venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le
ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no
tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.
Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo
Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo,
pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a
interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un
desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando
en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San
Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: "Los dos
tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios". Y
desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta
de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos
y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de
Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y
hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.
En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad
de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor
de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó
de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva
comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los
conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las
grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.
El gran fundador le dio a sus religiosos unas
normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos.
Por ejemplo estas:
Primero contemplar, y después enseñar. O
sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las
enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con
todo el entusiasmo posible.
Predicar siempre y en todas partes. Santo
Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar,
catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios
posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la
mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.
La experiencia le había demostrado que las almas se
ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de
crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran
deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a
Dios constantemente.
Los santos han dominado su cuerpo con unas
mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar.
Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.
Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba
varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.
Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba
descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No
se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse
contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una
sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros
mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba
al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar
descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo
exclamaba: "la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque
los hemos ganado con estos sufrimientos". Y así sucedió en verdad.
Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando
catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.
Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La
gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros
decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más
dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en
oración.
Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas
mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos
entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.
Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo
y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día
y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que
no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del
Antiguo.
Los que trataron con él afirmaban que estaban
seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no
cometió jamás un pecado grave.
Totalmente desgastado de tanto trabajar y
sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió
falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos
años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de
1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían:
"Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "¡Qué
hermoso, qué hermoso!" y expiró.
A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice lo
declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: "De
la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y
San Pablo".
La beata María Margarita, fundadora de las Franciscanas Mínimas
del Sagrado Corazón, se distinguió por su espíritu de oración y de reparación,
y por su intensa dedicación a las obras de misericordia en el campo de la
enseñanza y la asistencia social.
María Margarita Caiani (en el siglo, María Ana Rosa) nació en
Poggio Caiano, diócesis de Pistoya (Italia), el 2 de noviembre de 1863. Hija de
Jacopo (cerrajero y fontanero en la villa Medici) y Luisa Fortini. Fué la
tercera de cinco hermanos.
Marianna (como se le llamaba de cariño en la familia) fue
bautizada en la Iglesia de Santa María de la Asunción en Bonistallo. Desde la
infancia mostró una inclinación especial a la oración y a la práctica de la
caridad.
Su hermano menor, Gustavo, estuvo enfermo durante siete años a
causa de una fractura de cadera; ella lo cuidó hasta su muerte, a la edad de 11
años. A partir de este acontecimiento tan importante en su vida, Marianna
empezó a cuidar y ayudar a la gente. Años más tarde, otra tragedia alcanzó a la
familia: fallece repentinamente James, su padre, por lo que Marianna tuvo que
ayudar a su hermano Oseas en una tienda de tabaco. Seis años después fallece su
madre.
En 1893 entró con una amiga en el monasterio de las benedictinas
de Pistoya, pero salió para atender a un enfermo grave, que rechazaba los
sacramentos. Se dedicó a la educación e instrucción de los niños. Abrió una
escuela, donde con una amiga enseñaba a los muchachos y muchachas los primeros
rudimentos del saber y la doctrina cristiana.
El 6 de noviembre de 1896 María Ana Rosa y dos jóvenes más dejaron
sus casas para vivir en comunidad y dedicarse a la santificación propia,
atender a la catequesis, al apostolado y a la enseñanza en la escuela, asistir
a los enfermos y a los moribundos. En 1901 escribió las primeras
constituciones. El 15 de Diciembre de 1902 Marianna junto a cinco chicas
vistieron el hábito religioso y María Ana Rosa tomó el nombre de sor María
Margarita del Sagrado Corazón y fundó el Instituto de Min Hermanas del Sagrado
Corazón.
Pocos meses antes de morir la fundadora, la congregación fue
agregada a la Orden Franciscana. Falleció el 8 de agosto de 1921 en Florencia,
a ola edad de 58 años en el Monasterio de los Capuchinos de Montughi. El
instituto contaba ya con más de doscientas religiosas distribuidas en 21 casas.
La Madre María Margherita Caiani fue beatificada por San Juan
Pablo II el 23 de abril de 1989.