Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO PASCUAL
VIERNES DE LA SEMANA VI
Del Propio de la Fiesta.
31 de mayo
LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (FIESTA)
En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud
a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó
a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su
seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: «Bendita tú entre
las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme
la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo,
saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las
cosas que le fueron dichas de parte del Señor!.» (Lc 1, 40-45)
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Aclamemos al Señor
en esta fiesta de la Visitación de María Virgen. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamemos al Señor
en esta fiesta de la Visitación de María Virgen. Aleluya.
Himno: LA VIRGEN SANTA, GRÁVIDA DEL VERBO.
La Virgen santa, grávida del Verbo,
en alas del Espíritu camina;
la Madre que llevaba la Palabra,
de amor movida, sale de visita.
Y sienten las montañas silenciosas,
y el mundo entero en sus entrañas vivas,
que al paso de la Virgen ha llegado
el anunciado gozo del Mesías.
Alborozado Juan por su Señor,
en el seno, feliz se regocija,
y por nosotros rinde el homenaje
y al Hijo santo da la bienvenida.
Bendito en la morada sempiterna
aquel que tú llevaste, Peregrina,
aquel que, con el Padre y el Espíritu,
al bendecirte a ti nos bendecía. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Se levantó María y se fue con prontitud a la región
montañosa, a una ciudad de Judá. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Se levantó María y
se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá. Aleluya.
Ant 2. Así que Isabel oyó
el saludo de María, su criatura saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del
Espíritu Santo. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,
57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Así que Isabel oyó
el saludo de María, su criatura saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del
Espíritu Santo. Aleluya.
Ant 3. Dichosa tú, María,
que has creído; porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichosa tú, María,
que has creído; porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya.
LECTURA BREVE Jl 2, 27-28a
Sabréis que estoy en medio de Israel, yo, el Señor Dios vuestro, el Único. ¡Mi
pueblo no será confundido jamás! Después de eso, derramaré mi Espíritu sobre
toda carne: profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor la eligió y la predestinó. Aleluya,
Aleluya.
R. El Señor la eligió
y la predestinó. Aleluya, Aleluya.
V. La hizo morar en
su templo santo.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió
y la predestinó. Aleluya, Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Cantar de los cantares 2, 8-14; 8, 6-7
LA LLEGADA DEL AMADO
¡Escucho una voz...! Es mi amado que ya llega, saltando sobre los montes,
brincando por las colinas. Es mi amado semejante a un venado, a un ágil
cervatillo. Vedle aquí ya apostado detrás de nuestra cerca, mirando por las
ventanas, atisbando por las rejas. Empieza a hablar mi amado y me dice:
«Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Porque, mira, ya ha pasado el
invierno, ya han cesado las lluvias y se han ido. Brotan flores en los campos,
el tiempo de canciones ha llegado, ya el arrullo de la tórtola se ha escuchado
en nuestra tierra. Apuntan ya los higos de la higuera, y las viñas en flor
exhalan sus perfumes. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven! Paloma mía que
anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame escuchar
tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es muy dulce tu hablar y gracioso tu
semblante.
Ponme como un sello sobre tu brazo, como un sello sobre tu corazón, porque el
amor es fuerte como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella
de fuego, llamarada divina. Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor,
ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las
riquezas de su casa, se haría despreciable.»
RESPONSORIO Lc 1, 41b-43. 44
R. Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó: «Bendita tú entre
las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; * ¿cómo he merecido yo que la madre
de mi Señor venga a mi casa?». Aleluya.
V. Tan pronto como llegaron a mis oídos las palabras de tu saludo,
dio luego el niño en mi seno saltos de alegría.
R. ¿Cómo he merecido yo que la madre de mi Señor venga a mi casa?.
Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero
(Libro 1, 4: CCL 122, 25-26, 30)
MARÍA PROCLAMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR POR LAS OBRAS QUE HA HECHO EN
ELLA
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador. Con estas palabras, María reconoce en primer lugar los dones
singulares que le han sido concedidos, pero alude también a los beneficios
comunes con que Dios no deja nunca de favorecer al género humano.
Proclama la grandeza del Señor el alma de aquel que consagra todos sus afectos
interiores a la alabanza y al servicio de Dios y, con la observancia de los
preceptos divinos, demuestra que nunca echa en olvido las proezas de la
majestad de Dios.
Se alegra en Dios su salvador el espíritu de aquel cuyo deleite consiste únicamente
en el recuerdo de su creador, de quien espera la salvación eterna.
Estas palabras, aunque son aplicables a todos los santos, hallan su lugar más
adecuado en los labios de la Madre de Dios, ya que ella, por un privilegio
único, ardía en amor espiritual hacia aquel que llevaba corporalmente en su
seno.
Ella con razón pudo alegrarse, más que cualquier otro santo, en Jesús, su
salvador, ya que sabía que aquel mismo al que reconocía como eterno autor de la
salvación había de nacer de su carne, engendrado en el tiempo, y había de ser,
en una misma y úrica persona, su verdadero hijo y Señor.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo. No se
atribuye nada a sus méritos, sino que toda su grandeza la refiere a la libre
donación de aquel que es por esencia poderoso y grande, y que tiene por norma
levantar a sus fieles de su pequeñez y debilidad para hacerlos grandes y
fuertes.
Muy acertadamente añade: Su nombre es santo, para que los que entonces la oían
y todos aquellos a los que habían de llegar sus palabras comprendieran que la
fe y el recurso a este nombre había de procurarles, también a ellos, una
participación en la santidad eterna y en la verdadera salvación, conforme al
oráculo profético que afirma: Todo el que invoque el nombre del Señor se
salvará, ya que este nombre se identifica con aquel del que antes ha dicho: Se
alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
Por esto se introdujo en la Iglesia la hermosa y saludable costumbre de cantar
diariamente este cántico de María en la salmodia de la alabanza vespertina, ya
que así el recuerdo frecuente de la encarnación del Señor enardece la devoción
de los fieles y la meditación repetida de los ejemplos de la Madre de Dios los
corrobora en la solidez de la virtud. Y ello precisamente en la hora de
Vísperas, para que nuestra mente, fatigada y tensa por el trabajo y las
múltiples preocupaciones del día, al llegar el tiempo del reposo, vuelva a
encontrar el recogimiento y la paz del espíritu.
RESPONSORIO Lc 1, 45. 46; Sal 65, 16
R. «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá.» Y dijo María: * «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Aleluya.
V. Venid a escuchar, os contaré lo que Dios ha hecho conmigo.
R. Proclama mi alma la grandeza del Señor. Aleluya.
Fiesta de la Visitación de la Virgen María
Viernes, 31 de mayo de 2019
Evangelio Lucas 1:39-56
39 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a
la región montañosa, a una ciudad de Judá;
40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María,
saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;
42 y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu seno;
43 y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó
de gozo el niño en mi seno.
45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le
fueron dichas de parte del Señor!»
46 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
48 porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por
eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es
su nombre
50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los
que le temen.
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son
soberbios en su propio corazón.
52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los
humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin
nada.
54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de
Abraham y de su linaje por los siglos.»
56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su
casa.
Palabra del
Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Así que Isabel oyó el saludo de María, en alta voz
exclamó: «¿Cómo he merecido yo que la madre de mi Señor venga a mi casa?»
Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Así que Isabel oyó
el saludo de María, en alta voz exclamó: «¿Cómo he merecido yo que la madre de
mi Señor venga a mi casa?» Aleluya.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso
nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, que enseñaste a María a escoger la parte mejor,
ayúdanos a imitarla y a buscar el alimento que perdura hasta la vida eterna.
Salvador del mundo, tú que con la eficacia de tu redención preservaste a tu
Madre de toda mancha de pecado,
líbranos también a nosotros de toda culpa.
Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Virgen María tabernáculo
purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, tú que, cuando María
llevaba en su seno a tu Hijo, le inspiraste que visitara a su prima santa
Isabel, haz que nosotros seamos siempre dóciles a las inspiraciones de tu
Espíritu, para que, con María, podamos proclamar eternamente tu grandeza. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Luego
que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba
un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a
visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del
Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María
la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que
siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.
Por medio de la visita de María llevó Jesús a
aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a
Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros
conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado. San Bernardo
señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal
inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las
cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.
Además, nuestra Madre María recibió el mensaje
más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del
Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su
prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna,
siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.
Este fue el primero de los numerosos viajes de
María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará
siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También
fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a
que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada
hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y
ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de
nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.
Uso del
magnifica
Mientras que los cánticos tomados
del Antiguo
Testamento para el Breviario Romano están
colocados con los salmos,
y están distribuidos de forma que se cantan sólo una vez a la semana, el
Magníficat comparte con los otros dos “cánticos evangélicos” el honor de la
recitación diaria y de una ubicación singularmente prominente inmediatamente
antes de la Oratio, u oración del Oficio diario
(o, si hay preces, inmediatamente antes de éstas). El Magníficat es
asignado a las vísperas,
el Benedictus a laudes y
el Nunc
Dimittis a completas. Durando da
seis razones para la asignación del Magníficat a vísperas: la primera es que el
mundo fue salvado en su anochecer por el asentimiento de María al
plan divino de redención.
Colvenario encuentra otra razón en la probabilidad de que Nuestra Señora llegara
a la casa de Isabel hacia
el anochecer. Sin embargo, en la Regla de San
Cesáreo de Arles (escrita antes de 502) aparece el que puede
ser el relato existente más antiguo sobre su uso litúrgico,
donde se asigna a laudes al igual que en las Iglesias Griegas actualmente.
Las ceremonias que
acompañan a su canto en el coro en las vísperas solemnes
son notablemente impresionantes. A la entonación del “Magníficat”, se levantan
todos los que están en el santuario y
el celebrante (después de haberse quitado primero su birrete, “en honor a los
cánticos”) acude con sus asistentes hacia el altar, donde, con las
reverencias acostumbradas, bendice el incienso e
incensa el altar como al comienzo de la Misa solemne.
Para permitir la elaborada ceremonia de la incensación, el Magníficat es
cantado mucho más lentamente que los salmos. Una ceremonia similar acompaña al
canto del Benedictus en
laudes solemne pero no en Nunc Dimittis en
Completas.
Al pronunciarse la primera palabra del Magníficat y
del Benedictus, se hace la Señal de
la Cruz (pero no en el Nunc Dimittis, excepto donde
la costumbre lo ha hecho
legítimo). En algunas iglesias se canta el Magníficat en devociones que no son
las vísperas. Al responder a una pregunta de Canadá, el “Ecclesiastical Review”
(XXIII, 74), declara que las rúbricas permiten tal
separación, pero prohíbe la incensación del altar en este caso. Esta misma
revista (XXIII, 173) subraya que “la práctica de hacer la Señal de la Cruz al
inicio del Magníficat, el Benedictus y el Nunc Dimittis en el Oficio es
de uso muy antiguo, y está sancionado por
la mejor autoridad”, y se refiere a la Congregación de los Ritos Sagrados, 20 de
Diciembre de 1861.
¿Quién fue Isabel?
Esposa de Zacarías y madre de San Juan Bautista,
fue “de las hijas de Aarón”
(Lucas 1,5), y, al mismo tiempo,
pariente de María (Lc.
1,36), aunque se desconoce cuál fue su relación real. San Hipólito (en
Niceph. Call., Hist. Eccles., II, III) explica que Sobe y Ana, sus madres, eran
hermanas, y que Sobe era casada con “un hijo de Leví”.
No se puede afirmar la corrección de esta indicación, la que probablemente fue
extraída de algún escrito apócrifo,
y luego adoptada por los compiladores del Menologio griego.
Isabel, como Zacarías, “eran justos ante Dios, y
caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del
Señor.” (Lc. 1,6). Sin embargo, a ella se le había privado de las bendiciones de
la maternidad hasta que, a una edad avanzada, el ángel Gabriel le
prometió un hijo (Lc. 1,8-20). Cuando, cinco meses después, Isabel recibió la
visita de la Virgen María,
no solo fue su hijo santificado en su
vientre, sino que ella misma fue iluminada desde lo alto para saludar a su
pariente como “la madre de mi Señor” (Lc. 1,43). Según algunos críticos modernos, le
podemos atribuir incluso el cántico del
“Magníficat”.
Luego del nacimiento y circuncisión de
Juan el Bautista, los Evangelios ya
no mencionan más a Isabel. Losgriegos celebran
su fiesta el
8 de septiembre, y la Iglesia Latina la
celebra el 5 de noviembre.
Queridos hermanos y hermanas:
Con gran alegría me uno a vosotros al final de este encuentro de oración,
organizado por el Vicariato de la Ciudad del Vaticano. Me agrada ver que sois
numerosos los que estáis reunidos en los jardines vaticanos con motivo de la
conclusión del mes de mayo. En particular, entre vosotros hay muchas personas
que viven o trabajan en el Vaticano, y sus familias. Saludo cordialmente a
todos, de modo especial a los señores cardenales y a los obispos, comenzando
por monseñor Angelo Comastri, que ha dirigido este encuentro de oración. Saludo
también a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas presentes, con un
recuerdo también para las monjas contemplativas del monasterio Mater Ecclesia,
que están unidas espiritualmente a nosotros.
Queridos amigos, habéis subido hasta la Gruta de Lourdes rezando
el santo rosario, como respondiendo a la invitación de la Virgen a elevar el
corazón al cielo. La Virgen nos acompaña cada día en nuestra oración. En el Año
especial de la Eucaristía, que estamos viviendo, María nos ayuda sobre todo a
descubrir cada vez más el gran sacramento de la Eucaristía. El amado Papa Juan
Pablo II, en su última encíclica, Ecclesia de Eucharistia, nos la presentó como
"mujer eucarística" en toda su vida (cf. n. 53). "Mujer
eucarística" en profundidad, desde su actitud interior: desde la
Anunciación, cuando se ofreció a sí misma para la encarnación del Verbo de
Dios, hasta la cruz y la resurrección; "mujer eucarística" en el
tiempo después de Pentecostés, cuando recibió en el Sacramento el Cuerpo que
había concebido y llevado en su seno.
En particular hoy, con la liturgia, nos detenemos a meditar en el
misterio de la Visitación de la Virgen a santa Isabel. María, llevando en su
seno a Jesús recién concebido, va a casa de su anciana prima Isabel, a la que
todos consideraban estéril y que, en cambio, había llegado al sexto mes de una
gestación donada por Dios (cf. Lc 1, 36). Es una muchacha joven, pero no tiene
miedo, porque Dios está con ella, dentro de ella. En cierto modo, podemos decir
que su viaje fue -queremos recalcarlo en este Año de la Eucaristía- la primera
"procesión eucarística" de la historia. María, sagrario vivo del Dios
encarnado, es el Arca de la alianza, en la que el Señor visitó y redimió a su
pueblo. La presencia de Jesús la colma del Espíritu Santo. Cuando entra en la
casa de Isabel, su saludo rebosa de gracia: Juan salta de alegría en el
seno de su madre, como percibiendo la llegada de Aquel a quien un día deberá
anunciar a Israel. Exultan los hijos, exultan las madres. Este encuentro,
impregnado de la alegría del Espíritu, encuentra su expresión en el cántico del
Magníficat.
¿No es esta también la alegría de la Iglesia, que acoge sin cesar
a Cristo en la santa Eucaristía y lo lleva al mundo con el testimonio de la
caridad activa, llena de fe y de esperanza? Sí, acoger a Jesús y llevarlo a los
demás es la verdadera alegría del cristiano. Queridos hermanos y hermanas,
sigamos e imitemos a María, un alma profundamente eucarística, y toda nuestra
vida podrá transformarse en un Magníficat (cf. Ecclesia de Eucharistia, 58), en
una alabanza de Dios. En esta noche, al final del mes de mayo, pidamos juntos
esta gracia a la Virgen santísima. Imparto a todos mi bendición.
Himno
La Virgen santa, grávida del Verbo, en alas del
Espíritu camina; la Madre que lleva la Palabra, de amor movida, sale de vista.
Y sienten las montañas silenciosas, y el mundo
entero en sus entrañas vivas, que al paso de la Virgen ha llegado el anunciado
gozo del Mesías.
Alborozado Juan por su Señor, en el seno, feliz se
regocija, y por nosotros rinde el homenaje y al Hijo santo da la bienvenida.
Bendito en la morada sempiterna aquel que tu
llevaste, Peregrina, aquel que con el Padre y el Espíritu, al bendecirte a ti
nos bendecía.
Amén.
Himno: Y salte el pequeño Juan
Y salte el pequeño Juan
en el seno de Isabel.
Duerme en el tuyo Jesús.
Todos se salvan por él.
Cuando el ángel se alejó,
María salió al camino.
Dios ya estaba entre los hombres.
¿Cómo tenerle escondido?
Ya la semilla de Dios
crecía en su blando seno.
Y un apóstol no es apóstol
si no es también mensajero.
Llevaba a Dios en su entraña
como una preeucaristía.
¡Ah, qué procesión del Corpus
la que se inició aquel día!
Y, al saludar a su prima,
Juan en el seno saltó.
Que Jesús tenía prisa
de empezar su salvación.
Desde entonces, quien te mira
siente el corazón saltar.
Sigues salvando, Señora,
a quien te logre encontrar.
Oración
Dios todopoderoso, tu que inspiraste a la Virgen
María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima
Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos,
con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por Nuestro Señor
Jesucristo. Amén.