TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA V
De la Feria. Salterio I
10 de febrero
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Venid, aclamemos
al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, aclamemos
al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza
y tu gloria. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por ti madrugo,
Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant 2. En medio de las
llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,
57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las
llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant 3. Que el pueblo de Dios
se alegre por su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que el pueblo de
Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!
La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor,
y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás
sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de
nosotros.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
PRIMERA LECTURA
Comienza la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,
1-17
SALUDO Y ACCIÓN DE GRACIAS. DISCORDIAS ENTRE LOS CORINTIOS
Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad divina, y el hermano
Sóstenes, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en
Cristo Jesús, a vosotros, asamblea santa, con todos cuantos invocan el nombre
de Jesucristo, nuestro Señor, en todo lugar, entre vosotros y entre nosotros:
Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y de Jesucristo, el
Señor.
Doy sin cesar gracias a mi Dios por vosotros por la gracia divina que os ha
concedido en Cristo Jesús. En efecto, por vuestra unión con él, habéis quedado
colmados de toda riqueza: de toda clase de dones sobrenaturales de elocuencia y
de conocimiento de Dios, según la firmeza y solidez que entre vosotros ha
alcanzado el mensaje evangélico de Cristo. De este modo, no sois inferiores a
los demás en ningún don, vosotros, que esperáis vivamente la revelación de
Jesucristo, Señor nuestro.
Él os fortalecerá hasta el fin, de modo que os encontréis libres de culpa en el
día de Jesucristo, nuestro Señor. Fiel es Dios, por quien habéis sido
convocados a la unión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro.
Os exhorto, hermanos, por el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, a que tengáis
todos unión y concordia. No haya disensiones entre vosotros. Formad un solo
grupo, unido por las mismas convicciones y sentimientos. Me he enterado,
hermanos, por los de la casa de Cloe, que hay discordias entre vosotros. Quiero
decir: Que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo»; «Pues yo de Apolo»;
«Pues yo de Cefas»; «Pues yo de Cristo.»
¿Es que está dividido Cristo? ¿Ha sido acaso Pablo crucificado por vosotros? ¿O
habéis sido acaso bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios por no
haber bautizado a ninguno de vosotros, fuera de Crispo y de Gayo. Así nadie
podrá decir que habéis sido bautizados en mi nombre.
Bueno, sí. Bauticé también a la familia de Estéfana; por lo demás, no sé si
bauticé a ningún otro. Cristo, en efecto, no me envió a bautizar, sino a evangelizar;
y no con sabiduría de palabras, a fin de no quitar eficacia a la cruz de
Cristo.
RESPONSORIO Cf. 1Co 1, 7. 8. 9
R. Esperamos vivamente la revelación de Jesucristo, Señor nuestro; *
él nos fortalecerá hasta él fin.
V. Fiel es Dios, por quien hemos sido convocados a la unión con su
hijo Jesucristo, Señor nuestro.
R. Él nos fortalecerá hasta el fin.
SEGUNDA LECTURA
De las Confesiones de san Agustín, obispo
(Libro 1, 1, 1--2, 2; 5, 5: CSEL 33, 1-5)
NUESTRO CORAZÓN NO HALLA SOSIEGO HASTA QUE DESCANSA EN TI
Eres grande, Señor, y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu
sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea alabarte;
el hombre, que arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado
y la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre,
parte de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu
alabanza, porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego
hasta que descansa en ti.
Haz, Señor, que llegue a saber y entender qué es primero, si invocarte o
alabarte, qué es antes, conocerte o invocarte. Pero, ¿quién podrá invocarte sin
conocerte? Pues el que te desconoce se expone a invocar una cosa por otra.
¿Será más bien que hay que invocarte para conocerte? Pero, ¿cómo invocarán a
aquel en quien no han creído? Y ¿cómo van a creer si nadie les predica?
Alabarán al Señor los que lo buscan. Porque los que lo buscan lo encuentran y,
al encontrarlo, lo alaban. Haz, Señor, que te busque invocándote, y que te
invoque creyendo en ti, ya que nos has sido predicado. Te invoca, Señor, mi fe,
la que tú me has dado, la que tú me has inspirado por tu Hijo hecho hombre, por
el ministerio de tu predicador.
Y ¿cómo invocaré a mi Dios, a mi Dios y Señor? Porque, al invocarlo, lo llamo
para que venga a mí. Y ¿a qué lugar de mi persona puede venir mi Dios? ¿A qué
parte de mi ser puede venir el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es que
hay algo en mí, Señor Dios mío, capaz de abarcarte? ¿Es que pueden abarcarte el
cielo y la tierra que tú hiciste, y en los cuales me hiciste a mí? O ¿por
ventura el hecho de que todo lo que existe no existiría sin ti hace que todo lo
que existe pueda abarcarte?
¿Cómo, pues, yo, que efectivamente existo, pido que vengas a mí, si, por el
hecho de existir, ya estás en mí? Porque yo no estoy ya en el abismo y, sin
embargo, tú estás también allí. Pues, si me acuesto en el abismo, allí te
encuentro. Por tanto, Dios mío, yo no existiría, no existiría en absoluto, si
tú no estuvieras en mí. O ¿será más acertado decir que yo no existiría si no
estuviera en ti, origen, camino y término de todo? También esto, Señor, es
verdad. ¿A dónde invocarte que vengas, si estoy en ti? ¿Desde dónde puedes
venir a mí? ¿A dónde puedo ir fuera del cielo y de la tierra, para que desde
ellos venga a mí el Señor, que ha dicho: Acaso no lleno yo el cielo y la
tierra?
¿Quién me dará que pueda descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi
corazón y lo embriagues con tu presencia, para que olvide mis males y te abrace
a ti, mi único bien? ¿Quién eres tú para mí? Sé condescendiente conmigo, y
permite que te hable. ¿Qué soy yo para ti, que me mandas amarte y que, si no lo
hago, te enojas conmigo y me amenazas con ingentes infortunios? ¿No es ya
suficiente infortunio el hecho de no amarte?
¡Ay de mí! Dime, Señor Dios mío, por tu misericordia, qué eres tú para mí. Di a
mi alma: «Yo soy tu salvación.» Díselo de manera que lo oiga. Mira, Señor: los
oídos de mi corazón están ante ti; ábrelos y di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
Correré tras estas palabras tuyas y me aferraré a ti. No me escondas tu rostro:
muera yo, para que no muera, y pueda así contemplarlo.
RESPONSORIO Sal 72, 25-26; 34, 3
R. ¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la
tierra? * Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.
V. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
R. Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.
Domingo, 10
de febrero de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de
Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban
en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las
redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un
poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero,
por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes
comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban
en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron
las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro
se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por
la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y
Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no
hemos recogido nada, pero, ya que tú lo mandas, voy a echar la red.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Maestro, toda la
noche hemos estado trabajando y no hemos recogido nada, pero, ya que tú lo
mandas, voy a echar la red.
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a
todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación,
Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las
primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante
este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel
y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu
poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.