Musica Para el Alma
domingo, 29 de diciembre de 2024
LUCAS 2,36-40 CICLO C
Lecturas del Día VI dentro de la
Octava de la Natividad del Señor
30 Dic 2024
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (2,36-40)*
En
aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego
viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba
gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra
del Señor
*Que la
Paz del Señor llegue primero a vuestros corazones antes que mis palabras*
(Ana
permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo,
sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones)
*Las personas terminan sus
estudios y luego ingresa a la universidad y la universidad al final les prepara
para ser buenos empleados. También si en mi nace el deseo de ponerme al
servicio del Señor, tengo que prepárame para ser un buen cristiano. El Señor en
esta palabra atreves de Ana me da la clave de cómo prepararme para servir al
Señor. La mejor forma de servir adecuadamente al Señor, es utilizando las
herramientas más importantes que son: El Ayuno y La Oración". La buena noticia
es que: El Ayuno y La Oración, me regalan la gran oportunidad de estar siempre
cerca, muy cerca del Señor, de su gracia, de su misericordia y me permite ser
peregrino de Esperanza*.
*El que desea y quiere amar, con el corazón
según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
LAUDES Y VISPERAS LUNES 30
*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*Laudes - 30 de diciembre 2024*
El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de
las horas para el día, lunes, 30 de diciembre de 2024.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: A
Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Entonad los aires
con voz celestial:
«Dios niño ha nacido
pobre en un portal.»
Anúnciale el ángel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.
Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.
Haciéndose hombre,
al hombre salvó;
un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.
Salmodia
Antífona 1: ¿Cuándo
entraré a ver el rostro de Dios?
Salmo 41
Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo
El
que tenga sed, y quiera, que venga a beber el agua viva. (Ap 22,17)
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?”»
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.”»
Antífona 2: Muéstranos,
Señor, tu gloria y tu compasión.
Si 36,1-7.13-16
Súplica en favor de la ciudad santa de Jerusalén
Ésta
es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. (Jn 17,3)
Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad,
y al templo de tu gloria.
Antífona 3: Bendito
eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Salmo 18 A (2-7)
Alabanza al Dios creador del universo
Nos
visitará el sol que nace de lo alto, para guiar nuestros pasos por el camino de
la paz. (Lc 1,78.79)
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Lectura Breve
Is 9, 6
Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros
el señorío y será
llamado: «Consejero admirable», «Dios poderoso», «Padre sempiterno» y «Príncipe
de la
paz».
Responsorio Breve
V. El Señor revela su salvación.
Aleluya, aleluya.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
V. Los confines de la tierra la han contemplado.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
V. El Señor ha revelado. Aleluya.
R. Su salvación. Aleluya.
Lecturas
Primera
Lectura
Del libro del Cantar de los cantares 1, 11-2, 7
DIÁLOGO ENTRE EL ESPOSO Y LA ESPOSA: ENTRE CRISTO Y LA IGLESIA
Mientras el rey estaba en su diván, mi nardo despedía su perfume. Mi
amado es para
mí una bolsa de mirra que descansa en mis pechos; mi amado es para mí como un
ramo
florido de ciprés de los jardines de Engadí.
¡Qué hermosa eres, mi amada, qué hermosa eres! Tus ojos son de paloma.
¡Qué hermoso eres, mi amado, qué dulzura y qué hechizo! Nuestra cama es de
frondas,
y las vigas de casa son de cedro, y el techo de cipreses.
Soy un narciso de Sarón, una azucena de las vegas.
Azucena entre espinas es mi amada entre las muchachas.
Manzano entre los árboles silvestres, mi amado entre los jóvenes: a su sombra
quisiera
sentarme y comer de sus frutos sabrosos. Me ha llevado a su bodega y contra mí
enarbola
su bandera de amor. Dadme fuerzas con pasas y vigor con manzanas: ¡Desfallezco
de
amor! Pone la mano izquierda bajo mi cabeza y me abraza con la derecha.
¡Muchachas de Jerusalén, por las ciervas y las gacelas de los campos, os conjuro
que
no vayáis a molestar, que no despertéis al amor, hasta que él quiera!
Responsorio
Ct 2, 3; Sal 15, 11
R. A la sombra de mi amado quisiera
sentarme * y comer de sus frutos sabrosos.
V. Me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu
derecha.
R. Y comer de sus frutos sabrosos.
Segunda
Lectura
Del tratado de san Hipólito, presbítero, Refutación de todas las
herejías
(Cap. 10, 33-34: PG 16, 3452-3453)
LA PALABRA HECHA CARNE NOS DIVINIZA
No prestamos nuestra adhesión a discursos vacíos ni nos dejamos seducir
por pasajeros
impulsos del corazón, como tampoco por el encanto de discursos elocuentes, sino
que
nuestra fe se apoya en las palabras pronunciadas por el poder divino. Dios se
las ha
ordenado a su Palabra, y la Palabra las ha pronunciado, tratando con ellas de
apartar al
hombre de la desobediencia, no dominándolo como a un esclavo por la violencia
que
coacciona, sino apelando a su libertad y plena decisión.
Fue el Padre quien envió la Palabra, al fin de los tiempos. Quiso que no
siguiera
hablando por medio de un profeta, ni que se hiciera adivinar mediante anuncios
velados;
sino que le dijo que se manifestara a rostro descubierto, a fin de que el
mundo, al verla,
pudiera salvarse.
Sabemos que esta Palabra tomó un cuerpo de la Virgen, y que asumió al hombre
viejo,
transformándolo. Sabemos que se hizo hombre de nuestra misma condición, porque,
si no
hubiera sido así, sería inútil que luego nos prescribiera imitarle como
maestro. Porque, si
este hombre hubiera sido de otra naturaleza, ¿cómo habría de ordenarme las
mismas
cosas que él hace, a mí, débil por nacimiento, y cómo sería entonces bueno y
justo?
Para que nadie pensara que era distinto de nosotros, se sometió a la fatiga,
quiso tener
hambre y no se negó a pasar sed, tuvo necesidad de descanso y no rechazó el
sufrimiento, obedeció hasta la muerte y manifestó su resurrección, ofreciendo
en todo
esto su humanidad como primicia, para que tú no te descorazones en medio de tus
sufrimientos, sino que, aun reconociéndote hombre, aguardes a tu vez lo mismo
que Dios
dispuso para él.
Cuando contemples ya al verdadero Dios, poseerás un cuerpo inmortal e
incorruptible,
junto con el alma, y obtendrás el reino de los cielos, porque, sobre la tierra,
habrás
reconocido al Rey celestial; serás íntimo de Dios, coheredero de Cristo, y ya
no serás más
esclavo de los deseos, de los sufrimientos y de las enfermedades, porque habrás
llegado a
ser dios.
Porque todos los sufrimientos que has soportado, por ser hombre, te los ha dado
Dios
precisamente porque lo eras; pero Dios ha prometido también otorgarte todos sus
atributos, una vez que hayas sido divinizado y te hayas vuelto inmortal. Es
decir, conócete
a ti mismo mediante el conocimiento de Dios, que te ha creado, porque conocerlo
y ser
conocido por él es la suerte de su elegido.
No seáis vuestros propios enemigos, ni os volváis hacia atrás, porque Cristo es
el Dios
que está por encima de todo: él ha ordenado purificar a los hombres del pecado,
y él es
quien renueva al hombre viejo, al que ha llamado desde el comienzo imagen suya,
mostrando, por su impronta en ti, el amor que te tiene. Y, si tú obedeces sus
órdenes y te
haces buen imitador de este buen maestro, llegarás a ser semejante a él y
recompensado
por él; porque Dios no es pobre, y te divinizará para su gloria.
Responsorio
Jn 1, 14; Ba 3, 38
R. La Palabra se hizo carne y puso
su morada entre nosotros; * y hemos visto su gloria,
gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
V. Apareció en la tierra y convivió entre los hombres.
R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo
único, lleno de gracia y
de verdad.
Lecturas del Día VI dentro de la Octava de la
Natividad del Señor
30 Dic 2024
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (2,36-40)*
En
aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego
viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba
gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra
del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Al
nacer el Señor, los ángeles cantaban, diciendo: «La salvación es de nuestro
Dios,
que está sentado en el trono, y del Cordero.»
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a Cristo, el Señor, en quien el Padre ha
querido renovar todas las cosas, y digámosle:
Hijo amado de Dios, escucha nuestra oración.
Hijo de Dios, que en el principio estabas junto al
Padre y, en el momento culminante de la historia, has querido nacer como
hombre, — haz que todos nos amemos como hermanos.
Tú que te has hecho pobre para que, con tu pobreza,
nosotros nos hagamos ricos y te anonadaste para que, con tu humillación,
nosotros resucitáramos y llegáramos a participar de tu gloria, — haz que seamos
anunciadores fieles de tu Evangelio.
Tú que nos has iluminado cuando vivíamos aún en tinieblas
y en sombra de muerte, — concédenos también la santidad, la justicia y la paz.
Otórganos un corazón recto y sincero, que atienda
siempre a tu palabra, — y lleve a plenitud en nosotros y en todos los hombres
tu plan de salvación.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Gracias a Jesucristo somos hijos de Dios; por eso
nos atrevemos a decir: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Dios todopoderoso, por este nuevo nacimiento de tu
Hijo en nuestra carne líbranos del
yugo con que nos domina la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - 30 de diciembre 2024
El siguiente es el formulario que
corresponde a vísperas de la liturgia de las horas para el día, lunes, 30 de
diciembre de 2024.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.
Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en pajas yace.
Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizá con gotas de sangre.
Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.
Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de tus mártires.
Te diré mi amor, Rey mío,
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro valle! Amén.
Salmodia
Antífona 1: Eres el más bello de los hombres; en tus labios se derrama la gracia.
Salmo 44,2-10
Las nupcias del Rey
¡Que llega el Esposo, salid a recibirlo! (Mt 25,6)
Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Antífona 2: ¡Que llega el Esposo, salid a recibirlo!
Salmo 44,11-18
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
la traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las cosas en
Cristo.
Ef 1,3-10
El Dios salvador
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Lectura
Breve
Cf. 2 Pe 1, 3-4
Cristo, con su divino poder, nos ha
concedido todo lo referente a la vida eterna y a la
verdadera religión, mediante el perfecto conocimiento del que nos convocó por
su propia
gloria y virtud. Por ellas nos ha hecho merced de las preciosas y magníficas
promesas,
para que así seáis partícipes de la naturaleza divina, escapando de la
corrupción existente
en el mundo por causa de la concupiscencia.
Responsorio
Breve
V. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
V. Y puso su morada entre nosotros.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya,
Canto
Evangélico
Antifona: Te glorificamos, santa Madre de Dios, porque de ti ha nacido
Cristo; oh María, salva a
todos los que te enaltecen.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Aclamemos a Cristo, el jefe salido de
Belén, tierra de Judá, para ser el pastor del pueblo
de Israel, y digámosle:
Que tu gracia, Señor, nos acompañe siempre.
Cristo salvador, deseado de todos los pueblos, haz que tu Evangelio llegue a
aquellos que
aún no han oído la palabra de vida,
— y atrae a ti a todos los hombres.
Cristo Señor, haz que tu Iglesia se dilate por el mundo y arraigue en los
pueblos,
— para que en ella se congreguen los hombres de toda lengua y nación.
Rey de reyes, dirige la mente y la voluntad de los que gobiernan,
— para que procuren la justicia y trabajen por la libertad y la paz de las
naciones.
Señor todopoderoso, tú que eres la fortaleza de los frágiles, ayuda a los que
están
tentados, levanta a los decaídos, protege a los que están en peligro,
— consuela a los que se sienten decepcionados o desesperados y robustece la
confianza
de los perseguidos.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones
libres.
Tú que eres el consuelo de los tristes, conforta a los agonizantes,
— y llévalos a los goces de tu paraíso.
Alegres porque Jesucristo nos ha hecho hijos de Dios, digamos: Padre nuestro.
Padre
Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Dios todopoderoso, por este nuevo
nacimiento de tu Hijo en nuestra carne líbranos del
yugo con que nos domina la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Amén.
Conclusión
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
LAS LECTURAS DEL LUNES 30 DE DICIEMBRE 2024
Lecturas del Día VI dentro de la
Octava de la Natividad del Señor
30 Dic 2024
Primera Lectura
Lectura
de la primera carta del apóstol san Juan (2,12-17):
Os
escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado vuestros pecados por
su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el
principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. Os
he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre. Os he escrito,
padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, los
jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y
habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si
alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el
mundo –las pasiones del hombre terreno, y la codicia de los ojos, y la
arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y
el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre.
Palabra
de Dios
Salmo
Sal
95,7-8a.8b-9.10
R/. Alégrese el cielo, goce la
tierra
Familias
de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.
Entrad
en sus atrios trayéndole ofrendas,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda. R/.
Decid
a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él
gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
Lecturas del Día VI dentro de la
Octava de la Natividad del Señor
30 Dic 2024
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (2,36-40)*
En
aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego
viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba
gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra
del Señor
*Que la
Paz del Señor llegue primero a vuestros corazones antes que mis palabras*
(Ana
permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo,
sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones)
*Las personas terminan sus
estudios y luego ingresa a la universidad y la universidad al final les prepara
para ser buenos empleados. También si en mi nace el deseo de ponerme al
servicio del Señor, tengo que prepárame para ser un buen cristiano. El Señor en
esta palabra atreves de Ana me da la clave de cómo prepararme para servir al
Señor. La mejor forma de servir adecuadamente al Señor, es utilizando las
herramientas más importantes que son: El Ayuno y La Oración". La buena noticia
es que: El Ayuno y La Oración, me regalan la gran oportunidad de estar siempre
cerca, muy cerca del Señor, de su gracia, de su misericordia y me permite ser
peregrino de Esperanza*.
*El que desea y quiere amar, con el corazón
según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.