Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA
XXVI
Del Común de santos varones: para los santos religiosos. Salterio II
4 de octubre
SAN FRANCISCO DE ASÍS. (MEMORIA)
Nació en Asís el año 1182; después de una juventud frívola, se convirtió,
renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza
y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus
seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede.
Inició también una nueva orden de monjas y un grupo de penitentes que vivían en
el mundo, así como la predicación entre los infieles. Murió el año 1226.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus
santos.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus
santos.
Himno: VEN FRANCISCO A TUS HERMANOS.
Ven, Francisco, a tus hermanos,
visita a los pobrecillos;
ven traspasado de amor
por las heridas de Cristo;
como nueva primavera
después del invierno frío.
Ven, que los hombres te vean
por el mundo peregrino:
liberado, sin alforja
y sin dinero en el cinto;
y anuncia la paz y el bien
con los labios florecidos.
Ven con los brazos sin armas,
hermano suave y pacífico;
ven, menor de los menores,
de corazón compasivo;
profeta sin amargura,
ven con el ramo de olivo.
Ven, penitente gozoso,
que lloras de regocijo;
heraldo loco de amor
y paz de los enemigos;
ven por los barrios y plazas,
juglar del perdón divino.
Ven, ángel de buenas nuevas,
háblanos de Jesucristo;
ven, boca del Evangelio,
cristiano sabio y sencillo;
hermano tan deseado,
Francisco tan bien querido. Amén
SALMODIA
Ant 1. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Ant 2. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Cántico: JUICIO DE DIOS - Ha 3, 2-4. 13a. 15-19
¡Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra!
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Ant 3. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Glorifica al Señor, Jerusalén.
LECTURA BREVE Rm 12, 1-2
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como
hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os
ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para
que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo
perfecto.
RESPONSORIO BREVE
V. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Y sus pasos no vacilan.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
PRIMERA
LECTURA
Del libro del profeta Isaías 20, 1-6
ANUNCIO DE LA DEPORTACIÓN DE EGIPTO Y DE CUS
El año en que el general en jefe enviado por Sargón, rey de Asiria, llegó a Azoto,
la atacó y la conquistó. Entonces, el Señor habló por medio de Isaías, hijo de
Amós. Antes le había dicho:
«Anda, desátate el sayal de la cintura, quítate las sandalias de los pies.»
Él lo hizo y anduvo desnudo y descalzo. Y dijo el Señor:
«Como mi siervo Isaías ha caminado desnudo y descalzo durante tres años, como
signo y presagio contra Egipto y Cus, así el rey de Asiria conducirá a los
cautivos de Egipto y a los deportados de Cus, jóvenes y viejos, descalzos y
desnudos, con las nalgas al aire, vergüenza para Egipto. Sentirán miedo y
vergüenza por Cus, su confianza, y por Egipto, su orgullo.
Y aquel día los habitantes de esta costa dirán: "Ahí tenéis a los que eran
nuestra confianza, a los que acudíamos en busca de auxilio para que nos
libraran del rey de Asiria; pues nosotros, ¿cómo nos salvaremos?"»
RESPONSORIO Is 19, 1. 4
R. Mirad al Señor, que, montado en una nube ligera, entra en
Egipto; * vacilan ante él los ídolos de Egipto, y el corazón de los
egipcios se les derrite en el pecho.
V. Oráculo del Señor: Entregaré a los egipcios en manos de un amo
cruel, un rey severo los dominará.
R. Vacilan ante él los ídolos de Egipto, y el corazón de los egipcios
se les derrite en el pecho.
SEGUNDA LECTURA
De las Cartas de san Francisco de Asís, dirigidas a todos los
fieles
(Opúsculos, edición Quaracchi [Florencia], 1949, 87-94)
DEBEMOS SER SENCILLOS, HUMILDES Y PUROS
La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso,
fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo arcángel Gabriel, a
la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza
humana, frágil como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso
elegir la pobreza, junto con su santísima madre. Y, al acercarse su pasión,
celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre, diciendo: Padre mío,
si es posible, que pase de mi este cáliz.
Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y la voluntad del Padre fue
que su Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y que nació por
nosotros, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara de la
cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas todas
las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus
huellas. Y quiere que todos nos salvemos por él y lo recibamos con puro corazón
y cuerpo casto.
¡Qué dichosos y benditos son los que aman al Señor y cumplen lo que dice el
mismo Señor en el Evangelio: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y
con toda tu alma y a tu prójimo como a ti mismo! Amemos, pues, a Dios y
adoremoslo con puro corazón y con mente pura, ya que él nos hace saber cuál es
su mayor deseo, cuando dice: Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad. Porque todos los que lo adoran deben adorarlo en espíritu
y en verdad. Y dirijámosle, día y noche, nuestra alabanza y oración, diciendo:
Padre nuestro, que estás en el cielo; porque debemos orar siempre y no
desfallecer jamás.
Procuremos, además, dar frutos de verdadero arrepentimiento. Y amemos al
prójimo como a nosotros mismos. Tengamos caridad y humildad y demos limosna, ya
que ésta lava las almas de la inmundicia del pecado. En efecto, los hombres
pierden todo lo que dejan en este mundo; tan sólo se llevan consigo el premio
de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales recibirán del
Señor la recompensa y una digna remuneración.
No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos,
humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al
contrarío, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda
humana creatura, movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará
sobre los que así obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el lugar
de su estancia y su morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras
imitan; ellos son los esposos, los hermanos y las madres de nuestro Señor
Jesucristo.
RESPONSORIO Mt 5, 3-4. 6
R. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos . * Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
V. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos
quedarán saciados.
R. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Viernes, 4 de octubre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,13-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en
Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que
se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el
juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafárnaún,
¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a
mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza
a mí rechaza al que me ha enviado.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Francisco, pobre y humilde en la tierra, entra colmado de riquezas
en el cielo, y en su honor se elevan himnos celestes.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Francisco, pobre y humilde en la tierra, entra colmado de riquezas
en el cielo, y en su honor se elevan himnos celestes.
PRECES
Adoremos, hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos
enseñe a servirle con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días,
aclamémosle diciendo:
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado,
compadécete de nuestras debilidades.
Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor,
danos el progresar por caminos de santidad.
Señor Jesús, que nos quieres sal de la tierra y luz del mundo,
ilumina nuestras vidas con tu propia luz.
Señor Jesús, que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para servir,
haz que sepamos servir con humildad a ti y a nuestros hermanos.
Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser,
haz que un día podamos contemplar la claridad de tu gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Oremos ahora al Padre, como nos enseñó el mismo Jesús:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que en el pobre y humilde Francisco de Asís has dado a
tu Iglesia una imagen viva de Jesucristo, haz que nosotros, siguiendo su
ejemplo, imitemos a tu Hijo y vivamos, como este santo, unidos a ti en el gozo
del amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
Francisco nació en Asís, ciudad de Umbría, en el año 1182. Su
padre, Pedro Bernardone, era comerciante. El nombre de su madre era Pica y
algunos autores afirman que pertenecía a una noble familia de la Provenza.
Tanto el padre como la madre de Francisco eran personas acomodadas. Pedro
Bernardone comerciaba especialmente en Francia. Como se hallase en dicho país
cuando nació su hijo, la gente le apodó "Francesco" (el francés), por
más que en el bautismo recibió el nombre de Juan.
En su juventud, Francisco era muy dado a las románticas
tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en
abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios de su
padre, ni los estudios le interesaban mucho, sino el divertirse en cosas vanas
que comúnmente se les llama "gozar de la vida". Sin embargo, no era
de costumbres licenciosas y era muy generoso con los pobres que le pedían por
amor de Dios.
Cuando Francisco tenía unos 20, estalló la discordia entre las
ciudades de Perugia y Asís, y en la guerra, el joven cayó prisionero de los
peregrinos. La prisión duró un año, y Francisco la soportó alegremente. Sin
embargo, cuando recobró la libertad, cayó gravemente enfermo. La enfermedad, en
la que el joven probó una vez más su paciencia, fortaleció y maduró su
espíritu. Cuando se sintió con fuerzas suficientes, determinó ir a combatir en
el ejército de Galterío y Briena, en el sur de Italia. Con ese fin, se compró
una costosa armadura y un hermoso manto. Pero un día en que paseaba ataviado
con su nuevo atuendo, se topó con un caballero mal vestido que había caído en
la pobreza; movido a compasión ante aquel infortunio, Francisco cambió sus
ricos vestidos por los del caballero pobre. Esa noche vio en sueños un
espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las cuales se hallaba
grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le decía que esas
armas le pertenecían a él y a sus soldados.
Francisco partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de
triunfar, pero nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino
de Asís a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz
celestial que le exhortaba a "servir al amo y no al siervo". El joven
obedeció. Al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a la
ligera. La gente, al verle ensimismado, le decían que estaba enamorado.
"Sí", replicaba Francisco, "voy a casarme con una joven más
bella y más noble que todas las que conocéis". Poco a poco, con mucha
oración, fue concibiendo el deseo de vender todos sus bienes y comprar la perla
preciosa de la que habla el Evangelio.
Aunque ignoraba lo que tenía que hacer para ello, una serie de
claras inspiraciones sobrenaturales le hizo comprender que la batalla
espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos.
Paseándose en cierta ocasión a caballo por la llanura de Asís, encontró a un
leproso. Las llagas del mendigo aterrorizaron a Francisco; pero, en vez de
huir, se acercó al leproso, que le tendía la mano para recibir una limosna.
Francisco comprendió que había llegado el momento de dar el paso al amor radical
de Dios. A pesar de su repulsa natural a los leprosos, venció su voluntad, se
le acercó y le dio un beso. Aquello cambió su vida. Fue un gesto movido por el
Espíritu Santo, pidiéndole a Francisco una calidad de entrega, un
"sí" que distingue a los santos de los mediocres.
San Buenaventura nos dice que después de este evento, Francisco
frecuentaba lugares apartados donde se lamentaba y lloraba por sus pecados.
Desahogando su alma fue escuchado por el Señor. Un día, mientras oraba, se le
apareció Jesús crucificado. La memoria de la pasión del Señor se grabó en su
corazón de tal forma, que cada vez que pensaba en ello, no podía contener sus
lágrimas y sollozos.
A partir de entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos en
los hospitales. Algunas veces regalaba a los pobres sus vestidos, otras, el
dinero que llevaba. Les servía devotamente, porque el profeta Isaías nos dice
que Cristo crucificado fue despreciado y tratado como un leproso. De este modo
desarrollaba su espíritu de pobreza, su profundo sentido de humildad y su gran
compasión. En cierta ocasión, mientras oraba en la iglesia de San Damián en las
afueras de Asís, le pareció que el crucifijo le repetía tres veces:
"Francisco, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas".
El santo, viendo que la iglesia se hallaba en muy mal estado,
creyó que el Señor quería que la reparase; así pues, partió inmediatamente,
tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda de su padre y los vendió junto
con su caballo. Enseguida llevó el dinero al pobre sacerdote que se encargaba
de la iglesia de San Damián, y le pidió permiso de quedarse a vivir con él. El
buen sacerdote consintió en que Francisco se quedase con él, pero se negó a
aceptar el dinero. El joven lo depositó en el alféizar de la ventana. Pedro
Bernardone, al enterarse de lo que había hecho su hijo, se dirigió indignado a
San Damián. Pero Francisco había tenido buen cuidado de ocultarse.
Nació en Asís (Italia), en el año 1182. Después de una juventud
disipada en diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se
entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica,
predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias normas,
que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó una Orden de frailes y su
primera seguidora mujer, Santa Clara que funda las Clarisas, inspirada por El.
Ciertamente no existe ningún santo que sea tan popular como él,
tanto entre católicos como entre los protestantes y aun entre los no
cristianos. San Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos
presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia con la pureza y fuerza
de un testimonio radical. Llegó a ser conocido como el Pobre de Asís por su
matrimonio con la pobreza, su amor por los pajarillos y toda la naturaleza.
Todo ello refleja un alma en la que Dios lo era todo sin división, un alma que
se nutría de las verdades de la fe católica y que se había entregado
enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo crucificado.
San Francisco dio a su orden el nombre de "Frailes
Menores" por humildad, pues quería que sus hermanos fuesen los siervos de
todos y buscasen siempre los sitios más humildes. Con frecuencia exhortaba a
sus compañeros al trabajo manual y, si bien les permitía pedir limosna, les
tenía prohibido que aceptasen dinero. Pedir limosna no constituía para él una
vergüenza, ya que era una manera de imitar la pobreza de Cristo. Sobre la
excelsa virtud de la humildad, decía: "Bienaventurado el siervo a quien lo
encuentran en medio de sus inferiores con la misma humildad que si estuviera en
medio de sus superiores. Bienaventurado el siervo que siempre permanece bajo la
vara de la corrección. Es siervo fiel y prudente el que, por cada culpa que
comete, se apresura a expiarlas: interiormente, por la contrición y exteriormente
por la confesión y la satisfacción de obra". El santo no permitía que sus
hermanos predicasen en una diócesis sin permiso expreso del Obispo. Entre otras
cosas, dispuso que "si alguno de los frailes se apartaba de la fe católica
en obras o palabras y no se corregía, debería ser expulsado de la
hermandad". Todas las ciudades querían tener el privilegio de albergar a
los nuevos frailes, y las comunidades se multiplicaron en Umbría, Toscana,
Lombardia y Ancona.
Se cuenta que en 1216, Francisco solicitó del Papa Honorio III la
indulgencia de la Porciúncula o "perdón de Asís". El año siguiente,
conoció en Roma a Santo Domingo, quien había predicado la fe y la penitencia en
el sur de Francia en la época en que Francisco era "un gentilhombre de
Asís". San Francisco tenía también la intención de ir a predicar en
Francia. Pero, como el cardenal Ugolino (quien fue más tarde Papa con el nombre
de Gregorio IX) le disuadiese de ello, envió en su lugar a los hermanos
Pacífico y Agnelo. Este último había de introducir más tarde la Orden de los
frailes menores en Inglaterra. El sabio y bondadoso cardenal Ugolino ejerció
una gran influencia en el desarrollo de la Orden. Los compañeros de San
Francisco eran ya tan numerosos, que se imponía forzosamente cierta forma de organización
sistemática y de disciplina común. Así pues, se procedió a dividir a la Orden
en provincias, al frente de cada una de las cuales se puso a un ministro,
"encargado del bien espiritual de los hermanos; si alguno de ellos llegaba
a perderse por el mal ejemplo del ministro, éste tendría que responder de él
ante Jesucristo". Los frailes habían cruzado ya los Alpes y tenían
misiones en España, Alemania y Hungría.
El primer capítulo general se reunió, en la Porciúncula, en
Pentecostés del año de 1217. En 1219, tuvo lugar el capítulo "de las
esteras", así llamado por las cabañas que debieron construirse
precipitadamente con esteras para albergar a los delegados. Se cuenta que se
reunieron entonces cinco mil frailes. Nada tiene de extraño que en una comunidad
tan numerosa, el espíritu del fundador se hubiese diluido un tanto. Los
delegados encontraban que San Francisco se entregaba excesivamente a la
aventura y exigían un espíritu más práctico. Es que así les parecía lo que en
realidad era una gran confianza en Dios.
El Santo se indignó profundamente y replicó: "Hermanos míos,
el Señor me llamó por el camino de la sencillez y la humildad y por ese camino
persiste en conducirme, no sólo a mí sino a todos los que estén dispuestos a
seguirme... El Señor me dijo que deberíamos ser pobres y locos en este mundo y
que ése y no otro sería el camino por el que nos llevaría. Quiera Dios
confundir vuestra sabiduría y vuestra ciencia y haceros volver a vuestra
primitiva vocación, aunque sea contra vuestra voluntad y aunque la encontréis
tan defectuosa".
Francisco les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la
Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible
hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo
más exactamente posible todo lo que manda el Santo Evangelio.