Musica Para el Alma

miércoles, 1 de enero de 2025

GOTAS DE MISERICORDIA


 

JUAN 1,19-28 CICLO C


 

Lecturas de los Santos Basilio Magno y Gregorio de Nacianzo, obispos y doctores de la Iglesia

02 Ene 2025

Evangelio

*Lectura del santo evangelio según san Juan (1,19-28)*

 

Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
Él dijo: «No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?»
Respondió: «No.»
Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

 

Palabra del Señor

 

*Que la Paz del Señor llegue primero a vuestros corazones antes que mis palabras*

 

Juan les respondió; en medio de vosotros hay uno que no conocéis 

*Esta lectura es para que esté pendiente porque el Señor, está muy cerca y puede ser que no le reconozca. El Señor, sabe que me gustaría adaptar su palabra de forma que mi vida y mis intereses no salgan afectados. La palabra del Señor, debe ser siempre el centro de mi vida, me vaya bien o me vaya mal. La buena noticia para mí está en que el Señor, está entre nosotros. El Señor desea y quiere que en mí de una manera especial, nazca el deseo de buscar el bien de los demás, porque en el otro está el Señor. Que este pendiente para que no me repitan las palabras que le dijeron a Felipe el apóstol: Tanto tiempo hace que estoy con vosotros Felipe y no me conoces*.

 

*El que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.


R. Amén.

LAS LAUDES Y LAS VISPERAS DEL JUEVES 2


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

 

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

 

*Laudes - 2 DE ENERO 2025*

 

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el día, jueves, 2 de enero de 2025. .

 

 

*Oficio de Lectura - SAN BASILIO MAGNO Y SAN GREGORIO NACIANCENO, OBISPOS Y DOCTORES DE LA IGLESIA 2025*

 

Memoria

 

Basilio nació en Cesarea de Capadocia el año 330, de una familia cristiana; hombre de gran cultura y virtud, comenzó a llevar vida eremítica, pero el año 370 fue elevado a la sede episcopal de su ciudad natal. Combatió a los arrianos; escribió excelentes obras y sobre todo reglas monásticas, que rigen aún hoy en muchos monasterios del Oriente. Fue gran bienhechor de los pobres. Murió el día 1 de enero del año 379. Gregorio nació el mismo año que Basilio, junto a Nacianzo, y se desplazó a diversos lugares por razones de estudio. Siguió a su amigo Basilio en la vida solitaria, pero fue luego ordenado presbítero y obispo. El año 381 fue elegido obispo de Constantinopla, pero, debido a las divisiones existentes en aquella Iglesia, se retiró a Nacianzo donde murió el 25 de enero de 389 ó 390. Fue llamado el teólogo, por la profundidad de su doctrina y el encanto de su elocuencia.

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

 

Entonad los aires
con voz celestial:
«Dios niño ha nacido
pobre en un portal.»

Anúnciale el ángel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.

Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.

Haciéndose hombre,
al hombre salvó;
un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.

 

Salmodia

 

Antífona 1: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

 

Salmo 79

Ven, Señor, a visitar tu viña

Ven, Señor Jesús. (Ap 22,20)

 

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor, Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

 

Antífona 2: Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

 

Is 12,1-6

Acción de gracias del pueblo salvado

El que tenga sed, que venga a mí, y que beba. (Jn 7,37)

 

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.

Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Aquel día diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.”»

 

Antífona 3: Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

 

Salmo 80

Solemne renovación de la alianza

Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo. (Hb 3,12

 

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.

Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene.»

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.

 

Lectura Breve

Is 49, 8-9ª

 

Te he constituido como alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir las
heredades desoladas, para decir a los cautivos: «Salid», y a los que están en tinieblas:
«Venid a la luz.»

 

Responsorio Breve

 

V. El Señor ha revelado su salvación. Aleluya, aleluya.

R. El Señor ha revelado su salvación. Aleluya, aleluya.
V. Su salvación.
R. Aleluya, aleluya
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha revelado su salvación. Aleluya, aleluya.

 

R. Cantad al Señor, bendecid su nombre.
V. Proclamad día tras día su victoria.

 

Lecturas

 

Primera Lectura

 

De la carta a los Colosenses 2, 16-3, 4

LA VIDA NUEVA EN CRISTO

 

Hermanos: Que nadie os condene por cuestiones de comida o de bebida, o por razón
de fiestas anuales o de lunas nuevas o de sábados. Eso no es más que sombra de lo que
había de venir; pero la realidad es el cuerpo de Cristo. Que nadie quiera dar una decisión
en contra vuestra, dando preferencia a la mortificación y al culto de los ángeles, fiado en
la interpretación de sus propias visiones. El que tal hace está vanamente engreído en su
mentalidad, que no entiende sino de miras humanas, y no quiere adherirse a la cabeza
(que es Cristo), del cual todo el cuerpo recibe, por articulaciones y ligamentos, su
alimento y cohesión, y del mismo obtiene el crecimiento que da Dios.
Si con Cristo habéis muerto a los «elementos del mundo», ¿por qué os sometéis, como
si vivieseis en el mundo de los elementos, a preceptos como éstos: «No tomes eso, no
gustes aquello, no toques lo de más allá»? Cosas son éstas que se consumen por el uso; y
tales mandamientos no pasan de ser prescripciones y enseñanzas compuestas por los
hombres. En apariencia, se ven razonables, por ser actos de piedad individual, por la
sumisión y mortificación corporal que pretenden, pero en sí no tienen ningún valor; sólo
sirven para satisfacción de la vida material.
Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está
sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la
tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se
manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él,
revestidos de gloria.

 

Responsorio Col 3, 1-2; Lc 12, 34

 

R. Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está
sentado a la diestra de Dios. 
* Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de
la tierra.
V. Donde está vuestro tesoro, ahí está vuestro corazón.
R. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra.

 

 

Segunda Lectura

 

Del libro de san Basilio Magno, obispo, sobre el Espíritu Santo
(Cap. 26, Núms. 61. 64: PG 32,179-182.186)

 

EL SEÑOR VIVIFICA SU CUERPO EN EL ESPÍRITU

 

De quien ya no vive de acuerdo con la carne, sino que actúa en virtud del Espíritu de
Dios, se llama hijo de Dios y se ha vuelto conforme a la imagen del Hijo de Dios, se dice
que es hombre espiritual. Y así como la capacidad de ver es propia de un ojo sano, así
también la actuación del Espíritu es propia del alma purificada.
Así mismo, como reside la palabra en el alma, unas veces como algo pensado en el
corazón, otras veces como algo que se profiere con la lengua, así también acontece con el
Espíritu Santo, cuando atestigua a nuestro espíritu y exclama en nuestros corazones: Abbá
(Padre), o habla en nuestro lugar, según lo que se dijo: No seréis vosotros los que habléis,
el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.

Ahora bien, así como entendemos el todo distribuido en sus partes, así también
comprendemos el Espíritu según la distribución de sus dones. Ya que todos somos
efectivamente miembros unos de otros, pero con dones que son diversos, de acuerdo con
la gracia de Dios que nos ha sido concedida.
Por ello precisamente, el ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza
no puede decir a los pies: «No os necesito.» Sino que todos los miembros completan a la
vez el cuerpo de Cristo, en la unidad del Espíritu; y de acuerdo con las capacidades
recibidas se distribuyen unos a otros los servicios que necesitan.
Dios fue quien puso en el cuerpo los miembros, cada uno de ellos como quiso. Y los
miembros sienten la misma solicitud unos por otros, en virtud de la comunicación
espiritual del mutuo afecto que les es propia. Esa es la razón de que cuando un miembro
sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos le felicitan.
Del mismo modo, cada uno de nosotros estamos en el Espíritu, como las partes en el
todo, ya que hemos sido bautizados en un solo cuerpo, en nombre y virtud de un mismo
Espíritu.
Y como al Padre se le contempla en el Hijo, al Hijo se le contempla en el Espíritu. La
adoración, si se lleva a cabo en el Espíritu, presenta la actuación de nuestra alma como
realizada en plena luz, cosa que puede deducirse de las palabras que fueron dichas a la
samaritana. Pues como ella, llevada a error por la costumbre de su región, pensase que la
adoración había de hacerse en un lugar, el Señor la hizo cambiar de manera de pensar, al
decirle que había que adorar en Espíritu y verdad; al mismo tiempo, se designaba a sí
mismo como la verdad.
De la misma manera que decimos que la adoración tiene que hacerse en el Hijo, ya que
es la imagen de Dios Padre, decimos que tiene que hacerse también en el Espíritu, puesto
que el Espíritu expresa en sí mismo la divinidad del Señor.
Así pues, de modo propio y congruente contemplamos el esplendor de la gloria de Dios
mediante la iluminación del Espíritu; y su huella nos conduce hacia aquel de quien es
huella y sello, sin dejar de compartir el mismo ser.

 

Responsorio 1 Co 2, 12. 10; Ef 3, 5

 

R. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios,
para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado. 
* Pues el Espíritu todo lo penetra,
hasta la profundidad de Dios.
V. El misterio que no fue dado a conocer a las pasadas generaciones ahora ha sido
revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas.
R. Pues el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios.

 

Lecturas de los Santos Basilio Magno y Gregorio de Nacianzo, obispos y doctores de la Iglesia

02 Ene 2025

Evangelio

*Lectura del santo evangelio según san Juan (1,19-28)*

 

Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
Él dijo: «No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?»
Respondió: «No.»
Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

 

Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

 

Antifona: Yacía en el pesebre y resplandecía en el cielo; a nosotros venía y con el Padre
permanecía.

 

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Dirijamos nuestras súplicas a Cristo, el hombre celeste, nuevo Adán y espíritu que da vida, y digámosle con fe:

 

Señor, ten piedad.

 

Cristo Jesús, sol de justicia que manifestaste tu gloria al hacerte hombre como nosotros para llevar a su plena realización la alianza inaugurada con los padres, — te pedimos que nos concedas la abundancia de tu luz.

 

Cristo Jesús, que fuiste glorificado por los ángeles, anunciado por los pastores y proclamado por Simeón y Ana, — haz que el pueblo heredero de las promesas reciba tu Evangelio.

 

Cristo Jesús, en cuyo nacimiento los ángeles anunciaron la gloria en el cielo y la paz en la tierra, — te pedimos que tu paz se extienda por todo el mundo.


Cristo Jesús, nuevo Adán que renovaste al hombre envejecido y nos preparaste una mansión en tu reino, — te pedimos que levantes la esperanza de los que se sienten oprimidos.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Alegres porque Jesucristo nos ha hecho hijos de Dios, digamos: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Concede, Señor, a tu pueblo perseverancia y firmeza en la fe, y a cuantos confiesan que tu
Hijo, Dios de gloria eterna como tú, nació de Madre Virgen, con un cuerpo como el
nuestro, líbralos de los males de esta vida y ayúdales a alcanzar las alegrías eternas. Por
nuestro Señor Jesucristo.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

 

 

 

 

Vísperas - 2 DE ENERO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a vísperas de la liturgia de las horas para el día, jueves, 2 de enero de 2025. Otras celebraciones del día: SAN BASILIO MAGNO Y SAN GREGORIO NACIANCENO, OBISPOS Y DOCTORES DE LA IGLESIA .

Invitatorio

Vísperas

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.

Himno

·         Himno 1

Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.

Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en pajas yace.

Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizá con gotas de sangre.

Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.

Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de tus mártires.

Te diré mi amor, Rey mío,
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro valle! Amén.

Salmodia

Antífona 1: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

Salmo 71,1-11

Poder real del Mesías

Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. (Mt 2,11)

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Antífona 2: Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

Salmo 71,12-20

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
+ él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.

Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Ap 11, 17-18;12,10b-12a

El juicio de Dios

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Lectura Breve

Col 1, 13-15

Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo
querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es
imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura.

Responsorio Breve

V. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
V. Y acampó entre nosotros.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.

Canto Evangélico

Antifona: Oh dichosa Infancia, que ha restaurado la vida humana; Cristo, como el esposo que
sale de su alcoba, ha salido del seno de María.

Magnificat Lc 1, 46-55

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Preces

Dios, que de muchas maneras habló en otro tiempo a nuestros antepasados por los
profetas, ahora, en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su
Hijo; imploremos, pues, su misericordia, diciendo:

Señor, ten piedad.
Por tu Iglesia santa:
— que todos tus hijos proclamen, con fidelidad y valentía que Cristo es el Salvador.
Señor, ten piedad.
Por los que proclaman el Evangelio:
— que los ministros de la palabra anuncien con valor el nombre del Salvador a todo el
mundo.
Señor, ten piedad.
Por nuestros hermanos enfermos:
— que al invocar el nombre del Salvador obtengan la salud.
Señor, ten piedad.
Por los cristianos que sufren persecución:
— que acepten con paciencia los insultos e injusticias por el nombre del Salvador.
Señor, ten piedad.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Por nuestros hermanos que han muerto por culpa de los hombres:
— que por la misericordia de Dios obtengan la vida.
Señor, ten piedad.
A pesar de que en el mundo existe el odio y la división, oremos a aquel que nos ha
hermanado en Jesucristo, diciendo: Padre nuestro.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

Oración

Concede, Señor, a tu pueblo perseverancia y firmeza en la fe, y a cuantos confiesan que tu
Hijo, Dios de gloria eterna como tú, nació de Madre Virgen, con un cuerpo como el
nuestro, líbralos de los males de esta vida y ayúdales a alcanzar las alegrías eternas. Por
nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.