Musica Para el Alma
martes, 6 de abril de 2021
EVANGELIO DE LUCAS 24,13-35 CICLO B
*Lecturas
del Miércoles de la Octava de Pascua*
Miércoles, 7 de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (24,13-35)*
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban
caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta
estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos
días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante
Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros
jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos
que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día
desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado
su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles,
que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y
lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que
se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando;
pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron
los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
(« ¿No
ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras?».)
*Estos
discípulos regresaban a su vida de ante, derrotado y sin esperanza. En este
caminar de mi vida también he tenido mi caída: cuando pido la salud mía o de un
familiar cercano, y le pido al Señor, que me conceda eso, que para mí es
importante, me llega la angustia, porque no siento al Señor y él está a mi
lado. La buena noticia es que puedo invitar al Señor atreves de la oración, para
que entre en mi vida, para que entre en mi corazón, para que entre a mi casa,
se siente a la mesa con migo y me entregue su cuerpo y me explique su palabra.
Y luego podré salir a la calle gritar: “Verdaderamente el Señor ha Resucitado”*.
*El
que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
LAS LAUDES Y LAS VÍSPERAS DEL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA. SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Juan Bautista de la Salle*
TIEMPO PASCUAL
MIERCOLES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
Del Propio del tiempo.
7 de abril
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Himno: ESTABA AL ALBA MARÍA
Estaba al alba María,
porque era la enamorada.
«¡María!», la voz amada.
«¡Rabbuní!», dice María.
El amor se hizo un abrazo
junto a las plantas benditas;
las llagas glorificadas
ríos de fuego y delicia;
Jesús, esposo divino,
María, esposa cautiva.
Estaba al alba María,
para una unción preparada.
Jesús en las azucenas
al claro del bello día.
En los brazos del Esposo
la Iglesia se regocija.
¡Gloria al Señor encontrado,
gloria al Dios de la alegría,
gloria al Amor más amado,
gloria y paz, y Pascua y dicha! ¡Aleluya!
Estaba al alba María,
es Pascua en la Iglesia santa. ¡Aleluya! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado
con su sangre. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado
con su sangre. Aleluya.
Ant 2. Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al
Señor, nuestro Dios. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al
Señor, nuestro Dios. Aleluya.
Ant 3. Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado.
Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado.
Aleluya.
Lectura Breve Rm 6, 8-11
Si
verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con
él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no
muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado
de una vez para siempre más su vida es un vivir para Dios. Así también,
considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en
unión con Cristo Jesús.
Responsorio Breve
En lugar
del responsorio breve se dice la siguiente antífona:
Ant. *Este es el día en que actuó el Señor: sea
él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya*.
V. Dios
resucitó al Señor. Aleluya.
R. Y nos resucitará también a nosotros por su poder. Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
De la
primera carta del apóstol san Pedro 2, 11-25
LOS CRISTIANOS
SOMOS PERSEGUIDOS EN EL MUNDO
Hermanos,
os exhorto a que, corno forasteros y peregrinos que sois, os abstengáis de las
pasiones terrenas que hacen guerra al alma. Observad entre los gentiles una
conducta ejemplar. Así, por aquello mismo en que os calumnian como a
malhechores, darán gloria a Dios, cuando vean y consideren vuestras buenas obras,
el día en que él venga a «visitarlos» con su gracia.
Sed sumisos a toda humana autoridad a causa del Señor: ya sea al soberano, en cuanto
que tiene el mando; o bien a los gobernadores, como delegados suyos que son para
castigar a los malhechores y para alabanza de los hombres de bien. Porque ésta
es la voluntad de Dios: que, obrando el bien, hagáis callar a la ignorancia de
los hombres insensatos. Portaos en esto como hombres libres, no como quienes se
sirven de la libertad sólo para ocultar su maldad, sino como conviene a los que
son siervos de Dios. Sed deferentes con todos, amad a vuestros hermanos, temed
a Dios y honrad al soberano.
Los sirvientes sean sumisos con todo respeto a sus amos, no sólo a los buenos y
comprensivos, sino también a los difíciles.
A Dios le somos gratos cuando, por causa suya, soportamos penas injustamente inferidas.
Porque, ¿qué mérito es el vuestro, si soportáis el castigo que os infligen por vuestras
faltas? Pero padecer por haber hecho el bien y soportarlo con paciencia, eso es
grato a los ojos de Dios. Para eso habéis sido llamados, ya que también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él
«no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca»; cuando le insultaban, no
devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía
en manos del que juzga justamente.
Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado. Erais corno ovejas descarriadas,
pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.
Responsorio Cf. 1 Pe 2, 21. 24
R. Cristo
padeció por nosotros, * dejándonos un ejemplo para
que sigamos sus huellas. Aleluya.
V. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que,
muertos al pecado, vivamos para la justicia.
R. Dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Aleluya.
Segunda Lectura
De una
homilía pascual de un autor antiguo
(Sermón 35, 6-9: PL 17 [edición 1879], 696-697)
CRISTO,
AUTOR DE LA RESURRECCIÓN Y DE LA VIDA
San
Pablo, para celebrar la dicha de la salvación recuperada, dice: Lo mismo que
por Adán entró la muerte en el mundo, de la misma forma, por Cristo la
salvación fue establecida en el mundo; y en otro lugar: El primer hombre, hecho
de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo.
Y añade: Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, o sea, del hombre viejo
y de su pecado, seremos también imagen del hombre celestial, esto es, del
perdonado, redimido, restaurado; y, en Cristo, alcanzaremos la salvación del
hombre renovado, como dice el mismo apóstol: Primero, Cristo, es decir, el
autor de la resurrección y de la vida; después los de Cristo, o sea, los que,
por haber vivido imitando su santidad, tienen la firme esperanza de la
resurrección futura y de poseer, con Cristo, el reino prometido, como dice el
mismo Señor en el evangelio: Quien me siga no perecerá, sino que pasará de la muerte
a la vida.
Por ello podemos decir que la pasión del Salvador es la salvación de la vida de
los hombres. Para esto quiso el Señor morir por nosotros, para que, creyendo en
él, llegáramos a vivir eternamente. Quiso ser, por un tiempo, lo que somos
nosotros, para que nosotros, participando de la eternidad prometida, viviéramos
con él eternamente.
Ésta es la gracia de estos sagrados misterios, éste el don de la Pascua, éste
el contenido de la fiesta anhelada durante todo el año, éste el comienzo de los
bienes futuros.
Ante nuestros ojos tenemos a los que acaban de nacer en el agua de la vida de
la madre Iglesia: reengendrados en la sencillez de los niños, nos recrean con
los balbuceos de su conciencia inocente. Presentes están también los padres y
madres cristianos que acompañan a su numerosa prole, renovada por el sacramento
de la fe.
Destellan aquí, cual adornos de la profesión de fe que hemos escuchado, las
llamas fulgurantes de los cirios de los recién bautizados, quienes,
santificados por el sacramento del agua, reciben el alimento espiritual de la
eucaristía.
Aquí, cual hermanos de una única familia que se nutre en el seno de una madre común,
la santa Iglesia, los neófitos adoran la divinidad y las maravillosas obras del
Dios único en tres personas y, con el profeta, cantan el salmo de la solemnidad
pascual: Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro
gozo.
Pero, ¿de qué día se trata? Sin duda de aquél que es el origen de la vida, el
principio de la luz, el autor de toda claridad, es decir, el mismo Señor
Jesucristo; quien afirmó de sí mismo: Yo soy el día: si uno camina de día, no
tropieza, es decir, quien sigue en todo a Cristo, caminando siempre tras sus
huellas, llegará hasta aquel solio donde brilla la luz eterna; tal como el mismo
Cristo, cuando vivía aún en su cuerpo mortal, oró por nosotros al Padre,
diciendo: Padre, éste es mi deseo: que los que creyeron en mi estén conmigo donde
yo estoy, como tú estás en mí y yo en ti: que también ellos estén en nosotros.
Responsorio 1 Co 15, 47. 49. 48
R. El
primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo. * Nosotros,
que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre
celestial. Aleluya.
V. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; iguales
que el celestial son los hombres celestiales.
R. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también
imagen del hombre celestial. Aleluya.
*Lecturas
del Miércoles de la Octava de Pascua*
Miércoles, 7 de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (24,13-35)*
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban
caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta
estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos
días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante
Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros
jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos
que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día
desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo
encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición
de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al
sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo
vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que
se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando;
pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron
los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Empezando
por Moisés y continuando por todos los profetas, Jesús les fue explicando todos
los pasajes de la Escritura que a él se referían. Aleluya.
Cántico de
Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Jesús dijo: «¡María!» Ella, volviéndose, exclamó: «¡Maestro!»
Jesús le dijo: «Suéltame, que aún no he subido al Padre.» Aleluya.
PRECES
Alabemos a Cristo, que con su poder reconstruyó el templo
destruido de su cuerpo, y supliquémosle:
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a
los apóstoles y salvaste al universo entero,
conviértenos en testigos de tu resurrección.
Tú que has prometido la resurrección universal y has anunciado una vida nueva,
haz de nosotros mensajeros del Evangelio de la vida.
Tú que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el
Espíritu Santo,
renuévanos por el Espíritu consolador.
Tú que prometiste estar con tus discípulos hasta el fin del mundo,
quédate hoy con nosotros y sé siempre nuestro compañero.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro
maestro:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males
por el misterio pascual, colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que
alcance la perfecta libertad y llegue a gozar plenamente en el cielo de la
alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*San Juan Bautista de la Salle*
Si San Juan Bautista de la Salle viviera hoy aquí en la tierra
abriría los ojos aterrado al ver que la educación se ha secularizado, o sea se
ha organizado como si Dios no existiera y sólo se preocupa por hacer de los
seres humanos unos animalitos muy buen amaestrados, pero sin fe, sin mirar a la
eternidad ni importarle nada la salvación del alma. Porque para él, lo
imprescindible, lo que constituía su obsesión, era obtener la salvación del
alma de los educandos y hacerlos crecer en la fe. Si no hubiera sido por estos
dos fines, él no habría emprendido ninguna obra especial, porque esto era lo
que en verdad le interesaba y le llamaba la atención: hacer que los educandos
amaran y obedecieran a Dios y consiguieran llegar al reino eterno del cielo.
Juan Bautista había estudiado en el famoso seminario de San
Suplicio en París y allí recibió una formidable formación que le sirvió para
toda su vida. Fue ordenado sacerdote y por su posición social y sus hermosas
cualidades parecía destinado para altos cargos eclesiásticos, cuando de pronto
al morir su director espiritual lo dejó como encargado de una obra para niños
pobres que el santo sacerdote había fundado: una escuela para niños y un
orfelinato para niñas pobres, dirigido por unas hermanitas llamadas de El Niño
Jesús. Allí en esa obra lo esperaba la Divina Providencia para encaminarlo
hacia la gran obra que le tenía destinada: ser el reformador de la educación.
La Salle le dio un viraje de 180 grados a los antiguos métodos de
educación. Antes se enseñaba a cada niño por aparte. Ahora La Salle los reúne
por grupos para darles clases (en la actualidad eso parece tan natural, pero en
aquel tiempo era una novedad). Antiguamente se educaba con base en gritos y
golpes. El padre Juan Bautista reemplazaba el sistema del terror por el método
del amor y de la convicción. Y los resultados fueron maravillosos. La gente se
quedaba admirada al ver cómo mejoraba totalmente la juventud al ser educada con
los métodos de nuestro santo.
No les enseñaba solamente cosas teóricas y abstractas, sino sobre
todo aquellos conocimientos prácticos que más les iban a ser de utilidad en la
vida diaria. Y todo con base en la religión y la amabilidad.
La Salle empezó a reunir a sus profesores para instruirlos en el
arte de educar y para formarlos fervorosamente en la vida religiosa. Y con los
más entusiastas fundó la Comunidad de Hermanos de las Escuelas Cristianas que
hoy son unos 15,000 en más de mil colegios en todo el mundo. Y siguen siendo
una autoridad mundial en pedagogía, en el arte de educar a la juventud. El
éxito de los Hermanos Cristianos fue inmenso desde el principio de su
congregación, y ya en vida del santo abrieron colegios en muchas ciudades y en
varias naciones. Un 15 de agosto los consagró San Juan Bautista a la Santísima
Virgen y han permanecido fervorosos propagadores de la devoción a la Madre de
Dios.
Al principio algunos le fallaron porque el santo era tan bondadoso
que no podía imaginar mala voluntad en ninguno de sus discípulos. Para él todo
el mundo era bueno, y por mucho que lo hubiera ofendido estaba siempre
dispuesto a perdonar y a volver a recibir al que había faltado. Y tuvo la
prueba dolorosísima de ver que algunos lo engañaron y se dejaron contagiar por
el espíritu del mundo. Pero luego sus asesores lo convencieron para que no
aceptara a ciertos sujetos no confiables y que expulsara a algunos que se
habían vuelto indignos. Y el santo aceptando con toda humildad y mansedumbre
los buenos consejos recibidos procedió a purificar muy a tiempo su
congregación.
Siendo de familia muy rica, repartió todos sus bienes entre los
pobres y se dedicó a vivir como un verdadero pobre. Los últimos años cuando
renunció a ser Superior General de su Congregación, pedía permiso al superior
hasta para hacer los más pequeños gastos. Los viajes aunque a veces muy largos,
los hacía casi siempre a pie, y pidiendo limosna para alimentarse por el
camino, durmiendo en casitas pobrísimas, llenas de plagas y de incomodidades.
Una vez pasó todos los tres meses del crudísimo invierno, en una
habitación sin calefacción y con ventanas llenas de rendijas y con varios
grados bajo cero. Esto le trajo un terrible reumatismo que durante todo el
resto de su vida le produjo tremendos dolores y las anticuadas curaciones que
le hicieron para ese mal lo torturaron todavía mucho más.
En su juventud, por ser de familia muy adinerada, había gozado de
una alimentación refinada y muy sabrosa. Cuando se dedicó a vivir la pobreza de
una comunidad fervorosa y en la cual, los alimentos eran rudos y desagradables,
tenía que aguantar muchas horas sin comer, para que su estómago fuera capaz de
recibirle esos alimentos tan burdos.
Su sotana y su manto eran tan pobres y descoloridos, que un pobre
no se los hubiera aceptado como limosna.
Su humildad era tan grande que se creía indigno de ser el superior
de la comunidad. Estaba siempre dispuesto a dejar su alto puesto y alguna vez
que por calumnias dispuso la autoridad superior quitarlo de ese cargo, él
aceptó inmediatamente. Pero todos los Hermanos firmaron un memorial anunciando
que no aceptaban por el momento a ningún otro como superior sino al Santo
Fundador y tuvo que aceptar el seguir con el superiorato.
No se cansaba de recomendar con sus palabras y sus buenos
ejemplos, a sus religiosos y amigos que la preocupación número uno del educador
debe ser siempre el tratar de que los educandos crezcan en el amor a Dios y en
la caridad hacia el prójimo, y que cada maestro debe esforzarse con toda su
alma por tratar de que los jovencitos conserven su inocencia si no la han
perdido o que recuperen su amistad con Dios por medio de la conversión y
de un inmenso horror al pecado y a todo lo que pueda hacer daño a la
santidad y a todo lo que se oponga a la eterna salvación.
Pasaba muchas horas en oración y les insistía a sus religiosos que
lo que más éxito consigue en la labor de un educador es orar, dar buen ejemplo
y tratar a todos como Cristo lo recomendó en el evangelio: "haciendo a los
demás todo el bien que deseamos que los demás no hagan a nosotros".
San Juan Bautista de la Salle murió el 7 de abril de 1619 a los 68
años. Fue declarado santo por el Sumo Pontífice León XIII en el año 1900. El
Papa Pío XII lo nombró Patrono de los Educadores del mundo entero.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: NOS REÚNE DE NUEVO EL MISTERIO
Nos reúne de nuevo el misterio
del Señor que resurge a la vida,
con su luz ilumina a la Iglesia,
como el sol al nacer cada día.
Resucita también nuestras almas,
que tu muerte libró del castigo
y vencieron contigo al pecado
en las aguas del santo bautismo.
Transfigura los cuerpos mortales
que contemplan tu rostro glorioso,
bella imagen del Dios invisible
que ha querido habitar con nosotros.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro,
y a tu lado vivamos por siempre
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
SALMODIA
Ant 1. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Ant 2. Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Ant 3. Dijo Jesús: «No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a
Galilea, que allí me verán.» Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados
cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente
decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dijo Jesús: «No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a
Galilea, que allí me verán.» Aleluya.
LECTURA BREVE 1Pe 2, 4-5
Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida
y apreciada por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la
construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para
ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE
En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Mientras estaba llorando junto al sepulcro, vi a mi Señor.
Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mientras estaba llorando junto al sepulcro, vi a mi Señor.
Aleluya.
PRECES
Aclamemos alegres a Cristo, que después de ser sepultado en el
seno de la tierra resucitó gloriosamente a vida nueva, y digámosle confiados:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te rogamos, Señor, por los obispos, los presbíteros y los diáconos: que sirvan
con celo a tu pueblo
y lo conduzcan por los caminos del bien.
Te rogamos, Señor, por los que sirven a tu Iglesia con el estudio de tu
palabra:
que escudriñen tu doctrina con pureza de corazón y deseo de adoctrinar a tu
pueblo.
Te rogamos, Señor, por todos los fieles de la Iglesia: que combatan bien el
combate de la fe
y, habiendo corrido hasta la meta, alcancen la corona merecida.
Tú que en la cruz cancelaste la nota de cargo de nuestra deuda,
destruye también en nosotros toda clase de esclavitud y líbranos de toda
tiniebla.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que al bajar al lugar de los muertos abriste las puertas del abismo,
recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males
por el misterio pascual, colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que
alcance la perfecta libertad y llegue a gozar plenamente en el cielo de la
alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
LAS LECTURAS DEL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA. 7 DE ABRIL 2021
*Lecturas
del Miércoles de la Octava de Pascua*
Miércoles, 7 de abril de 2021
Primera
lectura
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):
En aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona,
cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo
todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa, para que pidiera
limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les
pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo
Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron
los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con
ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo
lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo
que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron
estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.
Palabra de Dios
Salmo
Sal
104,1-2.3-4.6-7.8-9
R/. Que se alegren los
que buscan al Señor
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas todos los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.
*Secuencia*
(Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
*Lecturas
del Miércoles de la Octava de Pascua*
Miércoles, 7 de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (24,13-35)*
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban
caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta
estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos
días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante
Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros
jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos
que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día
desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado
su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles,
que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y
lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que
se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando;
pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron
los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
(« ¿No
ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras?».)
*Estos
discípulos regresaban a su vida de ante, derrotado y sin esperanza. En este
caminar de mi vida también he tenido mi caída: cuando pido la salud mía o de un
familiar cercano, y le pido al Señor, que me conceda eso, que para mí es
importante, me llega la angustia, porque no siento al Señor y él está a mi
lado. La buena noticia es que puedo invitar al Señor atreves de la oración, para
que entre en mi vida, para que entre en mi corazón, para que entre a mi casa,
se siente a la mesa con migo y me entregue su cuerpo y me explique su palabra.
Y luego podré salir a la calle gritar: “Verdaderamente el Señor ha Resucitado”*.
*El
que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.