Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XV
Del común de pastores: para un santo obispo y Del Común de doctores de la
Iglesia. Salterio III
15 de julio
SAN BUENAVENTURA, obispo y doctor de la
Iglesia. (MEMORIA)
Nació alrededor del año 1218 en Bagnoregio, en la región
toscana; estudió filosofía y teología en París y, habiendo obtenido el grado de
maestro, enseñó con gran provecho estas mismas asignaturas a sus compañeros de
la Orden franciscana. Fue elegido ministro general de su Orden, cargo que
ejerció con prudencia y sabiduría. Fue nombrado cardenal obispo de la diócesis
de Albano, y murió en Lyon el año 1274. Escribió muchas obras filosóficas y
teológicas.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis
labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al
Señor, fuente de la sabiduría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: PARA VOSOTROS, EL MISTERIO DEL PADRE.
Para vosotros, el misterio del Padre;
con vosotros, la luz del Verbo;
en vosotros, la llama del Amor
que es fuego.
¡Hontanares de Dios!,
¡hombres del Evangelio!,
¡humildes inteligencias luminosas!,
¡grandes hombres de barro tierno!
El mundo tiene hambre de infinito
y sed de cielo;
las criaturas nos atan a lo efímero
y nos vamos perdiendo en el tiempo.
Para nosotros,
el misterio que aprendisteis del Padre;
con nosotros, la luz que os dio el Verbo;
en nosotros, el Amor ingénito.
¡Hombres de Cristo, maestros de la Iglesia!
dadnos una vida y un anhelo,
la angustia por la verdad,
por el error el miedo.
Dadnos una vida de rodillas
ante el misterio,
una visión de este mundo de muerte
y una esperanza de cielo.
Padre, te pedimos para la Iglesia
la ciencia de estos maestros. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Dichosos los que
viven en tu casa, Señor.
Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Dichosos los que
viven en tu casa, Señor.
Ant. 2. Venid, subamos al
monte del Señor.
Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA
DE LOS MONTES Is 2, 2-5
Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos,
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven;
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Venid, subamos al
monte del Señor.
Ant. 3. Cantad al Señor,
bendecid su nombre.
Salmo 95 - EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Cantad al Señor,
bendecid su nombre.
LECTURA BREVE Sb 7, 13-14
Aprendí la sabiduría sin malicia, reparto sin envidia, y no me guardo sus riquezas.
Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se atraen
la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.
RESPONSORIO BREVE
V. El pueblo cuenta
su sabiduría.
R. El pueblo cuenta
su sabiduría.
V. La asamblea
pregona su alabanza.
R. Cuenta su
sabiduría.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El pueblo cuenta
su sabiduría.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de Samuel 2, 1-11; 3, 1-5
DAVID ES UNGIDO EN HEBRÓN COMO REY DE JUDÁ
En aquellos días, consultó David al Señor: «¿Debo subir a alguna de las
ciudades de Judá?» El Señor respondió:
«Sube.»
Preguntó David:
«¿A cuál subiré?»
Respondió el Señor:
«A Hebrón.»
Subió allí David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigail, la mujer de
Nabal de Carmelo. David hizo subir a los hombres que estaban con él, cada cual
con su familia, y se asentaron en las ciudades de Hebrón. Llegaron los hombres
de Judá y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá.
Comunicaron a David que los hombres de Yabés de Galaad habían sepultado a Saúl,
y David envió mensajeros a los hombres de Yabés de Galaad para decirles:
«Benditos seáis del Señor por haber hecho esta misericordia con Saúl, vuestro
señor, dándole sepultura. Que el Señor sea con vosotros misericordioso y fiel.
También yo os trataré bien por haber hecho esto. Y ahora, tened fortaleza y sed
valerosos, pues murió Saúl, vuestro señor, pero la casa de Judá me ha ungido a
mí por rey suyo.»
Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, tomó a Isbaal hijo de Saúl y lo
hizo pasar a Majanáyim. Lo proclamó rey sobre Galaad, sobre los aseritas, sobre
Yizreel, sobre Efraím y Benjamín y sobre todo Israel. Cuarenta años tenía
Isbaal, hijo de Saúl, cuando fue proclamado rey; reinó dos años. Solamente la
casa de Judá siguió a David. El número de días que estuvo David en Hebrón como
rey de la casa de Judá fue de siete años y seis meses.
Se prolongó la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, pero David se
iba fortaleciendo, mientras que la casa de Saúl se debilitaba.
David tuvo hijos en Hebrón. Su primogénito Ammón, hijo de Ajinoam de Yizreel;
el segundo, Kilab, de Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo; el tercero, Absalón,
hijo de Maaká, la hija de Talmay, rey de Guesur; el cuarto, Adonías, hijo de
Jagguit; el quinto, Sefatías, hijo de Abital; el sexto, Yitream, de Eglá, mujer
de David. Éstos le nacieron a David en Hebrón.
RESPONSORIO Gn 49, 10. 8
R. No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre
sus rodillas, * hasta que venga aquel a quien le está reservado, a quien
rendirán homenaje las naciones.
V. A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, se inclinarán ante ti los
hijos de tu padre.
R. Hasta que venga aquel a quien le está reservado, a quien rendirán
homenaje las naciones.
SEGUNDA LECTURA
Del Opúsculo de san Buenaventura, obispo, Sobre el itinerario de la mente hacia
Dios
(Cap. 7, 1. 2. 4. 6: Opera omnia 5, 312-313)
LA SABIDURÍA MISTERIOSA REVELADA POR EL ESPÍRITU SANTO
Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo, él, que
es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios y el misterio oculto desde
los siglos. El que mira plenamente de cara este propiciatorio y lo contempla
suspendido en la cruz, con fe, con esperanza y caridad, con devoción, admiración,
alegría, reconocimiento, alabanza y júbilo, este tal realiza con él la pascua,
esto es, el paso, ya que, sirviéndose del bastón de la cruz, atraviesa el mar
Rojo, sale de Egipto y penetra en el desierto, donde saborea el maná escondido,
y descansa con Cristo en el sepulcro, como muerto en lo exterior, pero
sintiendo, en cuanto es posible en el presente estado de viadores, lo que dijo
Cristo al ladrón que estaba crucificado a su lado: Hoy estarás conmigo en el
paraíso.
Para que este paso sea perfecto, hay que abandonar toda especulación de orden
intelectual y concentrar en Dios la totalidad de nuestras aspiraciones. Esto es
algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer aquel que lo recibe, y
nadie lo recibe sino el que lo desea, y no lo desea sino aquel a quien inflama
en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo, que Cristo envió a la tierra. Por
esto dice el Apóstol que esta sabiduría misteriosa es revelada por el Espíritu
Santo.
Si quieres saber cómo se realizan estas cosas, pregunta a la gracia, no al
saber humano; pregunta al deseo, no al entendimiento; pregunta al gemido
expresado en la oración, no al estudio y la lectura; pregunta al Esposo, no al
Maestro; pregunta a Dios, no al hombre; pregunta a la oscuridad, no a la
claridad; no a la luz, sino al fuego que abrasa totalmente y que transporta
hacia Dios con unción suavísima y ardentísimos afectos. Este fuego es Dios,
cuyo horno, como dice el profeta, está en Jerusalén, y Cristo es quien lo
enciende con el fervor de su ardentísima pasión, fervor que sólo puede
comprender el que es capaz de decir: Preferiría morir asfixiado, preferiría la
muerte. El que de tal modo ama la muerte puede ver a Dios, ya que está fuera de
duda aquella afirmación de la Escritura: Nadie puede ver mi rostro y seguir
viviendo. Muramos, pues, y entremos en la oscuridad, impongamos silencio a
nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones; pasemos con Cristo crucificado
de este mundo al Padre, y así, una vez que nos haya mostrado al Padre, podremos
decir con Felipe: Eso nos basta; oigamos aquellas palabras dirigidas a Pablo:
Te basta mi gracia; alegrémonos con David, diciendo: Se consumen mi corazón y
mi carne por Dios, mi herencia eterna. Bendito el Señor por siempre, y todo el
pueblo diga: «¡Amén!»
RESPONSORIO 1Jn 3, 24; Sir 1, 9. 10
R. Quien guarda los mandamientos de Dios permanece en Dios y Dios en él; * Y
conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.
V. Dios mismo creó la sabiduría, la derramó sobre todas sus obras y
se la regaló a los que lo aman.
R. y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos
ha dado.
Lunes, 15
de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,34–11,1):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la
tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a
enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su
suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a
su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o
a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue
no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida
por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me
recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es
profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo
tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua
fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su
paga, os lo aseguro.»
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí
para enseñar y predicar en sus ciudades.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Los sabios
brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las
multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Los sabios
brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las
multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.
PRECES
Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y
supliquémosle diciendo:
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has revelado tu
misericordia y tu amor,
haz que por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.
Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único
pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.
Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los
cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de
una vida santa.
Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el
amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios todopoderoso, al celebrar hoy la festividad del obispo san Buenaventura,
te pedimos nos concedas saber aprovechar sus preclaras enseñanzas e imitar su
ardiente amor hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Después de tomar el hábito en la orden seráfica,
estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés
Alejandro de Hales. De 1248 a 1257, enseñó en esta universidad teología y
Sagrada Escritura. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le
permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado lo superfluo para
discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones
erróneas. El santo se distinguió en filosofía y teología escolásticas.
El santo no veía en sí más que faltas e
imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la
comunión, por más que su alma ansiaba acercarse a la fuente de gracia. Pero un
milagro de Dios permitió a San Buenaventura superar tales escrúpulos.
Durante los años que pasó en París, compuso una de
sus obras más conocidas, el "Comentario sobre las Sentencias de Pedro
Lombardo", que constituye una verdadera suma de teología escolástica.
Guillermo de Saint Amour hizo en la obra titulada "Los peligros de los últimos
tiempos" un ataque directo a San Buenaventura. Ataque que el santo
contestó con un tratado sobre la pobreza evangélica, titulado "Sobre la
pobreza de Cristo". En 1257, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino
recibieron juntos el título de doctores. San Buenaventura escribió un tratado
"Sobre la vida de perfección", destinado a la Beata Isabel, hermana
de San Luis de Francia y a las Clarisas Pobres del convento de Longchamps.
Otras de sus principales obras son el "Soliloquio" y el tratado
"Sobre el triple camino".
En 1257, Buenaventura fue elegido superior general
de los frailes Menores. No había cumplido aún los 36 años y la orden estaba
desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y
los que pedían que se mitigase la regla original. El joven superior general
escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta
observancia de la regla y la reforma de los relajados. El primero de los cinco
capítulos generales que presidió San Buenaventura, se reunió en Narbona en
1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron
adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden. San
Buenaventura empezó a escribir la vida de San Francisco de Asís.
El santo gobernó la orden de San Francisco durante
17 años, y por eso se le llama el segundo fundador. En 1265, el Papa Clemente
IV trató de nombrar a San Buenaventura arzobispo de York, a la muerte de
Godofredo de Ludham , pero el santo consiguió disuadir de ello al Pontífice.
Sin embargo, al año siguiente, el Beato Gregorio X le nombró cardenal obispo de
Albano, ordenándole aceptar el cargo por obediencia. Se le encomendó la
preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon,
acerca de la unión de los griegos ortodoxos.
San Buenaventura se caracterizaba por la sencillez,
la humildad y la caridad. Mereció el título de "Doctor Seráfico" por
las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y
declarado Doctor de la Iglesia en 1588.
·
Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, los senos más escondidos de
mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor y de una verdadera y
pura caridad, tal como la que llenaba el corazón de los Santos Apóstoles, a fin
de que desfallezca y se derrita sólo en amor tuyo y en deseo de poseerte.
·
Que ansíe por Ti, que desfallezca en tus atrios, y que no aspire
más que a verse libre para unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre de Ti,
oh Pan de los Ángeles, alimento de almas santas, pan nuestro cotidiano, lleno
de fortaleza, de dulzura, de suavidad, que a cuantos con él se nutren hace
sentir las delicias de su sabor.
·
¡Oh Jesús a quien los Ángeles desean siempre contemplar, haz que
mi corazón sin cesar tenga hambre de Ti, se alimente de Ti, y lo más profundo
de mi alma sea regalado con la dulzura de tus delicias. Que mi corazón tenga
siempre sed de Ti, oh fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río
de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la casa de Dios.
·
Que no ambicione otra cosa sino poseerte, que te busque y te
encuentre, que a Ti me dirija y a Ti llegue, en Ti piense, de Ti hable y todo
lo haga en loor y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y
deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin; y que Tú sólo
seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mis riquezas, mi deleite, mi
contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi olor,
mi dulcedumbre, mi alimento, mi comida, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría,
mi heredad, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija, firme y
hondamente arraigada mi alma y mi corazón.
·
Amén.
·
Pompilio María Pirrotti, Santo
Sacerdote Escolapio, 15 de julio
En la tarde del 15 de julio de 1766, víspera de
la Virgen del Carmen, rendía a Dios su alma de apóstol el santo escolapio
Pompilio María.
Nacido el 39 de septiembre en 1710, sintió a los
dieciséis años el llamamiento a la vida religiosa, y a raíz de la cuaresma
predicada en su patria, Montecalvo Irpino, por el padre rector de las Escuelas
Pías de la vecina capital de Benevento, localidades ambas de la Italia
meridional, escapó de su casa al colegio de residencia del fervoroso predicador
y le pidió la sotana calasancia.
Las razones de su buen padre, que siguió tras
él, y era notable abogado, fueron estériles ante la firme decisión del hijo. Y
el noviciado y el neoprofesorio, con sus estudios, no hicieron sino continuar
el tenor de vida inocente y penitente que ya en casa había llevado. Allá, en
efecto, muchas noches, tras la disciplina y la oración mental, el sueño se
apoderaba de él en el propio oratorio doméstico y le tendía en el pavimento,
con la cabeza apoyada sobre la tarima del altar, hasta la mañana siguiente.
Terminada la carrera escolapia, ejerce el
apostolado de la enseñanza durante catorce años, el primero de ellos con
primeras letras en Turi y los trece restantes, con Humanidades y Retórica, en
Francavilla, Brindis, Ortona, Chieti y Lanciano, más la prefectura de las
Escuelas y la presidencia de la Archicofradía de la Buena Muerte.
De su apostolado entre los alumnos se recuerdan
rasgos de sobrenatural penetración. Uno de ellos es en Lanciano. Al comenzar su
clase le advierten los chicos la ausencia de Juan Capretti. El padre Pompilio
se reconcentra y a los pocos segundos exclama: "¡Pobre Capretti! No puede
venir porque está moribundo... Pero no será nada. Vayan dos en seguida a
preguntar por él". Y corren dos muchachos a su Casa con la anhelante
pregunta. Sus padres se extrañan, habiéndole oído levantarse y creyendo que
estaba en la escuela con toda normalidad. Suben temerosos a la habitación y,
efectivamente, lo encuentran en el suelo, de bruces, sin sentido, próximo a
expirar. Sobresaltados le levantan, le acuestan, le llaman repetidas veces, y
al fin el pobre accidentado empieza a volver en sí, balbuciendo entre sollozos:
"¡Padre Pompilio, padre Pompilio!". No sabía sino que, al levantarse,
había sido presa de dolores y escalofríos que le hacían desfallecer sin dejarle
gritar. Después sólo sabía que le había llamado su maestro y que ya se sentía
vivir. Al volver al colegio los dos emisarios el padre tomó pie para encarecer
la necesidad de estar a todas horas en gracia del Señor. Ni hay que añadir el
prestigio de que aureolaban al humilde padre sucesos semejantes.
Pero en aquella misma etapa docente, de 1733 a
1747, a los dos años de ordenado de sacerdote, el Capítulo provincial de 1736
acuerda facultarle para la predicación de la divina palabra, sin eximirle,
naturalmente, de sus tareas escolares; y por todos aquellos mencionados
colegios de la Pulla y de los Abruzos, en que enseña a tantos niños y jóvenes,
empieza a enfervorizar desde el púlpito a hombres y mujeres, destacándose como
misionero de fuerza y eficacia sorprendentes.
Pronto merece el dictado de apóstol de los
Abruzos, tras intervenciones maravillosas que impresionan a poblaciones
enteras. En el mismo Lanciano, último de los colegios de esta etapa, cercana ya
la hora de medianoche, Pompilio sale una vez de su habitación, abre la puerta
de la iglesia, sálese a las calles vecinas y empieza a clamar despertando a los
despreocupados durmientes, para que se levanten todos y acudan al templo, pues
él inmediatamente les va a predicar. Hasta hace lanzar a vuelo las campanas
llamando a sermón.
Ante tamaña novedad todo Lanciano se alborota y
se arremolina en torno al púlpito del apóstol. Y el santo vidente les anuncia
estremecido que un horrendo terremoto se va a dejar sentir en toda la comarca,
pero que ellos no teman, pues su celestial Patrona la Virgen del Puente
intercede de manera singular por la afortunada población.
En efecto, aún está hablando cuando un ronco
fragor subterráneo, que avanza desde la lejanía, hace temblar el suelo y
vacilar los edificios, oprimiendo de espanto y crispando de nerviosismo a la
totalidad del auditorio. Afortunadamente, el seísmo se desvía, y un respiro de
alivio sucede al agobio. La alarma del Santo no ha sido vana. La explosión de
gratitud tras la oleada de terror es confesión colectiva del fruto de aquellas
vigilias, henchidas de proféticas visiones, en que el santo predicador, cual
otro Abraham, participa en la mediación y el secreto de los castigos y de las
condescendencias divinas.
Segunda etapa en la vida escolapia de San
Pompilio es su estancia en Nápoles por otros doce años, 1747-1759. Tanto en el
colegio de Caravaggio como en el de la Duquesa, ambos en la capital del reino
napolitano, hallará campo más vasto para su celo. Desde Lanciano había
solicitado del Papa el título de misionero apostólico. Benedicto XIV no le
contestó; pero intensificó las misiones en las Dos Sicilias, en tanto que los
superiores de la Orden desligaban a Pompilio de la tarea de la enseñanza para
dedicarle plenamente a capellán permanente, predicador cotidiano y a confesor
continuo de chicos y grandes en la iglesia de los respectivos colegios. Y en
tal ambiente, y como director de la Archicofradía de la Caridad de Dios, se
entrega a una vida apostólica fervorosísima, que Dios sella con incontables y
sorprendentes prodigios. Tal vez hace falta en Nápoles un revulsivo así, cuando
el regalismo de Tanucci, ministro del rey Carlos, el que luego en España será
Carlos III, amenaza a la Iglesia en el reino no menos que el jansenismo de los
capellorini.
Una madre acude un día a la iglesia de
Caravaggio con el inaplazable problema de que se le ha caído su hijito a un
pozo. Pompilio se compadece, parte con ella hasta el brocal, hace la señal de
la cruz, y en los procesos consta la maravilla de que el nivel de las aguas
empieza a subir, como si el pozo las regurgitara, hasta que aflora el niño,
ileso y sonriente, al alcance de la mano de su madre enloquecida.
Una penitente del taumaturgo sufre los malos
tratos de su marido, hombre vicioso y de áspera condición. Se encomienda a las
oraciones de su confesor y experimentan las cosas tal cambio que hasta el
esposo invita a un paseo por el campo el próximo domingo a su antes odiada
mujer. Corre ella a contárselo al confesor, pero éste, sin darle total crédito,
la pone en recelo y la aconseja que le llame, si llega a verse en peligro.
Realízase lo del paseo dominical, mas ya en pleno campo el pérfido consorte
saca un cuchillo y trata de asesinarla; pero, al invocar ella al padre
Pompilio, aparece su figura demacrada y austera, arrebata el arma al asesino y
le increpa de tal forma que cae de hinojos compungido y con promesa de
confesión. Va, efectivamente, a confesarse a la mañana siguiente con el propio
San Pompilio, y éste le muestra el consabido cuchillo. Pero lo más notable es
que, a la hora precisa del frustrado atentado, el Santo estaba en público, en
el púlpito de su iglesia, e interrumpió unos momentos su sermón, como abstraído
en otra cosa, y lo continuó después sin aludir a nada. No tardó en saberse todo
y quedó depuesto en los testimonios procesales. La bilocación no es fenómeno
desconocido en las vidas de los santos.
Más tierno y humano fue el incidente del sermón
del 17 de noviembre de 1756. Lo interrumpió en el momento más inspirado de un
párrafo vibrante; permaneció mudo unos minutos, que al expectante público
parecieron eternos, y a continuación explicó: "Suplico un requiem aeternam
por el alma bendita de mi madre, que en este instante acaba de fallecer".
Y así innumerables hechos asombrosos.
Mas la santidad no se prueba en los prodigios,
sino en la tribulación y el sufrimiento. ¿Fue política externa de regalismo?
¡Fue política interna de separación de provincias entre la Pulla y la
Napolitana? ¿Fueron —y es lo más probable— maquinaciones de los capellonni
jansenistas que chocaban con las misericordiosas benignidades del confesonario
del padre Pompilio? Lo cierto es que tanto del palacio real como de la
cancillería arzobispal salieron órdenes a principios de 1759 suspendiendo del
ministerio y desterrando del reino al taumaturgo de Nápoles. Los caballos de la
calesa que le llevó primero al colegio de Posilino no quisieron arrancar hasta
que el padre rector dio por obediencia la orden al propio desterrado. Consumado
el primer paso, llegó de Roma el destino a Luga, en la Emlia, y a Ancona, en
las Marcas, regiones centrales de Italia con colegios que no eran de la Pulla
ni de Nápoles.
De cuatro años fue esta que podemos llamar
tercera etapa de la vida apostólica de San Pompilio, ni menos fervorosa ni
menos fecunda que la de Nápoles o los Abruzos, y avalada además con la
resignación y humildad con que abrazó toda obediencia. Pero el Señor dispuso su
rehabilitación con la vuelta triunfal a Nápoles, el rectorado de Manfredonia,
el apostolado en su ciudad natal de Montecalvo y el rectorado con el magisterio
de novicios en Campi Salentino de la Pulla, donde brillaron sus últimos
destellos y dejó con sus huesos la ejemplaridad de su santísima muerte. Por
cierto, aquí revivió la figura del entero escolapio con sus preocupaciones
docentes y hasta haciéndose cargo provisional de la escuela de los pequeñines.
Pero no hay que omitir el doble carácter de
externa austeridad y de dulzura interior que tiene las dos caras de la
espiritualidad pompiliana. En pleno siglo XVIII, el de Voltaire y Rousseau, del
enciclopedismo y del regalismo, del iluminismo y racionalismo, pródromos de la
Revolución Francesa, San Pompilio predicó principalmente de los Novísimos o
Postrimerías con los acentos de un San Vicente Ferrer, y plasmó la devoción a
las almas del purgatorio en prodigios que pueden parecer ridículos al
contarlos, pero que dejaron honda huella de pasmo y terror en los testigos
presenciales al realizarse, como el rezar el rosario alternando con las
calaveras de la cripta o carnerario de la iglesia de Caravaggio, o saludar y
recibir contestación verbal de los esqueletos del cementerio de Montecalvo, y no
en forma privada, sino ante multitudes. Por otra parte, su devoción a la Virgen
obtuvo coloquios como el del Ave María contestado con un "Ave,
Pompilio" de parte de la Mamma bel-la, como él llamó siempre a Nuestra
Señora, y el bel-lo Amante fue el Corazón de Jesús, cuya devoción propagó con
tantos favores y prodigios como Santa Margarita María de Alacoque. Fue, pues,
San Pompilio una llamarada de sobrenaturalismo en los momentos mismos en que
empezaba el intento de descristianización de los siglos XVIII y XIX de la Edad
Moderna.