Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XXIII
De la Feria. Salterio III
10 de septiembre
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Al Señor, al gran
Rey, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al Señor, al gran
Rey, venid, adorémosle.
Himno: GRACIAS, SEÑOR POR EL DÍA
Gracias, Señor, por el día,
por tu mensaje de amor
que nos das en cada flor;
por esta luz de alegría,
te doy las gracias, Señor.
Gracias, Señor, por la espina
que encontraré en el sendero,
donde marcho pregonero
de tu esperanza divina;
gracias, por ser compañero.
Gracias, Señor, porque dejas
que abrase tu amor mi ser,
porque haces aparecer
tus flores a mis abejas,
tan sedientas de beber.
Gracias por este camino,
donde caigo y me levanto,
donde te entrego mi canto
mientras marcho peregrino,
Señor, a tu monte santo.
Gracias, Señor, por la luz
que ilumina mi existir;
por este dulce dormir
que me devuelve a tu cruz.
¡Gracias, Señor, por vivir! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado
la culpa de tu pueblo.
Salmo 84 - NUESTRA SALVACIÓN ESTA CERCA
Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.
Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?
¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, has sido
bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.
Ant 2. Mi alma te ansía
de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.
Cántico: HIMNO DESPUÉS DE LA VICTORIA SOBRE EL
ENEMIGO Is 26, 1-4. 7-9. 12
Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes:
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua:
La senda del justo es recta.
Tú allanas el sendero del justo;
en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,
ansiando tu nombre y tu recuerdo.
Mi alma te ansía de noche,
mi espíritu en mi interior madruga por ti,
porque tus juicios son luz de la tierra,
y aprenden justicia los habitantes del orbe.
Señor, tú nos darás la paz,
porque todas nuestras empresas
nos las realizas tú.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi alma te ansía
de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.
Ant 3. Ilumina, Señor, tu
rostro sobre nosotros.
Salmo 66 - QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ilumina, Señor, tu
rostro sobre nosotros.
LECTURA BREVE 1Jn 4, 14-15
Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para
ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios
permanece en él y él en Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo.
R. Dios mío, mi
escudo y peña en que me amparo.
V. Mi alcázar, mi
libertador.
R. En que me amparo.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dios mío, mi
escudo y peña en que me amparo.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Amós 9, 1-15
SALVACIÓN DE LOS JUSTOS
En aquellos días, vi al Señor de pie junto al altar, y me dijo:
«¡Golpea los capiteles y que se desplomen los umbrales! Hazlos trizas sobre las
cabezas de todos, y a los que queden los mataré yo a espada; no escapará ni un fugitivo,
ni un evadido se salvará. Aunque perforen hasta el infierno, de allí los sacará
mi mano; aunque suban hasta el cielo, de allí los derribaré; aunque se escondan
en la cumbre del Carmelo, allí los descubriré y prenderé; aunque se oculten de
mis ojos en lo profundo del mar, allá enviaré la serpiente que los muerda;
aunque vayan prisioneros delante de sus enemigos, allá enviaré la espada que
los mate; volveré contra ellos mis ojos para mal, y no para bien.»
El Señor de los ejércitos toca la tierra y se derrite, y desfallecen sus
habitantes. La hace crecer como el Nilo, y menguar como el río de Egipto;
construye en el cielo su morada, cimienta sobre la tierra su bóveda; convoca
las aguas del mar, y las derrama sobre la superficie de la tierra. «El Señor»
es su nombre.
«¿No sois para mí como etíopes, hijos de Israel? -dice el Señor-. ¿No hice
subir a Israel del país de Egipto, como a los filisteos de Creta y a los sirios
de Quir? Mirad, los ojos del Señor se vuelven contra el reino pecador, lo
aniquilaré de la superficie de la tierra; pero no aniquilaré a la casa de Jacob
-oráculo del Señor-. Daré órdenes para que zarandeen a Israel entre las
naciones, como se zarandea una criba sin que caiga un grano a tierra. Los
pecadores de mi pueblo morirán a espada, los que dicen: "No se acerca, no
nos alcanza la desgracia."
Aquel día levantaré la tienda caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus
ruinas como en otros tiempos. Para que posean las primicias de Edom y de todas
las naciones donde se invocó mi nombre -oráculo del Señor-.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que el que ara seguirá de cerca al
segador; el que pisa las uvas, al sembrador; los montes manarán vino, y fluirán
los collados. Haré volver los cautivos de Israel, reconstruirán las ciudades
destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su vino, cultivarán
huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en su suelo, y no serán
arrancados de su tierra que yo les di -dice el Señor, tu Dios-.»
RESPONSORIO Cf. Hch 15, 16-17. 14
R. «Para que busquen al Señor todos los hombres y todas las naciones
que invocan mi nombre, * volveré y reconstruiré la tienda de David que está
caída», dice el Señor.
V. Dios intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para
su nombre, según lo dice la Escritura.
R. «Volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída», dice
el Señor.
SEGUNDA LECTURA
De las Cuestiones de san Máximo Confesor, abad, a Talasio
(Cuestión 63: PG 90, 667-670)
LA LUZ QUE ILUMINA A TODO HOMBRE
La lámpara colocada sobre el candelero, de la que habla la Escritura, es
nuestro Señor Jesucristo, luz verdadera del Padre, que viniendo a este mundo
ilumina a todo hombre; al tomar nuestra carne, el Señor se ha convertido en
lámpara y por esto es llamado «luz», es decir, Sabiduría y Palabra del Padre y
de su misma naturaleza. Como tal es proclamado en la Iglesia por la fe y por la
piedad de los fieles. Glorificado y manifestado ante las naciones por su vida
santa y por la observancia de los mandamientos, alumbra a todos los que están
en la casa (es decir, en este mundo), tal como lo afirma en cierto lugar esta
misma Palabra de Dios: No se enciende una lámpara para meterla bajo el celemín,
sino para ponerla sobre el candelero, así alumbra a todos los que están en la
casa. Se llama a sí mismo claramente lámpara, como quiera que siendo Dios por
naturaleza quiso hacerse hombre por una dignación de su amor.
Según mi parecer, también el gran David se refiere a esto cuando, hablando del
Señor, dice: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Con
razón, pues, la Escritura llama lámpara a nuestro Dios y Salvador, ya que él
nos libra de las tinieblas de la ignorancia y del mal.
El, en efecto, al disipar, a semejanza de una lámpara, la oscuridad de nuestra
ignorancia y las tinieblas de nuestro pecado, ha venido a ser como un camino de
salvación para todos los hombres: con la fuerza que comunica y con el
conocimiento que otorga, el Señor conduce hacia el Padre a quienes con él
quieren avanzar por el camino de la justicia y seguir la senda de los mandatos
divinos. En cuanto al candelero, hay que decir que significa la santa Iglesia,
la cual, con su predicación, hace que la palabra luminosa de Dios brille e
ilumine a los hombres del mundo entero, como si fueran los moradores de la
casa, y sean llevados de este modo al conocimiento de Dios con los fulgores de
la verdad.
La palabra de Dios no puede, en modo alguno, quedar oculta bajo el celemín; al
contrario, debe ser colocada en lo más alto de la Iglesia, como el mejor de sus
adornos. Si la palabra quedara disimulada bajo la letra de la ley, como bajo un
celemín, dejaría de iluminar con su luz eterna a los hombres. Escondida bajo el
celemín, la palabra ya no sería fuente de contemplación espiritual para los que
desean librarse de la seducción de los sentidos, que, con su engaño, nos
inclinan a captar solamente las cosas pasajeras y materiales; puesta, en
cambio, sobre el candelero de la Iglesia, es decir, interpretada por el culto
en espíritu y verdad, la palabra de Dios ilumina a todos los hombres. La letra,
en efecto, si no se interpreta según su sentido espiritual, no tiene más valor
que el sensible y está limitada a lo que significan materialmente sus palabras,
sin que el alma llegue a comprender el sentido de lo que está escrito.
No coloquemos, pues, bajo el celemín, con nuestros pensamientos racionales, la
lámpara encendida (es decir, la palabra que ilumina la inteligencia), a fin de
que no se nos pueda culpar de haber colocado bajo la materialidad de la letra
la fuerza incomprensible de la sabiduría; coloquémosla, más bien, sobre el
candelero (es decir, sobre la interpretación que le da la Iglesia), en lo más
elevado de la genuina contemplación; así iluminará a todos los hombres con los
fulgores de la revelación divina.
RESPONSORIO Jn 12, 35. 36; 9, 39
R. Caminad mientras tenéis luz, para que las tinieblas no os
sorprendan. * Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la
luz.
V. Yo he venido a este mundo para que los que no ven vean.
R. Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la
luz.
Martes, 10
de septiembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Lucas (6, 12-19):
Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en
la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió
doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
A Simón, a quien llamó Pedro,
y a su hermano Andrés;
a Santiago y Juan,
a Felipe y Bartolomé,
a Mateo y Tomás,
a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes;
a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de
discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y
de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser
curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos
quedaban curados.
Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a
todos.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Nos ha suscitado el Señor una fuerza de salvación,
según lo había predicho por boca de sus santos profetas.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nos ha suscitado
el Señor una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus
santos profetas.
PRECES
Adoremos a Cristo, que con su sangre ha adquirido
el pueblo de la nueva alianza, y digámosle suplicantes:
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Rey y redentor nuestro, escucha la alabanza que te dirige tu Iglesia en el
comienzo de este día,
y haz que no deje nunca de glorificarte.
Que nunca, Señor, quedemos confundidos
los que en ti ponemos nuestra fe y nuestra esperanza.
Mira compasivo nuestra debilidad y ven en ayuda nuestra,
ya que sin ti nada podemos hacer.
Acuérdate de los pobres y desvalidos;
que este día que comienza les traiga solaz y alegría.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Ya que deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al
Padre que a todos llegue el reino de su Hijo:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso, de quien dimana la bondad y
hermosura de todo lo creado; haz que comencemos este día con ánimo alegre, y
que realicemos nuestras obras movidos por el amor a ti y a los hermanos. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
El Beato Francisco Gárate nació en Azpeitia, Guipuzcoa, el 1857.
Se sintió muy pronto inclinado a la vida religiosa, concretamente en la
Compañía de Jesús. Hizo el Noviciado en Poyanne, y los votos religiosos en
1876.
Solo tuvo dos destinos en su vida religiosa. Once años en La
Guardia, como enfermero y sacristán, desde 1877 a 1888, y 41 años y medio en
Deusto, como portero y sacristán. Así fue de sencilla su vida. "El santo
portero de Deusto", como se le llamó, hizo de la portería su gloria y su
corona. Allí dió gloria a Dios. Allí sirvió a sus hermanos.
Solo hizo tres salidas en esos 41 años: Tres días en Loyola en
1921 para celebrar las fiestas centenarias de la Herida de su ilustre paisano
San Ignacio en Pamplona. Un día en Orduña en 1927 para asistir a las bodas de
oro de su hermano Ignacio. Y un día en la enfermería en 1929. Menos de un día:
a las pocas horas iba a encontrarse con el portero del cielo.
El Decreto de virtudes heroicas le llama "el Santo de la vida
ordinaria". Cifró la santidad en cumplir a la perfección su obligación.
Por ello veneramos en el H. Gárate al santo de la vida profesional. Es un
profesional santo. Un santo profesional. Hizo lo ordinario extraordinariamente
bien. No tuvo heroicidades específicas, ni actos heroicos deslumbrantes. Esto
recuerda lo que en El Divino Impaciente, de Pemán, aconseja Ignacio a Javier:
"No hay virtud mas eminente que el hacer sencillamente lo que tenemos que
hacer".
La mejor escuela para el H. Gárate fueron los Ejercicios de San
Ignacio. Estar siempre dispuesto "para venir en perfección en cualquier
estado o vida que Dios Nuestro Señor nos diere a elegir... Piense cada uno que
tanto aprovechará en todas cosas espirituales, cuanto saliere de su propio
amor, querer y interés".
El H. Garate fue pura entrega a todos, en todo, día y noche, sin
preferencias, como no fueran los pobres. Nunca tuvo tiempo para él, ni
"puentes" ni vacaciones. No distinguía entre actividades naturales y
sobrenaturales. En todo adoraba a Dios, en todo servía a los hermanos.
"Voy, Señor", decía, cuando querían algo de él. "EL Hermano Finuras",
le decían los alumnos.
El Hermano iba sonriente y ágil por el inmenso edificio de la
Universidad, como endiosado. Veía a Dios en todo, en todos. Sonreía, suave y
afable con todos, cuidaba de todo, porque amar es servir: servicialidad
inagotable, envuelta en afabilidad, día y noche, a todas horas.
El Santo de la vida ordinaria, sí. Pero, de ordinario, nada. Todo
era un acto de amor extraordinario, una respuesta generosa dándose con todo
amor, una oblación total de su querer y libertad a su Divina Majestad, una
entrega sin límites, sin reservas, sin horarios, a todos sus hermanos.
El H. Garate fue un un contemplativo en la acción. Un profesional
contemplativo. Una tarea que se resuelve en amor y servicio, sin llevar la
cuenta, por amor. El se sentía don de Dios y quiso hacer de su vida un don.
Y así 41 años y pico. Le costó dejar su templo, su cuartucho de la
portería. El 8 de setiembre de 1929 por la tarde lo trasladaron a la
enfermería. Solo 13 horas. Al amanecer del 9 volaba a los brazos del Padre, de los
que nunca se había separado. El suave aroma de sus virtudes aún perfuma el
campus de la Universidad. "La gran lección del H. Garate, recordaba el P.
Arrupe, es la mejor lección impartida en Deusto".
El 16 de octubre de 1985 era solemmente beatificado el humilde
portero de Deusto por el Papa Juan Pablo II.
Con estos deseos de entregarse por entero a Dios, escuchó en
cierta ocasión un sermón, de un fraile o ermitaño de la orden de San Agustín,
sobre la vanidad del mundo, el cual lo hizo decidirse a renunciar al mundo de
manera absoluta e ingresar en la orden de aquel santo predicador. Esto lo hizo
sin pérdida de tiempo, entrando como religioso en el convento del pequeño
pueblo de Tolentino.
Nicolás hizo su noviciado bajo la dirección del mismo predicador e
hizo su profesión religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad. Lo
enviaron a varios conventos de su orden en Recanati, Macerata y otros. En todos
tuvo mucho éxito en su misión. En 1271 fue ordenado sacerdote por el obispo de
Osimo en el convento de Cingole.
Su aspecto en el altar era angelical. Las personas devotas se
esmeraban por asistir a su Misa todos los días, pues notaban que era un sacrificio
ofrecido por las manos de un santo. Nicolás parecía disfrutar de una especie de
anticipación de los deleites del cielo, debido a las comunicaciones secretas
que se suscitaban entre su alma tan pura y Dios en la contemplación, en
particular cuando acababa de estar en el altar o en el confesionario.
Durante los últimos treinta años de su vida, Nicolás vivió en
Tolentino y su celo por la salvación de las almas produjo abundantes frutos.
Predicaba en las calles casi todos los días y sus sermones iban acompañados de
grandiosas conversiones. Solía administrar los sacramentos en los albergues de
ancianos, hospitales y prisiones; pasaba largas horas en el confesionario. Sus
exhortaciones, ya fueran mientras confesaba o cuando daba el catecismo,
llegaban siempre al corazón y dejando huellas que perduraban para siempre en
quienes lo oían.
También, con el poder del Señor, realizó innumerables milagros, en
los que les pedía a los recipientes: "No digan nada sobre esto. Denle las
gracias a Dios, no a mí." Los fieles estaban impresionados de ver sus
poderes de persuasión y su espiritualidad tan elevada por lo que tenían gran
confianza en su intercesión para aliviar los sufrimientos de las almas en el
purgatorio. Esta confianza se confirmó muchos años después de su muerte cuando
fue nombrado el "Patrón de las Santas Almas".
Desde su infancia se decidió a renunciar a todo lo superfluo, así
como practicar grandes mortificaciones, y, desde temprana edad, adoptó el
hábito de ayunar tres días a la semana, miércoles, viernes y sábados. Cuando
creció añadió también los lunes. Durante esos cuatro días solo comía una vez
por día, a base de pan y agua.
Su mayor deleite se hallaba en leer buenos libros, en practicar
sus devociones y en las conversaciones piadosas. Su corazón le perteneció
siempre a la Iglesia. Sus padres no escatimaron en nada que tuvieran al alcance
para mejorar sus geniales aptitudes.
Siendo aún un joven estudiante, Nicolás fue escogido para el cargo
de canónigo en la iglesia de Nuestro Salvador. Esta ocupación iba en extremo de
acuerdo con su inclinación de ocuparse en el servicio a Dios. No obstante, el
santo aspiraba a un estado que le permitiera consagrar directamente todo su
tiempo y sus pensamientos a Dios, sin interrupciones ni distracciones.