Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA VII
De la Feria. Salterio III
23 de febrero
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis
labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca
que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: LAS SOMBRAS OSCURAS HUYEN.
Las sombras oscuras huyen,
ya va pasando la noche;
y el sol, con su luz de fuego,
nos disipa los temores.
Ya se apagan las estrellas
y se han encendido soles;
el rocío cae de los cielos
en el cáliz de las flores.
Las criaturas van vistiendo
sus galas y sus colores,
porque al nacer nuevo día
hacen nuevas las canciones.
¡Lucero, Cristo, del alba,
que paces entre esplendores,
apacienta nuestras vidas
ya sin sombras y sin noches!
¡Hermoso Cristo, el Cordero,
entre collados y montes! Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.
Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS CREADOR
El Señor reina vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;
pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es
admirable en el cielo. Aleluya.
Ant 2. Tú, Señor, eres
alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn
3,57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Tú, Señor, eres
alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Ant 3. Alabad al Señor en
el cielo. Aleluya.
Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS CREADOR
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes,
y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.
Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar.
Rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes.
Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros.
Fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo.
Los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor en
el cielo. Aleluya.
LECTURA BREVE Ez 37, 12b-14
Así dice el Señor. «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de
vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando
abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis
que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en
vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás
sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de
nosotros.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de
Dios vivo, ten piedad de nosotros.
PRIMERA LECTURA
Comienza la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,
1-14
ACCIÓN DE GRACIAS EN LA TRIBULACIÓN
Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la
Iglesia de Dios que está en Corinto, y a todos los fieles que están en Acaya
entera: gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de
Jesucristo, el Señor.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y
Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder
nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con
que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los
sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa
nuestro consuelo. Si somos atribulados, es para que tengáis aliento y
salvación; si somos consolados, es también para aliento vuestro, para que
soportéis valientemente los mismos padecimientos que nosotros padecemos. Es
firme, por otra parte, la esperanza que en vosotros ponemos, porque sabemos que
como participáis en el sufrimiento, también participáis en el consuelo.
No quisiéramos, hermanos, que desconocieseis la tribulación que nos sobrevino
en el Asia Menor. Nos vimos agobiados lo indecible, hasta no poder más; tanto
que desesperábamos hasta de conservar la vida. Lo cierto es que en nuestro
interior pensábamos que no nos quedaba otra cosa sino la muerte. Así lo
permitió Dios para que no pusiéramos nuestra confianza en nosotros mismos, sino
en Dios, que resucita a los muertos. Él nos libró entonces de tan inminente
peligro de muerte y nos librará también ahora. Sí, en él tenemos puesta la
esperanza de que nos seguirá librando. Ayudadnos también vosotros con vuestras
oraciones. Así serán muchos los que den gracias a Dios por causa nuestra, por
el beneficio que nos concedió, gracias a las plegarias de muchos.
Ésta es nuestra gloria: el testimonio de nuestra conciencia de que hemos vivido
entre los hombres, no a impulsos de una sabiduría terrena, sino de la gracia de
Dios, con la simplicidad y sinceridad que él nos ha dado, y esto, en un grado
mucho mayor entre vosotros. En verdad quo no hay otra cosa en nuestras cartas
sino lo que en ellas podéis leer y entender. Yo espero que llegaréis a
comprender perfectamente -en parte ya nos habéis comprendido- que somos vuestra
gloria, lo mismo que vosotros seréis la nuestra, en el día de nuestro Señor
Jesucristo.
RESPONSORIO Sal 93, 18-19; 2Co 1, 5
R. Tu misericordia, Señor, me sostiene; * cuando se multiplican mis
preocupaciones, tus consuelos son mi delicia.
V. Si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre
nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.
R. Cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi
delicia.
SEGUNDA LECTURA
De los Capítulos de san Máximo Confesor, abad, Sobre la caridad
(Centuria 1, cap. 1, 4-5. 16-17. 23-24. 26-28. 30-40: PG 90, 962-967)
SIN LA CARIDAD, TODO ES VANIDAD DE VANIDADES
La caridad es aquella buena disposición del ánimo que nada antepone al
conocimiento de Dios. Nadie que esté subyugado por las cosas terrenas podrá
nunca alcanzar esta virtud del amor a Dios.
El que ama a Dios antepone su conocimiento a todas las cosas por él creadas, y
todo su deseo y amor tienden continuamente hacia él.
Como sea que todo lo que existe ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios es
inmensamente superior a sus creaturas, el que dejando de lado a Dios,
incomparablemente mejor, se adhiere a las cosas inferiores demuestra con ello
que tiene en menos a Dios que a las cosas por él creadas.
El que me ama -dice el Señor- guardará mis mandamientos. Este es mi
mandamiento: que os améis unos a otros. Por tanto, el que no ama al prójimo no
guarda su mandamiento. Y el que no guarda su mandamiento no puede amar a Dios.
Dichoso el hombre que es capaz de amar a todos los hombres por igual.
El que ama a Dios ama también inevitablemente al prójimo; y el que tiene este
amor verdadero no puede guardar para sí su dinero, sino que lo reparte según
Dios a todos los necesitados.
El que da limosna no hace, a imitación de Dios, discriminación alguna, en lo
que atañe a las necesidades corporales, entre buenos y malos, justos e
injustos, sino que reparte a todos por igual, a proporción de las necesidades
de cada uno, aunque su buena voluntad le inclina a preferir a los que se
esfuerzan en practicar la virtud, más bien que a los malos.
La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino sobre todo con el
hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados
corporales.
El que, renunciando sinceramente y de corazón a las cosas de este mundo, se
entrega sin fingimiento a la práctica de la caridad con el prójimo pronto se ve
liberado de toda pasión y vicio, y se hace partícipe del amor y del
conocimiento divinos.
El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina no se cansa ni decae en el
seguimiento del Señor su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta
con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear
mal a nadie.
No os contentéis con decir -advierte el profeta Jeremías-: «Somos templo del
Señor.» Tú no digas tampoco: «La sola y escueta fe en nuestro Señor Jesucristo
puede darme la salvación.» Ello no es posible si no te esfuerzas en adquirir
también la caridad para con Cristo, por medio de tus obras. Por lo que respecta
a la fe sola, dice la Escritura: También los demonios creen y tiemblan.
El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón para
con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia; y también en el recto uso de
las cosas.
RESPONSORIO Jn 13, 34; 1Jn 2, 10. 3
R. Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente como yo os he
amado. * Quien ama a su hermano está siempre en la luz.
V. Sabemos que hemos llegado a conocer a Cristo, si guardamos sus
mandamientos.
R. Quien ama a su hermano está siempre en la luz.
Domingo, 23
de febrero de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,38-48):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no
hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla
derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la
túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla,
acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo
rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen,
para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre
malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo
también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed
perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
Palabra de Dios
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Dios, vuestro Padre, hace salir su sol sobre malos
y buenos.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios, vuestro
Padre, hace salir su sol sobre malos y buenos.
PRECES
Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu
Santo, para que con su luz santísima penetrara las almas de sus fieles, y
digámosle:
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Te bendecimos, Señor, luz nuestra,
porque a gloria de tu nombre nos has hecho llegar a este nuevo día.
Tú que por la resurrección de tu Hijo quisiste iluminar el mundo,
haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual.
Tú que por el Espíritu de la verdad adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo,
envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti.
Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las
tinieblas
y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante
meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu
voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.