Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XI
De la Feria. Salterio III
19 de junio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: DETENTE, AURORA DE ESTE NUEVO DÍA.
¡Detente, aurora de este nuevo día,
refleja en mis pupilas tu paisaje!
Mensajera de amor, es tu equipaje
la hermosura hecha luz y profecía.
¡Detente, aurora, dulce epifanía,
rostro de Dios, qué bello es tu mensaje!
Queme tu amor mi amor que va de viaje
en lucha, y en trabajo y alegría.
Avanzamos, corremos fatigados,
mañana tras mañana enfebrecidos
por la carga de todos los pecados.
Arrópanos, Señor, con la esperanza;
endereza, Señor, los pies perdidos,
y recibe esta aurora de alabanza. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma
hacia ti, Señor.
Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS
DIFICULTADES.
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alegra el alma de
tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Ant 2. Dichoso el hombre
que procede con justicia y habla con rectitud.
Cántico: DIOS JUZGARÁ CON JUSTICIA Is 33,13-16
Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor se apodera de los perversos:
«¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?».
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión;
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el hombre
que procede con justicia y habla con rectitud.
Ant 3. Aclamad al Rey y
Señor.
Salmo 97 - EL SEÑOR, JUEZ VENCEDOR
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamad al Rey y
Señor.
LECTURA BREVE Jb 1, 21; 2, 10b
Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo
dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor. Si aceptamos de
Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?
RESPONSORIO BREVE
V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Inclina, Señor, mi
corazón a tus preceptos.
V. Dame vida con tu
palabra.
R. Inclina, Señor, mi
corazón a tus preceptos.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Inclina, Señor, mi
corazón a tus preceptos.
PRIMERA LECTURA
Del libro de los Jueces 6, 1-6. 11-24a
VOCACIÓN DE GEDEÓN
En aquellos días, los hijos de Israel hicieron lo que desagradaba al Señor, y
el Señor los entregó durante siete años en manos de Madián, y la mano de Madián
pesó sobre Israel. Para escapar de Madián, los israelitas utilizaron las
hendiduras de las montañas, las cuevas y las cumbres escarpadas. Cuando
sembraba Israel, venía Madián con Amalec y los hijos del oriente, subían contra
Israel y acampaban en sus tierras hasta la entrada de Gaza. No dejaban víveres
en Israel, ni ovejas ni bueyes ni asnos, porque subían numerosos como
langostas, con sus ganados y sus tiendas. Ellos y sus camellos eran
innumerables e invadían el país para saquearlo. Así Madián redujo a Israel a
una gran miseria y los israelitas clamaron al Señor.
Vino el ángel del Señor y se sentó bajo el terebinto de Ofrá, que pertenecía a
Joás de Abiezer. Su hijo Gedeón estaba trillando el trigo en el lagar para
ocultárselo a Madián, cuando el ángel del Señor se le apareció y le dijo:
«El Señor está contigo, valiente guerrero.»
Gedeón contestó:
«Perdón, señor mío. Si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ocurre todo
esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos cuentan nuestros padres cuando
dicen: "Acaso no nos sacó el Señor de Egipto"? Pero ahora el Señor
nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián.»
Entonces el Señor se volvió hacia él y le dijo:
«Ve con esa fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián. ¿No soy
yo acaso el que te envía?»
Le respondió Gedeón:
«Perdón, señor mío, ¿cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más pobre de
Manasés y yo el último en la casa de mi padre.»
El Señor le respondió:
«Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre.»
Gedeón le dijo:
«Si he hallado gracia a tus ojos, dame una señal de que eres tú el que me
hablas. No te marches de aquí, por favor, hasta que yo vuelva. Te traeré mi
ofrenda y la pondré delante de ti.»
Él respondió:
«Me quedaré hasta que vuelvas.»
Gedeón se fue, preparó un cabrito y, con una medida de harina, hizo unas tortas
ázimas; puso la carne en un canastillo y el caldo en una olla y los llevó bajo
el terebinto. Cuando se acercaba, le dijo el ángel del Señor:
«Toma la carne y las tortas ázimas, ponlas sobre esa roca y vierte el caldo.»
Gedeón lo hizo así. Entonces el ángel del Señor extendió la punta del bastón
que tenía en su mano y tocó la carne y las tortas ázimas. Salió fuego de la
roca, consumió la carne y las tortas, y el ángel del Señor desapareció de su
vista. Entonces Gedeón se dio cuenta de que era el ángel del Señor y exclamó:
«¡Ah, mi señor, el Señor! ¡He visto cara a cara al ángel del Señor!»
El Señor le respondió:
«La paz sea contigo. No temas, no morirás.»
Gedeón levantó en aquel lugar un altar al Señor y lo llamó «el Señor es la
paz».
RESPONSORIO Is 45, 3-4; Jc 6, 14; cf. Is 45, 6
R. Yo soy el Señor, que te llamo por tu nombre, por mi siervo Jacob,
por mi escogido Israel. * Ve con esa fuerza que tienes, y salvarás a Israel.
V. Para que sepan todos que yo soy el Señor y no hay otro.
R. Ve con esa fuerza que tienes, y salvarás a Israel.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del
Señor.
(Cap. 13-15: CSEL 3, 275-278)
VENGA TU REINO, HÁGASE TU VOLUNTAD
Prosigue la oración que comentamos: Venga tu reino. Pedimos que se haga
presente en nosotros el reino de Dios, del mismo modo que suplicamos que su
nombre sea santificado en nosotros. Porque no hay un solo momento en que Dios
deje de reinar, ni puede empezar lo que siempre ha sido y nunca dejará de ser.
Pedimos a Dios que venga a nosotros nuestro reino que tenemos prometido, el que
Cristo nos ganó con su sangre y su pasión, para que nosotros, que antes
servimos al mundo, tengamos después parte en el reino de Cristo, como él nos ha
prometido, con aquellas palabras: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión
del reino que está preparado para vosotros desde la creación del mundo.
También podemos entender, hermanos muy amados, este reino de Dios, cuya venida
deseamos cada día, en el sentido de la misma persona de Cristo, cuyo próximo
advenimiento es también objeto de nuestros deseos. Él es la resurrección, ya
que en él resucitaremos, y por esto podemos identificar el reino de Dios con su
persona, ya que en él hemos de reinar. Con razón, pues, pedimos el reino de
Dios, esto es, el reino celestial, porque existe también un reino terrestre.
Pero el que ya ha renunciado al mundo está por encima de los honores y del
reino de este mundo.
Pedimos a continuación: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, no en
el sentido de que Dios haga lo que quiera, sino de que nosotros seamos capaces
de hacer lo que Dios quiere. ¿Quién, en efecto, puede impedir que Dios haga lo
que quiere? Pero a nosotros sí que el diablo puede impedirnos nuestra total
sumisión a Dios en sentimientos y acciones; por esto pedimos que se haga en
nosotros la voluntad de Dios, y para ello necesitamos de la voluntad de Dios,
es decir, de su protección y ayuda, ya que nadie puede confiar en sus propias
fuerzas, sino que la seguridad nos viene de la benignidad y misericordia
divina. Además, el Señor, dando pruebas de la debilidad humana, que él había
asumido, dice: Padre mío, si es posible, que pase este cáliz sin que yo lo
beba, y, para dar ejemplo a sus discípulos de que hay que anteponer la voluntad
de Dios a la propia, añade: Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya.
La voluntad de Dios es la que Cristo cumplió y enseñó. La humildad en la
conducta, la firmeza en la fe, el respeto en las palabras, la rectitud en las
acciones, la misericordia en las obras, la moderación en las costumbres; el no
hacer agravio a los demás y tolerar los que nos hacen a nosotros, el conservar
la paz con nuestros hermanos; el amar al Señor de todo corazón, amarlo en
cuanto Padre, temerlo en cuanto Dios; el no anteponer nada a Cristo, ya que él
nada antepuso a nosotros; el mantenernos inseparablemente unidos a su amor, el
estar junto a su cruz con fortaleza y confianza; y, cuando está en juego su
nombre y su honor, el mostrar en nuestras palabras la constancia de la fe que
profesamos, en los tormentos la confianza con que luchamos y en la muerte la
paciencia que nos obtiene la corona. Esto es querer ser coherederos de Cristo,
esto es cumplir el precepto de Dios y la voluntad del Padre.
RESPONSORIO Mt 7, 21; Mc 3, 35
R. El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, * ése entrará en
el reino de los cielos.
V. El que hace la voluntad de Dios es mi hermano y mi hermana y mi
madre.
R. Ése entrará en el reino de los cielos.
Miércoles,
19 de junio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no
tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas
limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en
las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os
aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que
no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en
secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no
seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y
en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han
recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la
puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo
escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los
hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os
aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la
cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre,
que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y
recuerda tu santa alianza.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Realiza, Señor,
con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.
PRECES
Invoquemos a Cristo, que se entregó a sí mismo por
la Iglesia, y le da alimento y calor, diciendo:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Bendito seas, Señor, Pastor de la Iglesia, que nos vuelves a dar hoy la luz y
la vida;
haz que sepamos agradecerte este magnífico don.
Mira con amor a tu grey, que has congregado en tu nombre;
haz que no se pierda ni uno solo de los que el Padre te ha dado.
Guía a tu Iglesia por el camino de tus mandatos,
y haz que el Espíritu Santo la conserve en la fidelidad.
Que tus fieles, Señor, cobren nueva vida participando en la mesa de tu pan y de
tu palabra,
para que, con la fuerza de este alimento, te sigan con alegría.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Concluyamos nuestra oración diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro
Maestro:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que nos has creado con tu sabiduría y
nos gobiernas con tu providencia, infunde en nuestras almas la claridad de tu
luz, y haz que nuestra vida y nuestras acciones estén del todo consagradas a
ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Aunque creció como un joven mundano, esclavo de sus
pasiones, algunas veces aspiró a ideales más elevados. La muerte de un pariente
suyo a manos de su propio padre durante un duelo, hizo que el joven escapase
horrorizado, y se internase en un monasterio cercano, donde permaneció por tres
años en la más absoluta austeridad y fervor.
Luego, el santo permaneció por años en compañía de
un santo ermitaño, quien veló por la total conversión y formación de San
Romualdo, de manera que éste pudiese predicar con ardor y corazón a Jesús.
Justamente, el anuncio del evanglio fue uno de sus más grande sueños, y
contando con el permiso del Papa, decidió partir a Hugría para iniciar su
misión evangelizadora. Sin embargo, una terrible enfermedad impidió su viaje, y
San Romualdo, que siempre estuvo atento a las señales de Dios, se dio cuenta
que el Padre Celestial no lo quería para esa misión.
Por treinta años, el santo fundó numerosas ermitas
y monasterio por toda Italia. El monaterio más famosos del santo es el de
Camáldoli, fundado por él alrededor del año 1012, y donde impuso reglas aún más
severas que la de San Benito, dando inicio a una nueva congregación llamada
Camaldulense, en la cual unió la vida cenbítica con la eremítica.
Luego de permanecer algunos años en Camáldole, el
santo retornó a sus viajes apostólicos. Pero la muerte lo sorprendió mientras
estaba visitando la región de Val-di-Castro, falleciendo el 19 de junio de
1027.
Otros Santos que se celebran hoy: Diosdado, obispo;
Gervasio, Protasio, Andrés, Gaudencio, Culmacio, Ursicinio, Zósimo, Bruno,
Bonifacio, Lamberto, mártires; Nazario, patriarca.
·
Oh Dios,
que has renovado en tu Iglesia
la vida eremítica por medio del abad san Romualdo,
haz que, negándonos a nosotros mismos para seguir a Cristo,
merezcamos llegar felizmente al reino de los cielos.
·
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
De la vida de san Romualdo, escrita por san Pedro
Damiani, obispo
Romualdo vivió tres años en la ciudad de Parenzo;
durante el primero, construyó un monasterio y puso en él una comunidad con su
abad; los otros dos, vivió recluido en él. Allí la bondad divina lo elevó a tan
alto grado de perfección que, inspirado por el Espíritu Santo, predijo algunos
sucesos futuros y llegó a la penetración de muchos misterios ocultos del
antiguo y del nuevo Testamento.
Con frecuencia, era arrebatado a un grado tan elevado
de contemplación que, deshecho todo él en lágrimas, abrasado por el ardor
inefable del amor divino, exclamaba:
«Amado Jesús, mi dulce miel, deseo inefable,
dulzura de los santos, encanto de los ángeles».
Y, otras cosas semejantes. Nosotros somos incapaces
de expresar con palabras humanas todo lo que él profería, movido por el gozo
del Espíritu Santo.
Dondequiera que aquel santo varón se decidía a
habitar, ante todo hacía en su celda un oratorio con su altar, y luego se
encerraba allí, impidiendo toda entrada.
Después de haber vivido así en varios lugares,
dándose cuenta de que ya se acercaba su fin, volvió definitivamente al
monasterio que había construido en Val de Castro y allí, en espera cierta de su
muerte cercana, se hizo edificar una celda con su oratorio, con el fin de
recluirse en ella y guardar silencio hasta la muerte.
Una vez construido este lugar de receso, en el cual
quiso él recluirse inmediatamente, su cuerpo empezó a experimentar unas
molestias progresivas y una creciente debilidad, producida más por la
decrepitud de sus muchos años que por enfermedad alguna.
Un día, esta debilidad comenzó a hacerse sentir con
más fuerza y sus molestias alcanzaron un grado alarmante. Cuando el sol ya se
ponía, mandó a los dos hermanos que estaban junto a él que salieran fuera, que
cerraran tras sí la puerta de la celda y que volvieran a la madrugada para
celebrar con él el Oficio matutino.
Ellos salieron como de mala gana, intranquilos
porque presentían su fin, y no se fueron en seguida a descansar sino que,
preocupados por el temor de que muriera su maestro, se quedaron a escondidas
cerca de la celda, en observación de aquel talento de tan valioso precio.
Después de algún rato, su interés les indujo a escuchar atentamente y, al no
percibir ningún movimiento de su cuerpo ni sonido alguno de su voz, seguros ya
de lo que había sucedido, empujan la puerta, entran precipitadamente encienden
una luz y encuentran el santo cadáver que yacía boca arriba, después que su
alma había sido arrebatada al cielo. Aquella perla preciosa yacía entonces como
despreciada, pero en realidad destinada en adelante a ser guardada con todos
los honores en el erario del Rey supremo.