Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA XXI
De la Feria. Salterio I. I Vísperas del Domingo XXII del Tiempo Ordinario.
31 de agosto
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Del Señor es la
tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Del Señor es la
tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Himno: EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL
ESPÍRITU.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.
Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría,
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia;
silabeas el alba igual que una palabra,
tú pronuncias el mar como sentencia.
Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.
Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas,
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.
¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven, en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Me adelanto a la
aurora pidiendo auxilio.
Ant 2. Mi fuerza y mi
poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico: HIMNO A DIOS, DESPUÉS DE LA VICTORIA DEL
MAR ROJO Ex 15, 1-4. 8-13. 17-18
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temibles por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi fuerza y mi
poder es el Señor, él fue mi salvación.
Ant 3. Alabad al Señor,
todas las naciones.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA
DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor,
todas las naciones.
LECTURA BREVE 2Pe 1, 10-11
Hermanos, poned más empeño todavía en consolidar vuestra vocación y elección.
Si hacéis así, nunca jamás tropezaréis; de este modo se os concederá
generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador
Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE
V. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
R. A ti grito, Señor,
tú eres mi refugio.
V. Mi heredad en el
país de la vida.
R. Tú eres mi
refugio.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. A ti grito, Señor,
tú eres mi refugio.
PRIMERA LECTURA
Carta del apóstol san Pablo a Filemón 1-25
EL APÓSTOL INTERCEDE POR ONÉSIMO
Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo, a Filemón, nuestro
querido amigo y colaborador, y a la hermana Apia y a Arquipo, nuestro compañero
de armas, y a la Iglesia que se reúne en tu casa: La gracia y la paz sean con
vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.
Doy continuamente gracias a mi Dios, al acordarme de ti en mis oraciones;
porque tengo noticias de tu caridad y de la fe que tienes para con Jesús, el
Señor, y para con todos los fieles. Que la generosidad que te inspira tu fe te
mueva a dar a conocer todo el bien que se da entre nosotros para gloria de
Cristo. En verdad, he recibido alegría y consuelo con las nuevas de tu caridad,
y porque, hermano, has proporcionado verdadero alivio a los corazones de los fieles.
Por este motivo, aunque tengo la suficiente confianza y libertad en nombre de
Cristo para mandarte lo que es justo, prefiero apelar a tu caridad. Y,
presentándome tal cual soy, yo, Pablo, anciano, y ahora además preso de Cristo
Jesús, te pido por mi hijo, a quien engendré entre cadenas, por Onésimo, que en
otro tiempo fue inútil para ti, para pero ahora es muy útil para ti y para mí.
Te lo envío, es decir, te envío mi corazón.
Yo quisiera retenerlo a mi lado, para que me sirviera en tu lugar, en estas
cadenas que llevo por el Evangelio; pero no quiero hacer nada sin contar
contigo. Así, el favor que me haces no será por imposición, sino por tu libre
voluntad. Quizás por esto ha permitido Dios que se escapara de tu lado por una
temporada. Así, lo recobrarás para siempre, y no ya como a esclavo, sino, mejor
que como a esclavo, como a un hermano carísimo; él es muy querido para mí, pero
¡cuánto más lo será para ti, no sólo desde el punto de vista material, sino
también en el Señor!
Si, pues, realmente me tienes por compañero tuyo, recíbelo como si fuese yo en
persona. Y, si en alguna cosa te ha perjudicado o te debe algo, ponlo a mi
cuenta. Yo, Pablo, lo firmo de mi puño y letra: yo te lo pagaré. Por no
recordarte que tú mismo te me debes. Sí, hermano, hazme este favor en el Señor.
Consuela mi corazón en Cristo.
Seguro de tu docilidad, te escribo la presente, sabiendo que harás más de lo
que te digo. Y, al mismo tiempo, vete preparándome el hospedaje, porque espero
que por vuestras oraciones Dios hará que me llegue a vosotros.
Saludos de Epafras, mi compañero de prisión en Cristo Jesús. También de Marcos,
de Aristarco, de Demas y de Lucas, mis colaboradores. La gracia de Jesucristo,
el Señor, sea con vuestro espíritu.
RESPONSORIO Ga 3, 28; 4, 7; Flm 16
R. Todos sois uno en Cristo Jesús. * Por consiguiente, ya no eres
esclavo, sino hijo; y, si eres hijo, también eres heredero por voluntad de
Dios.
V. Recíbelo, y no ya como a esclavo, sino, mejor que como a esclavo,
como a un hermano carísimo.
R. Por consiguiente, ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres hijo,
también eres heredero por voluntad de Dios.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio
de san Mateo
(Homilía 50, 3-4: PG 58, 508-509)
AL ADORNAR EL TEMPLO, NO DESPRECIES AL HERMANO NECESITADO
¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo
contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos
de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que
dijo: Esto es mi cuerpo, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó
también: Tuve hambre y no me disteis de comer, y más adelante: Siempre que
dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis
de hacer. El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los
pobres, en cambio, necesitan que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos.
Reflexionemos, pues, y honremos a Cristo con aquel mismo honor con que él desea
ser honrado; pues, cuando se quiere honrar a alguien, debemos pensar en el
honor que a él le agrada, no en el que a nosotros nos place. También Pedro
pretendió honrar al Señor cuando no quería dejarse lavar los pies, pero lo que
él quería impedir no era el honor que el Señor deseaba, sino todo lo contrario.
Así tú debes tributar al Señor el honor que él mismo te indicó, distribuyendo
tus riquezas a los pobres. Pues Dios no tiene ciertamente necesidad de vasos de
oro, pero sí, en cambio, desea almas semejantes al oro.
No digo esto con objeto de prohibir la entrega de dones preciosos para los
templos, pero sí que quiero afirmar que, junto con estos dones y aun por encima
de ellos, debe pensarse en la caridad para con los pobres. Porque si Dios
acepta los dones para su templo, le agradan, con todo, mucho más las ofrendas
que se dan a los pobres. En efecto, de la ofrenda hecha al templo sólo saca
provecho quien la hizo; en cambio, de la limosna saca provecho tanto quien la
hace como quien la recibe. El don dado para el templo puede ser motivo de
vanagloria, la limosna, en cambio, sólo es signo de amor y de caridad.
¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo
muere de hambre? Da primero de comer al hambriento y luego, con lo que te
sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no
eres capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de qué serviría recubrir el altar con
lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para
cubrir su desnudez? ¿Qué ganas con ello? Dime si no: Si ves a un hambriento
falto del alimento indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a
contemplar una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello?
¿No se indignará más bien contigo? O si, viéndolo vestido de andrajos y muerto
de frío, sin acordarte de su desnudez, levantas en su honor monumentos de oro,
afirmando que con esto pretendes honrarlo, ¿no pensará él que quieres burlarte
de su indigencia con la más sarcástica de tus ironías?
Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas
errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el
pavimento, las paredes y las columnas del templo. Con cadenas de plata sujetas
lámparas, y te niegas a visitarlo cuando él está encadenado en la cárcel. Con
esto que estoy diciendo, no pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí
que quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin descuidar lo
otro; es más: os exhorto a que sintáis mayor preocupación por el hermano
necesitado que por el adorno del templo. Nadie, en efecto, resultará condenado
por omitir esto segundo, en cambio, los castigos del infierno, el fuego
inextinguible y la compañía de los demonios están destinados para quienes
descuiden lo primero. Por tanto, al adornar el templo, procurad no despreciar
al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que aquel otro.
RESPONSORIO Mt 25, 35. 40; Pr 19, 17
R. Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber,
fui forastero y me hospedasteis. * Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con
uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
V. Quien se apiada del pobre presta al Señor.
R. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis
humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Sábado, 31
de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse
de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le
dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su
capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a
negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó
otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió
el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos
empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había
recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco
talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo
poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se
acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos
talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo
poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor,
sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no
esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo
tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y
holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?
Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera
recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene
diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le
quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las
tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes."»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en
sombra de muerte.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ilumina, Señor, a
los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
PRECES
Bendigamos a Cristo que para ser ante Dios el
pontífice misericordioso y fiel de los hombres se hizo en todo semejante a
nosotros, y supliquémosle diciendo:
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor.
Señor, sol de justicia, que nos iluminaste en el bautismo,
te consagramos este nuevo día.
Que sepamos bendecirte en cada uno de los momentos de nuestra jornada
y glorifiquemos tu nombre con cada una de nuestras acciones.
Tú que tuviste por madre a María, siempre dócil a tu palabra,
encamina hoy nuestros pasos para que obremos también como ella según tu
voluntad.
Haz que mientras vivimos aún en este mundo que pasa anhelemos la vida eterna
y por la fe, la esperanza y el amor vivamos ya contigo en tu reino.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Con la misma confianza que tienen los hijos con su padre, acudamos nosotros a
nuestro Dios, diciéndole:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Señor, que la claridad de la
resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra vida; que no
temamos ante la oscuridad de la muerte y podamos llegar un día a la luz que no
tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
San Ramón nació de familia noble en Portell, cerca de Barcelona,
España en el año 1200. Recibió el sobrenombre de non natus (no nacido), porque
su madre murió en el parto antes de que el niño viese la luz. Con el permiso de
su padre, el santo ingresó en la orden de los Mercedarios, que acababa de
fundarse. San Pedro Nolasco, el fundador, recibió la profesión de Ramón en Barcelona.
Progresó tan rápidamente en virtud que, dos o tres años después de
profesar, sucedió a San Pedro Nolasco en el cargo de "redentor o
rescatador de cautivos". Enviado al norte de África con una suma
considerable de dinero, Ramón rescató en Argel a numerosos esclavos. Cuando se
le acabó el dinero, se ofreció como rehén por la libertad de ciertos
prisioneros cuya situación era desesperada y cuya fe se hallaba en grave
peligro. Pero el sacrificio de San Ramón no hizo más que exasperar a los
infieles, quienes le trataron con terrible crueldad. Sin embargo, el magistrado
principal, temiendo que si el santo moría no se pudiese obtener la suma
estipulada por la libertad de los prisioneros a los que representaba, dio orden
de que se le tratase más humanamente. Con ello, el santo pudo salir a la calle,
lo que aprovechó para confortar y alentar a los cristianos y hasta llegó a
convertir y bautizar a algunos mahometanos. Al saberlo, el gobernador le
condenó a morir empalado, pero quienes estaban interesados en cobrar la suma
del rescate consiguieron que se le conmutase la pena de muerte por la de
flagelación. San Ramón no perdió por ello el valor, sino que prosiguió la tarea
de auxiliar a cuantos se hallaban en peligro, sin dejar escapar la menor
ocasión de ayudarlos.
San Ramón encaró dos grandes dificultades. No tenía ya un solo
centavo para rescatar cautivos y predicar el cristianismo a los musulmanes
equivalía a la pena de muerte. Pero nada lo detuvo ante el llamado del Señor.
Consciente del martirio inminente, volvió a instruir y exhortar tanto a los
cristianos como a los infieles. El gobernador, enfurecido ante tal audacia,
ordenó que se azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y que se le
perforasen los labios con un hierro candente. Mandó ponerle en la boca un
candado, cuya llave guardaba él mismo y sólo la daba al carcelero a la hora de
las comidas. En esa angustiosa situación pasó San Ramón ocho meses, hasta que
San Pedro Nolasco pudo finalmente enviar algunos miembros de su orden a
rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse para asistir a los esclavos en
Africa, sin embargo, obedeció la orden de su superior y pidió a Dios que
aceptase sus lágrimas, ya que no le había considerado digno de derramar su
sangre por las almas de sus prójimos.
A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio
IX, pero permaneció tan indiferente a ese honor que no había buscado, que no
cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda del convento de Barcelona, ni su
manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San Ramón obedeció, pero
emprendió el viaje como el religioso más humilde. Dios dispuso que sólo llegase
hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona, donde le sorprendió una
violenta fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta
y seis años cuando murió el 31 de agosto de 1240. Cardona pronto se transformó
en meta de peregrinaciones. Fue sepultado en la capilla de San Nicolás de
Portell.
El Papa Alejandro VII lo incluyó en el Martirologio Romano en
1657.
San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas y las parteras
debido a las circunstancias de su nacimiento.
La comisión nombrada por el Papa Benedicto XIV propuso suprimir
del calendario general la fiesta de San Ramón por la dificultad de encontrar
documentos fidedignos sobre su vida.
Todo lo que se sabe a ciencia cierta acerca de él se deriva de los
Evangelios canónicos. Nació en Arimatea ---de ahí su apellido--- "una ciudad
de Judea" (Lc. 23,51), que es muy probable idéntica a Ramá, el lugar de
nacimiento del profeta Samuel, aunque varios estudiosos prefieren identificarla
con la ciudad de Ramleh. Él era un israelita rico (Mt. 27,57), "un hombre
bueno y justo" (Lc. 23,50), "que también esperaba el Reino de
Dios" (Mc. 15,43). San Lucas y San Marcos lo llaman también a bouleutes,
literalmente “un senador”, con lo cual se denota un miembro del Sanedrín o
consejo supremo de los judíos. Era un discípulo de Jesús, probablemente desde
la primera predicación de Cristo en Judea (Jn. 2,23), pero él no se declaraba
como tal "por miedo a los judíos" (Jn. 19,38). Debido a esta lealtad
secreta a Jesús, no consintió en que el Sanedrín le condenase (Lc. 23,51), y lo
más probable es que estuvo ausente a la reunión que condenó a muerte a Jesús
(Cf. Mc. 14,64).
La Crucifixión del Maestro avivó la fe y el amor de José, y le
sugirió que debía tomar las medidas necesarias para el entierro de Cristo antes
de que el sábado comenzara. Sin pensar, por tanto, en todo el peligro personal,
un peligro que era realmente considerable dadas las circunstancias, que con
valentía le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús, y tuvo éxito en su petición (Mc.
15,43-45). Una vez en posesión de este tesoro sagrado, ---junto con Nicodemo, a
quien su valor había envalentonado a lo mismo, y quien trajo especias
abundantes--- envolvió el Cuerpo de Cristo en lino fino y bandas mortuorias, lo
puso en su propia tumba, nueva y sin uso, sin embargo, y excavada en una roca
en un jardín vecino, y se retiró después de rodar una gran piedra a la apertura
del sepulcro (Mt. 27,59-60; Mc. 15,46; Lc. 23,53; Jn. 19,38-42). Así se cumplió
la profecía de Isaías de que la tumba del Mesías sería con un hombre rico (Is.
53,9).
La Iglesia griega celebra la fiesta de José de Arimatea el 31 de
julio, y la Iglesia Latina el 17 de marzo. Los detalles adicionales que se
encuentran respecto a él en el apócrifo "Acta Pilati" no son dignos
de credibilidad. Del mismo modo es fabuloso es la leyenda que habla de su
llegada a la Galia en el año 63 d.C., y de allí a Gran Bretaña, donde se supone
que fundó el primer oratorio cristiano en Glastonbury.