Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XIX
De la Feria. Salterio III
12 de agosto
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis
labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: ERES LUZ Y SIEMBRAS CLARIDADES
Eres la luz y siembras claridades;
abres los anchos cielos que sostienen,
como un pilar, los brazos de tu Padre.
Arrebatada en rojos torbellinos,
el alba apaga estrellas lejanísimas;
la tierra se estremece de rocío.
Mientras la noche cede y se disuelve,
la estrella matinal, signo de Cristo,
levanta el nuevo día y lo establece.
Eres la luz total, Día del Día,
el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichosos los que
viven en tu casa, Señor.
Ant 2. Venid, subamos al
monte del Señor.
Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA
DE LOS MONTES Is 2, 2-5
Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos,
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven;
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, subamos al
monte del Señor.
Ant 3. Cantad al Señor,
bendecid su nombre.
Salmo 95 - EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantad al Señor,
bendecid su nombre.
LECTURA BREVE St 2, 12-13
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues
habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la
misericordia triunfa sobre el juicio.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito el Señor ahora y por siempre.
R. Bendito el Señor
ahora y por siempre.
V. Sólo él hizo
maravillas.
R. Ahora y por
siempre.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Bendito el Señor
ahora y por siempre.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes 5, 1-19
ELISEO REVELA EL PODER DE DIOS EN LA CURACIÓN DE NAAMÁN DE SIRIA
En aquellos días, Naamán, general del ejército del rey sirio, era un hombre que
gozaba de la estima y del favor de su señor, pues por su medio el Señor había
dado la victoria a Siria; pero estaba enfermo de la piel. En una incursión, una
banda de sirios llevó de Israel a una muchacha, que quedó como criada de la
mujer de Naamán; y dijo a su señora:
«Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaría; él lo libraría de su
enfermedad.»
Naamán fue a informar a su señor:
«La muchacha israelita ha dicho esto y esto.»
El rey de Siria le dijo:
«Ven, que te doy una carta para el rey de Israel.»
Naamán se puso en camino, llevando tres quintales de plata, seis mil monedas de
oro y diez trajes. Presentó al rey de Israel la carta, que decía así:
«Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi ministro Naamán para que lo
libres de su enfermedad.»
Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras, exclamando:
«¿Soy yo un dios capaz de dar muerte o vida, para que éste me encargue de
librar a un hombre de su enfermedad? Fijaos bien, y veréis cómo está buscando
un pretexto contra mí.»
El profeta Eliseo se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las
vestiduras, y le envió este recado:
«¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y verá que hay un
profeta en Israel.»
Naamán llegó, con sus caballos y su carroza, y se detuvo a la puerta de la casa
de Eliseo. Eliseo le mandó un mensajero a decirle:
«Ve, báñate siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia.»
Enojóse Naamán, y se marchaba, comentando:
«Yo me imaginaba que saldría en persona a encontrarme, y que en pie invocaría
el nombre del Señor, su Dios, pasaría su mano sobre la parte enferma y me
libraría de mi enfermedad. ¿Es que los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar,
no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y quedar
limpio?»
Dio media vuelta y se marchó furioso. Pero sus siervos lo abordaron, diciendo:
«Padre, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, ¿no lo habrías hecho?
Cuánto más si lo que te prescribe es simplemente que te bañes para quedar
limpio.»
Entonces Naamán bajó y se bañó siete veces en el Jordán, según la palabra del
hombre de Dios, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su
comitiva al hombre de Dios y se le presentó, diciendo:
«Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta
un regalo de tu servidor.»
Eliseo contestó:
«¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada.»
Y, aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo:
«Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de
mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a
otros dioses fuera del Señor. Y que el Señor me perdone: si al entrar mi señor en
el templo de Rimón para adorarlo, se apoya en mi mano, y yo también me postro
ante Rimón, que el Señor me perdone ese gesto.»
Eliseo le dijo:
«Vete en paz.»
RESPONSORIO 2R 5, 14. 15; Lc 4, 27
R. Su carne quedó limpia como la de un niño. * Entonces Naamán dijo:
«No hay Dios en toda la tierra más que el de Israel.»
V. Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero
ninguno de ellos obtuvo la curación, sino Naamán, el de Siria.
R. Entonces Naamán dijo: «No hay Dios en toda la tierra más que el de
Israel.»
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de Teodoreto de Ciro, obispo, Sobre la encarnación del
Señor
(Núms. 26-27: PG 75, 1466-1467)
YO CURARÉ SUS EXTRAVÍOS
Jesús acude espontáneamente a la pasión que de él estaba escrita y que más de
una vez había anunciado a sus discípulos, increpando en cierta ocasión a Pedro
por haber aceptado de mala gana este anuncio de la pasión, y demostrando
finalmente que a través de ella sería salvado el mundo. Por eso, se presentó él
mismo a los que venían a prenderle, diciendo: Yo soy a quien buscáis. Y cuando
lo acusaban no respondió, y habiendo podido esconderse, no quiso hacerlo; por
más que en otras varias ocasiones en que lo buscaban para prenderlo se esfumó.
Además, lloró sobre Jerusalén, que con su incredulidad se labraba su propio
desastre y predijo su ruina definitiva y la destrucción del templo. También
sufrió con paciencia que unos hombres doblemente serviles le pegaran en la
cabeza. Fue abofeteado, escupido, injuriado, atormentado, flagelado y, finalmente,
llevado a la crucifixión, dejando que lo crucificaran entre dos ladrones,
siendo así contado entre los homicidas y malhechores, gustando también el
vinagre y la hiel de la viña perversa, coronado de espinas en vez de palmas y
racimos, vestido de púrpura por burla y golpeado con una caña, atravesado por
la lanza en el costado y, finalmente, sepultado.
Con todos estos sufrimientos nos procuraba la salvación. Porque todos los que
se habían hecho esclavos del pecado debían sufrir el castigo de sus obras; pero
él, inmune de todo pecado, él, que caminó hasta el fin por el camino de la
justicia perfecta, sufrió el suplicio de los pecadores, borrando en la cruz el
decreto de la antigua maldición. Cristo -dice san Pablo- nos redimió de la
maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros. Así lo dice la
Escritura: «Maldito sea aquel que cuelga del madero.» Y con la corona de
espinas puso fin al castigo de Adán, al que se le dijo después del pecado:
Maldito el suelo por tu culpa: brotará para ti cardos y espinas.
Con la hiel, cargó sobre sí la amargura y molestias de esta vida mortal y
pasible. Con el vinagre, asumió la naturaleza deteriorada del hombre y la
reintegró a su estado primitivo. La púrpura fue signo de su realeza; la caña,
indicio de la debilidad y fragilidad del poder del diablo; las bofetadas que
recibió publicaban nuestra libertad, al tolerar él las injurias, los castigos y
golpes que nosotros habíamos merecido.
Fue abierto su costado, como el de Adán, pero no salió de él una mujer que con
su error engendró la muerte, sino una fuente de vida que vivifica al mundo con
un doble arroyo; uno de ellos nos renueva en el baptisterio y nos viste la
túnica de la inmortalidad; el otro alimenta en la sagrada mesa a los que han
nacido de nuevo por el bautismo, como la leche alimenta a los recién nacidos.
RESPONSORIO Is 53, 5; 1Pe 2, 24
R. Él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros
crímenes; él soportó el castigo que nos trae la paz, * por sus llagas hemos
sido curados.
V. Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para
que, muertos al pecado, vivamos para la justificación.
R. Por sus llagas hemos sido curados.
Lunes, 12
de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,22-27):
En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les
dijo Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo
matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se
acercaron a Pedro y le preguntaron: « ¿Vuestro Maestro no paga las dos
dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: « ¿Qué te parece, Simón?
Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los
extraños?»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no
escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique,
ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por
ti.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito sea el
Señor, Dios nuestro.
PRECES
Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los
hombres para que trabajasen concordes para su gloria, y digámosle:
Haz, Señor, que te glorifiquemos.
Te bendecimos, Señor, creador del universo, porque has conservado nuestra vida
hasta el día de hoy;
Haz que en toda nuestra jornada te alabemos y te bendigamos.
Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana;
haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.
Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos,
y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.
A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros,
concédenos el gozo y la paz.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos
confiadamente:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, rey de los cielos y tierra, dirige y
santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos,
palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos; para que, con tu auxilio,
podamos ofrecerte hoy en todas nuestras actividades un sacrificio de alabanza
grato a tus ojos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
En abril del año 2011, tras la ceremonia de beatificación del papa
San Juan Pablo II, se decidió sacar de las grutas vaticanas el cuerpo de quien
fuera papa desde 1979 hasta el año 2005. El cuerpo de San Juan Pablo II fue
colocado en la basílica de San Pedro, donde hasta hacía unos días se encontraba
el cuerpo de quien es considerado por algunos como el Papa más grande del siglo
XVII, el Beato Inocencio XI (1611-1689), quien presidió la sede de Pedro desde
el año de 1676 al 1689. Tras estos acontecimientos, me preguntaba quién era
Inocencio XI y también quién fue Juan Pablo II; por qué quitar del altar a un
pontífice beato para colocar a otro, pues como pasa en la sociedad, también en
la Iglesia hay Santos populares y de moda que atraen más gente que otros, y
éste quizá sea el caso del Beato Inocencio XI.
Su nombre de pila fue Benito Odescalchi, hijo de Livino Odescalchi
y de Paola Castelli; y nació en el norte de Italia, en Como. Su familia se
dedicaba al comercio y por tanto era rica, debido a este oficio en el que les
iba bastante bien. Su padre moriría pronto y junto con tíos y su hermano,
fundaron una banca en Génova, que tenía además varias sucursales.
Sus primeras letras las realizó en Como con los jesuitas, estudió
derecho civil y derecho canónico, así que, como familiar de banqueros, también
fue inculcado en los conocimientos de este oficio. Estudió en la universidad de
La Sapienza de Roma y en la Universidad de Nápoles.
No se tienen datos sobre su vocación y su ordenación sacerdotal,
pero ya en 1640 el papa Urbano VIII lo nombró protonotario apostólico
“participantium” y, poco tiempo después, referendario de los tribunales de la
Signatura Apostólica de Gracia y de Justicia. Fue un hombre generoso con los
pobres, ya que tras ser nombrado en 1658 legado en la ciudad y territorio de
Ferrara, ayudó a la población azotada por una severa hambruna. En 1645 el Papa
Inocencio X lo nombró cardenal diácono de San Cosme y Damián y, de 1650 a 1656
ocupó, además, el cargo de obispo de Novara, tras ser consagrado obispo en
1650. En su nueva diócesis utilizó todo los recursos disponibles para ayudar a
los pobres y a los enfermos.
Tras su renuncia a la diócesis, partió para Roma, donde fue
consultor en diversas Congregaciones. Participó en los cónclaves donde fueron
elegidos los papas Clemente IX y Clemente X; finalmente, el 21 de septiembre de
1676, fue elegido obispo de Roma, tomando el nombre de Inocencio XI.
Como pontífice tuvo problemáticas con cardenales franceses, así
como el rey de Francia, como también los había tenido en su momento el papa
Inocencio X. El papa Inocencio fue un hombre asceta, bondadoso y generoso con
los pobres, luchó fuertemente contra el nepotismo del clero, cosa que no acabó
por la falta de apoyo de los cardenales; fue, por fin, en el pontificado de
Inocencio XII en 1692 cuando desapareció esta práctica. Recordemos que el
nepotismo en la Iglesia durante la Edad Media fue usado con frecuencia para
mantener oficios, terrenos, títulos y nombramientos, con la finalidad de mantener
una línea de poder por parte de clérigos y pontífices. Además de esto, reformó
la administración de la Curia y ordenó las finanzas del Estado Pontificio.
Sobre la comunión frecuente y diaria, aprobada siempre por los
Padres de la Iglesia y que en la práctica de la vida de la Iglesia no se
llevaba, llegó a decir que los fieles asistentes a cada misa, comulgaran,
recibiendo sacramentalmente la Eucaristía. Tenía una justa razón para alentar
esta práctica, afirmando que la Eucaristía era el pan o alimento que podría
escudriñar todas aquellas distracciones espirituales y múltiples escondrijos de
la conciencia que con el ojo humano no sería posible ver, por tanto la
Eucaristía era vital. Para poderla recibir frecuentemente, era necesario que el
confesor lo aprobase, ya que él era quien escudriñaba los corazones de los
penitentes. Se preocupó por la preparación de los laicos para que conocieran y
recibieran este Sacramento “de manera que con ayuda de los predicadores,
párrocos y confesores ayudasen a los laicos a reconocer su propia flaqueza, a
fin de que por la dignidad del Sacramento y por temor del juicio divino
aprendan a reverenciar la mesa celeste en que está Cristo, y si alguna vez se
sienten menos preparados, sepan abstenerse de ella y disponerse para mayor
preparación”.
Como he mencionado antes, tuvo problemas con el rey Luis XIV de
Francia, ya que éste no respetaba los derechos de la Iglesia. En 1682 el rey
convocó en asamblea al clero francés, donde adoptó los cuatro artículos
conocidos como “Declaratio cleri gallicani”, en la cual colocaba a la Iglesia
como una institución sumisa al Estado. Los clérigos participantes en esta
asamblea fueron excomulgados por el Papa, pero para apaciguar la relación, el
rey revocó el edicto de Nantes que había firmado el rey Enrique IV de Francia
en 1598, donde autorizaba la libertad de culto y de todos los demás, con
algunos límites, a los protestantes calvinistas en Francia.
Consiguió un gran éxito cuando, en la guerra contra los turcos,
consiguió establecer una alianza entre el emperador austriaco y el rey polaco
Jan III Sobieski, gracias a la cual pudo llegar el 12 de septiembre de 1683 la
victoria contra los turcos y la liberación de Viena. Luego del triunfo de la
batalla de Viena, la Liga Santa llevó a cabo la toma de Hungría, en la que las
ciudades de Buda y de Pest serían reconquistadas en 1686.
El Papa Inocencio XI escribió, además de hablar sobre la
Eucaristía, también sobre materia de moral y de sistemas morales, así como del
error sobre el sigilo de la confesión, para lo cual dijo: “Es lícito usar de la
ciencia adquirida por la confesión, con tal que se haga sin revelación directa
ni indirecta y sin gravamen del penitente, a no ser que se siga del no uso otro
mucho más grave, en cuya comparación pueda con razón despreciarse el primero”,
añadida luego la explicación o limitación de que ha de entenderse del uso de la
ciencia adquirida por la confesión con gravamen del penitente excluida
cualquier revelación; y en el caso en que del no uso se siguiera un gravamen mucho
mayor del mismo penitente, se ha estatuido que “dicha proposición, en cuanto
admite el uso de dicha ciencia con gravamen del penitente, debe ser totalmente
prohibida, aun con la dicha explicación o limitación”.
Tras una larga enfermedad murió el 12 de agosto de 1689 en el
palacio del Quirinal, llorado por todo el pueblo romano y fue sepultado en San
Pedro. Su proceso de beatificación se vio frenado por la intromisión de Francia
durante dos siglos y medio; ya que el proceso comenzó en 1714. Parece ser que el
gobierno francés no olvidaba las disputas del rey con el pontífice y por tanto
fue suspendido en 1744. Finalmente en el siglo XX se reabrió el proceso y el
Venerable Pío XII lo beatificó el 7 de octubre de 1956. Su fiesta tiene lugar
el 12 de agosto, que es el aniversario de su muerte.
Nació en Rees/Niederrhein el 28 de febrero de 1915, se crió en
Kleve y de estudiante de bachillerato ingresó en el Movimiento Juvenil
Católico. En dicho Movimiento, además de disfrutar de la comunidad con los
jóvenes y de poder realizar largos viajes, adquiere conocimientos de las
Sagradas Escrituras y sobre todo de la Eucaristía. En su diario escribe:
„Cristo – Tú eres mi pasión!“.
Karl Leisner desea ser sacerdote. El obispo de Münster le asigna
el cargo de director de la juventud diocesana. La Gestapo le observa. Durante
el año de estancia en Friburgo le conmueven duras luchas interiores: sacerdocio
o matrimonio y familia? El 25 de marzo de 1939 es ordenado diácono. En pocos
meses debería recibir las sagradas órdenes.
La Divina Providencia designa otra cosa: Una repentina
tuberculosis le obliga a permanecer en St. Blasien en la Selva Negra. Allá, el
8 de noviembre de 1939, es detenido por la Gestapo a causa de un comentario
hecho en relación con el atentado contra Hitler: cárcel en Friburgo.
Internamiento en el campo de concentración de Sachsenhausen y de
allá, en 1940, traslado al campo de concentración de Dachau en el que sucede lo
inesperado: el 17 de diciembre de 1944, en el bloque 26, y con gran peligro
para todos los participantes, el moribundo diácono, Karl Leisner, es ordenado
sacerdote por el obispo Gabriel Piguet, recluso francés. El nuevo sacerdote
celebra su primera y única Santa Misa el día de San Esteban, en el año 1944. El
4 de mayo de 1945 es puesto en libertad.
Pasa sus últimas semanas en el sanatorio antituberculoso de
Planegg en Munich. Sólo dos pensamientos absorben su mente: el amor y la
penitencia. Entregado al amor de Dios, a ese amor en el que él creyó y que
deseó transmitir a los hombres, fallece el 12 de agosto. La última inscripción
de su diario reza: „Bendice, Oh Altísimo también a mis enemigos!“.
Sus restos mortales reposan en la cripta de la Catedral de Xanten.
El 23 de junio de 1996 Karl Leisner fue beatificado por el Papa
Juan Pablo II, quién en parte de su homilía señaló: “La prueba de un
seguimiento auténtico de Cristo no consiste en las lisonjas del mundo, sino en
dar testimonio fiel de Cristo Jesús. El Señor no pide a sus discípulos una confesión
de compromiso con el mundo, sino una confesión de fe, que esté dispuesta
incluso a ofrecerse en sacrificio. Karl Leisner dio testimonio de esto no sólo
con palabras, sino también con su vida y su muerte: en un mundo que se había
vuelto inhumano.
(…) Cristo es la vida: ésta fue la convicción por la que vivió y
por la que, finalmente, murió Karl Leisner. Apóstol de una profunda devoción
mariana, a la que lo impulsó el padre Kentenich y el movimiento de
Schoenstatt”.