Musica Para el Alma

jueves, 19 de diciembre de 2024

GOTAS DE MISERICORDIA


 

LUCAS 1,26-38 CICLO C


 

Lecturas del Feria de Adviento (20 de diciembre)

20 Dic 2024

Evangelio

*Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38)*

 

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazarat, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Él ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido en hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.

 

Palabra del Señor

 

*Que la Paz del Señor llegue primero a vuestros corazones antes que mis palabras*

 

(«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios)

*Algunas de las cosas que dijo el ángel de María me sorprenden. Me gustaría, recibir algunas iluminaciones, sobre cuáles eran esas gracias, de las cuales María estaba llena ¿Qué era lo que deseaba María tan profundamente? ¿Qué belleza interior acompañaba a esta joven? Cuáles eran las cualidades, que llevaron a Dios, a poner su mirada amorosa sobre ella y estas palabras del ángel «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» Estas palabras a mí, me llena de mucha alegría y me mueven a decir: Proclama mi alma la Grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador*

 

*El que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.


R. Amén.

LAUDES Y VISPERAS DEL VIERNES 20


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

 

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

*Laudes - 20 DE DICIEMBRE 2024*

 

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el día, viernes, 20 de diciembre de 2024.

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

 

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

 

Ya muy cercano, Emmanuel
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.

Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.

Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.

Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.

Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.

Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.

Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.

 

Salmodia

 

Antífona 1: Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí.

 

Salmo 50

Misericordia, Dios mío

Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef 4,23-24)

 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Antífona 2: Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

 

Jr 14,17-21

Lamentación del pueblo en tiempo de hambre y guerra

Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. (Mc 1,15)

 

Mis ojos se deshacen en lágrimas,
día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.

Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.

¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿Tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se espera la paz y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.

Señor, reconocemos nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.

No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

 

Antífona 3: El Señor es Dios, y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

 

Salmo 99

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (San Atanasio)

 

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

 

Lectura Breve

Gn 49, 10

 

No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que
venga el que ha de venir, aquel a quien le está reservado, a quien rendirán homenaje las
naciones.

 

Responsorio Breve

 

V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

 

 

V. Una voz clama en el desierto: Preparad el camino del Señor.
R. Enderezad las sendas para nuestro Dios.

 

Lecturas

 

Primera Lectura

Del libro del profeta Isaías 48, 1-11

EL SEÑOR ES EL ÚNICO DUEÑO DEL FUTURO

 

Escucha esto, casa de Jacob, los que lleváis el nombre de Israel, los que habéis salido
de las aguas de Judá. Los que juráis por el nombre del Señor, los que invocáis al Dios de
Israel, mas no según verdad y justicia. Porque lleváis el nombre de la ciudad santa y os
apoyáis en el Dios de Israel, cuyo nombre es el Señor de los ejércitos. Yo anuncié desde

hace tiempo las cosas pasadas, salieron de mi boca y las di a conocer; de pronto, las hice
y se cumplieron. Yo sabía que tú eres obstinado, que es tu cerviz una barra de hierro y tu
frente de bronce.
Por eso te anuncié las cosas hace tiempo y antes que ocurrieran te las di a conocer, no
sea que dijeras: «Las hizo mi ídolo, mi estatua, mi imagen fundida lo ordenó.» Tú has oído
todo esto, ¿no vas a admitirlo?
Ahora te hago saber cosas nuevas, secretas, no sabidas, que han sido creadas ahora,
no hace tiempo, de las que hasta ahora nada oíste, para que no puedas decir: «Ya lo
sabía.» Ni las oíste ni las hiciste ni de antemano te fue abierto el oído, pues sé muy bien
que tú eres pérfido y se te llama rebelde desde el seno materno.
Por amor de mi nombre retardé mi cólera, a causa de mi alabanza me contuve para no
arrancarte. Mira que te he apurado, y no había en ti plata, te he probado en el crisol de la
desgracia. Por mí, por mí, lo hago, pues ¿cómo mi nombre sería profanado? No cederé a
otro mi gloria.

 

Responsorio Is 48, 10b-11; 54, 8

 

R. Yo te he probado en el crisol de la desgracia; por mí, por mí lo hago: porque mi nombre
no ha de ser profanado, 
* y mi gloria no la cedo a nadie.
V. En un arranque de ira te escondí un instante mi rostro; pero te amo con amor eterno.
R. Y mi gloria no la cedo a nadie.

 

 

Segunda Lectura

 

De las homilías de san Bernardo, abad, sobre las excelencias de la Virgen Madre (Homilía 4, 8-9: Opera omnia, edición cisterciense, 4 [1966), 53-54)

 

TODO EL MUNDO ESPERA LA RESPUESTA DE MARÍA

 

Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de
varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya
es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados
infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de
misericordia.
Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si
consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos;
mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la
vida.
Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su
miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores tuyos,
que están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo
todo, postrado a tus pies.
Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el
consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la
salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
Da pronto tu respuesta. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por
medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra
y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna.
¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de
audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se
olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción;
porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en
las palabras.

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas
entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si
te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado
de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción abre por el
consentimiento.
Aquí está —dice la Virgen— la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra.

 

Responsorio Cf. Lc 1, 31. 42

 

R. Recibe la palabra, Virgen María, que el Señor te anuncia por medio del ángel:
concebirás y darás a luz al Dios hecho hombre, 
* para que te llamen bienaventurada entre
las mujeres.
V. Darás a luz un hijo sin perder tu virginidad, concebirás en tu seno y serás madre
siempre intacta.
R. Para que te llamen bienaventurada entre las mujeres.

 

 

Lecturas del Feria de Adviento (20 de diciembre)

20 Dic 2024

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):

 

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazarat, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Él ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido en hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.

 

Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

 

Antifona: El ángel Gabriel fue enviado a María Virgen, desposada con José.

 

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Oremos, hermanos, a Cristo el Señor, luz que alumbra a todo hombre, y digámosle con gozo:

 

Ven, Señor Jesús.

 

Que la luz de tu presencia disipe, Señor, nuestras tinieblas, — y nos haga dignos de recibir tus dones.

 

Sálvanos, Señor Dios nuestro, — y durante todo el día daremos gracias a tu santo nombre.

 

Enciende nuestros corazones en tu amor, para que deseemos ardientemente tu venida, — y anhelemos vivir íntimamente unidos a ti.

 

Tú que quisiste experimentar nuestras dolencias, — socorre a los enfermos y a los que morirán en el día de hoy.

 

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Recitemos las palabras de Jesús, pidiendo al Padre que venga su reino: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada, aceptando, al
anunciárselo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo; tú que la has transformado, por
obra del Espíritu Santo, en templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la
gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

Conclusión

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

 

 

 

Vísperas - 20 DE DICIEMBRE 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a vísperas de la liturgia de las horas para el día, viernes, 20 de diciembre de 2024.

Invitatorio

Vísperas

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.

Himno

·         Himno 1

·         Himno 2

Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.

En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.

La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.

Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.

Salmodia

Antífona 1: El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Salmo 134,1-12

Himno a Dios, realizador de maravillas

Vosotros sois… un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. (1P 2,9)

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Antífona 2: Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

Salmo 134,13-21

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor.
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Ap 15,3-4

Himno de adoración

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Lectura Breve

Cf. 1Co 1, 7b-9

Esperamos vivamente la revelación de Jesucristo, Señor nuestro. Él nos fortalecerá hasta
el fin, de modo que nos encontremos libres de culpa en el día de Jesucristo, nuestro
Señor. Fiel es Dios, por quien hemos sido convocados a la unión con su Hijo.

Responsorio Breve

V. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.

Canto Evangélico

Antifona: Oh llave de David y cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras
y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de
muerte.

Magnificat Lc 1, 46-55

Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Preces

Oremos, hermanos, a Cristo, nuestro Señor y redentor, que vendrá con gloria al fin de los
tiempos, y digámosle:
Ven, Señor Jesús.
Señor y redentor nuestro, que al nacer en la carne nos libraste del yugo de la ley,
— completa en nosotros los beneficios de tu amor.
Tú que tomaste de nuestra humanidad todo lo que no repugnaba a tu divinidad,
— danos de tu naturaleza los dones de los que la nuestra está sedienta.
Con tu presencia da cumplimiento a nuestros deseos,
— y con la fuerza de tu amor inflama nuestros corazones.
Danos la gracia de alegrarnos contigo en la gloria,
— pues ya en este mundo nuestra fe sincera te confiesa.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Derrama, Señor, el rocío de tu amor,
— sobre las almas de todos los difuntos.
Llenos del Espíritu de Jesucristo, nos atrevemos a decir: Padre nuestro.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

Oración

Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada, aceptando, al
anunciárselo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo; tú que la has transformado, por
obra del Espíritu Santo, en templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la
gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición solemne:

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.

Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.