Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XXXI
Propio. Salterio III
3 de noviembre
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca
que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA
DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: LAS SOMBRAS OSCURAS
HUYEN.
Las sombras oscuras huyen,
ya va pasando la noche;
y el sol, con su luz de fuego,
nos disipa los temores.
Ya se apagan las estrellas
y se han encendido soles;
el rocío cae de los cielos
en el cáliz de las flores.
Las criaturas van vistiendo
sus galas y sus colores,
porque al nacer nuevo día
hacen nuevas las canciones.
¡Lucero, Cristo, del alba,
que paces entre esplendores,
apacienta nuestras vidas
ya sin sombras y sin noches!
¡Hermoso Cristo, el Cordero,
entre collados y montes! Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.
Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS
CREADOR
El Señor reina vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;
pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.
Ant. 2. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos.
Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN
ALABE AL SEÑOR - Dn 3,57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos.
Aleluya.
Ant. 3. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya.
Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS
CREADOR
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes,
y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.
Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar.
Rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes.
Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros.
Fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo.
Los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya.
LECTURA BREVE Ez 37, 12b-14
Así dice el Señor. «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de
vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando
abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis
que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en
vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes 24, 20b-25, 13. 18-21
CAÍDA Y SAQUEO DE JERUSALÉN POR LOS CALDEOS. DESTIERRO DE JUDÁ
En aquellos días, el rey Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia. Pero el
año noveno de su reinado, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de
Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y
construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once
del reinado de Sedecías, el día noveno del cuarto mes. El hambre apretó en la
ciudad y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los
soldados huyeron de noche, por la puerta entre las dos murallas, junto a los
jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el
camino de la estepa.
El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó,
mientras sus tropas se dispersaban, abandonándolo. Apresaron al rey, y se lo
llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de
Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecías lo cegó, le echó cadenas
de bronce y lo llevó a Babilonia.
El día primero del quinto mes (que corresponde al año diecinueve del reinado de
Nabucodonosor en Babilonia) llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia,
funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las
casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a
las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a
Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del
pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de
Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos como viñadores
y hortelanos. Los caldeos rompieron las columnas de bronce, los pedestales y el
depósito de bronce que había en el templo, para llevarse el bronce a Babilonia.
El jefe de la guardia cogió al sumo sacerdote Sedayas, al vicario Sofonías y a
los tres porteros; apresó en la ciudad a un dignatario, jefe del ejército, y a
cinco hombres del servicio personal del rey que se encontraban en la ciudad, al
secretario del general en jefe, que había hecho la leva ante el pueblo, y a
sesenta ciudadanos que se encontraban en la ciudad. Nabusardán, jefe de la
guardia, los apresó y se los llevó al rey de Babilonia, a Ribla. El rey de
Babilonia los hizo ejecutar en Ribla, provincia de Jamat. Así marchó Judá al
destierro.
RESPONSORIO Is 64, 10. 11. 9. 12
R. Sión se ha trocado en un yermo y Jerusalén está desolada. Nuestro
templo, nuestro orgullo, donde te alabaron nuestros padres, ha sido pasto del
fuego. * No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes por siempre nuestra
culpa: mira que somos tu pueblo.
V. ¿Te quedas insensible a todo esto, Señor? ¿Seguirás aún callado,
afligiéndonos sin medida?
R. No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes por siempre nuestra
culpa: mira que somos tu pueblo.
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo
actual, del Concilio Vaticano segundo
(Núm. 78)
NATURALEZA DE LA PAZ
La paz no consiste en una mera ausencia de guerra ni se reduce a asegurar el
equilibrio de las distintas fuerzas contrarias ni nace del dominio despótico,
sino que, con razón, se define como obra de la justicia. Ella es como el fruto
de aquél orden que el Creador quiso establecer en la sociedad humana y que debe
irse perfeccionando sin cesar por medio del esfuerzo de aquellos hombres que
aspiran a implantar en el mundo una justicia cada vez más plena. En efecto,
aunque fundamentalmente el bien común del género humano depende de la ley
eterna, en sus exigencias concretas está, con todo, sometido a las continuas
transformaciones ocasionadas por la evolución de los tiempos; la paz no es
nunca algo adquirido de una vez para siempre, sino que es preciso irla
construyendo y edificando cada día. Como además la voluntad humana es frágil y
está herida por el pecado, el mantenimiento de la paz requiere que cada uno se
esfuerce constantemente por dominar sus pasiones, y exige de la autoridad
legítima una constante vigilancia.
Y todo esto es aún insuficiente. La paz de la que hablamos no puede obtenerse
en este mundo si no se garantiza el bien de cada una de las personas y si los
hombres no saben comunicarse entre sí espontáneamente y con confianza las
riquezas de su espíritu y de su talento. La firme voluntad de respetar la
dignidad de los otros hombres y pueblos y el solícito ejercicio de la
fraternidad son algo absolutamente imprescindible para construir la verdadera
paz. Por ello puede decirse que la paz es también fruto del amor, que supera
los límites de lo que exige la simple justicia. La paz terrestre nace del amor
al prójimo, y es como la imagen y el efecto de aquella paz de Cristo, que
procede de Dios Padre. En efecto, el mismo Hijo encarnado, príncipe de la paz,
ha reconciliado por su cruz a todos los hombres con Dios, reconstruyendo la
unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo. Así ha dado muerte en su
propia carne al odio y, después del triunfo de su resurrección, ha derramado su
Espíritu de amor en el corazón de los hombres.
Por esta razón todos los cristianos quedan vivamente invitados a que,
realizando la verdad en el amor, se unan a aquellos hombres que, como
auténticos constructores de la paz, se esfuerzan por instaurarla y rehacerla.
Movidos por este mismo espíritu, no podemos menos de alabar a quienes,
renunciando a toda intervención violenta en la defensa de sus derechos,
recurren a aquellos medios de defensa que están incluso al alcance de los más
débiles, con tal de que esto pueda hacerse sin lesionar los derechos y los
deberes de otras personas o de la misma comunidad.
RESPONSORIO Cf. 1Cro 29, 11. 12; 2M 1, 24
R. ¡Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor! Tú
estás por encima de todas las naciones. * Danos la paz, Señor, en nuestros
días.
V. Dios nuestro, creador de todas las cosas, temible y fuerte, justo
y misericordioso.
R. Danos la paz, Señor, en nuestros días.
Domingo, 3
de noviembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):
EN aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver
quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de
estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque
tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado
a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Zaqueo, muy contento, recibió a Jesús en su casa. A
esta casa hoy ha llegado la salvación.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS
Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Zaqueo, muy contento, recibió a Jesús en su casa. A
esta casa hoy ha llegado la salvación.
PRECES
Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu Santo, para que con su luz
santísima penetrara las almas de sus fieles, y digámosle:
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Te bendecimos, Señor, luz nuestra,
porque a gloria de tu nombre nos has hecho llegar a este nuevo día.
Tú que por la resurrección de tu Hijo quisiste iluminar el mundo,
haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual.
Tú que por el Espíritu de la verdad adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo,
envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti.
Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las
tinieblas
y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero.
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio
de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos
prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Martín es bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde años más
tarde Santa Rosa de Lima también lo fuera.
Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien
lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer
arzobispo de Lima, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón,
corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre.
A los doce Martín entró de aprendiz de peluquero, y asistente de
un dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de
Lima.
Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como
teólogo y hombre de virtudes, quien lo invita a entrar en el Convento de
Nuestra Señora del Rosario.
Las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color
y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se
entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la
obediencia y un amor sin medida.
San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: "Pasar
desapercibido y ser el último". Su anhelo más profundo siempre es de
seguir a Jesús. Se le confía la limpieza de la casa; por lo que la escoba será,
con la cruz, la gran compañera de su vida.
Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Un día
cortaba el pelo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray
Martín, no duda en insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una
generosa sonrisa.
San Martín llevaba ya dos años en el convento, y hacía seis que no
veía a su padre, éste lo visita y… después de dialogar con el P. Provincial,
éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín se convierta en hermano
cooperador.
El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión
religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: "Se ejercitaba en la
caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y
negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor". La portería del
convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él
solía repetir: "No hay gusto mayor que dar a los pobres".
Su hermana Juana tenía buena posición social, por lo que, en una
finca de ella, daba cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros,
gatos y ratones.
Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio
como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más
abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el
dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos.
Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al
mulato a su Reconciliador.
Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa,
por lo que el Superior le prohíbe realizar nada extraordinario sin su
consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al
caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior,
éste y el interesado quedan cautivados por su docilidad.
Cuando vio que se acercaba el momento feliz de ir a gozar de la
presencia de Dios, pidió a los religiosos que le rodeaban que entonasen el
Credo. Mientras lo cantaban, entregó su alma a Dios. Era el 3 de noviembre de
1639.
Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el
hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres. Todos se
disputaban por conseguir alguna reliquia. Toda la ciudad le dio el último
adiós.
Su culto se ha extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró
Beato en 1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la
homilía de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo
Santo: su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su
celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados,
lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de
"Martín de la caridad".