Abre, Señor, mi boca para bendecir
tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y
ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna,
atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la
presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - MARTES XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2020
El siguiente es el formulario que corresponde a
laudes de la liturgia de las horas para el martes, 7 de julio de 2020.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Antifona: Venid,
adoremos al Señor, Dios grande.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras
dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al
Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, Dios grande
Himno 1
Porque, Señor, yo te
he visto
y quiero volverte a ver,
quiero creer.
Te vi, sí, cuando era niño
y en agua me bauticé.
y, limpio de culpa vieja,
sin velos te pude ver.
Devuélveme aquellas puras
transparencias de aire fiel,
devuélveme aquellas niñas
de aquellos ojos de ayer.
Están mis ojos cansados
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.
Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.
Salmodia
Antífona 1: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Salmo 42
Deseo del templo
Yo he venido al mundo como luz. (Jn 12,46)
Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Antífona 1: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad
Antífona 2: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Is 38,10-14.16b-20
Angustias de un
moribundo y alegría de la curación
Yo soy el que vive; estaba muerto, y tengo las llaves
de la muerte. (Ap 1,18)
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Antífona 2: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida
Antífona 3: Oh
Dios, tú mereces un himno en Sión.
Salmo 64
Solemne acción de
gracias
Cuando se habla de Sión debe entenderse de la ciudad
eterna. (Orígenes)
Oh Dios, tú mereces un himno en Sión,
+ y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.
A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.
Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;
tú que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;
riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Antífona 3: Oh Dios, tú mereces un himno en Sión
Lectura Breve
1Ts 5,4-5
Vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que
ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e
hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas.
Responsorio Breve
R. Señor,
escucha mi voz, * He esperado en tus palabras. Señor.
V. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio. * He
esperado en tus palabras. Gloria al Padre. Señor.
Primera Lectura
Del libro de los
Proverbios 8, 1-5. 12-36
ALABANZA DE LA ETERNA
SABIDURÍA
Oíd, la Sabiduría
está llamando, la Prudencia levanta la voz, en la cumbre de las colinas, en los
caminos, en los cruces de las veredas, junto a las puertas de la ciudad, en los
umbrales de las casas, y dice:
«A vosotros, hombres, os llamo, me dirijo a los hijos de Adán: los inexpertos,
adquirid la prudencia; los necios, entrad en razón.
Yo, la Sabiduría, habito con la prudencia y busco la compañía de la reflexión.
El temor del Señor odia el mal. Yo detesto el orgullo y la soberbia, el mal
camino y la boca falsa, yo poseo el consejo y el buen sentido, son mías la
inteligencia y el valor; por mí reinan los
reyes, y los príncipes dan leyes justas; por mí gobiernan los gobernantes, y
los soberanos juzgan la tierra.
Yo amo a los que me aman, y los que me buscan con empeño me encuentran; yo
traigo riqueza y gloria, fortuna abundante y bien ganada; mi fruto es mejor que
el oro puro y mi renta vale más que la plata; camino por senderos justos, por
las sendas del derecho, para
legar riquezas a mis amigos y colmar sus tesoros.
El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas.
Desde la eternidad fui constituida, antes de que Dios asentara los abismos fui
engendrada, antes de que hiciera brotar los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban cimentados los montes ni formadas las colinas cuando el
Señor me engendró; no había hecho aún la tierra ni la hierba ni los primeros
terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la
faz del abismo cuando sujetaba el cielo en las alturas e instalaba las fuentes
abismales. Cuando ponía un límite al mar, para que las aguas no traspasasen su
lindero. cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él como arquitecto;
yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba por
el orbe de la tierra y ponía mis delicias en estar con los hijos de los
hombres.
Por tanto, hijos míos, escuchadme: dichosos los que siguen mis caminos;
escuchad la instrucción, no rechacéis la sabiduría: dichoso el hombre que me
escucha velando a mi puerta cada día, vigilando la entrada de mi casa. Quien me
alcanza encuentra la vida y obtiene el favor del Señor. Quien me pierde se
arruina a sí mismo, y los que me odian aman la muerte.»
Responsorio Pr 8, 22; Jn 1, 1
R. El Señor me estableció al principio de sus
tareas, * al comienzo de sus obras antiquísimas.
V. Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra,
y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
R. Al comienzo de sus obras antiquísimas.
Segunda Lectura
De los comentarios de
san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 32, 29: CCL 38, 272-273)
LOS DE FUERA, LO
QUIERAN O NO, SON HERMANOS NUESTROS
Hermanos, os
exhortamos vivamente a que tengáis caridad, no sólo para con vosotros mismos,
sino también para con los de fuera, ya se trate de los paganos, que todavía no creen
en Cristo, ya de los que están separados de nosotros, que reconocen a Cristo
como
cabeza, igual que nosotros, pero están divididos de su cuerpo. Deploremos,
hermanos, su suerte, sabiendo que se trata de nuestros hermanos. Lo quieran o
no, son hermanos nuestros. Dejarían de serlo si dejaran de decir: Padre
nuestro.
Dijo de algunos el profeta: A los que os dicen: "No sois hermanos
nuestros", decidles: "Sois hermanos nuestros." Atended a quiénes
se refería al decir esto. ¿Por ventura a los paganos? No, porque, según el modo
de hablar de las Escrituras y de la Iglesia, no los llamamos hermanos. ¿Por
ventura a los judíos, que no creyeron en Cristo?
Leed los escritos del Apóstol, y veréis que, cuando dice "hermanos",
sin más, se refiere únicamente a los cristianos: Tú, ¿por qué juzgas a tu
hermano ? o ¿por qué desprecias a tu hermano? Y dice también en otro lugar:
Sois injustos y ladrones, y eso con hermanos vuestros.
Ésos, pues, que dicen: "No sois hermanos nuestros", nos llaman
paganos. Por esto, quieren bautizarnos de nuevo, pues dicen que nosotros no
tenemos lo que ellos dan. Por esto, es lógico su error, al negar que nosotros
somos sus hermanos. Mas, ¿por qué nos
dijo el profeta: Decidles: "¿Sois hermanos nuestros”, sino porque
admitimos como bueno su bautismo y por esto no lo repetimos? Ellos, al no
admitir nuestro bautismo, niegan que seamos hermanos suyos; en cambio,
nosotros, que no repetimos su bautismo, porque lo
reconocemos igual al nuestro, les decimos: Sois hermanos nuestros.
Si ellos nos dicen: "¿Por qué nos buscáis, para qué nos queréis?",
les respondemos: Sois hermanos nuestros. Si dicen: "Apartaos de nosotros,
no tenemos nada que ver con vosotros," nosotros sí que tenemos que ver con
ellos: si reconocemos al mismo Cristo,
debemos estar unidos en un mismo cuerpo y bajo una misma cabeza.
Os conjuramos, pues, hermanos, por las entrañas de caridad, con cuya leche nos nutrimos,
con cuyo pan nos fortalecemos, os conjuramos por Cristo, nuestro Señor, por su mansedumbre,
a que usemos con ellos de una gran caridad, de una abundante
misericordia, rogando a Dios por ellos, para que les dé finalmente un recto
sentir, para que reflexionen y se den cuenta que no tienen en absoluto nada que
decir contra la verdad; lo único que les queda es la enfermedad de su
animosidad, enfermedad tanto más débil cuanto más fuerte se cree. Oremos por
los débiles, por los que juzgan según la carne, por los que obran de un modo
puramente humano, que son, sin embargo, hermanos nuestros, pues celebran los
mismos sacramentos que nosotros, aunque no con nosotros, que responden un mismo
Amén que nosotros, aunque no con nosotros; prodigad ante Dios por ellos lo más
entrañable de vuestra caridad.
Responsorio Cf. Ef 4, 1. 3-4
R. Os ruego, por el Señor, que andéis como pide
la vocación a la que habéis sido convocados. * Esforzaos
por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
V. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola
es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados.
R. Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu,
con el vínculo de la paz.
Martes, 7 de julio de 2020
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (9,32-38):
32 Salían ellos todavía, cuando le
presentaron un mudo endemoniado.
33 Y expulsado el demonio, rompió a hablar
el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel.»
34 Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe
de los demonios expulsa a los demonios.»
35 Jesús recorría todas las ciudades y
aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y
sanando todo enfermedad y toda dolencia.
36 Y al ver a la muchedumbre, sintió
compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen
pastor.
37 Entonces dice a sus discípulos: «La mies
es mucha y los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Dueño de la mies que
envíe obreros a su mies.»
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: De la mano de todos los que nos odian, sálvanos, Señor.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Bendigamos a nuestro Salvador, que, con su
resurrección, ha iluminado al mundo, y digámosle suplicantes:
'Guárdanos, Señor, en tu camino'.
Señor Jesús, al consagrar nuestra oración matinal a la memoria de tu santa
resurrección, —te pedimos que la esperanza de participar en tu gloria ilumine
todo nuestro día.
Te ofrecemos, Señor, los deseos y proyectos de nuestra jornada:
—dígnate aceptarlos y bendecirlos como primicias de nuestro día.
Concédenos crecer hoy en tu amor, —a fin de que todo sirva para nuestro bien y
el de nuestros hermanos.
Haz, Señor, que el ejemplo de nuestra vida resplandezca como una luz ante los
hombres, —para que todos den gloria al Padre que está en los cielos.
Porque deseamos que la luz de Cristo alumbre a todos los hombres, pidamos al
Padre que su reino llegue a nosotros: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo
hombre y le muestras el camino de la salvación, concédenos la abundancia de tu
fuerza, para que preparemos delante de ti caminos de justicia y de paz. Tú que
vives y reinas.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.