Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO PASCUAL
JUEVES DE SEMANA VI
Propio del Tiempo. Salterio II
30 de mayo
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Verdaderamente ha
resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Verdaderamente ha
resucitado el Señor. Aleluya.
Himno: EL AGUA PURA, DON DE LA MAÑANA
El agua pura, don de la mañana,
da a los ojos el brillo de la vida,
y el alma se despierta cuando escucha
que el ángel dice: «¡Cristo resucita!»
¡Cómo quieren las venas de mi cuerpo
ser música, ser cuerdas de la lira,
y cantar, salmodiar como los pájaros,
en esta Pascua santa la alegría!
Mirad cuál surge Cristo transparente:
en medio de los hombres se perfila
su cuerpo humano, cuerpo del amigo
deseado, serena compañía.
El que quiera palparlo, aquí se acerque,
entre con su fe en el Hombre que humaniza,
derrame su dolor y su quebranto,
dé riendas al amor, su gozo diga.
A ti, Jesús ungido, te ensalzamos,
a ti, nuestro Señor, que depositas
tu santo y bello cuerpo en este mundo,
como en el campo se echa la semilla. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos.
Aleluya.
Salmo 79 - VEN A VISITAR TU VIÑA
Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
¡Oh Dios!, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Le diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego:
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo soy la vid,
vosotros sois los sarmientos. Aleluya.
Ant 2. Sacaréis aguas con
gozo de las fuentes de la salvación. Aleluya.
Cántico: ACCION DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO - Is
12, 1-6
Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.
Él es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Aquel día, diréis:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas;
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sacaréis aguas con
gozo de las fuentes de la salvación. Aleluya.
Ant 3. El Señor nos
alimentó con flor de harina. Aleluya.
Salmo 80 - SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA
Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta;
porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre tu boca y yo la saciaré.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos
alimentó con flor de harina. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 8, 10-11
Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del
pecado, el espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel
que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que
resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros
cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya.
Aleluya.
R. El Señor ha
resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
V. El que por
nosotros colgó del madero.
R. Aleluya. Aleluya.
V. Gloria al Padre,y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha
resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-10
SOMOS HIJOS DE DIOS
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamamos hijos de
Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce a nosotros, porque no lo ha
conocido a él. Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tiene esta esperanza en él se vuelve santo como él es santo. Todo
el que comete pecado traspasa también la ley, porque el pecado es la
transgresión de la ley. Sabéis que él apareció para borrar los pecados, y que
en él no hay pecado. Quien permanece en él no peca. Quien comete pecado ni lo
ha visto ni lo ha conocido a él. Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la
justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues
el diablo peca desde el principio. Y para esto apareció el Hijo de Dios, para
destruir las obras del diablo. Quien ha nacido de Dios no comete pecado, porque
su germen permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto
se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: quien no obra la
justicia no procede de Dios, como tampoco quien no ama a su hermano.
RESPONSORIO 1Jn 3, 1a. 2
R. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre * para llamamos hijos de
Dios, pues ¡lo somos! Aleluya.
V. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque
lo veremos tal cual es.
R. Para llamamos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san León Magno, papa
(Sermón 2 Sobre la ascensión, 1-4: PL 54, 397-399)
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR AUMENTA NUESTRA FE
Así como en la solemnidad de Pascua la resurrección del Señor fue para nosotros
causa de alegría, así también ahora su ascensión al cielo nos es un nuevo
motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez
de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos
celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las
potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre. Hemos sido establecidos y
edificados por este modo de obrar divino, para que la gracia de Dios se
manifestara más admirablemente, y así, a pesar de haber sido apartada de la
vista de los hombres la presencia visible del Señor, por la cual se alimentaba
el respeto de ellos hacia él, la fe se mantuviera firme, la esperanza
inconmovible y el amor encendido.
En esto consiste, en efecto, el vigor de los espíritus verdaderamente grandes,
esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas verdaderamente fieles:
creer sin vacilación lo que no ven nuestros ojos, tener fijo el deseo en lo que
no puede alcanzar nuestra mirada. ¿Cómo podría nacer esta piedad en nuestros
corazones, o cómo podríamos ser justificados por la fe, si nuestra salvación
consistiera tan sólo en lo que nos es dado ver?
Así, todas las cosas referentes a nuestro Redentor, que antes eran visibles,
han pasado a ser ritos sacramentales; y, para que nuestra fe fuese más firme y
valiosa, la visión ha sido sustituida por la instrucción, de modo que, en
adelante, nuestros corazones, iluminados por la luz celestial, deben apoyarse
en esta instrucción.
Esta fe, aumentada por la ascensión del Señor y fortalecida con el don del
Espíritu Santo, ya no se amilana por las cadenas, la cárcel, el destierro, el
hambre, el fuego, las fieras ni los refinados tormentos de los crueles
perseguidores. Hombres y mujeres, niños y frágiles doncellas han luchado, en
todo el mundo, por esta fe, hasta derramar su sangre. Esta fe ahuyenta a los
demonios, aleja las enfermedades, resucita a los muertos.
Por esto los mismos apóstoles, que, a pesar de los milagros que habían
contemplado y de las enseñanzas que habían recibido, se acobardaron ante las
atrocidades de la pasión del Señor y se mostraron reacios en admitir el hecho
de su resurrección, recibieron un progreso espiritual tan grande de la
ascensión del Señor, que todo lo que antes les era motivo de temor se les
convirtió en motivo de gozo. Es que su espíritu estaba ahora totalmente elevado
por la contemplación de la divinidad, del que está sentado a la derecha del
Padre; y al no ver el cuerpo del Señor podían comprender con mayor claridad que
aquél no había dejado al Padre, al bajar a la tierra, ni había abandonado a sus
discípulos, al subir al cielo.
Entonces, amadísimos hermanos, el Hijo del hombre se mostró, de un modo más
excelente y sagrado, como Hijo de Dios, al ser recibido en la gloria de la
majestad del Padre, y, al alejarse de nosotros por su humanidad, comenzó a
estar presente entre nosotros de un modo nuevo e inefable por su divinidad.
Entonces nuestra fe comenzó a adquirir un mayor y progresivo conocimiento de la
igualdad del Hijo con el Padre, y a no necesitar de la presencia palpable de la
substancia corpórea de Cristo, según la cual es inferior al Padre; pues,
subsistiendo la naturaleza del cuerpo glorificado de Cristo, la fe de los
creyentes es llamada allí donde podrá tocar al Hijo único, igual al Padre, no
ya con la mano, sino mediante el conocimiento espiritual.
RESPONSORIO Hb 8, 1; 10, 22. 23
R. Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono
de la Majestad en los cielos. * Acerquémonos con sinceridad de corazón, con
plenitud de fe, purificados los corazones de toda mancha de que tengamos
conciencia. Aleluya.
V. Mantengamos firmemente la profesión de nuestra esperanza, porque
fiel es Dios que nos hizo las promesas.
R. Acerquémonos con sinceridad de corazón, con plenitud de fe,
purificados los corazones de toda mancha de que tengamos conciencia. Aleluya.
Jueves, 30 de mayo de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (16,16-20):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro
poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y
dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros
lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis
tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «Un poco de tiempo y no me veréis -dice el Señor-;
todavía otro poco y me volveréis a ver, porque me voy al Padre.» Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. «Un poco de tiempo
y no me veréis -dice el Señor-; todavía otro poco y me volveréis a ver, porque
me voy al Padre.» Aleluya.
PRECES
Oremos confiados a Dios Padre, que quiso que Cristo
fuera la primicia de la resurrección de los hombres, y aclamémoslo, diciendo:
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.
Tú que por la columna de fuego iluminaste a tu pueblo en el desierto,
ilumina hoy con la resurrección de Cristo el día que empezamos.
Tú que por la voz de Moisés adoctrinaste a tu pueblo en el Sinaí,
haz que Cristo, por su resurrección, sea hoy palabra de vida para nosotros.
Tú que con el maná alimentaste a tu pueblo peregrino en el desierto,
haz que Cristo, por su resurrección, sea durante este día nuestro pan de vida.
Tú que por el agua de la roca diste de beber a tu pueblo en el desierto,
por la resurrección de tu Hijo danos hoy parte en tu Espíritu de vida.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, Dios nuestro, que has otorgado a tu pueblo
el don de la redención, concédenos vivir eternamente la alegría de la resurrección
de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Juana creció en el campo y
nunca aprendió a leer ni a escribir. Pero su madre que era muy piadosa le
infundió una gran confianza en el Padre Celestial y una tierna devoción hacia
la Virgen María. Cada sábado la niña Juana recogía flores del campo para llevarlas
al altar de Nuestra Señora. Cada mes se confesaba y comulgaba, y su gran deseo
era llegar a la santidad y no cometer nunca ningún pecado. Era tan buena y
bondadosa que todos en el pueblo la querían.
Su patria Francia estaba en muy grave situación porque la habían
invadido los ingleses que se iban posesionando rápidamente de muchas ciudades y
hacían grandes estragos.
A los catorce años la niña Juana empezó a sentir unas voces que la
llamaban. Al principio no sabía de quién se trataba, pero después empezó a ver
resplandores y que se le aparecían el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y
Santa Margarita y le decían: "Tú debes salvar a la nación y al rey".
Por temor no contó a nadie nada al principio, pero después las
voces fueron insistiéndole fuertemente en que ella, pobre niña campesina e
ignorante, estaba destinada para salvar la nación y al rey y entonces contó a
sus familiares y vecinos. Las primeras veces las gentes no le creyeron, pero
después ante la insistencia de las voces y los ruegos de la joven, un tío suyo
se la llevó a donde el comandante del ejército de la ciudad vecina. Ella le
dijo que Dios la enviaba para llevar un mensaje al rey. Pero el militar no le
creyó y la despachó otra vez para su casa.
Sin embargo unos meses después Juana volvió a presentarse ante el
comandante y este ante la noticia de una derrota que la niña le había
profetizado la envió con una escolta a que fuera a ver al rey.
Llegada a la ciudad pidió poder hablarle al rey. Este para
engañarla se disfrazó de simple aldeano y colocó en su sitio a otro. La joven
llegó al gran salón y en vez de dirigirse hacia donde estaba el reemplazo del
rey, guiada por las "voces" que la dirigían se fue directamente a
donde estaba el rey disfrazado y le habló y le contó secretos que el rey no se
imaginaba. Esto hizo que el rey cambiara totalmente de opinión acerca de la
joven campesina.
Ya no faltaba sino una ciudad importante por caer en manos de los
ingleses. Era Orleans. Y estaba sitiada por un fuerte ejército inglés. El rey
Carlos y sus militares ya creían perdida la guerra. Pero Juana le pide al
monarca que le conceda a ella el mando sobre las tropas. Y el rey la nombra
capitana. Juana manda hacer una bandera blanca con los nombres de Jesús y de
María y al frente de diez mil hombres se dirige hacia Orleans.
Animados por la joven capitana, los soldados franceses lucharon
como héroes y expulsaron a los asaltantes y liberaron Orleans. Luego se
dirigieron a varias otras ciudades y las liberaron también.
Juana no luchaba ni hería a nadie, pero al frente del ejército iba
de grupo en grupo animando a los combatientes e infundiéndoles entusiasmo y
varias veces fue herida en las batallas.
Después de sus resonantes victorias, obtuvo Santa Juana que el
temeroso rey Carlos VII aceptara ser coronado como jefe de toda la nación. Y
así se hizo con impresionante solemnidad en la ciudad de Reims.
Pero vinieron luego las envidias y entonces empezó para nuestra
santa una época de sufrimiento y de traiciones contra ella. Hasta ahora había
sido una heroína nacional. Ahora iba a llegar a ser una mártir. Muchos
empleados de la corte del rey tenían celos de que ella llegara a ser demasiado
importante y empezaron a hacerle la guerra.
Faltaba algo muy importante en aquella guerra nacional: conquistar
a París, la capital, que estaba en poder del enemigo. Y hacia allá se dirigió
Juana con sus valientes. Pero el rey Carlos VII, por envidias y por componendas
con los enemigos, le retiró sus tropas y Juana fue herida en la batalla y hecha
prisionera por los Borgoñones.
Los franceses la habían abandonado, pero los ingleses estaban
supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil
monedas de oro a los de Borgoña para que se la entregaran y la sentenciaron a
cadena perpetua.
Los ingleses la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel. Las
humillaciones y los insultos eran todos los días y a todas horas, hasta el
punto que Juana llegó a exclamar: "Esta cárcel ha sido para mí un martirio
tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo". Pero seguía
rezando con fe y proclamando que sí había oído las voces del cielo y que la
campaña que había hecho por salvar a su patria, había sido por voluntad de
Dios.
En ese tiempo estaba muy de moda acusar de brujería a toda mujer
que uno quisiera hacer desaparecer. Y así fue que los enemigos acusaron a Juana
de brujería, diciendo que las victorias que había obtenido era porque les había
hecho brujerías a los ingleses para poderlos derrotar. Ella apeló al Sumo
Pontífice, pidiéndole que fuera el Papa de Roma el que la juzgara, pero nadie
quiso llevarle al Santo Padre esta noticia, y el tribunal estuvo compuesto
exclusivamente por enemigos de la santa. Y aunque Juana declaró muchas veces
que nunca había empleado brujerías y que era totalmente creyente y buena
católica, sin embargo la sentenciaron a la más terrible de las muertes de ese
entonces: ser quemada viva.
Encendieron una gran hoguera y la amarraron a un poste y la
quemaron lentamente. Murió rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo
que un religioso le presentaba y encomendarse a Nuestro Señor. Invocaba al
Arcángel Miguel, al cual siempre le había tenido gran devoción y pronunciando
por tres veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu. Era el 30 de mayo del
año 1431. Tenía apenas 19 años. Varios volvieron a sus casas diciendo:
"Hoy hemos quemado a una santa". 23 años después su madre y sus
hermanos pidieron que se reabriera otra vez aquel juicio que se había hecho
contra ella. Y el Papa Calixto III nombró una comisión de juristas, los cuales
declararon que la sentencia de Juana fue una injusticia. El rey de Francia la
declaró inocente y el Papa Benedicto XV la proclamó santa.
Oración
Ante tus enemigos, ante el hostigamiento,
el ridículo y la duda, te mantuviste firme en la
fe.
Incluso abandonada, sola y sin amigos,
te mantuviste firme en la fe.
Incluso cuando encaraste la muerte,
te mantuviste firme en la fe.
Te ruego que yo sea tan inconmovible
en la fe como tú, Santa Juana.
Te ruego que me acompañes en mis propias
batallas.
Ayúdame a perseverar y a mantenerme firme en la
fe.
Amén.
Era hijo del rey Alfonso IX y primo hermano del rey San Luis de
Francia. Fue un verdadero modelo de gobernante, de creyente, de padre, esposo y
amigo. Emprendió la construcción de la bellísima Catedral de Burgos y de varias
catedrales más y fue el fundador de la famosa Universidad de Salamanca. San
Fernando III protegió mucho a las comunidades religiosas y se esforzó porque
los soldados de su ejército recibieran educación en la fe. Instauró el
castellano como idioma oficial de la nación y se esmeró para que en su corte se
le diera importancia a la música y al buen hablar literario.
Sus enfrentamientos tuvieron por fin, liberar a España de la
esclavitud en la que la tenían los moros, y por ende liberar también a la
religión católica del dominio árabe.
Como todos los santos fue mortificado y penitente, y su mayor
penitencia consistió en tener que sufrir 24 años en guerra incesante por defender
la patria y la religión.
En sus cartas se declaraba: "Caballero de Jesucristo, Siervo
de la Virgen Santísima, y Alférez del Apóstol Santiago. El Papa Gregorio Nono,
lo llamó: "Atleta de Cristo", y el Pontífice Inocencio IV le dio el
título de "Campeón invicto de Jesucristo".
Propagaba por todas partes la devoción a la Santísima Virgen y en
las batallas llevaba siempre junto a él una imagen de Nuestra Señora. Y le
hacía construir capillas en acción de gracias, después de sus inmensas
victorias. Este gran guerrero logró libertar de la esclavitud de los moros a
Ubeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla. Para agradecer a Dios tan
grandes victorias levantó la hermosa catedral de Burgos y convirtió en templo
católico la mezquita de los moros en Sevilla.