Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA I
De la Feria. Salterio I. I Vísperas del Domingo II del Tiempo Ordinario.
18 de enero
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto
la llena; venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: EN EL NOMBRE DEL PADRE,
DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.
Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría,
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia;
silabeas el alba igual que una palabra,
tu pronuncias el mar como sentencia.
Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.
Y tú te regocijas, oh Dios, y tu prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas,
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.
¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven, en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Me adelanto a la aurora pidiendo
auxilio.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE
TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Ant 2. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico: HIMNO A DIOS, DESPUÉS DE
LA VICTORIA DEL MAR ROJO Ex 15, 1-4. 8-13. 17-18
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tu, terrible entre los santos,
temibles por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Ant 3. Alabad al Señor, todas las naciones.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL
A LA ALABANZA DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor, todas las naciones.
LECTURA BREVE 2Pe 1,10-11
Hermanos, poned más empeño todavía en consolidar vuestra vocación y elección.
Si hacéis así, nunca jamás tropezaréis; de este modo se os concederá
generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador
Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE
V. A ti grito, Señor, tú eres mi
refugio.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
V. Mi heredad en el país de la vida.
R. Tú eres mi refugio.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis 8, 1-22
FINAL DEL DILUVIO
Dios se acordó de Noé y de todos los animales y ganado que estaban con él en el
arca; hizo soplar el viento sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar; se
cerraron las fuentes del océano y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia
del cielo. El agua se fue retirando y disminuyó, de modo que, a los ciento
cincuenta días, el día diez y siete del mes séptimo, el arca encalló sobre los
montes de Ararat. El agua fue disminuyendo hasta el mes décimo, y el día
primero de ese mes asomaron los picos de las montañas.
Pasados cuarenta días, Noé abrió el tragaluz que había hecho en el arca y soltó
el cuervo, que voló de un lado para otro, hasta que se secó el agua en la
tierra. Después soltó la paloma, para ver si el agua sobre la superficie estaba
ya somera. La paloma, no encontrando donde posarse, volvió al arca con Noé,
porque todavía había agua sobre la superficie. Noé alargó el brazo, la asió y la
metió consigo en el arca. Esperó otros siete días, y de nuevo soltó la paloma
desde el arca; ella volvió al atardecer con una hoja de olivo arrancada en el
pico.
Noé comprendió que el agua sobre la tierra estaba somera; esperó otros siete
días, y soltó la paloma, que ya no volvió.
El año seiscientos uno de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se
secó el agua en la tierra. Noé abrió el tragaluz del arca, miró y vio que la
superficie estaba seca; el día diez y siete del segundo mes la tierra estaba
seca. Entonces, dijo Dios a Noé:
«Sal del arca con tus hijos, tu mujer y tus nueras; todos los seres vivientes
que estaban contigo, todos los animales, aves, cuadrúpedos o reptiles, hazlos
salir contigo, para que pululen por la tierra y crezcan y se multipliquen en la
tierra.»
Salió, pues, Noé con sus hijos, su mujer y sus nueras; y todos los animales,
cuadrúpedos, aves y reptiles salieron en grupos del arca.
Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie pura y
los ofreció en holocausto sobre el altar. El Señor olió el aroma que aplaca y
se dijo:
«No volveré a maldecir la tierra a causa del hombre, porque el corazón humano
piensa mal desde la juventud. No volveré a matar a los vivientes como acabo de
hacerlo. Mientras dure la tierra, no han de faltar siembra y cosecha, frío y
calor, verano e invierno, día y noche.»
RESPONSORIO Cf. 1Pe 3, 20-21; Sir 44, 17
R. En los días de Noé, unas cuantas personas, ocho nada más, se
salvaron por medio del agua; * en esta agua estaba prefigurado el bautismo que
os salva ahora a vosotros.
V. El justo Noé fue un hombre íntegro, en el tiempo de la destrucción
él fue el renovador.
R. En esta agua estaba prefigurado el bautismo que os salva ahora a
vosotros.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
(Cap. 31-33: Funk 1, 99-103)
POR LA FE DIOS JUSTIFICÓ A TODOS DESDE EL PRINCIPIO
Procuremos hacernos dignos de la bendición divina y veamos cuáles son los
caminos que nos conducen a ella. Consideremos aquellas cosas que sucedieron en
el principio. ¿Cómo obtuvo nuestro padre Abraham la bendición? ¿No fue acaso
porque practicó la justicia y la verdad por medio de la fe? Isaac, sabiendo lo
que le esperaba, se ofreció confiada y voluntariamente al sacrificio. Jacob, en
el tiempo de su desgracia, marchó de su tierra, a causa de su hermano, y llegó
a casa de Labán, poniéndose a su servicio; y se le dio el cetro de las doce
tribus de Israel.
El que considere con cuidado cada uno de estos casos comprenderá la magnitud de
los dones concedidos por Dios. De Jacob, en efecto, descienden todos los
sacerdotes y levitas que servían en el altar de Dios; de él desciende Jesús,
según la carne; de él, a través de la tribu de Judá, descienden reyes,
príncipes y jefes. Y en cuanto a las demás tribus de él procedentes, no es poco
su honor, ya que el Señor había prometido: Multiplicaré a tus descendientes
como las estrellas del cielo. Vemos, pues, cómo todos éstos alcanzaron gloria y
grandeza no por sí mismos ni por sus obras ni por sus buenas acciones, sino por
el beneplácito divino. También nosotros, llamados por su beneplácito en Cristo
Jesús, somos justificados no por nosotros mismos ni por nuestra sabiduría o
inteligencia ni por nuestra piedad ni por las obras que hayamos practicado con
santidad de corazón, sino por la fe, por la cual Dios todopoderoso justificó a
todos desde el principio; a él sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
¿Qué haremos, pues, hermanos? ¿Cesaremos en nuestras buenas obras y dejaremos
de lado la caridad? No permita Dios tal cosa en nosotros, antes bien, con
diligencia y fervor de espíritu, apresurémonos a practicar toda clase de obras
buenas. El mismo Hacedor y Señor de todas las cosas se alegra por sus obras.
El, en efecto, con su máximo y supremo poder, estableció los cielos y los
embelleció con su sabiduría inconmensurable; él fue también quien separó la
tierra firme del agua que la cubría por completo, y la afianzó sobre el
cimiento inamovible de su propia voluntad; él, con sólo una orden de su voluntad,
dio el ser a los animales que pueblan la tierra; él también, con su poder,
encerró en el mar a los animales que en él habitan, después de haber hecho uno
y otros.
Además de todo esto, con sus manos sagradas y puras, plasmó al más excelente de
todos los seres vivos y al más elevado por la dignidad de su inteligencia, el
hombre, en el que dejó la impronta de su imagen. Así, en efecto, dice Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.» Y creó Dios al hombre; hombre
y mujer los creó. Y, habiendo concluido todas sus obras, las halló buenas y las
bendijo diciendo: Creced y multiplicaos. Démonos cuenta, por tanto, de que
todos los justos estuvieron colmados de buenas obras, y de que el mismo Señor
se complació en sus obras. Teniendo semejante modelo, entreguémonos con
diligencia al cumplimiento de su voluntad, pongamos todo nuestro esfuerzo en
practicar el bien.
RESPONSORIO Cf. Dn 9, 4; Rm 8, 28
R. El Señor es el Dios poderoso, que guarda su alianza y su amor a
todos los que lo aman, * y a los que guardan sus preceptos.
V. A los que aman a Dios todo les sirve para el bien.
R. Y a los que guardan sus preceptos
Sábado, 18
de enero de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,13-17):
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a
él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le
dijo: «Sígueme.»
Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos
que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus
discípulos.
Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les
dijeron a los discípulos: «¡De modo que come con publicanos y pecadores!»
Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven
en tiniebla y en sombra de muerte.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y
SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en
sombra de muerte.
PRECES
Bendigamos a Cristo que para ser
ante Dios el pontífice misericordioso y fiel de los hombres se hizo en todo
semejante a nosotros, y supliquémosle diciendo:
Muéstranos, Señor, los tesoros de
tu amor.
Señor, sol de justicia, que nos iluminaste en el bautismo,
te consagramos este nuevo día.
Que sepamos bendecirte en cada uno de los momentos de nuestra jornada
y glorifiquemos tu nombre con cada una de nuestras acciones.
Tú que tuviste por madre a María, siempre dócil a tu palabra,
encamina hoy nuestros pasos para que obremos también como ella según tu
voluntad.
Haz que mientras vivimos aún en este mundo que pasa anhelemos la vida eterna
y por la fe, la esperanza y el amor vivamos ya contigo en tu reino.
Se pueden añadir algunas
intenciones libres
Con la misma confianza que tienen los hijos con su padre, acudamos nosotros a
nuestro Dios, diciéndole:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Señor, que la
claridad de la resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra
vida; que no temamos ante la oscuridad de la muerte y podamos llegar un día a
la luz que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde
de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Nació en Auvernia. Se entregó al estudio y consagraba su tiempo
libre a estudiar algunos salmos de David. Se preparaba así al servicio de Dios
con la práctica de la oración.
Luego de la muerte de sus padres y de traspasar sus compromisos
matrimoniales a su hermano menor, Leobardo marchó a la tumba de San Martín,
donde después de haber orado prolongadamente, se fue a encerrar cerca de la
abadía de Marmouituer y se instaló en una celda.
Se dedicó a fabricar pergaminos para escribir los pasajes de la
Biblia y de los salmos que se les escapaban de la memoria. Ante algunas
dificultades que tuvo con otro morador, el santo encontró en los libros dejados
por Gregorio de Tours, todos los medios necesarios que lo conducían a su
salvación y a la santificación de los demás, pues Dios le concedió el don de
los milagros, a favor de quienes venía a visitarlo. Murió en el año 593.