Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
INVITATORIO
V. Señor,
abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu
alabanza.
HIMNO
Eres tú nuestro
pontífice,
oh Siervo glorificado,
ungido por el Espíritu,
de entre los hombres llamado.
Eres tú nuestro
pontífice,
el que tendiste la mano
a la mujer rechazada
y al ciego desamparado.
Eres tú nuestro
pontífice;
el culto de los cristianos,
tu palabra que acontece
y el cuerpo santificado.
Eres tú nuestro
pontífice;
morías en cruz clavado
y abrías la senda nueva
detrás del velo rasgado.
Eres tú nuestro
pontífice,
hoy, junto al Padre, sentado;
hoy por la Iglesia intercedes,
nacida de tu costado
Eres tú nuestro
pontífice;
¡Cristo, te florificamos!
¡Que tu santo rostro encuentre
dignos de ti nuestros cantos! Amén.
Ant A
Cristo, sacerdote eterno, démosle gloria.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Se repite
la antífona
Porque
el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Se repite
la antífona
Venid,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Se repite
la antífona
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras."
Se repite
la antífona
Durante
cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."
Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant A Cristo, sacerdote eterno, démosle gloria
SALMODIA
Ant. 1 Por
la sangre de la cruz de Cristo, Dios re-
concilió consigo todas las cosas, así las del cielo
como las de la tierra.
- Salmo 62 -
¡Oh Dios!, tú eres
mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansias de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te
bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me
acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a las sombras de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Por
la sangre de la cruz de Cristo, Dios re-
concilió consigo todas las cosas, así las del cielo
como las de la tierra.
Ant. 2 Todo
fue creado por Cristo y para Cristo.
Cántico.
Dn. 3,57-88. 56
Creaturas todas
del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Angeles del Señor,
bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio,
bendecid al Señor;
ejércitos del Señor bendecid al Señor.
Sol y luna,
bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío,
bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor,
bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas
bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieve,
bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas,
bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra
al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres,
bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales,
bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces,
bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados,
bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los
hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del
Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus
justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y
Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor
en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzadlo, por los siglos.
Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Todo
fue creado por Cristo y para Cristo.
Ant. 3 Dios
constituyó a Cristo cabeza del cuerpo
de la Iglesia y sometió todas las cosas bajo sus pies.
-Salmo 149-
Cantad al Señor un
cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre
con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles
festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar
venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la
sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Dios
constituyó a Cristo cabeza del cuerpo
de la Iglesia y sometió todas las cosas bajo sus pies.
LECTURA BREVE
Hb 10, 5-10
Cristo, al entrar
en este mundo, dice: "No quisiste
sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un
cuerpo; no te complaciste en holocaustos ni en sacri-
ficios por el pecado; entonces yo exclamé: Ya estoy
aquí, oh Dios, para cumplir tu voluntad --pues así
está escrito de mí en el rollo de la ley--." Dice lo
primero: "No quisiste sacrificios, ni ofrendas, ni ho-
locaustos, si sacrificios por el pecado, ni en ellos te
complaciste", a pesar de que todos ellos son ofrecidos
según la ley. Pero en seguida dice: "Ya estoy aquí
para cumplir tu voluntad." Con esto abroga lo prime-
ro y establece lo segundo. En virtud de esta voluntad,
quedaremos nosotros santificados por la oblación del
cuerpo de Jesucristo, ofrecida una vez y para siempre.
RESPONSORIO
BREVE
V. Aquí
estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad.
R. Aquí estoy, Dios mío,
para hacer tu voluntad.
V. Llevo
tu ley en las entrañas.
R. Para hacer tu voluntad.
V. Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Aquí estoy, Dios mío,
para hacer tu voluntad.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 4, 14--5, 10
JESUCRISTO, SUMO SACERDOTE
Hermanos, teniendo un sumo sacerdote que penetró y está en los cielos, Jesús, el
Hijo de Dios, mantengamos firme la fe que profesamos. No tenemos un sacerdote
incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, al contrario, él mismo pasó
por todas las pruebas a semejanza nuestra, fuera del pecado. Acerquémonos,
pues, con seguridad y confianza a este trono de la gracia. Aquí alcanzaremos
misericordia y hallaremos gracia para ser socorridos en el momento oportuno.
Todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, es constituido en favor de
los hombres en lo tocante a las relaciones de éstos con Dios, a fin de que
ofrezca dones y sacrificios por los pecados. Él puede sentir compasión hacia
los ignorantes y extraviados, porque él mismo está rodeado de fragilidad. Y a
causa de esta misma fragilidad debe ofrecer sacrificios de expiación por los
pecados, tanto por los del pueblo como por los suyos propios. Nadie se arroga
este honor. Sólo lo toma aquel que es llamado por Dios -como lo fue Aarón-.
De igual modo, tampoco Cristo se dio a sí mismo la gloria del sumo sacerdocio,
sino que la recibió de aquel que le dijo: «Hijo mío eres tú: yo te he
engendrado hoy.» Y como le dice también en otro pasaje: «Tú eres sacerdote
eterno según el rito de Melquisedec.»
Cristo, en los días de su vida mortal, habiendo elevado oraciones y súplicas
con poderoso clamor y lágrimas hacia aquel que tenía poder para salvarlo de la
muerte, fue escuchado en atención a su actitud reverente y filial; con todo,
aunque era Hijo, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la obediencia,
y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de
salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote
«según el rito de Melquisedec».
RESPONSORIO Hb 5, 8. 9. 7
R. Cristo, aunque era Hijo de Dios, aprendió por experiencia, en sus
padecimientos, la obediencia, * y se convirtió en causa de salvación para todos
los que lo obedecen.
V. En los días de su vida mortal, habiendo elevado oraciones con
poderoso clamor, fue escuchado en atención a su actitud reverente y filial.
R. y se convirtió en causa de salvación para todos los que lo
obedecen.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de Tertuliano, presbítero, Sobre la oración
(Cap. 28-29: CCL 1, 273-274)
NUESTRA OFRENDA ESPIRITUAL
La oración es una ofrenda espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios.
¿Qué me importa -dice- el número de vuestros sacrificios? Estoy harto de
holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de toros, corderos y
chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos?
El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor: Llega la hora -dice- en
que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque
Dios es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que busca. Nosotros
somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en
espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada
y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía.
Esta ofrenda, ofrecida de corazón, alimentada con la fe, cuidada con la verdad,
íntegra por la inocencia, limpia por la castidad, coronada con el amor, es la
que debemos llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de las
buenas obras, en medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos
de Dios cualquier cosa que le pidamos.
¿Qué podrá negar Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de
la verdad, si es él quien la exige? Hemos leído, oído y creído los argumentos
que demuestran su gran eficacia.
En tiempos pasados, la oración liberaba del fuego, de las bestias, de la falta
de alimento, y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia.
¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente, no
hace venir el rocío angélico en medio del fuego, ni cierra la boca de los
leones, ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en
aquellos casos del antiguo Testamento); no impide milagrosamente el
sufrimiento, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece
con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los
ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios.
En el pasado, la oración hacía venir calamidades, aniquilaba los ejércitos
enemigos, impedía la lluvia necesaria. Ahora, por el contrario, la oración del
justo aparta la ira de Dios, vela en favor de los enemigos, suplica por los
perseguidores. ¿Qué tiene de extraño que haga caer el agua del cielo, si pudo
impetrar que de allí bajara fuego? La oración es lo único que tiene poder sobre
Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que toda
la eficacia que él le ha dado ha de servir para el bien.
Por esto, su finalidad es servir de sufragio a las almas de los difuntos,
robustecer a los débiles, curar a los enfermos, liberar a los posesos, abrir
las puertas de las cárceles, deshacer las ataduras de los inocentes. La oración
sirve también para perdonar los pecados, para apartar las tentaciones, para
hacer que cesen las persecuciones, para consolar a los abatidos, para deleitar
a los magnánimos, para guiar a los peregrinos, para mitigar las tempestades,
para impedir su actuación a los ladrones, para alimentar a los pobres, para
llevar por buen camino a los ricos, para levantar a los caídos, para sostener a
los que van a caer, para hacer que resistan los que están en pie.
Oran los mismos ángeles, ora toda la creación, oran los animales domésticos y
los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas,
levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el
aire. También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y
extienden las alas, en lugar de las manos, en forma de cruz y dicen algo que
asemeja una oración.
¿Qué más podemos añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a
él sea el honor y el poder por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO Jn 4, 23-24
R. Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; * pues tales son los adoradores que el Padre quiere.
V. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y
en verdad.
R. Pues tales son los adoradores que el Padre quiere.
EVANGELIO
Esto es mi
cuerpo
Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre
Lectura del
santo evangelio según san Lucas 22, 14-20
Llegada la hora, se sentó Jesús
con sus discípulos y les dijo:
—«He deseado enormemente comer
esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la
volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios».
Y, tomando una copa, pronunció la
acción de gracias y dijo:
—«Tomad esto, repartidlo entre
vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta
que venga el reino de Dios».
Y, tomando pan, pronunció la
acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
—«Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros; haced esto en memoria mía».
Después de cenar, hizo lo mismo
con la copa, diciendo:
—«Esta copa es la nueva alianza,
sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».
Palabra del
Señor.
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. Padre,
que todos sean uno, para que el mundo crea
que tú me has enviado.
Cántico de Zacarías
Lc 1, 68-79
Bendito sea el
Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación
que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos
que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días
Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz
Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Padre,
que todos sean uno, para que el mundo crea
que tú me has enviado.
PRECES.
Acudamos a Cristo, sacerdote del santuario verda-
dero, siempre dispuesto a interceder por nosotros, y
digámosle confiados:
Escúchanos, Señor.
Jesús, Hijo de Dios vivo,
condúcenos a la luz de tu verdad.
Cristo, Verbo de Dios, que estás con el Padre desde
siempre y hasta siempre,
consagra a tu Iglesia en la unidad.
Jesús, ungido del padre en el Espíritu Santo,
santifica a tu Iglesia en la verdad.
Cristo mediador de la nueva alianza,
reviste de tu santidad a los sacerdotes para gloria
del Padre.
Cristo, sabiduría de Dios, paz y reconciliación
nues-
tra,
que todos seamos un solo corazón y una sola
alma en tu Iglesia.
Cristo, sacerdote eterno, glorificador del Padre,
que nuestra oblación sea en ti alabanza de gloria
eterna.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Unidos a Cristo nuestro gran sacerdote, pidamos
al Padre que su nombre sea siempre santificado:
Padre nuestro.............
ORACIÓN.
Dios nuestro, que
para gloria tuya y salvación de
todos los hombres constituiste sumo y eterno sacer-
dote a tu Hijo, Jesucristo, concede a quienes él ha
elegido como ministros suyos y administradores de
sus sacramentos y de su Evangelio la gracia de ser
fieles en el cumplimiento de su ministerio. Por nues-
tro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.
TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA X
Del Común de pastores: para un santo presbítero y del Común de doctores de la
Iglesia. Salterio II.
13 de junio
SAN ANTONIO DE PADUA, presbítero y doctor de la
Iglesia. (MEMORIA)
Nació en Lisboa (Portugal) a finales del siglo XII. Primero
formó parte de los canónigos regulares de san Agustín, y poco después de su
ordenación sacerdotal, ingresó en la Orden de los frailes Menores, con la
intención de dedicarse a propagar la fe cristiana en África. Sin embargo, fue
en Francia y en Italia donde ejerció con gran provecho sus dotes de predicador,
convirtiendo a muchos herejes. Fue el primero que enseñó teología en su Orden.
Escribió varios sermones llenos de doctrina y de unción. Murió en Padua el año
1231.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al
Señor, fuente de la sabiduría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al
Señor, fuente de la sabiduría.
Himno: PARA VOSOTROS, EL MISTERIO DEL PADRE.
Para vosotros, el misterio del Padre;
con vosotros, la luz del Verbo;
en vosotros, la llama del Amor
que es fuego.
¡Hontanares de Dios!,
¡hombres del Evangelio!,
¡humildes inteligencias luminosas!,
¡grandes hombres de barro tierno!
El mundo tiene hambre de infinito
y sed de cielo;
las criaturas nos atan a lo efímero
y nos vamos perdiendo en el tiempo.
Para nosotros,
el misterio que aprendisteis del Padre;
con nosotros, la luz que os dio el Verbo;
en nosotros, el Amor ingénito.
¡Hombres de Cristo, maestros de la Iglesia!
dadnos una vida y un anhelo,
la angustia por la verdad,
por el error el miedo.
Dadnos una vida de rodillas
ante el misterio,
una visión de este mundo de muerte
y una esperanza de cielo.
Padre, te pedimos para la Iglesia
la ciencia de estos maestros. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Salmo 42 - DESEO DEL TEMPLO
Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Envíame, Señor, tu
luz y tu verdad.
Ant 2. Protégenos, Señor,
todos los días de nuestra vida.
Cántico: ANGUSTIA DE UN MORIBUNDO Y ALEGRÍA DE LA
CURACIÓN Is 38, 10-14. 17-20
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estas acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Protégenos, Señor,
todos los días de nuestra vida.
Ant 3. ¡Oh Dios!, tu
mereces un himno en Sión.
Salmo 64 - SOLEMNE ACCIÓN DE GRACIAS.
¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.
A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.
Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;
Tú que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;
riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
las rodadas de tu carro rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¡Oh Dios!, tu
mereces un himno en Sión.
LECTURA BREVE Sb 7, 13-14
Aprendí la sabiduría sin malicia, reparto sin envidia, y no me guardo sus
riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren
se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.
RESPONSORIO BREVE
V. El pueblo cuenta su sabiduría.
R. El pueblo cuenta
su sabiduría.
V. La asamblea
pregona su alabanza.
R. Cuenta su
sabiduría.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El pueblo cuenta
su sabiduría.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Josué 2, 1-24
POR LA FE, RAJAB LA MERETRIZ, ACOGIÓ PACÍFICAMENTE A LOS
EXPLORADORES
En aquellos días, Josué, hijo de Nun, envió secretamente desde Sittim dos
espías con esta orden: «Id y explorad la tierra de Jericó.»
Fueron y entraron en casa de una ramera, llamada Rajab, y se alojaron allí. Se
le dijo al rey de Jericó:
«Mira que unos hombres israelitas han entrado aquí por la noche, para explorar
el país.»
Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rajab:
«Haz salir a los hombres que han entrado en tu casa, porque han venido para
explorar todo el país.»
Pero la mujer tomó a los dos hombres y los escondió. Luego respondió:
«Es verdad que algunos hombres han venido a mi casa, pero yo no sabía de dónde
eran. Cuando se iba a cerrar la puerta por la noche, salieron y no sé adónde
han ido. Perseguidlos aprisa, que los alcanzaréis.»
Pero ella los había hecho subir al terrado y los había escondido entre unos
haces de lino que tenía amontonados en el terrado. Salieron algunos hombres en
su persecución, camino del Jordán, hacia los vados, y se cerró la puerta en
cuanto los perseguidores salieron tras ellos.
Rajab subió al terrado donde ellos estaban, antes que se hubiesen acostado, y
les dijo:
«Ya sé que el Señor os ha dado esta tierra, que nos ha invadido vuestro terror
y que todos los habitantes de esta región han temblado ante vosotros: porque
nos hemos enterado de cómo el Señor secó las aguas del mar de las Cañas delante
de vosotros a vuestra salida de Egipto, y lo que habéis hecho con los dos reyes
amorreos del otro lado del Jordán, Sijón y Og, a quienes entregasteis al
anatema. Al oírlo, ha desfallecido nuestro corazón y no se encuentra nadie con
aliento para haceros frente, porque el Señor, vuestro Dios, es Dios tanto
arriba en los cielos como abajo en la tierra. Juradme, pues, ahora por el
Señor, ya que os he tratado con bondad, que vosotros también trataréis con
bondad a la casa de mi padre, y dadme una señal segura de que respetaréis la
vida de mi padre y de mi madre, de mis hermanos y hermanas y de todos los
suyos, y de que libraréis nuestras vidas de la muerte.»
Los hombres le respondieron:
«Muramos nosotros en vez de vosotros, con tal de que no divulguéis nuestra
presencia. Cuando el Señor nos haya entregado la tierra, te trataremos a ti con
bondad y lealtad.»
Ella los descolgó con una cuerda por la ventana, pues su casa estaba en la
pared de la muralla y vivía en la misma muralla. Les dijo:
«Id hacia la montaña, para que no os alcancen los que os persiguen. Estad
escondidos allí tres días, hasta que vuelvan los perseguidores: después podéis
seguir vuestro camino.»
Los hombres respondieron:
«Nosotros cumpliremos ese juramento que nos has exigido. Cuando entremos en el
país, tendrás esta señal: atarás este cordón de hilo escarlata a la ventana por
la que nos has descolgado y reunirás junto a ti en casa a tu padre, a tu madre,
a tus hermanos y a toda la familia de tu padre. Si alguno sale fuera de las
puertas de tu casa, caiga su sangre sobre su cabeza. Nosotros seremos
inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo en casa caiga sobre
nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre ellos. Mas, si divulgas nuestra
presencia, quedaremos libres del juramento que nos has exigido.»
Ella respondió:
«Sea según vuestras palabras.»
Y los dejó marchar. Cuando se fueron, ella ató el cordón escarlata a la
ventana.
Marcharon ellos y se metieron en el monte. Se quedaron allí tres días, hasta
que regresaron los perseguidores. Éstos los habían buscado por todo el camino,
pero no los encontraron. Entonces los dos hombres volvieron a bajar del monte,
pasaron el río y fueron donde estaba Josué, hijo de Nun, a quien contaron todo
lo que les había ocurrido. Dijeron a Josué:
«Cierto que el Señor ha puesto en nuestras manos toda la tierra; todos los
habitantes del país tiemblan ya ante nosotros.»
RESPONSORIO St 2, 24-26; Hb 11, 31
R. El hombre es justificado por las obras, no sólo por la fe. ¿Acaso
no fue Rajab justificada por las obras, al acoger a los mensajeros y hacerlos
salir por otro camino? * Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así
también la fe está muerta sin las obras.
V. Por la fe, no pereció con los incrédulos Rajab la meretriz, por
haber acogido amistosamente a los exploradores del pueblo de Dios.
R. Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe
está muerta sin las obras.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Antonio de Padua, presbítero
(I, 226)
LA PALABRA TIENE FUERZA CUANDO VA ACOMPAÑADA DE LAS OBRAS
El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas
lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la
humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con
que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La
palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las
palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero
vacíos de obras, y por esto el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera
en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador -dice
san Gregorio- es poner por obra lo que predica.» En vano se esfuerza en propagar
la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.
Pero los apóstoles hablaban según les hacía expresarse el Espíritu Santo.
¡Dichoso el que habla según le hace expresarse el Espíritu Santo y no según su
propio sentir!
Porque hay algunos que hablan movidos por su propio espíritu, roban las
palabras de los demás y las proponen como suyas, atribuyéndolas a sí mismos. De
estos tales y de otros semejantes dice el Señor por boca de Jeremías: Aquí
estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy
yo contra los profetas -oráculo del Señor- que manejan la lengua para echar
oráculos. Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos -oráculo del
Señor-, que los cuentan para extraviar a mi pueblo, con sus embustes y
jactancias. Yo no los mandé ni los envié, por eso son inútiles a mi pueblo
-oráculo del Señor-.
Hablemos, pues, según nos haga expresarnos el Espíritu Santo, pidiéndole con
humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el
significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el
perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez
mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición,
de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos
llegar a la contemplación del Dios uno y trino.
RESPONSORIO Cf. Os 14, 6; cf. Sal 91, 13; Sir 24,
4
R. El justo florecerá como un lirio * y se alegrará eternamente ante
el Señor.
V. En medio de su pueblo se gloría.
R. Y se alegrará eternamente ante el Señor.
Lecturas del Jesucristo, sumo y eterno sacerdote
Jueves, 13
de junio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (22,14-20):
14 Cuando llegó la
hora, se puso a la mesa con los apóstoles;
15 y les dijo: «Con
ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;
16 porque os digo que
ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.»
17 Y recibiendo una
copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros;
18 porque os digo que,
a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el
Reino de Dios.»
19 Tomó luego pan, y,
dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es
entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»
20 De igual modo,
después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi
sangre, que es derramada por vosotros.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los
que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la
eternidad.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Los sabios
brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las
multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.
PRECES
Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó
la vida por sus ovejas, y supliquémosle diciendo:
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has revelado tu
misericordia y tu amor,
haz que, por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.
Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único
pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.
Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los
cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten en tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas
de una vida santa.
Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el
amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, que diste a tu pueblo
un predicador insigne del Evangelio en san Antonio de Padua, y un intercesor
eficaz que lo asistiera en sus dificultades, concédenos, por su intercesión,
que seamos fieles a las enseñanzas del Evangelio y que contemos con tu ayuda en
todas las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Nació en Lisboa, en 1195. Santo franciscano de origen portugués,
sacerdote y doctor de la Iglesia. Su nombre de nacimiento era Fernando Martins;
era hijo primogénito de Martín de Alfonso, caballero portugués descendiente de
nobles franceses (los Bouillon), y de María Taveira.
Estudió en la escuela catedralicia, donde un tío suyo era
maestrescuela; más tarde, en torno a 1210, ingresó en el monasterio de
canónigos regulares de San Agustín de San Vicente de Fora, cerca de Lisboa.
Allí tuvo como maestros al propio prior, Pedro, y a un hombre de amplios
conocimientos como Petrus Petri. Pero su familia y amigos no aceptaron su
vocación y trataron de hacerle abandonar.
Para evitar estas presiones renunció a la herencia familiar y se
trasladó en 1212 al monasterio de Santa Cruz de Coimbra, importante centro de
enseñanza religiosa que contaba con una gran biblioteca. En este otro lugar
recibió la influencia de la escuela teológica de San Víctor (París) a través de
profesores que habían estudiado allí. Tampoco en Coimbra encontró tranquilidad,
pues el monasterio se vio afectado por el enfrentamiento entre el rey Alfonso
II de Portugal y el papa Inocencio III: su propio prior, Juan, fue excomulgado
por apoyar al primero.
Hacia 1219, fecha en que probablemente era ya sacerdote, conoció a
la pequeña comunidad franciscana de Coimbra, establecida poco antes en el
eremitorio de Olivais, y se sintió atraído por su modo de vida fraterno,
evangélico y en pobreza. Cuando poco después llegaron a su monasterio restos de
los primeros mártires franciscanos, muertos en Marrakech, decidió ingresar en
la nueva orden, que a causa de su reciente creación aún estaba poco extendida y
carecía del prestigio que alcanzaría más adelante. Fray Juan Parenti,
provincial de España, presidió la sencilla ceremonia de toma de hábito
franciscano (verano de 1220), en la que cambió el nombre de Fernando por el de
Antonio (el eremitorio de Olivais estaba dedicado a San Antonio Abad), símbolo
de su cambio de vida.
Tras un breve noviciado, e impulsado por el ejemplo de los
mártires franciscanos, parece que en otoño de ese mismo año embarcó hacia
Marruecos junto con otro hermano de orden, fray Felipe de Castilla, para
alcanzar él mismo el martirio. Sin embargo, al poco de desembarcar contrajo la
malaria, enfermedad que le dejaría secuelas para toda la vida; convaleciente
todo el invierno, se vio obligado a abandonar el país.
Su intención era ahora llegar a las costas españolas y desde ellas
volver por tierra a Portugal, pero una tempestad llevó el barco en que viajaba
hasta Sicilia. Permaneció algún tiempo en Milazzo (costa noreste de la isla),
donde había una comunidad franciscana, para completar su recuperación. En junio
de 1221 asistió al capítulo de su orden en Asís ("capítulo de las
Esteras", que convocó a 3.000 franciscanos); allí conoció a San
Francisco de Asís y decidió no regresar a Coimbra para ponerse al servicio
de fray Gracián, provincial de la Romaña (circunscripción franciscana que
abarcaba todo el norte de Italia).
Éste lo envió durante un año al eremitorio de Montepaolo (cerca de
Forli) para que se fortaleciese antes de encomendarle alguna misión de
apostolado. A mediados de 1222, ya con buena salud, predicó en la catedral de
Forli (sin haber preparado previamente sus palabras, pero con gran profundidad)
con ocasión de unas ordenaciones de franciscanos y dominicos.
Su provincial le nombró predicador y le encargó ejercer su
ministerio por todo el norte de Italia, donde se extendía por muchos lugares el
catarismo. Recorrió así, enseñando, numerosos lugares. Su labor catequética en
Rímini en 1223, por ejemplo, fue difícil, pero sus exhortaciones y discusiones
públicas acabaron teniendo éxito, logrando convertir entre otros a Bononillo,
obispo cátaro. A finales de este año o principios de 1224 estuvo también en
Bolonia, enseñando teología a otros frailes franciscanos en el convento de
Santa María de la Pugliola; fue el primer maestro de la orden, recibiendo para
ello el permiso de San Francisco, que le escribió una carta llamándole "mi
obispo".
Hacia 1224 o 1225, sus superiores lo trasladaron al sur de
Francia, donde los albigenses tenían más fuerza que en Italia. Su método para
combatir la herejía consistió en llevar una vida ejemplar, en charlas con los
no creyentes y en catequesis para fortalecer la fe de los cristianos. Prosiguió
su enseñanza teológica en Montpellier (donde se formaban los franciscanos y
dominicos que iban a predicar en la región) y Tolosa (ciudad con fuerte
presencia albigense), además de ser guardián del convento de Le Puy-en-Velay
(al oeste de Valence y Lyon) y, desde el capítulo de Arlés de 1225, custodio de
Limoges. Como tal estableció la residencia de los franciscanos de la ciudad en
una antigua ermita benedictina y fundó un convento cerca de Brieve.
A finales de 1225 participó en el sínodo de Bourges, que examinó
la situación de la región. San Antonio de Padua señaló a los prelados la
necesidad de vivir sencillamente para dar ejemplo; el obispo de Bourges, Simón
de Sully, respondió a sus palabras y aplicó en lo sucesivo la reforma de
costumbres, ayudándose de franciscanos y dominicos para la evangelización de su
diócesis.
La muerte de San Francisco el 3 de octubre de 1226 le obligó a
viajar a Asís, como custodio de Limoges, para asistir al capítulo general que
debía elegir nuevo ministro general; éste tuvo lugar el 30 de mayo de 1227,
siendo elegido fray Juan Parenti. Buen conocedor de la valía de Antonio, le
nombró provincial de Romaña. Muy querido por sus frailes, recorrió los lugares
de su provincia donde había conventos franciscanos; uno de ellos fue Vercelli,
donde predicó en la catedral con gran impacto y conoció al teólogo y canónigo
regular Tomás Galo.
También por entonces debió estar durante estancias largas en
Padua, donde fundó una escuela de franciscanos y comenzó a escribir una serie
de sermones. Fruto de su labor fue el aumento de las misiones de predicación y
la fundación de numerosos conventos. En el capítulo general de 1230, reunido
con ocasión del traslado de los restos de San Francisco a su basílica de Asís,
pidió a Parenti que le retirase el cargo, a causa de su mala salud.
El general aceptó su renuncia a cambio de formar parte de una
comisión que debía presentar al papa Gregorio IX varias cuestiones
sobre la regla franciscana que el pontífice debía estudiar y aprobar. Ante él y
la curia romana predicó por entonces Antonio, siendo escuchado con entusiasmo:
el papa lo llamó "Arca del Testamento". Es posible que colaborase en
la redacción de la bula Quo
elongati, respuesta a los problemas planteados por la orden al
pontífice.
Después marchó al que sería su último destino, Padua, en la que se
entregó con tal ardor que en lo sucesivo a su nombre quedaría asociado el de la
ciudad: Antonio de Padua. Se instaló primero en la capilla de la Arcella, junto
al convento de clarisas, pero solía predicar en el convento franciscano de
Santa María, extramuros de la ciudad.
Escribió, por petición del cardenal Reinaldo dei Segni (el futuro
Alejandro IV), una serie de sermones según las fiestas del año litúrgico y
predicó hasta el agotamiento la Cuaresma de 1231; a sus sermones diarios
asistió gran parte de la ciudad y consiguió del Consejo Mayor de la ciudad la
liberación de los deudores presos por no tener medios con qué pagar sus deudas
(origen del "Estatuto de San Antonio"). Poco después, el podestá
Esteban Badoer le rogó que solicitase al poderoso Ezzelino IV da Romano la
liberación de varios nobles paduanos que tenía prisioneros; de este modo, viajó
a Verona y se entrevistó con Ezzelino, aparentemente sin éxito, si bien unos
meses después de la muerte de Antonio acabaría por ceder.
En mayo, habiendo empeorado su salud por el viaje, se retiró al
cercano lugar de Camposampiero para descansar y terminar de escribir los Sermones. Pero la gente
tuvo conocimiento del lugar en que estaba y acudió en masa a oírle y pedirle
consejo. El viernes 13 de junio sufrió un colapso y, ante el próximo fin, pidió
que le trasladasen a Padua. Así se hizo, aunque para evitar las multitudes se
detuvieron en la Arcella, donde murió Antonio esa misma tarde tras recibir la
extremaunción y recitar los salmos penitenciales. No tenía aún cuarenta años, y
había ejercido su intensa predicación poco más de diez.
Orador sagrado, fundador de hermandades y de cofradías, teólogo y
hombre de gobierno, dejó varios tratados de mística y de ascética y se
publicaron todos sus sermones. Un año después de su muerte fue beatificado. Su
culto, muy popular, se generalizó a partir del siglo XV. Su representación más
valiosa se debe a Goya, quien lo plasmó en San Antonio de la Florida. Fue
proclamado doctor de la Iglesia en el año 1946. Su fiesta se celebra el 13 de
junio.
Oración
Altísimo y Sapientísimo Señor del mundo, de los cielos y de la
tierra, que todo lo conoces y todo lo gobiernas suave y fuertemente;
excelentísimo Creador de cielos y tierra, que muestras la grandeza de tu poder
en las cosas grandes y la perfección de tu gobierno en las cosas pequeñas;
vigilantísimo Gobernador del universo, sin cuya anuencia no cae ni un cabello
de nuestra cabeza, ni una hoja de nuestros árboles; bondadosísimo Dueño, que
vistes de espléndidas galas a las hierbas del campo y das de comer a las aves
del cielo; amantísimo Padre, que para que los ricos den su pan a los pobres,
los estimulas con tus palabras, los amenazas con tus enemistades y les premias
sus caridades con innumerables favores, unas veces advertidos y otras
inadvertidos: te suplicamos que atiendas a los ruegos que te dirigimos por
medio de tu siervo San Antonio, para que tengas providencia de nosotros para
nuestro bien, nos concedas todas las gracias temporales que nos convengan y,
sobre todo ordenes nuestra vida, conforme a toda caridad contigo y con tus
pobres, para salvación y santificación de nuestras almas.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.