Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XIX
Del Propio de la Solemnidad. Día de precepto.
15 de Agosto
LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (Solemnidad).
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al
Rey de reyes, cuya Madre ha sido elevada a lo más alto del cielo.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: SÓLO LA NIÑA AQUELLA.
Sólo la Niña aquella, la Niña inmaculada,
la Madre que del hijo recibió su hermosura,
la Virgen que le dice a su Creador criatura,
sólo esa Niña bella al cielo fue elevada.
Los luceros formaron innumerables filas,
tapizaron las nubes el cielo en su grandeza;
y aquella Niña dulce de sin igual belleza
llenaba todo el cielo con sus claras pupilas.
Nuestro barro pequeño, de nostalgia extasiado,
ardientemente quiere subir un día cualquiera
al cielo, dónde el barro de nuestra Niña espera
purificar en gracia nuestro barro manchado. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Dichosa eres,
María, porque de ti vino la salvación del mundo; tú ahora vives ya en la gloria
del Señor.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Dichosa eres,
María, porque de ti vino la salvación del mundo; tú ahora vives ya en la gloria
del Señor.
Ant. 2. La Virgen María ha
sido glorificada sobre los coros de los ángeles; que se alegren los fieles y
bendigan todos al Señor.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,
57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. La Virgen María ha
sido glorificada sobre los coros de los ángeles; que se alegren los fieles y
bendigan todos al Señor.
Ant. 3. El Señor ha
glorificado tanto tu nombre, que tu alabanza no se apartará de la boca de los
hombres.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El Señor ha
glorificado tanto tu nombre, que tu alabanza no se apartará de la boca de los
hombres.
LECTURA BREVE Is 61, 10
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un
traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como a una novia que se
adorna con sus joyas.
RESPONSORIO BREVE
V. Hoy la Virgen
María ha subido al cielo.
R. Hoy la Virgen
María ha subido al cielo.
V. Y con Cristo reina
eternamente.
R. Ha subido al
cielo.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Hoy la Virgen
María ha subido al cielo.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 16 -- 2, 10
DIOS NOS HIZO SENTAR EN LOS CIELOS CON CRISTO JESÚS
Hermanos: No ceso de dar gracias por vosotros, y siempre os recuerdo en mis
oraciones. Quiera el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria,
concedernos el don de sabiduría y de revelación, para que lleguemos al pleno
conocimiento de él e, iluminados así los ojos de nuestra mente, conozcamos cuál
es la esperanza a que nos ha llamado y cuáles las riquezas de gloria otorgadas
por él como herencia a su pueblo santo.
Y ¡qué soberana grandeza despliega su poder en nosotros, los creyentes, según
la eficacia de su fuerza poderosa! Este poder lo ejercitó en Cristo,
resucitándolo de entre los muertos y constituyéndolo a su diestra en los
cielos, por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación, y de todo
ser que exista no sólo en el mundo presente, sino también en el futuro. Puso
todas las cosas bajo sus pies y lo dio como cabeza a la Iglesia, que es su
cuerpo, es decir, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo.
Y Dios también os vivificó a vosotros, que estabais muertos por vuestros
delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo, siguiendo el
proceder de este mundo, sometidos al príncipe que tiene su imperio en el aire,
el espíritu que actúa ahora en los rebeldes a la fe, entre los cuales vivíamos
también nosotros, siguiendo las apetencias de nuestra carne, poniendo por obra
sus deseos y sentimientos, y éramos por nuestro natural hijos de cólera, como
los demás.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun
cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo -por
pura gracia habéis sido salvados- y nos resucitó con él, y nos hizo sentar en
los cielos con Cristo Jesús. Así Dios, en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús, quiso mostrar en los siglos venideros la sublime riqueza de su gracia.
Estáis salvados por la gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino
que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda
presumir. Somos obra de Dios. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos
dediquemos a las buenas obras, que él determinó que practicásemos.
RESPONSORIO
R. ¡Qué hermosa y bella es la Virgen María, que emigró de este mundo
para ir hacia Cristo! * Resplandece entre los coros de los santos como el sol
cuando brilla en el cielo con todo su esplendor.
V. Los ángeles se alegran, los arcángeles se regocijan, al contemplar
la gloria inmensa de la Virgen María.
R. Resplandece entre los coros de los santos como el sol cuando
brilla en el cielo con todo su esplendor.
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución apostólica Munificentissimus Deus del papa Pío doce
(AAS 42 [1950], 760-762. 767-769)
TU CUERPO ES SANTO Y SOBREMANERA GLORIOSO
Los santos Padres y grandes doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas
al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho
como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y lo explican con toda
precisión, procurando sobre todo hacerles comprender que lo que se conmemora en
esta festividad es no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen
María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte
y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.
Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando
la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios,
afirma, con elocuencia vehemente:
«Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad
conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad.
Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno
tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre
había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había
visto a su Hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del
dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara
sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo
que su Hijo y que fuera venerada por toda creatura como Madre y esclava de
Dios.»
Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen
María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque
así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar
santidad de su cuerpo virginal:
«Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo
él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté
exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición
humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y
sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta.»
Otro antiquísimo escritor afirma:
«La gloriosa Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador, dador de la vida y de la
inmortalidad, por él es vivificada, con un cuerpo semejante al suyo en la
incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del sepulcro y la elevó hacia sí
mismo, del modo que él solo conoce.»
Todos estos argumentos y consideraciones de los santos Padres se apoyan, como
en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver
a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria
siempre de su destino.
Y sobre todo hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo segundo, los santos
Padres presentan a la Virgen María como la nueva Eva asociada al nuevo Adán,
íntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en la lucha contra el
enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio, había de
desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y la muerte, dos realidades
inseparables en los escritos del Apóstol de los gentiles. Por lo cual, así como
la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte esencial y el último trofeo de
esta victoria, así también la participación que tuvo la santísima Virgen en
esta lucha de su Hijo había de concluir con la glorificación de su cuerpo
virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando esto mortal se vista de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido
absorbida en la victoria.»
Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesuristo de modo arcano,
desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación,
inmaculada en su concepción, virgen integérrima en su divina maternidad,
asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno
triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema
coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción
del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en
cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la
derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos.
RESPONSORIO
R. Éste es el día glorioso en que la Virgen Madre de Dios subió a los
cielos; todos la aclamamos, tributándole nuestras alabanzas: * Bendita tú entre
las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
V. Dichosa eres, santa Virgen María, y digna de toda alabanza; de ti
nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.
R. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
Asunción de la Virgen María
Jueves, 15
de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):
En aquellos días, Maria se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un
pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel
oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: « ¡Bendita tú entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite
la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó
de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho
el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en
Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora
me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los
soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide
vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo
había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por
siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Eres bella y
hermosa, Hija de Jerusalén; subes al cielo, resplandeciente como la aurora
cuando amanece.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Eres bella y
hermosa, Hija de Jerusalén; subes al cielo, resplandeciente como la aurora
cuando amanece.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen y
digámosle:
Mira la llena de gracia y escúchanos.
Palabra eterna del Padre, tú que elegiste a María como arca de tu morada,
líbranos de toda ocasión de pecado.
Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Virgen María tabernáculo
purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Rey de reyes, que elevaste contigo a tu Madre en cuerpo y alma al cielo,
haz que aspiremos siempre a los bienes celestiales.
Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María
reina,
danos el gozo de tener parte en su gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la
inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este
mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que
podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre
de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria
celestial.
Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el
1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas
preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios
omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor
de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte;
para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda
la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos,
declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre
de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
Ahora bien, ¿por qué es importante que los
católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima
Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a
este interrogante:
"La Asunción de la Santísima Virgen constituye
una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de
la resurrección de los demás cristianos" (#966).
La importancia de la Asunción para nosotros,
hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica
en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La
presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se
halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de
nuestra propia resurrección.
Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al
cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío
XII hablando "ex-cathedra". Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los
términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la
Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por
la Iglesia como realmente revelada por Dios.
En este caso se dice que el Papa habla
"ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la
autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la
Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como
creencia obligatoria de los fieles Católicos.
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966)
nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la
Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada
libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la
tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como
Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los
señores y vencedor del pecado y de la muerte".
Y el Papa San Juan Pablo II, en una de sus
Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:
"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo
de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los
demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo,
para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular
privilegio" (San Juan Pablo II, 2-julio-97).
"Contemplando el misterio de la Asunción de la
Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a
la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura
humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la
felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los
cuerpos" (San Juan Pablo II , Audiencia General del 9-julio-97).
Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra
el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11,
28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra
Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava
de Nazaret, ya en la gloria celestial" (San Juan Pablo II, 15-agosto-97)
Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del
enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura
y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque
tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en
la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de
inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura
resurrección.
Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más
sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan
directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la
re-encarnación entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra
fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de
predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que
ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser
humano.
El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen
María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos
para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre
nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la
Santísima Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que María ya
está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos
que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura
inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.
Nació en Flándes hacia 1040. En su juventud, se distinguió en los
ejércitos de Roberto y Enrique I de Francia. Pero Dios le llamó a una batalla
más noble, por lo que decidió responder al llamado consagrando su vida al
sevicio de los hombres. Ingresó entonces al monasterio de San Medardo de
Soissons. Después de ejercitarse en la virtud, con la ayuda de la vida
comunitaria, se enclaustró en una estrecha celda en la más estricta soledad,
entregándose a la oración y la penitencia.
Fue nombrado abad del monasterio y en 1081, un concilio le eligió
obispo de Soissons. Más tarde, renunció a su cargo y fundó un monasterio en
Aldenburgo, en Flándes, donde murió en 1087. En un sínodo que tuvo lugar en
Beauvais en 1120, el obispo que ocupaba entonces la sede de Soissons presentó
una biografía de San Arnulfo a la asamblea y pidió que su cuerpo fuese
trasladado a la iglesia. Finalmente, así se hizo.