Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XIV
De la Feria. Salterio II
12 de julio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. El Señor es bueno,
bendecid su nombre.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es bueno,
bendecid su nombre.
Himno: TE DOY GRACIAS SEÑOR.
Te doy gracias, Señor.
¡Tanto estabas enojado conmigo!
Tú eres un Dios de amor,
y ahora soy tu amigo,
te busco a cada instante y te persigo.
Eres tú mi consuelo,
tú eres el Dios que salva y da la vida;
eres todo el anhelo
de esta alma que va herida,
ansiándote sin tasa ni medida.
En mi tierra desierta,
tú de la salvación eres la fuente;
eres el agua cierta
que se vuelve torrente,
y el corazón arrasa dulcemente.
¡Quiero escuchar tu canto!
¡Que tu Palabra abrase mi basura
con alegría y llanto!
¡Que mi vida futura
espejo sea sin fin de tu hermosura! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo
desprecias, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Un corazón
quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Ant 2. En Tu juicio,
Señor, acuérdate de la misericordia.
Cántico: JUICIO DE DIOS - Ha 3, 2-4. 13a. 15-19
¡Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra!
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En Tu juicio,
Señor, acuérdate de la misericordia.
Ant 3. Glorifica al
Señor, Jerusalén.
Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Glorifica al
Señor, Jerusalén.
LECTURA BREVE Ef 2,13-16
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los
que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos,
judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los
separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas, haciendo
las paces, para crear en él un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos
pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en él al
odio.
RESPONSORIO BREVE
V. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por
mí.
R. Invoco al Dios
Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
V. Desde el cielo me
enviará la salvación.
R. El Dios que hace
tanto por mí.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Invoco al Dios
Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 26, 5-25
MAGNANIMIDAD DE DAVID HACIA SAÚL
En aquellos días, fue David al lugar donde acampaba Saúl y observó el sitio en
que estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, jefe de su tropa. Dormía Saúl
en el centro del campamento, y la tropa estaba acampada a su alrededor. David
se dirigió a Ajimélec, hitita, y a Abisay, hijo de Sarvia, hermano de Joab, y
les dijo:
«¿Quién quiere bajar conmigo al campamento de Saúl?»
Abisay respondió:
«Yo bajo contigo.»
David y Abisay se dirigieron de noche hacia la tropa: Saúl dormía acostado en
el centro del campamento, con su lanza clavada en tierra a su cabecera; Abner y
la tropa dormían a su alrededor. Dijo entonces Abisay a David:
«Hoy ha puesto Dios a tu enemigo en tu mano. Déjame ahora mismo que lo clave en
tierra con la lanza de un solo golpe. No tendré que repetir.»
Pero David dijo a Abisay:
«No lo mates, pues ¿quién atentó contra el ungido del Señor y quedó impune?»
Y añadió David:
«Vive el Señor, que ha de ser él quien lo hiera, ya sea que llegue su día y
muera, o bien que baje al combate y perezca. Líbreme el Señor de levantar mi
mano contra su ungido. Ahora toma la lanza de su cabecera y el jarro de agua y
vámonos.»
Tomó David de la cabecera de Saúl la lanza y el jarro de agua y se fueron.
Nadie los vio, nadie se enteró, nadie se despertó. Todos dormían, porque se
había abatido sobre ellos el sopor profundo del Señor.
Pasó David al otro lado y se colocó lejos, en la cumbre del monte, quedando un
gran espacio entre ellos. Gritó David a la gente y a Abner, hijo de Ner,
diciendo:
«¿No me respondes, Abner?»
Abner respondió:
«¿Quién eres tú que me llamas?»
Dijo David:
«¿No eres tú un hombre? ¿Quién como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has
custodiado al rey, tu señor? Pues uno del pueblo ha entrado para matar al rey,
tu señor. No está bien esto que has hecho. Vive el Señor, que sois reos de
muerte, por no haber velado sobre vuestro señor, el ungido del Señor. Mira
ahora, ¿dónde está la lanza del rey y el jarro de agua que había junto a su
cabecera?»
Reconoció Saúl la voz de David y preguntó:
«¿Es ésta tu voz, hijo mío, David?»
Respondió David:
«Mi voz es, oh rey, mi señor.»
Y añadió:
«¿Por qué persigue mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho y qué maldad hay en mí?
Que el rey, mi señor, se digne escuchar ahora las palabras de su siervo: si es
el Señor quien te excita contra mí, que sea aplacado con una ofrenda, pero, si
son los hombres, malditos sean ante el Señor, porque me expulsan hoy para que
no participe en la heredad del Señor, diciéndose: "Que vaya a servir a
otros dioses." Que no caiga ahora mi sangre en tierra, lejos de la
presencia del Señor, pues ha salido el rey de Israel a cazar mi vida, como
quien persigue una perdiz por los montes.»
Respondió Saúl:
«He pecado. Vuelve, hijo mío, David, no te haré ya ningún mal, ya que mi vida
ha sido preciosa a tus ojos. Me he portado como un necio y estaba totalmente
equivocado.»
Respondió David:
«Aquí está la lanza del rey. Que pase uno de tus servidores a recogerla. El
Señor retribuirá a cada uno según su justicia y su fidelidad, pues hoy te
entregó el Señor en mis manos, pero yo no he querido alzar mi mano contra el
ungido del Señor. De igual modo que tu vida ha sido hoy de gran precio a mis
ojos, así será de gran precio la mía a los ojos del Señor, de suerte que me
libre de toda angustia.»
Dijo Saúl a David:
«Bendito seas, hijo mío, David. Triunfarás en todas tus empresas.»
David siguió por su camino y Saúl se volvió a su casa.
RESPONSORIO Sal 53, 5. 3. 8. 4
R. Unos insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me
persiguen a muerte; ¡oh Dios!, sálvame por tu nombre, * sal por mí con tu
poder.
V. Te ofreceré un sacrificio voluntario; ¡oh Dios!, escucha mi
súplica.
R. Sal por mí con tu poder.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios.
(Cap. 50, 1--51, 3; 55, 1-4: Funk 1, 125-127. 129)
DICHOSOS NOSOTROS SI HUBIÉRAMOS CUMPLIDO LOS MANDAMIENTOS DE DIOS EN
LA CONCORDIA DE LA CARIDAD
Ya veis, queridos hermanos, cuán grande y admirable cosa es la caridad, y cómo
no es posible describir su perfección. ¿Quién será capaz de estar en ella, sino
aquellos a quienes Dios mismo hiciere dignos? Roguemos, pues, y supliquémosle
que, por su misericordia, nos permita vivir en la caridad, sin humana
parcialidad, irreprochables. Todas las generaciones, desde Adán hasta el día de
hoy, han pasado; mas los que fueron perfectos en la caridad, según la gracia de
Dios, ocupan el lugar de los justos, los cuales se manifestarán en la visita
del reino de Cristo. Está escrito, en efecto: Entrad en los aposentos, mientras
pasa mi cólera, y me acordaré del día bueno y os haré salir de vuestros
sepulcros.
Dichosos nosotros, queridos hermanos, si hubiéremos cumplido los mandamientos
de Dios en la concordia de la caridad, a fin de que por la caridad se nos
perdonen nuestros pecados. Porque está escrito: Dichoso el que está absuelto de
su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el
Señor no le apunta el delito y en cuya boca no se encuentra engaño. Esta
bienaventuranza fue concedida a los que han sido escogidos por Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
Roguemos, pues, que nos sean perdonadas cuantas faltas y pecados hayamos
cometido por asechanzas de nuestro adversario, y aun aquellos que han
encabezado sediciones y banderías deben acogerse a nuestra común esperanza.
Pues los que proceden en su conducta con temor y caridad prefieren antes sufrir
ellos mismos y no que sufran los demás; prefieren que se tenga mala opinión de
ellos mismos, antes que sea vituperada aquella armonía y concordia que justa y
bellamente nos viene de la tradición. Más le vale a un hombre confesar sus
caídas, que endurecer su corazón.
Ahora bien, ¿hay entre vosotros alguien que sea generoso? ¿Alguien que sea
compasivo? ¿Hay alguno que se sienta lleno de caridad? Pues diga: «Si por mi
causa vino la sedición, contienda y escisiones, yo me retiro y me voy a donde
queráis, y estoy pronto a cumplir lo que la comunidad ordenare, con tal de que
el rebaño de Cristo se mantenga en paz con sus ancianos establecidos.» El que
esto hiciere se adquirirá una grande gloria en Cristo, y todo lugar lo
recibirá, pues del Señor es la tierra y cuanto la llena. Así han obrado y así
seguirán obrando quienes han llevado un comportamiento digno de Dios, del cual
no cabe jamás arrepentirse.
RESPONSORIO 1Jn 4, 21; Mt 22, 40
R. Hemos recibido de Dios este mandamiento: * Quien ama a Dios ame
también a su hermano.
V. Estos dos mandamientos son el fundamento de toda la ley y los
profetas.
R. Quien ama a Dios ame también a su hermano.
Viernes, 12 de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,16-23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas
entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.
Pero no os fieis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os
azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por
mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os
arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su
momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que
habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos
entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se
rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi
nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una
ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de
Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos
visitará el sol que nace de lo alto.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
PRECES
Adoremos a Cristo, que se ofreció a Dios como
sacrificio sin mancha para purificar nuestras conciencias de las obras muertas,
y digámosle con fe:
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que nos has dado la luz del nuevo día,
concédenos también caminar durante sus horas por sendas de vida nueva.
Tú que todo lo has creado con tu poder y con tu providencia lo conservas,
ayúdanos a descubrirte presente en todas tus creaturas.
Tú que has sellado con tu sangre una alianza nueva y eterna,
haz que, obedeciendo siempre tus mandatos, permanezcamos fieles a esa alianza.
Tú que colgado en la cruz quisiste que de tu costado manara sangre y agua,
purifica con esta agua nuestros pecados y alegra con este manantial a la ciudad
de Dios.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó
Jesucristo:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas
que del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina
así también las podamos cantar plenamente en la asamblea de tus santos por toda
la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Luis Martin nació en Burdeos el 22 de agosto de
1823. Era el segundo de los cinco hijos del matrimonio Pierre-François Martin,
capitán del ejército francés, y Marie Anne Fanny Boureau, cristianos de fe
viva. La primera formación de Luis estuvo vinculada a la vida militar y se
benefició de las facilidades que tenían los hijos de los militares.
Al jubilarse su padre, la familia se trasladó a
Alençon (1831) y Luis estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la
ciudad. Tanto en la familia como en el colegio recibió una sólida formación
religiosa.
Terminados los estudios, no se inclinó hacia la
vida militar, sino que quiso aprender el oficio de relojero, primero en
Bretaña, luego en Rennes, Estrasburgo, en el Gran San Bernardo (Alpes suizos) y
por último en París.
A los veintidós años sintió el deseo de consagrarse
a Dios en la vida religiosa. Para ello, se dirigió al monasterio del Gran San
Bernardo, con intención de ingresar en esta Orden, pero no fue admitido porque
no sabía latín. Con gran valor se dedicó a estudiarlo durante más de un año,
con clases particulares; pero, finalmente, renunció a ese proyecto. No se sabe
mucho de este período: sólo que su madre en una carta le exhortaba a "ser
siempre humilde", y que mostró su valentía y sangre fría salvando de morir
ahogado al hijo del amigo de su padre, con el que residía.
En Alençon puso una relojería. Sus padres, tras la
muerte de los otros hijos, vivieron siempre con él, incluso después de su
matrimonio con Celia Guérin.
Hábil en su oficio, tenía amigos y conocidos con
los que le gustaba pescar y jugar al billar, y era apreciado por sus cualidades
poco comunes y por su distinción natural, que explica por qué le presentaron un
proyecto de matrimonio con una joven de la alta sociedad, al que se negó.
En 1871 vendió el edificio a un sobrino. El amor al
silencio y al retiro lo llevó a comprar una pequeña propiedad con una torre y
un jardín. Allí instaló una estatua de la Virgen, que le había regalado la
señora Beaudouin; trasladada más tarde a Buissonnets, esta imagen fue conocida
en todo el mundo como la Virgen de la Sonrisa.
Al morir su esposa Celia en 1877, Luis se
encontró solo para sacar adelante a su familia: La hija mayor tenía 17 años y
la más pequeña, Teresa, cuatro y medio. Se trasladó a Lisieux, donde residía el
hermano de Celia; de este modo la tía Celina pudo cuidar de las hijas. Entre
1882 y 1887 Luis acompañó a tres de sus hijas al Carmelo. El sacrificio mayor
fue separarse de Teresa, que entró en el Carmelo a los 15 años. Luis tenía una
enfermedad que lo fue invalidando hasta llegar a la pérdida de sus facultades
mentales. Fue internado en el sanatorio de Caen, y murió en julio de 1894.
Celia Guérin nació en Gandelain, departamento de
Orne (Normandía), el 23 de diciembre de 1831. Era hija de Isidoro Guérin, un
militar que a los 39 años decidió casarse con Louise-Jeanne Macè, dieciséis
años más joven que él. De esta unión nacieron también Marie Louise, la
primogénita (fue monja visitandina), e Isidore, el más pequeño. Para los padres
de Celia la vida había sido dura, lo que repercutía en su manera de ser: eran
rudos, autoritarios y exigentes, si bien tenían una fe firme. Celia,
inteligente y comunicativa por naturaleza, dice en una de sus cartas que su
infancia y juventud fueron tristes "como un sudario". A pesar de
ello, cuando su padre, viudo y enfermo, manifestó el deseo de ir a habitar con
ella, lo acogió y cuidó con devoción hasta que murió en 1868. Afortunadamente
encontró en su hermana Marie Louise un alma gemela y una segunda madre.
Cuando se jubiló su padre, la familia se estableció
en Alençon en 1844. La señora Guérin abrió un café y una sala de billar, pero
su carácter intransigente no favoreció el desarrollo del negocio. La familia
salía adelante con dificultad, gracias a la pensión y a los trabajos de
carpintería del padre. En pocos años, la situación financiera se hizo muy
precaria y no mejoró hasta que las hijas contribuyeron con su trabajo a cuadrar
el balance familiar. Esta situación económica influyó en los estudios de las
hijas: Celia entró en el internado de las religiosas de la Adoración perpetua;
aprendió los primeros rudimentos del punto de Alençon, un encaje de los más
famosos de la época; luego, para perfeccionarse, se inscribió en la "Ecole
dentellière". Mientras tanto, la hermana mayor se dedicó al bordado, con
su madre. No tenemos documentación de este período, pero Celia conservaba un
excelente recuerdo de este tiempo.
Se dedicó a la confección de dicho encaje. Deseó
formar parte de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, pero no la
admitieron. Pidió luz al Señor para conocer su voluntad y el 8 de diciembre de
1851, después de una novena a la Inmaculada Concepción, escuchó interiormente
las palabras: "Hacer punto de Alençon". Con la ayuda de su hermana
comenzó esta empresa y ya a partir de 1853 era conocida como fabricante del
punto de Alençon. En 1858 la casa para la que trabajaba recibió una medalla de
plata por la fabricación de este encaje y Celia una mención de alabanza. Poco
después, su hermana entró en el monasterio de la Visitación y tomó el nombre de
María Dositea.
Un día, al cruzarse con un joven de noble
fisonomía, semblante reservado y dignos modales, se sintió fuertemente
impresionada y oyó interiormente que ese era el hombre elegido para ella. En
poco tiempo los dos jóvenes llegaron a apreciarse y amarse, y el entendimiento
fue tan rápido que contrajeron matrimonio el 13 de julio de 1858, tres meses
después de su primer encuentro. Llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa
diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente, participación en
la vida parroquial. De su unión nacieron nueve hijos, cuatro de los cuales
murieron prematuramente. Entre las cinco hijas que sobrevivieron, Teresa, la
futura santa patrona de las misiones, es una fuente preciosa para comprender la
santidad de sus padres: educaban a sus hijas para ser buenas cristianas y
ciudadanas honradas. A los 45 años, Celia recibió la noticia de que tenía un
tumor en el pecho y pidió a su cuñada que, cuando ella muriera, ayudara a su
marido en la educación de los más pequeños: vivió la enfermedad con firme
esperanza cristiana hasta la muerte, en agosto de 1877.
Estuvo a punto de vengar con sus propias manos al asesino de
su hermano Hugo, pero antes de la ejecución, Juan recordó súbitamente que
Cristo había orado por sus enemigos en la cruz; movido por aquél recuerdo,
envainó la espada.
En el monasterio de San Miniato tuvo una visión: la imágen de
Cristo inclinó la cabeza hacia el joven, como si quisiese darle a entender que
había aceptado su sacrificio y su sincero arrepentimiento. Desde aquél momento
la vida de Juan Gualberto cambió radicalmente. La gracia se apoderó de él de
tal manera que fue a pedir al abad que le admitiese en la vida religiosa. A la
muerte del abad de San Miniato, Juan abandonó el convento con un compañero y
partió en busca de un lugar más retirado. Durante una peregrinación que hizo al
santuario de Camáldoli, en un lugar llamado Vallis Umbrosa fundó una orden
nueva en la que se observaba la Regla de San Benito. Juan modificó un tanto la
observancia de esta regla, ya que suprimió el trabajo manual para los monjes de
coro e introdujo a los "conversi" o hermanos legos. Probablemente el
monasterio de Valleumbrosa fue el primero que tuvo hermanos legos.
Juan Gualberto temía tanto el extremo de la laxitud como el de la
dureza. Velaba particularmente por la pobreza y austeridad. Sin embargo,
durante una época de hambre, socorrió milagrosamente a las multitudes que
acudían a Rozzuolo. Dios le concedió el don de la profecía y de obrar milagros,
ya que curó a varios enfermos.
Murió el 12 de julio de 1073. El Papa Celestino le canonizó en
1193.
En varias regiones de Christendom es honorada bajo
este nombre una piadosa matrona de Jerusalén, quien durante la pasión de
Cristo, como una de las santas mujeres que le acompañó al Calvario, le ofreció
una toalla, en la cual quedó la impresión de su rostro. Ella fue a Roma
llevando consigo la imagen de Cristo, la que fue expuesta a la veneración
pública.
Se trata de reliquias similares a las de la
Santísima Virgen, que son veneradas en varias iglesias de occidente. La
creencia en la existencia de auténticas imágenes de Cristo está relacionada con
la vieja leyenda de Abgar de Edessa y del escrito apócrifo conocido como “Mors
Pilati”. A fin de distinguir en Roma la imagen más antigua y mejor conocida, se
le denominó la de “vera icon” (la de la “verdadera imagen”) lo que en el
lenguaje ordinario se transformó en verónica.
Es por tanto mencionado en varios textos
medievales, por los bolandistas (i.e. en un viejo Misal de Augsburg, el que
contiene una misa “De S. Veronica seu Vultus Domini”) y de Mateo de Westminster
que habla de la impresión de la imagen del Salvador, la que es reconocida como
Veronica: "Effigies Domenici vultus quae Veronica nuncupatur". En varios
sentidos, la imaginación popular mal entendió la palabra por el nombre de una
persona y la adjuntó a varias leyendas, las que varían dependiendo del país de
que se trate.
A Italia llegó Verónica a los citatorios del
Emperador Tiberio, a quien ella curó por medio de hacerle tocar la sagrada
imagen. Ella, a partir de este evento, permaneció en la capital del imperio,
viviendo allí al mismo tiempo que también lo hacían San Pedro y San Pablo.
Cuando muere, deja la preciosa imagen al Papa Clemente y sus sucesores.
En Francia se casa con Zacheus, el converto del
Evangelio, quien le acompaña a Roma, y luego a Quiercy. Allí, su esposo llega a
ser un hermitaño, con el nombre de Amadour, en la región llamada Rocamadour.
Mientras tanto, Verónica se une a Marcial, a quien asiste en sus prédicas
apostólicas.
En la región de Bordeaux, Verónica, poco después de
la Ascensión de Cristo, llega a Soulac, en la garganta del Gironde, llevando
con ella reliquias de la Santísima Virgen. Allí ella predica, muere, y es
sepulatada en la tumba que fue largamente venerada en Soulac, o en la Iglesia
de San Seurin de Bordeaux.
Algunas veces se le ha confundido con la piadosa
mujer, que de acuerdo con Gregorio de Tours, llevó al vecindario del pueblo de
Bazas, algunas gotas de sangre de Juan el Bautista, en cuyo acto de
decapitación ella estuvo presente.
En muchos lugares se le identifica con la
Haemorrhissa que fue curada según el Evangelio. Estas piadosas tradiciones no
pueden ser documentadas, pero no hay razón para que la creencia de tal acto de
compasión, no encontrara expresión en la veneración que se le brinda a
Verónica. Todo ello, aún cuando tal nombre no tenga un lugar en el Martirologio
Hieronymiano, o en los viejos martirologios históricos, y que San Carlos
Borromeo excluyó el oficio de Santa Verónica del Misal de Milán, donde había
sido introducido.
Oración
Señor, Dios nuestro, que hiciste admirable
por las señales de la pasión de tu Hijo
a tu virgen Santa Verónica;
haz que, por su intercesión y ejemplo,
aceptemos humildemente la cruz de Cristo
para llegar a la gloria de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.