Musica Para el Alma
miércoles, 5 de mayo de 2021
EVANGELIO DE JUAN 15,9-11 CICLO B
*Lecturas
de la 5ª Semana del Tiempo Pascua Ciclo B*
Jueves, 6 de mayo de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (15,9-11)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
llegue a plenitud».
Palabra del Señor
*(Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor)*
*(Permanecer en mi amor). El amor suena muy
bueno, pero los mandamientos siento que son un poco difícil. Recuerdo cuando
mis padres me mandaban a la escuela, en muchas ocasiones no quería ir y eso me
costaban en ocasiones unos: Suaves estirones de orejas. Pensaba que los
profesores eran malos, porque me ponían muchas tareas y proyectos; y esas tares
y proyectos eran los mandatos para que aprenda más. Eso es lo que el Señor me
dice, que si guardo sus mandamientos, y permanezco en su amor, no es para
fastidiarme. Es para que pueda ser mejor persona, una persona con capacidad de soportar
en los momentos difíciles, una personas con capacidad de amar al que me hace el
mal, una persona que le interese el bien de los demás, eso es permanecer en su
amor*
*El
que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
LAS LAUDES Y LAS VÍSPERAS DEL JUEVES 6. SANTO DOMINGO SAVIO
*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*Santo Domingo Savio*
*Laudes - JUEVES V SEMANA DE PASCUA 2021*
Jueves, 6
de mayo de 2021.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona
1: Elévate sobre el cielo, Dios mío. Aleluya.
Salmo 56
Oración matutina de un afligido
Este
salmo canta la pasión del Señor. (S. Agustín)
Misericordia,
Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Jeremías 31,10-14: Felicidad
del pueblo redimido
Antífona
2: El Señor redimió a su pueblo. Aleluya.
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«Él que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Antífona
3: Éste es nuestro Dios por siempre jamás. Aleluya.
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;
allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder decirle a la próxima generación:
«Éste es el Señor, nuestro Dios.»
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura Breve
Rm 8, 10-11
Si Cristo
está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el espíritu
tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús
de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús
de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de
su Espíritu que habita en vosotros.
Responsorio Breve
V. El
Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. Dios
resucitó al Señor. Aleluya.
R. Y nos resucitará también a nosotros por su poder. Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro
del Apocalipsis 21, 9-27
VISIÓN DE
LA JERUSALÉN CELESTE
Vino uno
de los siete ángeles que tenía las siete copas llenas de las siete últimas plagas,
y me habló, diciendo: «Ven y te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.»
Me transportó en espíritu a un monte altísimo y me enseñó la ciudad santa,
Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, y traía la gloria de Dios. Su
resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino. Tenía
una muralla grande y alta con doce puertas; y, sobre las puertas, doce ángeles
y nombres grabados, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; tres
puertas al oriente; tres puertas al norte; tres puertas al mediodía; tres
puertas al occidente. La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras,
que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad,
sus puertas y su muralla. La ciudad es un cuadrado: su largo es igual a su
ancho. Midió la ciudad con la caña, y tenía doce mil estadios. Su largo, ancho
y alto son iguales.
Midió luego su muralla, y tenía ciento cuarenta y cuatro codos con medida
humana, la empleada por el ángel. El material de esta muralla es jaspe y la
ciudad es de oro puro semejante al vidrio puro.
Las piedras en que se asienta la muralla de la ciudad están adornadas de toda
clase de piedras preciosas: la primera piedra es de jaspe; la segunda, de
zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta, de esmeralda; la quinta, de
sardónica; la sexta, de cornalina; la séptima, de crisólito; la octava, de
berilo; la novena, de topacio; la décima, de crisoprasa; la undécima, de
jacinto; la duodécima, de amatista.
Y las doce puertas son doce perlas, cada una de las puertas hecha de una sola
perla; y la plaza de la ciudad es de oro puro, transparente como el cristal.
Pero no vi santuario alguno en ella; porque el Señor, Dios todopoderoso, y el
Cordero, es su santuario. La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la
alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero. Las
naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su
esplendor. Sus puertas no se cerrarán con el día — porque allí no habrá noche—
y traerán a ella el esplendor y los tesoros de las naciones.
Nada profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino
solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Responsorio Cf. Ap 21, 21; Tb 13, 21. 22. 13
R. Tus
plazas, Jerusalén, están pavimentadas de oro puro, y en tus puertas se
entonarán cantos de alegría. * Y todas tus casas
cantarán: «Aleluya».
V. Brillarás cual luz de lámpara y todos los confines de la tierra
vendrán a ti.
R. Y todas tus casas cantarán: «Aleluya».
Segunda Lectura
De los
tratados de san Gaudencio de Brescia, obispo
(Tratado 2: CSEL 68, 26. 29-30)
LA
EUCARISTÍA, PASCUA DEL SEÑOR
Uno solo
murió por todos; y este mismo es quien ahora por todas las iglesias, en el misterio
del pan y del vino, inmolado, nos alimenta; creído, nos vivifica; consagrado, santifica
a los que lo consagran.
Ésta es la carne del Cordero, ésta la sangre. El pan mismo que descendió del
cielo dice: El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. También su
sangre está bien significada bajo la especie del vino, porque, al declarar él
en el Evangelio: Yo soy la verdadera vid, nos da a entender a las claras que el
vino que se ofrece en el sacramento de la pasión es su sangre; por eso, ya el
patriarca Jacob había profetizado de Cristo, diciendo: Lava su ropa en vino y
su túnica en sangre de uvas. Porque habrá de purificar en su propia sangre
nuestro cuerpo, que es como la vestidura que ha tomado sobre sí.
El mismo Creador y Señor de la naturaleza, que hace que la tierra produzca pan,
hace también del pan su propio cuerpo (porque así lo prometió y tiene poder
para hacerlo), y el que convirtió el agua en vino hace del vino su sangre.
Es la Pascua del Señor, dice la Escritura, es decir, su paso, para que no se te
ocurra pensar que continúe siendo terreno aquello por lo que pasó el Señor
cuando hizo de ello su cuerpo y su sangre.
Lo que recibes es el cuerpo de aquel pan celestial y la sangre de aquella
sagrada vid.
Porque, al entregar a sus discípulos el pan y el vino consagrados, les dijo:
Esto es mi cuerpo; esto es mi sangre. Creamos, pues, os pido, en quien pusimos
nuestra fe. La verdad no sabe mentir.
Por eso, cuando habló a las turbas estupefactas sobre la obligación de comer su
cuerpo y beber su sangre, y la gente empezó a murmurar, diciendo: Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?, para purificar con fuego del cielo
aquellos pensamientos que, como dije antes, deben evitarse, añadió: El espíritu
es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son
espíritu y son vida.
Responsorio Jn 6, 58; Lc 22, 19
R. Como
me envió el Padre que posee la vida y yo vivo por el Padre, de la misma manera * quien
me come vivirá por mí. Aleluya.
V. Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros.
R. Quien me come vivirá por mí. Aleluya.
*Lecturas
de la 5ª Semana del Tiempo Pascua Ciclo B*
Jueves, 6 de mayo de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (15,9-11)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
llegue a plenitud».
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor. Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Glorifiquemos
a Cristo resucitado y siempre presente en su Iglesia, y supliquémosle, diciendo:
*Quédate con nosotros, Señor*.
Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte, — permanece en medio de
nosotros, tú que vives por los siglos de los siglos.
Señor, ven a nosotros con tu poder invencible, — y muéstranos la bondad de Dios
Padre.
Señor, ayuda al mundo abrumado por las discordias,
— ya que tú solo tienes el poder de salvar y reconciliar.
Confírmanos en la fe de la victoria final, — y arraiga en nosotros la esperanza
de tu manifestación gloriosa.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Porque Jesucristo nos ha hecho participar de su propia vida, somos hijos de
Dios, y por ello nos atrevemos a decir: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor
Dios todopoderoso, que, sin mérito alguno de nuestra parte, nos haces pasar de
la muerte a la vida y de la tristeza al gozo, no pongas fin a tus dones, ni
ceses de realizar tus maravillas en nosotros, y concede a quienes ya hemos sido
justificados por la fe la fuerza necesaria para perseverar siempre en ella. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*Santo Domingo Savio*
Domingo significa: El que está
consagrado al Señor.
Entre los miles de alumnos que
tuvo el gran educador San Juan Bosco, el más famoso fue Santo Domingo Savio,
joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres semanas para cumplir
sus 15 años.
Biografía
de Santo Domingo Savio
Domingo, que significa: "el
que está consagrado al Señor", nació en Riva del
Piamonte, Italia, en 1842. Era hijo de un campesino y desde niño manifestó
deseos de ser sacerdote. Cuando San Juan Bosco empezó a preparar a
algunos jóvenes para el sacerdocio, con objeto de que le ayudaran en su trabajo
en favor de los niños abandonados de Turín, el párroco de Domingo le recomendó
al chico. San Juan Bosco, en el primer encuentro que tuvieron los dos, se
sintió muy impresionado por la evidente santidad de Domingo, quien ingresó en
octubre de 1854 en el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, a los doce
años de edad.
Uno de los recuerdos imborrables que dejó Domingo en el Oratorio
fue el grupo que organizó en él. Se llamaba la Compañía de María Inmaculada.
Sin contar los ejercicios de piedad, el grupo ayudó a Don Bosco en trabajos tan
necesarios como la limpieza de los pisos y el cuidado de los niños difíciles.
En 1859, cuando Don Bosco decidió fundar la Congregación de los Salesianos,
organizó una reunión; entre los veintidós presentes se hallaban todos los
iniciadores de la Compañía de la Inmaculada Concepción, excepto Domingo Savio,
quien había volado al cielo dos años antes.
Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad
de impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño
crucifijo, les dijo: "Antes de empezar, mirad a Cristo y decid:
‘Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador
y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente’. Después podéis
empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí". Los dos bribonzuelos
quedaron avergonzados.
*Vísperas - JUEVES V SEMANA DE PASCUA 2021*
Jueves, 6
de mayo de 2021.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,
¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Salmodia
Antífona
1: Cambiaste mi luto en danzas. Aleluya.
Salmo 29
Acción de gracias por la curación de un enfermo en peligro de muerte
Cristo,
después de su gloriosa resurrección, da gracias al Padre. (Casiodoro)
Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás.»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»
Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Antífona
2: Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. Aleluya.
Salmo 31
Acción de gracias de un pecador perdonado
David
llama dichoso al hombre a quien Dios otorga la justificación prescindiendo de
sus obras. (Rm 4,6)
Dichoso
el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto un fruto seco.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
—Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
Antífona
3: ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible
entre los santos? Aleluya.
Ap 11, 17-18;12,10b-12a
El juicio de Dios
Gracias
te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Lectura Breve
1 Pe
3,18.22
Cristo
murió una sola vez por nuestros pecados, siendo justo murió por nosotros los injustos,
para llevarnos a Dios. Fue entregado a la muerte según la carne, pero fue resucitado
según el espíritu. Él, después de subir al cielo, está a la diestra de Dios y
le están sometidos los ángeles, las dominaciones y las potestades.
Responsorio Breve
V. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Canto Evangélico
Antifona: Esto
os lo he dicho para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo quede
colmado. Aleluya.
Magnificat
Lc 1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Glorifiquemos
a Cristo, resucitado de entre los muertos como primicia de los que se han dormido,
y supliquémosle, diciendo:
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles
y extendida hasta los confines del mundo, — que tus bendiciones abundantes se
derramen sobre cuantos creen en ti.
Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas, —
visítanos con tu amor y sálvanos.
Tú que experimentaste los dolores de la cruz y ahora estás lleno de gloria, —
levanta y consuela a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.
Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
— libra a los prisioneros y oprimidos y da pan a los hambrientos.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el
don de la inmortalidad, — concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de
tu reino.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor
Dios todopoderoso, que, sin mérito alguno de nuestra parte, nos haces pasar de
la muerte a la vida y de la tristeza al gozo, no pongas fin a tus dones, ni
ceses de realizar tus maravillas en nosotros, y concede a quienes ya hemos sido
justificados por la fe la fuerza necesaria para perseverar siempre en ella. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.