Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XII
De la feria. Salterio IV
26 de junio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Aclama al Señor,
tierra entera, servid al Señor con alegría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: AL RETORNAR ESTE DÍA.
Al retornar este día,
con voz alegre y canora,
celebrando al Redentor,
cantemos de Dios la gloria.
Por Cristo, el Creador inmenso
hizo la noche y la aurora,
con inmóvil ley fijando
la sucesión de las horas.
La luz eterna eres tú,
la antigua ley perfeccionas,
y no conoces crepúsculo,
y no te apagan las sombras.
Concédenos, Padre eterno,
que vivamos hoy con loa,
con que agrademos a Cristo,
si tu Espíritu nos colma. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Mi corazón está
firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Salmo 107 - ALABANZA AL SEÑOR Y PETICIÓN DE
AUXILIO.
Dios mío, mi corazón está firme,
para tí cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor,
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario:
«Triunfante ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme,
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria.»
Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil;
con Dios haremos proezas,
El pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Mi corazón está
firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Ant. 2. El Señor me ha
revestido de justicia y santidad.
Cántico: ALEGRIA DEL PROFETA ANTE LA NUEVA
JERUSALÉN Is 61, 10--62, 5
Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como a un novio que se pone la corona,
o a una novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos, ante todos los pueblos.
Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que despunte la aurora de su justicia
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada»;
ni a tu tierra, «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra, «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El Señor me ha
revestido de justicia y santidad.
Ant. 3. Alabaré al Señor
mientras viva.
Salmo 145 - FELICIDAD DE LOS QUE ESPERAN EN DIOS.
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos;
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Alabaré al Señor
mientras viva.
LECTURA BREVE Dt 4,39-40a
Has de reconocer hoy y recordar que el Señor es Dios, en lo alto del cielo y
abajo en la tierra, y que no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te
voy a dar hoy.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendigo al señor en
todo momento.
R. Bendigo al señor
en todo momento.
V. Su alabanza está
siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al señor
en todo momento.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 1, 20-28; 2, 11-21
NACIMIENTO Y CONSAGRACIÓN DE SAMUEL
En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo, y le puso de nombre Samuel,
diciendo:
«¡Al Señor se lo pedí! »
Pasado un año, su marido Elcaná subió, con toda la familia, para hacer el
sacrificio anual al Señor y cumplir la promesa. Ana se excusó para no subir,
diciendo a, su marido:
«Cuando destete al niño, entonces lo llevaré para presentárselo al Señor y que
se quede allí para siempre.»
Su marido Elcaná le respondió:
«Haz lo que te parezca mejor; quédate hasta que lo destetes. Y que el Señor te
conceda cumplir tu promesa.»
Ana se quedó en casa y crió a su hijo hasta que lo destetó. Entonces, subió con
él al templo del Señor de Siló, llevando un novillo de tres años, una fanega de
harina y un odre de vino. Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a
Elí, diciendo:
«Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí, junto a ti, rezando al
Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por
eso, yo se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.»
Después, se postraron ante el Señor. Ana volvió a su casa de Ramá; y el niño
estaba al servicio del Señor a las órdenes del sacerdote Elí.
En cambio, los hijos de Elí eran unos desalmados: no respetaban al Señor ni las
obligaciones de los sacerdotes con la gente. Cuando una persona ofrecía un
sacrificio; mientras se guisaba la carne, venía el ayudante del sacerdote,
empuñando un tenedor, lo clavaba dentro de la olla o caldero o puchero o
barreño, y todo lo que enganchaba el tenedor se lo llevaba el sacerdote. Así
hacían con todos los israelitas que acudían a Siló. Incluso antes de quemar la
grasa, iba el ayudante del sacerdote y decía al que iba a ofrecer el
sacrificio:
«Dame la carne para el asado del sacerdote. Tiene que ser cruda, no te aceptaré
carne cocida.»
Y si el otro respondía:
«Primero hay que quemar la grasa, luego puedes llevarte lo que se te antoje.»
Le replicaba:
«No. O me la das ahora o me la llevo por las malas.»
Aquel pecado de los ayudantes era grave a los ojos del Señor, porque
desacreditaban las ofrendas al Señor.
Por su parte, Samuel seguía al servicio del Señor y llevaba puesto un roquete
de lino. Su madre solía hacerle una túnica, y cada año se la llevaba cuando
subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual. Y Elí bendecía a Elcaná y a
su mujer:
«El Señor te dé un descendiente de esta mujer, en compensación por el préstamo
que ella hizo al Señor.»
Luego se volvían a casa. El Señor se cuidó de Ana, que concibió y dio a luz
tres niños y dos niñas. El niño Samuel crecía en el templo del Señor.
RESPONSORIO 1S 2, 1. 2; Lc 1, 46-47
R. Mi corazón se regocija por el Señor, porque gozo con tu salvación.
* No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.
V. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en
Dios mi salvador.
R. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado del beato Elredo, abad, Sobre la amistad espiritual.
(Libro 3: PL 195, 692-693)
LA AMISTAD VERDADERA ES PERFECTA Y CONSTANTE
Jonatán, aquel excelente joven, sin atender a su estirpe regia y a su futura
sucesión en el trono, hizo un pacto con David y, equiparando el siervo al
señor, precisamente cuando huía de su padre, cuando estaba escondido en el
desierto, cuando estaba condenado a muerte, destinado a la ejecución, lo
antepuso a sí mismo, abajándose a sí mismo y ensalzándolo a él: Tú -le dice-
serás el rey, y yo seré tu segundo.
¡Oh preclarísimo espejo de amistad verdadera! ¡Cosa admirable! El rey estaba
enfurecido con su siervo y concitaba contra él a todo el país, como a un rival
de su reino; asesina a los sacerdotes, basándose en la sola sospecha de
traición; inspecciona los bosques, busca por los valles, asedia con su ejército
los montes y peñascos, todos se comprometen a vengar la indignación regia; sólo
Jonatán, el único que podía tener algún motivo de envidia, juzgó que tenía que
oponerse a su padre y ayudar a su amigo, aconsejarlo en tan gran adversidad y,
prefiriendo la amistad al reino, le dice: Tú serás el rey, y yo seré tu
segundo. Y fíjate cómo el padre de este adolescente lo provocaba a envidia
contra su amigo, agobiándolo con reproches, atemorizándolo con amenazas,
recordándole que se vería despojado del reino y privado de los honores.
Y, habiendo pronunciado Saúl sentencia de muerte contra David, Jonatán no
traicionó a su amigo. ¿Por qué ha de morir David? ¿Qué ha hecho? Él puso su
vida en peligro, mató al filisteo, y tú te alegraste. ¿Por qué ha de morir? El
rey, fuera de sí al oír estas palabras, intenta clavar a Jonatán en la pared
con su lanza, llenándolo además de improperios: ¡Hijo perverso y contumaz! -le
dice-; sé muy bien que lo amas, para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez
de tu madre. Y, a continuación, vomita todo el veneno que llevaba dentro,
intentando salpicar con él el pecho del joven, añadiendo aquellas palabras
capaces de incitar su ambición, de fomentar su envidia, de provocar su
emulación y su amargor: Mientras viva sobre el suelo el hijo de Jesé, no
estarás a salvo ni tú ni tu realeza.
¿A quién no hubieran impresionado estas palabras? ¿A quién no le hubiesen
provocado a envidia? Dichas a cualquier otro, estas palabras hubiesen
corrompido, disminuido y hecho olvidar el amor, la benevolencia y la amistad.
Pero aquel joven, lleno de amor, no cejó en su amistad, y permaneció fuerte
ante las amenazas, paciente ante las injurias, despreciando, por su amistad, el
reino, olvidándose de los honores, pero no de su benevolencia. Tú -dice- serás
el rey, y yo seré tu segundo.
Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable y constante amistad: la que no se
deja corromper por la envidia; la que no se enfría por las sospechas; la que no
se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta manera, no cede;
la que, a pesar de tantos golpes, no cae; la que, batida por tantas injurias,
se muestra inflexible; la que, provocada por tantos ultrajes, permanece
inmóvil. Ve, pues, y haz tú lo mismo.
RESPONSORIO Sir 6, 14. 17
R. El amigo fiel es un refugio seguro; * el que lo encuentra, encuentra un tesoro.
V. El que teme a Dios encontrará al amigo fiel: según es él, así será
su amigo.
R. El que lo encuentra, encuentra un tesoro.
Miércoles, 26 de junio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,15-20):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas;
se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos
los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los
cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos
malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos
buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir,
que por sus frutos los conoceréis.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sirvamos al Señor
con santidad todos nuestros días.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sirvamos al Señor
con santidad todos nuestros días.
PRECES
Cristo, reflejo de la gloria del Padre, nos ilumina con su palabra; acudamos
pues a él diciendo:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te bendecimos, Señor, autor y consumador de nuestra fe,
porque de las tinieblas nos has trasladado a tu luz admirable.
Tú que abriste los ojos de los ciegos y diste oído a los sordos,
aumenta nuestra fe.
Haz, Señor, que permanezcamos siempre en tu amor,
y que este amor nos guarde fraternalmente unidos.
Ayúdanos para que resistamos a la tentación, aguantemos en la tribulación
y te demos gracias en la prosperidad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Dejemos que el espíritu de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones,
se una a nuestro espíritu, para clamar:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Recuerda, Señor, tu santa alianza consagrada con el nuevo sacramento de la
sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados, y un
aumento constante de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Un hogar luminoso y alegre
Josemaría Escrivá de Balaguer nace en Barbastro
(España), el 9 de enero de 1902, segundo de los seis hijos que tuvieron José
Escrivá y María Dolores Albás. Sus padres, fervientes católicos, le llevaron a
la pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le transmitieron —en primer
lugar, con su vida ejemplar— los fundamentos de la fe y las virtudes
cristianas: el amor a la Confesión y a la Comunión frecuentes, el recurso
confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima, la ayuda a los más
necesitados. El Beato Josemaría crece como un niño alegre, despierto y
sencillo, travieso, buen estudiante, inteligente y observador. Tenía mucho
cariño a su madre y una gran confianza y amistad con su padre, quien le
invitaba a que con libertad le abriese el corazón y le contase sus
preocupaciones, estando siempre disponible para responder a sus consultas con
afecto y prudencia. Muy pronto, el Señor comienza a templar su alma en la forja
del dolor: entre 1910 y 1913 mueren sus tres hermanas más pequeñas, y en 1914
la familia experimenta, además, la ruina económica. En 1915, los Escrivá se
trasladan a Logroño, donde el padre ha encontrado un empleo que le permitirá sostener
modestamente a los suyos.
En el invierno de 1917-18 tiene lugar un hecho que
influirá decisivamente en el futuro de Josemaría Escrivá: durante las
Navidades, cae una intensa nevada sobre la ciudad, y un día ve en el suelo las
huellas heladas de unos pies sobre la nieve; son las pisadas de un religioso
carmelita que caminaba descalzo. Entonces, se pregunta: —Si otros hacen tantos
sacrificios por Dios y por el prójimo, ¿no voy a ser yo capaz de ofrecerle
algo? De este modo, surge en su alma una inquietud divina: Comencé a barruntar
el Amor, a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese
amor. Sin saber aún con precisión qué le pide el Señor, decide hacerse
sacerdote, porque piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la
voluntad divina.
Ordenación Sacerdotal
Terminado el Bachillerato, comienza los estudios
eclesiásticos en el Seminario de Logroño y, en 1920, se incorpora al de
Zaragoza, en cuya Universidad Pontificia completará su formación previa al
sacerdocio. En la capital aragonesa cursa también —por sugerencia de su padre y
con permiso de los superiores eclesiásticos— la carrera universitaria de
Derecho. Su carácter generoso y alegre, su sencillez y serenidad hacen que sea
muy querido entre sus compañeros. Su esmero en la vida de piedad, en la
disciplina y en el estudio sirve de ejemplo a todos los seminaristas, y en
1922, cuando sólo tenía veinte años, el Arzobispo de Zaragoza le nombra
Inspector del Seminario. Durante aquel periodo transcurre muchas horas rezando
ante el Señor Sacramentado —enraizando hondamente su vida interior en la
Eucaristía— y acude diariamente a la Basílica del Pilar, para pedir a la Virgen
que Dios le muestre qué quiere de él: Desde que sentí aquellos barruntos de
amor de Dios —afirmaba el 2 de octubre de 1968—, dentro de mi poquedad busqué
realizar lo que El esperaba de este pobre instrumento. (...) Y, entre aquellas
ansias, rezaba, rezaba, rezaba en oración continua. No cesaba de repetir:
Domine, ut sit!, Domine, ut videam!, como el pobrecito del Evangelio, que clama
porque Dios lo puede todo. "¡Señor, que vea! ¡Señor, que sea!". Y
también repetía, (...) lleno de confianza hacia mi Madre del Cielo: Domina, ut
sit!, Domina, ut videam! La Santísima Virgen siempre me ha ayudado a descubrir los
deseos de su Hijo. El 27 de noviembre de 1924 fallece don José Escrivá, víctima
de un síncope repentino. El 28 de marzo de 1925, Josemaría es ordenado
sacerdote por Mons. Miguel de los Santos Díaz Gómara, en la iglesia del
Seminario de San Carlos de Zaragoza, y dos días después celebra su primera Misa
solemne en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar; el 31 de ese mismo mes,
se traslada a Perdiguera, un pequeño pueblo de campesinos, donde ha sido
nombrado regente auxiliar en la parroquia.
En abril de 1927, con el beneplácito de su
Arzobispo, comienza a residir en Madrid para realizar el doctorado en Derecho
Civil, que entonces sólo podía obtenerse en la Universidad Central de la
capital de España. Aquí, su celo apostólico le pone pronto en contacto con
gentes de todos los ambientes de la sociedad: estudiantes, artistas, obreros,
intelectuales, sacerdotes. En particular, se entrega sin descanso a los niños,
enfermos y pobres de las barriadas periféricas.
Al mismo tiempo, sostiene a su madre y hermanos
impartiendo clases de materias jurídicas. Son tiempos de grandes estrecheces
económicas, vividos por toda la familia con dignidad y buen ánimo. El Señor le
bendijo con abundantes gracias de carácter extraordinario que, al encontrar en
su alma generosa un terreno fértil, produjeron abundantes frutos de servicio a
la Iglesia y a las almas.
El Opus Dei
El 2 de octubre de 1928 nace el Opus Dei. El Beato
Josemaría está realizando unos días de retiro espiritual, y mientras medita los
apuntes de las mociones interiores recibidas de Dios en los últimos años, de
repente ve —es el término con que describirá siempre la experiencia
fundacional— la misión que el Señor quiere confiarle: abrir en la Iglesia un
nuevo camino vocacional, dirigido a difundir la búsqueda de la santidad y la
realización del apostolado mediante la santificación del trabajo ordinario en
medio del mundo sin cambiar de estado. Pocos meses después, el 14 de febrero de
1930, el Señor le hace entender que el Opus Dei debe extenderse también entre
las mujeres. Desde este momento, el Beato Josemaría se entrega en cuerpo y alma
al cumplimiento de su misión fundacional: promover entre hombres y mujeres de
todos los ámbitos de la sociedad un compromiso personal de seguimiento de
Cristo, de amor al prójimo, de búsqueda de la santidad en la vida cotidiana. No
se considera un innovador ni un reformador, pues está convencido de que
Jesucristo es la eterna novedad y de que el Espíritu Santo rejuvenece
continuamente la Iglesia, a cuyo servicio ha suscitado Dios el Opus Dei.
Sabedor de que la tarea que le ha sido encomendada es de carácter sobrenatural,
hunde los cimientos de su labor en la oración, en la penitencia, en la
conciencia gozosa de la filiación divina, en el trabajo infatigable. Comienzan
a seguirle personas de todas las condiciones sociales y, en particular, grupos
de universitarios, en quienes despierta un afán sincero de servir a sus
hermanos los hombres, encendiéndolos en el deseo de poner a Cristo en la
entraña de todas las actividades humanas mediante un trabajo santificado,
santificante y santificador. Éste es el fin que asignará a las iniciativas de
los fieles del Opus Dei: elevar hacia Dios, con la ayuda de la gracia, cada una
de las realidades creadas, para que Cristo reine en todos y en todo; conocer a
Jesucristo; hacerlo conocer; llevarlo a todos los sitios. Se comprende así que
pudiera exclamar: Se han abierto los caminos divinos de la tierra.
Expansión del Apostolado
En 1933, promueve una Academia universitaria porque
entiende que el mundo de la ciencia y de la cultura es un punto neurálgico para
la evangelización de la sociedad entera. En 1934 publica —con el título de
Consideraciones espirituales— la primera edición de Camino, libro de
espiritualidad del que hasta ahora se han difundido más de cuatro millones y
medio de ejemplares, con 372 ediciones, en 44 lenguas El Opus Dei está dando
sus primeros pasos cuando, en 1936, estalla la guerra civil española. En Madrid
arrecia la violencia antirreligiosa, pero don Josemaría, a pesar de los
riesgos, se prodiga heroicamente en la oración, en la penitencia y en el
apostolado. Es una época de sufrimiento para la Iglesia; pero también son años
de crecimiento espiritual y apostólico y de fortalecimiento de la esperanza. En
1939, terminado el conflicto, el Fundador del Opus Dei puede dar nuevo impulso
a su labor apostólica por toda la geografía peninsular, y moviliza
especialmente a muchos jóvenes universitarios para que lleven a Cristo a todos
los ambientes y descubran la grandeza de su vocación cristiana. Al mismo tiempo
se extiende su fama de santidad: muchos Obispos le invitan a predicar cursos de
retiro al clero y a los laicos de las organizaciones católicas. Análogas
peticiones le llegan de los superiores de diversas órdenes religiosas, y él accede
siempre.
En 1941, mientras se encuentra predicando un curso
de retiro a sacerdotes de Lérida, fallece su madre, que tanto había ayudado en
los apostolados del Opus Dei. El Señor permite que se desencadenen también
duras incomprensiones en torno a su figura. El Obispo de Madrid, S.E. Mons.
Eijo y Garay, le hace llegar su más sincero apoyo y concede la primera
aprobación canónica del Opus Dei. El Beato Josemaría sobrelleva las
dificultades con oración y buen humor, consciente de que «todos los que quieren
vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos» (2 Tm 3,12), y recomienda
a sus hijos espirituales que, ante las ofensas, se esfuercen en perdonar y
olvidar: callar, rezar, trabajar, sonreír.
En 1943, por una nueva gracia fundacional que recibe
durante la celebración de la Misa, nace —dentro del Opus Dei— la Sociedad
Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que se podrán incardinar los sacerdotes que
proceden de los fieles laicos del Opus Dei. La plena pertenencia de fieles
laicos y de sacerdotes al Opus Dei, así como la orgánica cooperación de unos y
otros en sus apostolados, es un rasgo propio del carisma fundacional, que la
Iglesia ha confirmado en 1982, al determinar su definitiva configuración
jurídica como Prelatura personal. El 25 de junio de 1944 tres ingenieros —entre
ellos Álvaro del Portillo, futuro sucesor del Fundador en la dirección del Opus
Dei— reciben la ordenación sacerdotal. En lo sucesivo, serán casi un millar los
laicos del Opus Dei que el Beato Josemaría llevará al sacerdocio. La Sociedad
Sacerdotal de la Santa Cruz —intrínsecamente unida a la Prelatura del Opus Dei—
desarrolla también, en plena sintonía con los Pastores de las Iglesias locales,
actividades de formación espiritual para sacerdotes diocesanos y candidatos al
sacerdocio. Los sacerdotes diocesanos también pueden formar parte de la
Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, manteniendo inalterada su pertenencia al
clero de las respectivas diócesis.
Espíritu romano y universal
Apenas vislumbró el fin de la guerra mundial, el
Beato Josemaría comienza a preparar el trabajo apostólico en otros países,
porque —insistía— quiere Jesús su Obra desde el primer momento con entraña
universal, católica. En 1946 se traslada a Roma, con el fin de preparar el
reconocimiento pontificio del Opus Dei. El 24 de febrero de 1947, Pío XII
concede el Decretum Laudis; y el 16 de junio de 1950, la aprobación definitiva.
A partir de esta fecha, también pueden ser admitidos como Cooperadores del Opus
Dei hombres y mujeres no católicos y aun no cristianos, que ayuden con su
trabajo, su limosna y su oración a las labores apostólicas. La sede central del
Opus Dei queda establecida en Roma, para subrayar de modo aún más tangible la
aspiración que informa todo su trabajo: servir a la Iglesia como la Iglesia
quiere ser servida, en estrecha adhesión a la cátedra de Pedro y a la jerarquía
eclesiástica. En repetidas ocasiones, Pío XII y Juan XXIII le hacen llegar
manifestaciones de afecto y de estima; Pablo VI le escribirá en 1964 definiendo
el Opus Dei como «expresión viva de la perenne juventud de la Iglesia».
También esta etapa de la vida del Fundador del Opus
Dei se ve caracterizada por todo tipo de pruebas: a la salud afectada por
tantos sufrimientos (padeció una grave forma de diabetes durante más de diez
años: hasta 1954, en que se curó milagrosamente), se añaden las estrecheces
económicas y las dificultades relacionadas con la expansión de los apostolados
por el mundo entero. Sin embargo, su semblante rebosa siempre alegría, porque
la verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre. Su
permanente buen humor es un continuo testimonio de amor incondicional a la
voluntad de Dios.
El mundo es muy pequeño, cuando el Amor es grande:
el deseo de inundar la tierra con la luz de Cristo le lleva a acoger las
llamadas de numerosos Obispos que, desde todas las partes del mundo, piden la
ayuda de los apostolados del Opus Dei a la evangelización. Surgen proyectos muy
variados: escuelas de formación profesional, centros de capacitación para
campesinos, universidades, colegios, hospitales y dispensarios médicos, etc.
Estas actividades —un mar sin orillas, como le gusta repetir—, fruto de la
iniciativa de cristianos corrientes que desean atender, con mentalidad laical y
sentido profesional, las concretas necesidades de un determinado lugar, están
abiertas a personas de todas las razas, religiones y condiciones sociales,
porque su clara identidad cristiana se compagina siempre con un profundo
respeto a la libertad de las conciencias. En cuanto Juan XXIII anuncia la
convocatoria de un Concilio Ecuménico, comienza a rezar y a hacer rezar por el
feliz éxito de esa gran iniciativa que es el Concilio Ecuménico Vaticano II,
como escribe en una carta de 1962. En aquellas sesiones, el Magisterio solemne
confirmará aspectos fundamentales del espíritu del Opus Dei: la llamada
universal a la santidad; el trabajo profesional como medio de santidad y
apostolado; el valor y los límites legítimos de la libertad del cristiano en
las cuestiones temporales, la Santa Misa como centro y raíz de la vida
interior, etc. El Beato Josemaría se encuentra con numerosos Padres conciliares
y Peritos, que ven en él un auténtico precursor de muchas de las líneas
maestras del Vaticano II. Profundamente identificado con la doctrina conciliar,
promueve diligentemente su puesta en práctica a trav&eac