Musica Para el Alma

viernes, 23 de abril de 2021

GOTAS DE MISERICORDIA


 

EVANGELIO DE JUAN 6,60-69 CICLO B


 

Sábado, 24 de abril de 2021

Evangelio

*Lectura del santo evangelio según san Juan (6,60-69)*

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Palabra del Señor

 

«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

*Puedo ver mi gran ignorancia el Señor, quiere ser mi alimento, quiere ser mi comida, quiere ser pan para mí. Soy como un niño pequeño, sierro mi boca para que el Señor no me alimente, y si algo de comida llega a entrar en mi boca lo escupo. El Señor me quiere dar el pan de su palabra, me quiere dar su sabiduría y su enseñanza. Me cuesta tanto creer que el Señor murió en una cruz, desfigurado, sin apariencia, que no parecía un ser humano, murió solo por mí, para que yo pudiera tener un lugar en el cielo, el da su cuerpo y su sangre por mí*

 

*El que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.


R. Amén.

LAS LAUDES Y LAS VÍSPERAS DEL SÁBADO 24. SAN FIDEL DE SIGMARINGA, MÁRTIR


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

 

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

 

*San Fidel de Sigmaringa, Mártir*
24 de Abril

 

Laudes - SÁBADO III SEMANA DE PASCUA 2021

 

Sábado, 24 de abril de 2021.  

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

 

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

 

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya

 

Salmodia

 

Antífona 1: Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Aleluya.

 

Salmo 118, 145-152

XIX (Coph)

 

Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.

Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.

Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.

 

Antífona 2: Edificaste, Señor, un templo y un altar en tu monte santo. Aleluya.

 

Sb 9,1-6.9-11

Dame, Señor, la sabiduría

 

Os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente… ningún adversario vuestro. (Lc 21,15)

 

Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.

Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

Pues, aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.

Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.

 

Antífona 3: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Aleluya.

 

Salmo 116

Invitación universal a la alabanza divina

 

Los gentiles alaban a Dios por su misericordia (cf. Rm 15,9)

 

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

 

Lectura Breve

 

Rm 14,7-9

Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, para el Señor morirnos. En fin, que tanto en vida como en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.

 

Responsorio Breve

 

V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

 

 

V. Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.

Lecturas

 

Primera Lectura

Del libro del Apocalipsis 11, 1-19

 

LOS DOS TESTIGOS INVICTOS

 

A mí, Juan, me fue dada una caña parecida a una vara de medir con esta orden: «Levántate, y mide el templo de Dios y el altar y a los que adoran en él. El atrio exterior del templo déjalo y no lo midas, porque ha sido entregado a los paganos, que hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. Yo enviaré a mis dos testigos, para que, vestidos de saco, hablen en mi nombre durante mil doscientos sesenta días.
Éstos son los dos olivos y los dos candelabros, los que están en la presencia del Señor de la tierra. Si alguno quiere hacerles daño, saldrá fuego de sus bocas que devorará a sus enemigos. Y quien quisiese hacerles mal será muerto sin remisión. Ellos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su ministerio profético; y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda clase de plagas cuantas veces quieran.
Cuando hayan acabado de dar su testimonio, la Bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos y los vencerá y les quitará la vida. Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma y Egipto, allí donde fue crucificado su Señor. Gentes de diversos pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplarán sus cadáveres durante tres días y medio, pues no se permitirá que sean puestos en el sepulcro. Los habitantes de la tierra se alegrarán y regocijarán por su muerte, y se enviarán mutuamente regalos, porque estos dos profetas eran el tormento de los moradores de la tierra.»
Pero, después de los tres días y medio, un espíritu de vida, procedente de Dios, entró en ellos; se levantaron sobre sus pies; y un espanto terrible se apoderó de quienes los estaban contemplando. Y oí una potente voz del cielo, que les decía: «Subid acá.»
Y subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.
En aquella hora ocurrió un violento terremoto; se derrumbó la décima parte de la ciudad, pereciendo en el terremoto siete mil personas; y los demás quedaron llenos de espanto y dieron gloria al Dios del cielo.
El segundo ¡ay! ya ha pasado. Pero llega en seguida el tercer ¡ay!
Tocó el séptimo ángel la trompeta; y se dejaron oír en el cielo grandes voces que decían: «Ha llegado a este mundo el reino de nuestro Dios y de su Ungido, y reinará por los siglos de los siglos»
Y los veinticuatro ancianos, los que estaban sentados en sus tronos en la presencia de Dios, cayeron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: «Gracias te damos, Señor omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar. Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.»
Entonces, se abrió el santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el santuario y se produjeron relámpagos, fragor de truenos, temblor de tierra y fuerte granizada.

 

Responsorio Ap 11, 15: Dn 7, 27

 

R. Ha llegado a este mundo el reino de nuestro Dios y de su Ungido, * y reinará por los siglos de los siglos. Aleluya.
V. Su reino es un reino eterno, y todos los imperios lo servirán y lo obedecerán.
R. Y reinará por los siglos de los siglos. Aleluya.

 

Segunda Lectura

 

Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 4, cap. 2: PG 73, 563-566)

 

CRISTO ENTREGÓ SU CUERPO PARA LA VIDA DE TODOS

 

«Por todos muero —dice el Señor—, para vivificarlos a todos y redimir con mi carne la carne de todos. En mi muerte morirá la muerte y conmigo resucitará la naturaleza humana de la postración en que había caído.
Con esta finalidad me he hecho semejante a vosotros y he querido nacer de la descendencia de Abrahán para asemejarme en todo a mis hermanos."
San Pablo, al comprender esto, dijo: Los hijos de una misma familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también él; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo.
Si Cristo no se hubiera entregado por nosotros a la muerte, él solo por la redención de todos, nunca hubiera podido ser destituido el que tenía el poder de la muerte, ni hubiera sido posible destruir la muerte, pues él es el único que está por encima de todos.
Por ello se aplica a Cristo aquello que se dice en un lugar del libro de los salmos, donde Cristo aparece ofreciéndose por nosotros a Dios Padre: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo dije: «Aquí estoy».
Cristo fue, pues, crucificado por todos nosotros, para que, habiendo muerto uno por todos, todos tengamos vida en él. Era, en efecto, imposible que la vida muriera o fuera sometida a la corrupción natural. Que Cristo ofreciese su carne por la vida del mundo es algo que deducimos de sus mismas palabras: Padre santo, dijo, guárdalos. Y luego añade: Por ellos me consagro yo.
Cuando dice consagro debe entenderse en el sentido de «me dedico a Dios» y «me ofrezco como hostia inmaculada en olor de suavidad»: Pues según la ley se consagraba o llamaba sagrado lo que se ofrecía sobre el altar. Así Cristo entregó su cuerpo por la vida de todos, y así nos devolvió la vida. De qué modo lo realizó, intentaré explicarlo, si puedo.
Una vez que la Palabra vivificante hubo tomado carne restituyó a la carne su propio bien, es decir, le devolvió la vida y, uniéndose a la carne con una unión inefable la vivificó, dándole parte en su propia vida divina.
Por ello podemos decir que el cuerpo de Cristo da vida a los que participan de él: si los encuentra sujetos a la muerte, aparta la muerte y aleja toda corrupción, pues posee en sí mismo el germen que aniquila toda podredumbre.

 

Responsorio Jn 10, 14. 15. 10

 

R. Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas; * yo doy mi vida por mis ovejas. Aleluya.
V. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
R. Yo doy mi vida por mis ovejas. Aleluya.

 

Sábado, 24 de abril de 2021

Evangelio

*Lectura del santo evangelio según san Juan (6,60-69)*

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

 

Antifona: Dijo Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. Y
nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» Aleluya.

 

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Oremos a Cristo, pan de vida, que en el último día resucitará a los que se alimentan con su palabra y con su cuerpo, y digámosle:


*Señor, danos paz y alegría*.


Hijo de Dios, que resucitado de entre los muertos eres el Príncipe de la vida, — bendice y santifica a tus fieles y a todos los hombres.


Tú que concedes paz y alegría a todos los que creen en ti, — danos vivir como hijos de la luz, y alegrarnos de tu victoria.


Aumenta la fe de tu Iglesia, peregrina en la tierra, — para que dé al mundo testimonio de tu resurrección.


Tú que, habiendo padecido mucho, has entrado ya en la gloria del Padre, — convierte en gozo la tristeza de los afligidos.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Oremos:

 

Oh Dios, que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti, concede tu ayuda a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y permanezcan siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

 

*San Fidel de Sigmaringa, Mártir*
24 de Abril

La congregación de "Propaganda Fide", venera a San Fidel como su primer mártir. Era éste un sacerdote capuchino, conocido también con el nombre de Marcos Rey. Desde joven empezó a llevar una vida de penitencia y también fue conocida su vocación de servicio y defensa a los más pobres por lo que el pueblo lo llamó "el abogado de los pobres". Por orden de sus superiores, San Fidel fue enviado con otros ocho capuchinos a predicar a los swinglianos de Grions, misión que aceptó gustosamente, pese a las amenazas de los protestantes de aquella región.

 

Las conversiones numerosas que el santo conseguía a diario se debían, sin duda, tanto a las largas horas de la noche que dedicaba a la oración, como a sus sermones e instrucciones cotidianos. Encolerizados de sus prodigios, los protestantes empezaron a hostigar al religioso, poniendo a la población en su contra. Enterado de lo sucedido, San Fidel pasó varias noches de oración ante el Santísimo Sacramento, para luego dirigirse a las aldeas aledañas. Cuando se dirigía a Grüsch, fue atacado por un puñado de hombres armados, quienes le exigieron que abjurarse de la fe católica, pero el santo se negó rotundamente por lo que fue derribado a tierra y acabado a puñaladas.

 

 

Vísperas

Inicio

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

 

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

 

 
Himno


Quédate con nosotros,
la noche está cayendo.

¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa.



Primer Salmo

 

Salmo 121: La ciudad santa de Jerusalén

 

Ant: Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. Aleluya.

 

Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo (Hb 12,22)

 

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant: Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. Aleluya.

 

Segundo Salmo

 

Salmo 129: Desde lo hondo, a ti grito, Señor

 

Ant: Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

 

 

Él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1,21)

 

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant: Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

 

Cántico NT

 

Filipenses 2,6-11: Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual

 

Ant: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.

 

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.

 

Lectura Bíblica

1P 2,9-10

 

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de las tinieblas y entrar en su luz maravillosa. Antes erais «no pueblo», ahora sois «pueblo de Dios»; antes erais «no compadecidos» ahora sois «compadecidos».

 

     V/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

     R/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

     V/. Al ver al Señor.

     R/. Aleluya, aleluya.

     V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

     R/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

 

Cántico Evangélico

 

Cántico 

 

Ant: «Yo soy la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos.» Aleluya.

(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant: «Yo soy la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos.» Aleluya.

 

Preces

 

Oremos a Cristo, que resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva vida, y digámosle:

 

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor

 

·     - Tú que eres la piedra desechada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.

·     - Tú que eres el testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos,
haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el mundo.

·     - Tú que eres el único esposo de la Iglesia nacida de tu costado,
haz que todos nosotros seamos testigos de este misterio nupcial.

·     - Tú que eres el primero y el último, que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los siglos,
concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de recibir la corona de la victoria.

·     - Tú que eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.

·      

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

 

Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:

 

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

 

Final

 

Dios todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

Si el que preside no es un ministro ordenado, o en el rezo individual:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

 

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
 

Si el que preside es un ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)

V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.


V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
 

(Fórmula breve)

 

V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
 

Si se despide a la asamblea se añade:

 

V/. Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.