Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO PASCUAL
JUEVES DE SEMANA V
Propio del Tiempo. Salterio I
23 de mayo
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Verdaderamente ha
resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Verdaderamente ha
resucitado el Señor. Aleluya.
Himno: EL AGUA PURA, DON DE LA MAÑANA
El agua pura, don de la mañana,
da a los ojos el brillo de la vida,
y el alma se despierta cuando escucha
que el ángel dice: «¡Cristo resucita!»
¡Cómo quieren las venas de mi cuerpo
ser música, ser cuerdas de la lira,
y cantar, salmodiar como los pájaros,
en esta Pascua santa la alegría!
Mirad cuál surge Cristo transparente:
en medio de los hombres se perfila
su cuerpo humano, cuerpo del amigo
deseado, serena compañía.
El que quiera palparlo, aquí se acerque,
entre con su fe en el Hombre que humaniza,
derrame su dolor y su quebranto,
dé riendas al amor, su gozo diga.
A ti, Jesús ungido, te ensalzamos,
a ti, nuestro Señor, que depositas
tu santo y bello cuerpo en este mundo,
como en el campo se echa la semilla. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Elévate sobre el cielo, Dios mío. Aleluya.
Salmo 56 - ORACIÓN MATUTINA DE UN AFLIGIDO.
Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Elévate sobre el
cielo, Dios mío. Aleluya.
Ant 2. El Señor redimió a
su pueblo. Aleluya.
Cántico: FELICIDAD DEL PUEBLO REDIMIDO Jr 31, 10-14
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con manjares sustanciosos,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor redimió a
su pueblo. Aleluya.
Ant 3. Éste es nuestro
Dios por siempre jamás. Aleluya.
Salmo 47 - HIMNO A LA GLORIA DE JERUSALÉN
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;
allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
¡Oh Dios!, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, ¡oh Dios!, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder decirle a la próxima generación:
«Este es el Señor, nuestro Dios.»
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Éste es nuestro
Dios por siempre jamás. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 8, 10-11
Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del
pecado, el espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel
que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que
resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros
cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya.
Aleluya.
R. El Señor ha resucitado
del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
V. El que por
nosotros colgó del madero.
R. Aleluya. Aleluya.
V. Gloria al Padre,y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha
resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Apocalipsis 21, 9-27
VISIÓN DE LA JERUSALÉN CELESTE.
Vino uno de los siete ángeles que tenía las siete copas llenas de las siete
últimas plagas, y me habló, diciendo:
«Ven y te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.»
Me transportó en espíritu a un monte altísimo y me enseñó la ciudad santa,
Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, y traía la gloria de Dios. Su
resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino. Tenía
una muralla grande y alta con doce puertas; y, sobre las puertas, doce ángeles
y nombres grabados, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; tres
puertas al oriente; tres puertas al norte; tres puertas al mediodía; tres
puertas al occidente. La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras,
que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad,
sus puertas y su muralla. La ciudad es un cuadrado: su largo es igual a su
ancho. Midió la ciudad con la caña, y tenía doce mil estadios. Su largo, ancho
y alto son iguales.
Midió luego su muralla, y tenía ciento cuarenta y cuatro codos con medida
humana, la empleada por el ángel. El material de esta muralla es jaspe y la
ciudad es de oro puro semejante al vidrio puro.
Las piedras en que se asienta la muralla de la ciudad están adornadas de toda
clase de piedras preciosas: la primera piedra es de jaspe; la segunda, de
zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta, de esmeralda; la quinta, de
sardónica; la sexta, de cornalina; la séptima, de crisólito; la octava, de
berilo; la novena, de topacio; la décima, de crisoprasa; la undécima, de
jacinto; la duodécima, de amatista.
Y las doce puertas son doce perlas, cada una de las puertas hecha de una sola
perla; y la plaza de la ciudad es de oro puro, transparente como el cristal.
Pero no vi santuario alguno en ella; porque el Señor, Dios todopoderoso, y el
Cordero, es su santuario. La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la
alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero. Las
naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su
esplendor. Sus puertas no se cerrarán con el día -porque allí no habrá noche- y
traerán a ella el esplendor y los tesoros de las naciones. Nada profano entrará
en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino solamente los inscritos
en el libro de la vida del Cordero.
RESPONSORIO Cf. Ap 21, 21; Tb 13, 21. 22. 13
R. Tus plazas, Jerusalén, están pavimentadas de oro puro, y en tus
puertas se entonarán cantos de alegría. * Y todas tus casas cantarán:
«Aleluya».
V. Brillarás cual luz de lámpara y todos los confines de la tierra
vendrán a tí.
R. Y todas tus casas cantarán: «Aleluya.»
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Gaudencio de Brescia, obispo
(Tratado 2: CSEL 68, 26. 29-30)
LA EUCARISTÍA ES LA PASCUA DEL SEÑOR
Uno solo murió por todos, el mismo que ahora en cada una de las asambleas
cristianas, por el sacramento del pan y del vino, nos rehace con su inmolación,
por la fe en él nos da la vida y, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio,
consagra a los que ofrecen esta oblación.
Ésta es la carne y la sangre del Cordero, pues aquel pan bajado del cielo
afirma: El pan que yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo. Y
con razón su sangre es significada por el vino, ya que, al afirmar él mismo en
el Evangelio: Yo soy la vid verdadera, manifiesta con suficiente claridad que
el vino es su sangre ofrecida en el sacramento de su pasión; en este sentido el
patriarca Jacob había profetizado de Cristo: Lava su ropa en vino y su túnica
en sangre de uvas. En efecto, él lavó con su propia sangre la vestimenta de
nuestro cuerpo que había tomado sobre sí como una vestidura.
El mismo Creador y Señor de la naturaleza, el que hace salir el pan de la
tierra, convirtió el pan en su propio cuerpo (porque podía hacerlo y así lo
había prometido); y el que había convertido el agua en vino convirtió después
el vino en su sangre.
Es la Pascua del Señor, dice la Escritura, esto es, el paso del Señor; no
tengas por cosa terrena lo que ha sido convertido en algo celestial por obra de
aquel que pasó a esa materia y la ha convertido en su cuerpo y sangre.
Lo que recibes es el cuerpo de aquel pan bajado del cielo y la sangre de
aquella vid sagrada. En efecto, al dar a sus discípulos el pan y el vino
consagrados, les dijo: Esto es mi cuerpo; ésta es mi sangre. Creamos, pues, en
aquel en quien hemos puesto nuestra confianza: el que es la verdad en persona
no puede engañarnos.
Por esto, cuando hablaba a la multitud de comer su cuerpo y beber su sangre, y
la multitud murmuraba desconcertada: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién es capaz
de aceptarlas?, queriendo Cristo purificar con fuego celestial estos
pensamientos que, como antes he dicho, han de ser evitados, añadió: El espíritu
es el que da vida; la carne no vale nada. Las palabras que yo os he dicho son
espíritu y vida.
RESPONSORIO Jn 6, 58; Lc 22, 19
R. Como me envió el Padre que posee la vida y yo vivo por el Padre,
de la misma manera * quien me come vivirá por mí. Aleluya.
V. Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros.
R. Quien me come vivirá por mí. Aleluya.
Jueves, 23 de mayo de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
llegue a plenitud».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi
amor. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Si guardáis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor. Aleluya.
PRECES
Glorifiquemos a Cristo resucitado y siempre
presente en su Iglesia, y supliquémosle, diciendo:
Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,
permanece en medio de nosotros, tú que vives por los siglos de los siglos.
Señor, ven a nosotros con tu poder invencible
y muéstranos la bondad de Dios Padre.
Señor, ayuda al mundo abrumado por las discordias,
ya que tú solo tienes el poder de salvar y reconciliar.
Confírmanos en la fe de la victoria final
y arraiga en nosotros la esperanza de tu manifestación gloriosa.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Porque Jesucristo nos ha hecho participar de su propia vida, somos hijos de
Dios, y por ello nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, cuya gracia nos transforma de
culpables en justos, de infelices en dichosos, no dejes de favorecernos con la
acción de tu gracia y con tus dones, y concédenos a los que hemos alcanzado ya
la justificación por la fe la fuerza necesaria para perseverar siempre en ella.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose
la simpatía de sus profesores y compañeros, y fue ordenado sacerdote, a los 23
años.
Leyó un libro algo exagerado que recomendaba hacer penitencias muy fuertes, y
se dedicó a mortificarse en el comer, en el beber y en el dormir, tan
exageradamente que le sobrevino una depresión nerviosa que lo dejó varios meses
sin poder hacer nada. Logró rehacer sus fuerzas, pero de ahí en adelante tuvo
siempre que luchar contra su mala salud. Y aprendió que la mejor mortificación
es aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día, y hacer bien en cada
momento lo que tenemos que hacer y tener paciencia con las personas y las
molestias de la vida, en vez de andar dañándose la salud con mortificaciones
exageradas.
Desde cuando era seminarista sentía una gran predilección por los
pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un
albergue para recibir a las personas que no tenían en dónde pasar la noche, y
allá fue por muchos años el joven Juan Bautista a atender a los pobres y
necesitados y a enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los
sacramentos. Se llevaba varios compañeros más, sobre los cuales él ejercía una
gran influencia. También le agradaba irse por las madrugadas a la Plaza de
mercado a donde llegaban los campesinos a vender sus productos. Allí enseñaba
catecismo a los niños y a los mayores y preparó a muchos para hacer la
confesión y recibir la Primera Comunión.
Los primeros años de su sacerdocio no se atrevía casi a confesar porque le
parecía que no sabría dar los debidos consejos. Pero un día un santo Obispo le
pidió que se dedicara por algún tiempo a confesar en su diócesis. Y allí
descubrió Juan Bautista que este era el oficio para el cual Dios lo tenía
destinado. Al volver a Roma le dijo a un amigo: "Antes yo me preguntaba
cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he
descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es:
confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la
confesión".
Se fue a ayudar a un sacerdote en un templo a donde acudían muy
pocas personas. Pero desde que comenzó Rossi a confesar allí, el templo se vio
frecuentado por centenares y centenares de penitentes que venían a ser
absueltos de sus pecados. Cada penitente le traía otras personas para que se
confesaran con él y las conversiones que se obraban eran admirables.
El Sumo Pontífice le encomendó el oficio de ir a confesar y a predicar a los
presos en las cárceles y a los empleados que dirigían las prisiones. Y allí
consiguió muchas conversiones.
De todas partes lo invitaban para que fuera a confesar enfermos,
presos y gentes que deseaban convertirse. A muchos sitios tenía que ir a
predicar misiones y obtenía del cielo numerosas conversiones. En los hospitales
era estimadísimo confesor y consolador de los enfermos. Sus amigos de siempre
fueron los pobres, los desamparados, los enfermos, los niños de la calle y los
pecadores que deseaban convertirse. Para ellos vivió y por ellos desgastó
totalmente su vida. Él se mantenía siempre humilde y listo a socorrer a todo el
que le fuera posible.
El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a
la edad de 66 años. Su pobreza era tal que el entierro tuvo que costeárselo de
limosna.
La estimación por él en Roma era tan grande que a su funeral asistieron 260
sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío. La misa de
réquiem la cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma.
Todo el bien que habéis hecho a uno de estos mis humildes
hermanos, a mí me lo habéis hecho. (Jesucristo).
ORACION
Gloriosísimo San Juan Bautista,
por el amor ardiente
que tuviste al Niño Jesús
y por la santísima dulzura
que infundió en tu corazón
con sus halagos;
por aquellos privilegios
que te concedió para hacer
tantos milagros a favor de tus devotos,
te suplico te dignes favorecerme
en todas mis necesidades con tu eficaz patrocinio
y en particular te ruego me alcances
la gracia que te pido en este día.
¡Oh, glorioso San Juan Bautista,
muévete a piedad de esta alma acongojada,
que en ti puso sus esperanzas;
líbrala, te ruego, de sus miserias.
¡Oh, santo de los milagros!,
alivia la congoja de mi corazón,
y haz que yo viva aquí
como verdadero amante de mi Jesús
para poder gozar de Él en el Cielo.
Amén.