Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XIX
Del Común de un mártir. Salterio III.
14 de agosto
SAN MAXIMILIANO MARÍA KOLBE, presbítero y
mártir. (MEMORIA)
Maximiliano María Kolbe nació cerca de Lodz (Polonia) el 8 de
enero de 1894. Ingresó en el seminario de los Hermanos Menores Conventuales en
1907, y el año 1918 fue ordenado sacerdote en Roma. Encendido en el amor a la
Madre de Dios fundó la asociación piadosa de la «Milicia de María Inmaculada»,
que propagó con entusiasmo. Misionero en el Japón, se esforzó por extender la
fe cristiana bajo el auspicio y patrocinio de la misma Virgen Inmaculada.
Vuelto a Polonia, habiendo sufrido grandes calamidades, en el mayor conflicto
de los pueblos, entregó su vida como holocausto de caridad por la libertad de
un desconocido condenado a muerte, el 14 de agosto de 1941, en el campo de
concentración de Auchwitz.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: PALABRA DEL SEÑOR YA RUBRICADA.
Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir, ofrecida
como prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.
Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que en la alegría
de servir al Señor es consumado.
Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos has dado. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma
hacia ti, Señor.
Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS
DIFICULTADES.
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alegra el alma de
tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Ant 2. Dichoso el hombre
que procede con justicia y habla con rectitud.
Cántico: DIOS JUZGARÁ CON JUSTICIA Is 33,13-16
Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor se apodera de los perversos:
«¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?».
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión;
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el hombre
que procede con justicia y habla con rectitud.
Ant 3. Aclamad al Rey y
Señor.
Salmo 97 - EL SEÑOR, JUEZ VENCEDOR
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamad al Rey y
Señor.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y
Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder
nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con
que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los
sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa
nuestro consuelo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi
fuerza y mi energía.
V. Él es mi
salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi
fuerza y mi energía.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes 6, 24-25. 32--7, 16
SAMARIA ES LIBRADA MILAGROSAMENTE DEL ASEDIO
En aquellos días, Benadad, rey de Siria, movilizó todo su ejército y cercó
Samaria. Hubo un hambre terrible en Samaria. El asedio fue tan duro, que un
asno llegó a valer ochenta pesos de plata, y un cuartillo de algarroba cinco
pesos de plata.
Eliseo estaba sentado en su casa con los ancianos. El rey le envió un
mensajero, pero antes de que llegara, dijo Eliseo a los ancianos:
«¡Vais a ver cómo ese asesino ha mandado uno a cortarme la cabeza! Mirad,
cuando llegue, atrancad la puerta y no lo dejéis pasar; detrás de él se oyen
las pisadas de su señor.»
Todavía estaba hablando, cuando apareció el rey, que bajó hacia él y le dijo:
«Esta desgracia nos la manda el Señor. ¿Qué puedo esperar de él?»
Eliseo respondió:
«Oye la palabra del Señor. Así dice el Señor: "Mañana a estas horas una
fanega de flor de harina valdrá un real, y dos fanegas de cebada un real, en el
mercado de Samaria."»
El valido del rey, que ofrecía su brazo al soberano, le replicó:
«Suponiendo que el Señor abriese las compuertas del cielo, ¿se cumpliría esa
profecía?»
Eliseo le respondió:
«¡Lo verás con tus ojos, pero no lo comerás!»
Junto a la entrada de la ciudad había cuatro hombres leprosos. Y se dijeron:
«¿Qué hacemos aquí esperando la muerte? Si nos decidimos a entrar en la ciudad,
moriremos dentro, porque aprieta el hambre; y, si nos quedamos aquí, moriremos
lo mismo. ¡Venga, vamos a pasarnos a los sirios!
Si nos dejan con vida, viviremos; y, si nos matan, nos mataron.»
Al oscurecer se pusieron en camino hacia el campamento sirio. Llegaron a las
avanzadas del campamento, y allí no había nadie. Es que el Señor había hecho
oír al ejército sirio un fragor de carros y caballos, el fragor de un ejército
poderoso, y se habían dicho unos a otros: «El rey de Israel ha pagado a los
reyes hititas y a los egipcios para atacarnos.» Y así, al oscurecer,
abandonando tiendas, caballos, burros y el campamento tal como estaba,
emprendieron la fuga para salvar la vida. Los leprosos llegaron a las avanzadas
del campamento; entraron en una tienda, comieron y bebieron, se llevaron plata,
oro y ropa, y fueron a esconderlo. Luego volvieron, entraron en otra tienda, se
llevaron más cosas de allí y fueron a esconderlas. Pero comentaron:
«Estamos haciendo algo que no está bien. Hoy es un día de alegría. Si nos
callamos y esperamos a que amanezca, resultaremos culpables. ¡Venga! Vamos al
palacio a avisar.»
Al llegar, llamaron a los centinelas de la ciudad y les informaron:
«Hemos ido al campamento sirio, y allí no hay nadie ni se oye a nadie; sólo
caballos atados, burros atados y las tiendas tal como estaban.»
Los centinelas gritaron, transmitiendo la noticia al interior del palacio. El
rey se levantó de noche y comentó con sus ministros:
«Voy a deciros lo que nos han organizado los sirios: como saben que pasamos
hambre se han ido del campamento a esconderse en descampado, pensando que
cuando salgamos nos cogerán vivos y entrarán en la ciudad.»
Entonces uno de los ministros propuso:
«Que cojan cinco caballos de los que quedan en la ciudad, y los mandamos a ver
qué pasa; total, si se salvan, serán como la tropa que todavía vive; si mueren,
serán como los que ya han muerto.»
Eligieron dos jinetes, y el rey les mandó seguir al ejército sirio,
encargándoles:
«Id a ver qué pasa.»
Ellos los siguieron hasta el Jordán: todo el camino estaba sembrado de ropa y
material abandonado por los sirios al huir a toda prisa. Volvieron a informar
al rey.
Y entonces toda la gente salió a saquear el campamento sirio. Y una fanega de
flor de harina se pagó a un real, y dos de cebada a un real, como había dicho
el Señor.
RESPONSORIO Cf. 2R 7, 2; cf. Mc 11, 23
R. El valido del rey replicó a Eliseo: «¿Se cumplirá esa profecía?»
Le respondió: * «Lo verás con tus ojos.»
V. Si alguno pide algo en la oración y, sin dudar en su corazón, cree
que ha de suceder lo que dice, yo os aseguro que eso sucederá.
R. Lo verás con tus ojos.
SEGUNDA LECTURA
De las cartas de san Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir.
(Gli scritti di Massimiliano Kolbe eroe di Oswiecim e beato della Chiesa, vol
1, Cittá di Vita, Firenze 1975, pp 44-46. 113-114)
EL IDEAL DE LA VIDA APOSTÓLICA ES LA SALVACIÓN Y SANTIFICACIÓN DE
LAS ALMAS.
Me llena de gozo, querido hermano, el celo que te anima en la propagación de la
gloria de Dios. En la actualidad se da una gravísima epidemia de indiferencia,
que afecta, aunque de modo diverso, no sólo a los laicos, sino también a los
religiosos. Con todo, Dios es digno de una gloria infinita. Siendo nosotros
pobres criaturas limitadas y, por tanto, incapaces de rendirle la gloria que él
merece, esforcémonos, al menos, por contribuir, en cuanto podamos, a rendirle
la mayor gloria posible.
La gloria de Dios consiste en la salvación de las almas, que Cristo ha redimido
con el alto precio de su muerte en la cruz. La salvación y la santificación más
perfecta del mayor número de almas debe ser el ideal más sublime de nuestra
vida apostólica. Cuál sea el mejor camino para rendir a Dios la mayor gloria
posible y llevar a la santidad más perfecta el mayor número de almas, Dios
mismo lo conoce mejor que nosotros, porque él es omnisciente e infinitamente
sabio. Él, y sólo él, Dios omnisciente, sabe lo que debemos hacer en cada
momento para rendirle la mayor gloria posible. ¿Y cómo nos manifiesta Dios su
propia voluntad? Por medio de sus representantes en la tierra. La obediencia, y
sólo la santa obediencia, nos manifiesta con certeza la voluntad de Dios. Los
superiores pueden equivocarse, pero nosotros obedeciendo no nos equivocamos nunca.
Se da una excepción: cuando el superior manda algo que con toda claridad y sin
ninguna duda es pecado, aunque éste sea insignificante; porque en este caso el
superior no sería el representante de Dios.
Dios, y solamente Dios infinito, infalible, santísimo y clemente, es nuestro
Señor, nuestro creador y Padre, principio y fin, sabiduría, poder y amor: todo.
Todo lo que no sea él vale en tanto en cuanto se refiere a él, creador de todo,
redentor de todos los hombres y fin último de toda la creación. Es él quien,
por medio de sus representantes aquí en la tierra, nos revela su admirable
voluntad, nos atrae hacia sí, y quiere por medio nuestro atraer al mayor número
posible de almas y unirlas a sí del modo más intimo y personal.
Querido hermano, piensa qué grande es la dignidad de nuestra condición por la
misericordia de Dios. Por medio de la obediencia nosotros nos alzamos por
encima de nuestra pequeñez y podemos obrar conforme a la voluntad de Dios. Más
aún: adhiriéndonos así a la divina voluntad, a la que no puede resistir ninguna
criatura, nos hacemos más fuertes que todas ellas. Ésta es nuestra grandeza; y
no es todo: por medio de la obediencia nos convertimos en infinitamente
poderosos.
Éste y sólo éste es el camino de la sabiduría y de la prudencia, y el modo de
rendir a Dios la mayor gloria posible. Si existiese un camino distinto y mejor,
Jesús nos lo hubiera indicado con sus palabras y su ejemplo. Los treinta años
de su vida escondida son descritos así por la sagrada Escritura: Y les estaba
sujeto. Igualmente, por lo que se refiere al resto de la vida toda de Jesús,
leemos con frecuencia en la misma sagrada Escritura que él había venido a la
tierra para cumplir la voluntad del Padre.
Amemos sin límites a nuestro buen Padre: amor que se demuestra a través de la
obediencia y se ejercita sobre todo cuando nos pide el sacrificio de la propia
voluntad. El libro más bello y auténtico donde se puede aprender y profundizar
este amor es el Crucifijo. Y esto lo obtendremos mucho más fácilmente de Dios
por medio de la Inmaculada, porque a ella ha confiado Dios toda la economía de
la misericordia.
La voluntad de María, no hay duda alguna, es la voluntad del mismo Dios.
Nosotros, por tanto, consagrándonos a ella, somos también como ella, en las
manos de Dios, instrumentos de su divina misericordia. Dejémonos guiar por
María; dejémonos llevar por ella, y estaremos bajo su dirección tranquilos y
seguros: ella se ocupará de todo y proveerá a todas nuestras necesidades, tanto
del alma como del cuerpo; ella misma removerá las dificultades y angustias
nuestras.
RESPONSORIO Ef 5, 1-2; 6, 6
R. Sed imitadores de Dios, como hijos amados, y vivid en el amor como
Cristo os amó y se entregó por nosotros. * Como oblación y víctima de suave
fragancia.
V. Como esclavos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de
Dios.
R. Como oblación y víctima de suave fragancia.
Miércoles,
14 de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,15-20):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a
solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace
caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por
boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si
no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un
publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el
cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os
aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi
vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cristo será
glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es
Cristo, y una ganancia el morir.
PRECES
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo
fiel, y al recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la
palabra de Dios, aclamémosle diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que
entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar
su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus
pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre
del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, que a san Maximiliano María, apóstol de la
Inmaculada y ejemplo de caridad hacia el prójimo, le infundiste un deseo ardiente
de la salvación de los hombres, concédenos, por su intercesión, poder trabajar
generosamente por tu gloria y por la salvación de los hombres hasta dar nuestra
propia vida, como lo hizo tu Hijo. Él, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Los Inicios San
Maximiliano María Kolbe fue hijo de María Dabrowska y de Julio Kolbe,
pertenecientes a la Tercera Orden Franciscana, y los cuales tenían en su casa
un taller y un pequeño altar con la imagen milagrosa de Nuestra Señora de
Czestochowa, veneradísima patrona de Polonia.
Nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska
Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el
nombre de Raimundo en la iglesia parroquial. Sus hermanos fueron Francisco,
José, Valentín y Antonio. Los dos últimos murieron prematuramente.
Aproximadamente en el año 1906, un suceso marca la vida de
Maximiliano, y preocupa y desconcierta a su madre. Ella misma relata el suceso
a los pocos meses del martirio de Maximiliano. Dice ella: "Sabia yo de
antemano, en base a un caso extraordinario que le sucedió en los años de la
infancia, que Maximiliano moriría mártir. Solo no recuerdo si sucedió antes o
después de su primera confesión. Una vez no me gusto nada una travesura, y se
la reproche: Niño mío, ¡quien sabe lo que será de ti!. Después, yo no pensé
más, pero observe que el muchacho había cambiado tan radicalmente, que no se le
podía reconocer. Teníamos un pequeño altar escondido ente dos roperos, ante el
cual él a menudo se retiraba sin hacerse notar y rezaba llorando. En general,
tenía una conducta superior a la de su edad, siempre recogido y serio, y cuando
rezaba, estallaba en lágrimas. Estuve preocupada, pensando en alguna
enfermedad, y le pregunté: ¿te pasa algo? ¡Has de contar todo a tu madre!
Temblando de emoción y con los ojos anegados en lágrimas, me
contó: "Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen me dijera lo
que sería de mi. Lo mismo en la iglesia, le volví a rogar. Entonces se me
apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja.
Me miró con cariño y me preguntó si quería esas dos coronas. La blanca
significaba que perseveraría en la pureza y la roja que seria mártir. Conteste que
las aceptaba... (las dos). Entonces la Virgen me miró con dulzura y
desapareció".
El cambio extraordinario en la conducta del muchacho, atestiguaba
la verdad de las cosas. El tenia plena conciencia, y al hablarme, con el rostro
radiante señalaba la deseada muerte de mártir. Este fascinante encuentro de
Maximiliano con su "Madrecita" celestial es algo más que un episodio
pasajero. Es la raíz de todo su futuro; es el motor de sus amplios planes; es
la fuerza para los vuelos más audaces; es el manantial de su santidad y de su
apostolado”.
Vocación Franciscana A los
13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca
de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue en el seminario donde
adoptó el nombre de Maximiliano María.
El padre Wilk lo describe así: "era diligente en el
cumplimiento de sus deberes, dotado por las matemáticas, obediente a los
profesores, servicial con los compañeros, alegre y equilibrado. Rezaba con
recogimiento. Un episodio se me grabó por siempre. Entrando en una sala, vi a
Maximiliano de rodillas ante una gran cruz, absorto en oración."
Pero de pronto entró la crisis en ambos hermanos. Maximiliano se
convenció y convenció a su hermano de abandonar el seminario. Cuando estaban a
punto de hablar con el superior, les visita la madre llena de alegría.
Orgullosa les cuenta que José, el hermano menor, también entraría en la orden.
¡Además ella y su esposo también tienen vocación religiosa de manera que sería
toda la familia Franciscana!.
El 4 de septiembre de 1910 ciñó a su cintura el cordón de San
Francisco, y de esa manera comenzó su año de noviciado. ¡Apenas dieciséis años!
En el otoño de 1912, el P. Provincial teniendo en cuenta las
excelentes cualidades intelectuales de Fray Maximiliano, dispuso que, junto a
otros, siguiera sus estudios de filosofía y teología en Roma, donde los
finalizó. Los años romanos serán fecundísimos y decisivos en la vida de
Maximiliano. La Virgen lo espera para inspirarle la fundación de La Milicia de
la Inmaculada.
En 1918 es ordenado sacerdote.
La Misión Maximiliano
siempre fue muy devoto de la Inmaculada Concepción, por lo que pensaba que la
Iglesia tenía que ser militante en su colaboración con la Gracia Divina para el
avance de la fe católica. Es por eso que movido por su devoción, funda en el
año 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada", el cual
se consagraría a la Virgen María y lucharía con todos los medios moralmente
válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras
del propio San Maximiliano, el movimiento tendría:
"una visión global de la vida católica bajo una nueva forma,
que consiste en la unión con la Inmaculada."
Inició la publicación de una revista mensual llamada
"Caballero de la Inmaculada", ésta era orientada a promover el
conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María. Comenzó con un tiraje de
sólo 500 ejemplares en 1922, y para el año 1939 alcanzaría cerca de un millón
de ejemplares publicados.
La primera "Ciudad de la Inmaculada" se funda en el año
1929 en el convento franciscano situado en Niepokalanów a 40 kilómetros de
Varsovia, que luego de algunos años se convertiría en una ciudad consagrada a
la Virgen y, en palabras de San Maximiliano, dedicada a:
"conquistar todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para
la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, todos los descubrimientos
tecnológicos, especialmente en el ámbito de las comunicaciones."
Luego de que el papa solicitara sacerdotes para ir de misiones, en
el año 1931 se ofrece como voluntario y viaja a Japón donde funda una nueva
ciudad de la Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista
"Caballero de la Inmaculada" en idioma japonés ("Seibo No
Kishi").
El Testimonio Regresó
a Polonia en el año 1936, siendo director espiritual de Niepokalanów, y luego
de 3 años, mientras se daba la Guerra Mundial, fue apresado junto a otros
frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Poco tiempo
después, el día de la Inmaculada Concepción, es liberado.
En 1941 es nuevamente hecho prisionero y ésta vez es enviado a la
prisión de Pawiak, y luego llevado al campo de concentración de Auschwitz,
donde prosiguió su ministerio a pesar de las terribles condiciones de vida.
Los nazis siempre trataban a los prisioneros de una manera
inhumana y antipersonal, de manera que los llamaban por números; a San
Maximiliano le asignaron el número 16670. A pesar de los difíciles momentos en
el campo su generosidad y su preocupación por los demás nunca le abandonaron.
El 3 de agosto de 1941, un prisionero escapa; y en represalia, el
comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros para ser condenados a
morir de hambre. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek
Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos.
"No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos".
(Jn 15, 13)
San Maximiliano, que no se encontraba dentro de los 10 prisioneros
escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el
cambio.
Luego de 10 días de su condena y al encontrarlo todavía con vida,
los nazis le colocan una inyección letal el 14 de agosto de 1941.
El Legado De esta
manera San Maximiliano María Kolbe da testimonio y ejemplo de dignidad, en
medio de la más terrible adversidad.
En el año 1973 el Papa Paulo VI beatifica a San Maximiliano y en
1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad.
Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su
vocación sacerdotal:
“Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación.
Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente
supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes
polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados
casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde
ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra,
San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów”.
Consagración a la Inmaculada "OH
Inmaculada, reina del cielo y de la tierra,
refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima,
a quien Dios confió la economía de la misericordia.
Yo....... pecador indigno, me postro ante ti,
suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y
posesión tuya.
A ti, Oh Madre, ofrezco todas las dificultades
de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad.
Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva,
para cumplir lo que de ti ha sido dicho:
"Ella te aplastará la cabeza" (Gen 3:15), y también:
"Tú has derrotado todas las herejías en el mundo".
Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas
me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria
en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo,
aumento en cuanto sea posible el bienaventurado
Reino del Sagrado Corazón de Jesús.
Donde tú entras oh Inmaculada, obtienes la gracia
de la conversión y la santificación, ya que toda gracia
que fluye del Corazón de Jesús para nosotros,
nos llega a través de tus manos".
Ayúdame a alabarte, OH Virgen Santa
y dame fuerza contra tus enemigos."
que encendido en el amor de Dios has pasado tu vida
en la asidua práctica de las virtudes heroicas y en las santas obras del
apostolado, vuelve tu mirada a nosotros, tus devotos, que confiamos en tu
intercesión.
Tu que, irradiado por la luz de la Virgen Inmaculada,
atrajisteis innumerables almas hacia los ideales de santidad, llamándoles a
toda forma de apostolado para el triunfo del bien y la propagación del Reino de
Dios, obténos la luz y la fuerza para obrar el bien atrayendo muchas almas al
amor de Cristo.
Tu que, en perfecta imitación del divino Salvador,
has alcanzado tan alto grado de caridad para ofrecer, en sublime testimonio de
amor,
tu vida para salvar aquella de un hermano
prisionero, intercede ante el Señor por la gracia que confiadamente te pedimos:
(Mencionar aquí la gracia que se desea alcanzar)
Y, animados por el mismo ardor de caridad, podamos
también nosotros con la fe y las obras, dar testimonio de Cristo ante nuestros
hermanos, para alcanzar junto a ti, la posesión beatificante de Dios
en la luz de la gloria eterna. Amén.
que encendido en el amor de Dios has pasado tu vida
en la asidua práctica de las virtudes heroicas y en las santas obras del
apostolado, vuelve tu mirada a nosotros, tus devotos, que confiamos en tu
intercesión.
Tu que, irradiado por la luz de la Virgen
Inmaculada, atrajisteis innumerables almas hacia los ideales de santidad,
llamándoles a toda forma de apostolado para el triunfo del bien y la
propagación del Reino de Dios, obténos la luz y la fuerza para obrar el bien
atrayendo muchas almas al amor de Cristo.
Tu que, en perfecta imitación del divino Salvador,
has alcanzado tan alto grado de caridad para ofrecer, en sublime testimonio de
amor,
tu vida para salvar aquella de un hermano
prisionero, intercede ante el Señor por la gracia que confiadamente te pedimos:
(Mencionar aquí la gracia que se desea alcanzar)
Y, animados por el mismo ardor de caridad, podamos
también nosotros con la fe y las obras, dar testimonio de Cristo ante nuestros
hermanos, para alcanzar junto a ti, la posesión beatificante de Dios
en la luz de la gloria eterna. Amén.