Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
De la Solemnidad.
9 de junio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis
labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza
Ant. Aleluya. El
Espíritu del Señor llena el universo, venid, adorémosle. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aleluya. El Espíritu
del Señor llena el universo, venid, adorémosle. Aleluya.
Himno: HOY DESCIENDE EL ESPÍRITU DE FUEGO
Hoy desciende el Espíritu de fuego
al corazón creyente de la Iglesia,
el Señor que la quema y atraviesa
enciende con su llama al universo.
Ebrios del Santo Espíritu, los Doce
rebosan de carismas y alabanzas;
Dios baja al Sinaí, y en llamarada
y en ímpetu de amor retumba el monte.
Razas y pueblos quedan convocados;
Dios se muestra en Sión, la bella altura,
y en voz concorde aquí a los hombres junta,
desde Babel dispersos en pecado.
Se lanzan por el mundo los testigos;
y sin ceñir espadas lo conquistan,
y sin oro a los pobres dan la vida;
el Espíritu guía y Cristo invicto.
El Viento es brisa y fuerza de huracanes,
y el Agua viva mueve los océanos;
alzan los brazos y oran bendiciendo
y el gozo transfigura sus semblantes.
Espíritu de amor y de verdad,
Espíritu confín de las promesas,
oh Santo, a ti la gloria siempre sea,
y a nosotros de ti la santidad. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Señor, cuán bueno y cuán suave es tu Espíritu que
habita en nosotros. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, cuán bueno
y cuán suave es tu Espíritu que habita en nosotros. Aleluya.
Ant 2. Manantiales y
cuanto se mueve en las aguas, cantad un himno a Dios. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,
57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Manantiales y
cuanto se mueve en las aguas, cantad un himno a Dios. Aleluya.
Ant 3. Los apóstoles
hablaban en otras lenguas las grandezas de Dios. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Los apóstoles
hablaban en otras lenguas las grandezas de Dios. Aleluya.
LECTURA BREVE Hch 5, 30-32
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis
colgándole de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y
salvador, para otorgar a Israel la conversión, el perdón de los pecados.
Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le
obedecen.
RESPONSORIO BREVE
V. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo. Aleluya,
aleluya.
R. Todos quedaron
llenos del Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
V. Y comenzaron a
hablar.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Todos quedaron
llenos del Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 5-27
CUANTOS SE DEJAN GUIAR POR EL ESPÍRITU DE DIOS SON HIJOS DE DIOS
Hermanos: Los que llevan una vida puramente natural, según la carne, ponen su
corazón en las cosas de la carne; los que viven la vida según el espíritu lo
ponen en las cosas del espíritu. Las tendencias de la carne llevan hacia la
muerte, en cambio, las del espíritu llevan a la vida y a la paz. Porque las
tendencias de la vida según la carne son enemigas de Dios y no se someten ni
pueden someterse a la ley de Dios. Y los que llevan una vida puramente natural,
según la carne no pueden agradar a Dios.
Pero vosotros ya no estáis en la vida según la carne, sino en la vida según el
espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el
Espíritu de Cristo no es de Dios. Pero si Cristo está en vosotros, aunque
vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el espíritu tiene vida por la
justificación.
Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará
también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en
vosotros.
Así, pues, hermanos, no tenemos deuda alguna con la vida según la carne, para
que vivamos según sus principios. Si vivís según ellos, moriréis; pero, si
hacéis morir por el espíritu las malas pasiones del cuerpo, viviréis.
Porque todos cuantos se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Que no habéis recibido espíritu de esclavitud, para recaer otra vez en el
temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción filial, por el que
clamamos: «¡padre!» Este mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que
somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de
Dios y coherederos de Cristo, si es que padecemos juntamente con Cristo, para
ser glorificados juntamente con él.
Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en
comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación
entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los
hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no
porque a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió. Y
abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la
corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los
hijos de Dios.
La creación entera, como bien lo sabemos, va suspirando y gimiendo toda ella,
hasta el momento presente, como con dolores de parto. Y no es ella sola, también
nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, suspiramos en nuestro
interior, anhelando la redención de nuestro cuerpo. Sólo en esperanza poseemos
esta salvación; ahora bien, una esperanza, cuyo objeto estuviese ya a la vista,
no sería ya esperanza. Pues, ¿cómo es posible esperar una cosa que está ya a la
vista? Pero, si estamos esperando lo que no vemos, lo esperamos con anhelo y
constancia.
De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no
sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos
que no pueden ser expresados en palabras. Y aquel que escudriña los corazones
sabe cuáles son los deseos del Espíritu y que su intercesión en favor de los
fieles es según el querer de Dios.
RESPONSORIO Ga 4, 6; 3, 26; 2Tm 1, 7
R. La prueba de que sois hijos por la fe en Jesucristo es que * Dios
ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Padre!»
Aleluya.
V. No nos ha dado Dios un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de
amor y de señorío de nosotros mismos.
R. Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que
clama: «¡Padre!» Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
(Libro 3, 17, 1-3: SC 34, 302-306)
EL ENVÍO DEL ESPÍRITU SANTO
El Señor dijo a los discípulos: Id y sed los maestros de todas las naciones;
bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este
mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.
Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días
derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían;
por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho
Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano,
reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios,
realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua
condición a la nueva, creada en Cristo.
Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor,
descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a
todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza;
por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al
reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las
primicias de todas las naciones.
Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces
de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una
masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también
nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo
Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto,
si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño
árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo
alto.
Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad
destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.
El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de
inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de
temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado
sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había
sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino,
para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos
acusa, tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu
Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de
ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los
dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y
la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos
ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.
RESPONSORIO Hch 2, 1-2
R. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un
mismo lugar; de pronto, se oyó un estruendo que venía del cielo, * como de un
viento impetuoso que invadió toda la casa. Aleluya.
V. Y, así, estando congregados todos los discípulos, vino de pronto
sobre ellos un estruendo desde el cielo.
R. Como de un viento impetuoso que invadió toda la casa. Aleluya.
Domingo, 9
de junio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):
AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en
una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró
Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se
llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Recibid el Espíritu Santo; quedan perdonados los
pecados a quienes los perdonéis. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Recibid el
Espíritu Santo; quedan perdonados los pecados a quienes los perdonéis. Aleluya.
PRECES
Oremos a Cristo, el Señor, que ha congregado a su
Iglesia por el Espíritu Santo, y digámosle con fe:
Renueva, Señor, la faz de la tierra.
Señor Jesús, que, exaltado en la cruz, hiciste que brotaran torrentes de agua
viva de tu costado,
envíanos a tu Espíritu Santo, fuente de vida.
Tú que, glorificado a la derecha de Dios, derramaste sobre tus discípulos el
Espíritu Santo,
envía este mismo Espíritu al mundo, para que renueve la faz de la tierra.
Tú que, por el Espíritu Santo, diste a los apóstoles el poder de perdonar los
pecados y el poder de retenerlos,
destruye el pecado del mundo.
Tú que prometiste darnos el Espíritu Santo, para que nos lo enseñara todo y nos
fuera recordando lo que nos habías dicho,
envíanos este Espíritu, para que ilumine nuestra fe.
Tú que prometiste enviarnos el Espíritu de verdad, para que diéramos testimonio
de ti,
envíanos este Espíritu, para que nos haga tus testigos fieles.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Señor resucitado pone en
nuestros labios:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que por el misterio de Pentecostés
santificas a tu Iglesia en todo pueblo y nación, derrama los dones del Espíritu
Santo por toda la extensión de la tierra, y aquellas maravillas que obraste en
los comienzos de la predicación evangélica continúa realizándolas ahora en los
corazones de tus fieles. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.
·
¿Qué es la Gracia?
·
Según el Catecismo de la
Iglesia Católica, la gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para
responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos partícipes
de la naturaleza divina, de la vida eterna.
·
Al hablar de gracia se hace una distinción:
·
a) Gracia
Santificante: Es una disposición estable y
sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de
obrar por su amor. Y esta la recibimos en el Bautismo y cuando la perdemos por
el pecado mortal la recuperamos en el Sacramento de la Confesión.
·
b) Gracia
Actual: Son las intervenciones de Dios en nuestras vidas
para ayudarnos a la conversión y al crecimiento en santidad. Es decir, son
aquellas gracias que Dios derrama en momentos específicos de nuestras vidas en
los que recibimos una luz nueva sobre la vida de Dios y la vida en Dios, o en
un momento de tentación para poderla soportar y vencer, o las gracias que se
nos dan en un momento de sufrimiento o prueba que nos ayudan a tener la
fortaleza necesaria para soportalo. Estas gracias son auxilios momentáneos de
parte de Dios para ayudarnos en nuestro diario vivir.
·
La gracia aumenta a medida que permitimos al Espíritu Santo actuar
por la participación en los sacramentos, la oración y la vida virtuosa - todo
por los méritos de Cristo. La gracia nos asemeja a la vida de Cristo: sus
virtudes, forma de pensar y actuar.
·
¿Qué son los dones?
·
Nuevamente volviendo al Catecismo, cuando se habla de
"dones" se refiere a aquellos "regalos" que nos da el
Espíritu Santo. Los Dones son disposiciones permanentes que hacen al hombre
dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.
·
Los dones de
santificación son aquellas disposiciones que nos hacen
vivir la vida cristiana completando y llevando a su perfección las virtudes en
nuestras vidas. Estos son siete y la Iglesia se refiere a ellos como "los
dones del Espíritu Santo". Estos dones se recibieron en el Bautismo, pero
están como regalos sin abrir; luego en la Confirmación volvemos a recibir una
efusión del Espíritu para desarrollarlos.
·
Los carismas: Además
de los dones de santificación, el Espíritu Santo nos da carismas de los
que habla San Pablo: " Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el
mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de
operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga
la manifestación del Espíritu para provecho común, ..."(I Corintios
12:4-13).
·
Los carismas son como herramientas. A todos se nos da la gracia
pero a cada uno carismas diferentes según nuestra misión. Estos se pueden usar
bien o mal. No son condición ni garantía de santidad. Ya que Dios nos creó
libres, los carismas se pueden usar bien o mal. Se puede dar el caso de alguien
que tenga grandes dones - como el don de la palabra, sanación, lenguas, etc
pero no viva en gracia, como fue el caso del hijo pródigo que partió de la casa
paterna a malgastar los bienes entregados por él.
·
Concluyendo: mientras
la gracia es participación de la vida divina, los dones son regalos para
ayudarnos a vivir esa vida de la gracia y para edificar a la iglesia.
·
Todos los fieles, debemos invocar al Espíritu Santo y pedirle que
renueve en nosotros las gracias y dones que hemos recibido para que nuestra
vida cristiana sea testimonio fiel de nuestro Señor Jesucristo y podamos llevar
al mundo entero la Luz de Cristo.
Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:
·
Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del
Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo
sacramental del nuevo nacimiento.
·
Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del
Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para
prepararlo a ser testigo de Cristo.
·
Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del
Espíritu.
·
Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del
Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su
sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión;
aparece una sombra y una nube.
·
Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter
indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la
consagración del cristiano.
·
La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los
Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
·
La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en
forma de paloma y se posa sobre Él.
Beata Ana María Taigi (1769-1837)
9 de Junio Nació en 1729 en Siena (Italia). Su padre quedó en
la más absoluta pobreza y se fue a vivir a Roma. La pusieron unos meses en la
escuela, pero luego llegó una epidemia de viruela y cerraron la escuela. Ella
medio aprendió a leer, pero no aprendió a escribir. Apenas medio garrapateaba
su firma y nada más. Su familia vivía en una mísera casucha en un barrio pobre
de Roma. El papá consiguió trabajo como obrero.
Su padre desahogaba el mal genio que le producía su extrema
pobreza, insultándola sin compasión. La mamá también la humillaba
frecuentemente, y a la pobre muchacha no le quedaba otro remedio que callar y
ofrecer todo por amor a Dios.
Aprendió a hacer costuras, y trabajando en el almacén de dos
señoras fabricaba ropa de señora, y así ayudaba a conseguir la alimentación
para su familia. Y aunque sus padres, que en vez de conformarse con sus suerte,
eran cada día más irascibles y la trataban con extrema dureza, ella tenía
siempre la sonrisa en los labios, tratando de alegrar un poco la amargada vida
de su hogar. Su mayor consuelo y alegría los encontraba en la oración.
Un día en la casa donde trabajaba su padre, le avisaron que
quedaba vacante un puesto de sirvienta, y él llevó para allí a Ana María. Poco
después la mamá fue admitida allí también como sirvienta, y así la familia tuvo
ya una habitación fija y la alimentación segura. Ana María era una excelente
trabajadora y todos en la casa quedaron muy contentos del modo tan exacto como
cumplía sus labores.
Cuando Ana tenía 20 años y era una joven muy hermosa, empezó a
encontrarse cada semana con un obrero de 28 años llamado Domingo Taigi que
venía a traer mercado a la familia donde ella trabajaba. Se enamoraron y se
casaron. Él era tosco, malgeniado, y duro de carácter, pero buen trabajador, y
ella lo irá transformando poco a poco en un buen cristiano. En su matrimonio
tuvieron siete hijos.
Un día en que Domingo y Ana María fueron a visitar la Basílica de
San Pedro, un santo sacerdote, el padre Angel, sintió que cuando ella pasaba
por frente a él, una voz en la conciencia le decía: "Fíjese en esa mujer.
Dios se la va a confiar para que la dirija espiritualmente. Trabaje por su
conversión, que está destinada a hacer mucho bien". El padre grabó bien la
imagen de Ana, pero ella se alejó sin saber aquello que había sucedido.
Y he aquí que nuestra santa empezó a sentir un deseo inmenso de
encontrar algún buen sacerdote que la dirigiera espiritualmente, para poder
llegar a la santidad. Estuvo en varios templos pero ningún sacerdote quería
comprometerse a darle dirección espiritual. Además era una simple sirvienta
analfabeta y llena de hijos. Pocas esperanzas podían dar una mujer de tal
clase.
Pero un día al llegar a un templo vio a un padre confesando y se
fue a su confesionario. Era el padre Angel, el cual al verla llegar le dijo:
"Por fin ha venido, buena mujer. La estaba aguardando. Dios
la quiere guiar hacia la santidad. No desatienda esta llamada de Dios". Y le
contó las palabras que había escuchado el día que la vio por primera vez en la
Basílica de San Pedro.
Desde entonces empieza para Ana María una nueva vida espiritual.
Bajo la dirección espiritual del padre Angel comienza a llevar una vida de
oración y penitencia, pero por consejo de su director espiritual deja de hacer
ciertas penitencias que le hacían daño para la salud y se dedica a cumplir
aquel viejo lema: "La mejor penitencia es la paciencia". En pleno
verano bajo el calor más ardiente, hace el sacrificio de no tomar bebidas
refrescantes. Demuestra gran paciencia cuando su marido estalla en arranques de
mal genio. Madruga para tener todo listo para sus hijitos que van a estudiar, y
se dedica con todo el esmero posible a educarlos lo mejor posible. Sufre con
admirable paciencia las burlas de muchas personas que la tildan de
"beata" y "besaladrillos", etc.
Y sucede entonces algo muy especial. Ana María empieza a ver el
futuro en medio de un globo de fuego que se le aparece. Y a su casa llegan a
consultarle personas de todas las clases sociales. Cardenales, sacerdotes,
obreros y gente de las más diversas profesiones. A unos anuncia lo que les va a
suceder y a otros lo que ya les sucedió. Y a todos da admirables consejos, ella
que ni siquiera sabe firmar.
Domingo Taigi dejó escrito: "Cuando llegaba a mi casa la
encontraba llena de gente desconocida que venía a consultar a mi mujer. Pero
ella tan pronto me veía, dejaba a cualquiera, aunque fuera un monseñor o una
gran señora y se iba a atenderme, y a servirme la comida, y a ayudarme con ese
inmenso cariño de esposa que siempre tuvo para conmigo. Para mí y para mis hijos,
Ana María era la felicidad de la familia. Ella mantenía la paz en el hogar, a
pesar de que éramos bastantes y de muy diversos temperamentos. La nuera era muy
mandona y autoritaria y la hacía sufrir bastante, pero jamás Ana María
demostraba ira o mal genio. Hacía las observaciones y correcciones que tenía
que hacer, pero con la más exquisita amabilidad. A veces yo llegaba a casa
cansado y de mal humor y estallaba en arrebatos de ira, pero ella sabía
tratarme de tal manera bien que yo tenía que calmarme al muy poco rato. Cada
mañana nos reunía a todos en casa para una pequeña oración, y cada noche nos
volvía reunir para la lectura de un libro espiritual. A los niños los llevaba
siempre a la Santa Misa los domingos y se esmeraba mucho en que recibieran la
mejor educación posible".
Para llevarla a la santidad, Dios le permitió muy fuertes
sufrimientos, que ella ofrecía siempre por la conversión de los pecadores. Por
meses y años tuvo que sufrir una gran sequedad espiritual y angustias
interiores. Antes de morir padeció siete meses de dolorosa agonía. Y a pesar de
todo, su eterna sonrisa no desaparecía de sus labios. Sufrió la pena de ver
morir a 4 de sus siete hijos. Además tuvo que sufrir por las calumnias y
murmuraciones de la gente.
De varias personas anunció la fecha en que iban a morir y se
cumplió exactamente. Anunció también graves peligros y males que iban a llegar
a la Santa Iglesia Católica y en verdad que llegaron. Pidió a Dios y obtuvo de
El que mientras que ella viviera no llegara la peste del tifo negro a Roma. Y
así sucedió. A los ocho días de su muerte llegó a Roma la terrible peste.
Murió el 9 de junio de 1867 a la edad de 68 años.
Por su intercesión se han obtenido maravillosos milagros.
Su cuerpo se conserva incorrupto en Roma.
San José
de Anchieta
9 de Junio José de Anchieta nació el 19 de marzo de 1534 en
San Cristobal de la Laguna en Tenerife, España.
Fue bautizado en la parroquia de El Sagrario de la Laguna el 7 de
abril de 1534. Su padre Juan de Anchieta era vasco y primo de San Ignacio de
Loyola.
A los 14 años ingresó al Colegio de Artes, de la Universidad en
Coimbra, destacando como uno de los mejores alumnos y como un gran poeta.
Componía versos latinos con extrema facilidad y era llamado el "Canario de
Coimbra".
Fue alentado por el Padre Simón Rodríguez, compañero de San
Ignacio de Loyola, para ingresar en la Compañía de Jesús, lo que finalmente
sucedió cuando contaba 17 años en 1552. Comenzó sus estudios de Filosofía pero
debido a un enfermedad en 1553 partió de Tejo (Lisboa) a Brasil, donde inició
su primera labor de catequesis con los indios tupis con quienes aprendió su
idioma y evangelizó a través de la poesía.
En un poblado indígena llamado Piratininga, fundó un colegio para
indios. La misión atrajo pronto a numerosos colonos, formándose en torno a ella
la ciudad de Sao Paulo. En 1565 fue enviado a San Vicente de Rio de Janeiro,
donde colaboró en la construcción de un colegio y del primer hospital de la ciudad
llamado la Casa de la Misericordia. Este mismo año fue ordenado sacerdote.
Luego regresó a San Vicente, donde por espacio de seis años
colaboró en el colegio además de realizar un importante trabajo apostólico y
literario. Entre 1577 y 1587 fue designado superior de los jesuitas en Brasil,
incentivando aún más el trabajo en las escuelas y la catequesis con los niños.
Falleció el 9 de junio de 1597, a la edad de 63 años. El 10 de
agosto de 1736 el Papa Clemente XII declaró al Padre Anchieta como Venerable.
Juan Pablo II lo beatificó el 22 de junio de 1980.
San José de Anchieta fue uno de los patrones de la reciente
Jornada Mundial de la Juventud Río de Janeiro 2013 y es considerado uno de los
más importantes modelos de la Compañía de Jesús. El Papa Francisco lo canonizó
el 3 de abril de 2014.
(Cap. 1,18-19: SC 121, 52-53)
¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente
una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo
que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy
diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor
pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie
pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de
tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de
los puntos en que concentrara su reflexión.
La palabra de Dios es el árbol de vida que te
ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se
abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron—dice
el Apóstol—el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.
Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del
tesoro de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha
hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto
es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha
podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y
la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias
por la riqueza que encierra. Alégrate por lo que has alcanzado, sin
entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando
bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de
vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda
saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo
beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu
victoria sería en perjuicio tuyo.
Da gracias por lo que has recibido y no te
entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu
parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes
recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si
perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no
puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir
tomando poco a poco.
·
El mejor triunfo de San Efrén es el que a él le debemos en gran
parte la introducción de los cánticos sagrados e himnos en las ceremonias
católicas. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo populares y se
extendieron prontamente por todas las iglesias. Los himnos de San Efrén se
hicieron famosos por todas partes.
·
Efrén nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. El afirma
de sí mismo que de joven no le daba mucha importancia a la religión, pero que
cuando le llegaron las pruebas y los sufrimientos, entonces así se dio cuenta
de que necesitaba de Dios.
·
El santo narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata
de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas partes
racimos muy agradables y provechosos. Con esto se le anunciaba que sus obras
(sus himnos y cantos) se iban a extender por muchas regiones, llevando alegría
y agradabilidad.
·
El obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de
su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a darle
solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.
·
Los persas de Irán invadieron la ciudad de Nisibe, tratando de
acabar con la religión católica, y entonces Efrén junto con gran número de
católicos, huyeron a la ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó los últimos años
de su vida, dedicado a componer sus inmortales poesías, y a rezar, meditar y
enseñar religión a cuantos más podía. Dicen que la idea de dedicarse a componer
himnos religiosos le llegó al ver que los herejes llevaban mucha gente a sus
reuniones por medio de los cantos que allí recitaban. Y entonces Efrén dispuso
hacer también muy simpáticas las reuniones de los católicos, por medio de
himnos y cánticos religiosos, y en verdad que logró conseguirlo.
·
Para mejor inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la soledad de
las montañas, y en los sitios donde santos monjes y eremitas vivían en oración
y en continuo silencio. Allí lejos del remolino de la vida social, le llegaba
mejor la inspiración de lo alto.
·
Pero el obispo de Edesa al darse cuenta de las cualidades
artísticas del santo lo nombró director de la escuela de canto de la ciudad y
allí estuvo durante 13 años (del 350 al 363) formando maestros de canto para
las parroquias. Y sus himnos servían en las iglesias para exponer la doctrina
cristiana, alejar las herejías y los vicios, y aumentar el fervor de los
creyentes. Y aun hoy sus composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo
provecho para los lectores. El expone las enseñanzas de la religión católica
demostrando gran admiración por nuestros dogmas, o grandes verdades de la fe.
·
Dicen los historiadores que cuando hablaba de la segunda venida de
Cristo y el día del juicio final, empleaba una elocuencia tan vigorosa que el
pueblo estallaba en gemidos y sonoros llantos. Y en sus predicaciones
consideraba como deber suyo principalísimo prevenir y preparar al pueblo para
que nadie se dejara engañar por los errores de las sectas.
·
Los herejes se quejaban de que los muy bien ensayados coros de
Efrén en los templos católicos atraían tantos devotos, que los templos de las
sectas se quedaban vacíos.
·
La humildad de San Efrén era tan grande que se creía totalmente
indigno de ser sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un gran santo, y su
vida era la de un fervoroso monje o religioso). Por eso prefirió quedarse de
simple diácono.
·
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el año
370 cuando hubo una gran carestía y una pavorosa escasez de alimentos. Los
ricos habían acaparado los alimentos y se negaban a repartirlos entre los
pobres por temor a que se aprovecharan los avivados. Entonces San Efrén se
ofreció de mediador y como a él si le tenían total confianza, organizó un
equipo de entrenados distribuidores y logró llevar cuantiosos alimentos a las
gentes más necesitadas. En una grandísima epidemia organizó un grupo de 300
camilleros y con ellos recogía a los enfermos y los llevaba a sitios especiales
para tratar de conseguir su curación. Uno de sus biógrafos comenta: "Estas
dos labores fueron dos ocasiones formidables que Dios le dio a nuestro santo,
para que se ganara dos bellísimas coronas más para la eternidad: la de calmar
el hambre de los más pobres y la de devolverles la salud a los enfermos más
abandonados". Seguramente al llegar al cielo, habrá oído de labios de
Jesús aquella bellísima frase que El prometió que dirá un día a los que ayudan
a los pobres y enfermos: "Estuve enfermo y me fuiste a visitar: tuve
hambre y me diste de comer. Ven al banquete preparado desde el comienzo de los
siglos". (Mt. 25,40).
·
De San Efrén se conservan 77 himnos en honor de Cristo, de la
Virgen Santísima y de los temas más sagrados de la religión católica. Su
admiración inmensa hacia los sufrimientos son verdaderamente admirables y
conmovedoras. Con razón las gentes lloraban cuando lo escuchaban o cuando leían
sus emocionantes escritos. Por Jesús y por María tenía los más profundos
sentimientos de simpatía y admiración. A María la llama siempre "Madre de
Dios".
·
Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.