Musica Para el Alma

jueves, 9 de enero de 2025

GOTAS DE MISERICORDIA


 

LUCAS 4,14-22a CICLO C


 

Lecturas del Viernes después de la Epifanía

10 Ene 2025

Evangelio de hoy

*Lectura del santo evangelio según San Lucas (4,14-22a)*

 

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

 

Palabra del Señor

 

*Que la Paz del Señor llegue primero a vuestros corazones antes que mis palabras*

 

(Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu)

*Hay algo que siempre acompaña a Jesús donde quiera: Fuerza del Espíritu Santo. La vida de Jesús es una enseñanza, y además tenía una costumbre ir a los lugares donde se habla de la historia de la salvación. En Jesús como maestro puedo encontrar muchas claves de vida, un claves es permitir a mi vida que imite a Jesús enseñanza, otra clave es estar en contacto con la palabra de Jesús, y que esto se vuelva en mi una costumbre y una norma de vida. Jesús desarrolla una palabra del profeta Isaías para que yo esté abierto a recibir vida y al mismo tiempo no tenga miedo de dar la vida: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.» Estoy alegre porque estoy llamado a un estilo de vida que si puedo llevar, todo depende de mi admiración a las palabras de gracia que salen de los labios de Jesús*.

 

*El que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.


R. Amén.

LAS LAUDES Y LAS VISPERAS DEL VIERNES 10


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

 

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

 

*Laudes - 10 DE ENERO 2025*

 

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el día, viernes, 10 de enero de 2025. Otras celebraciones del día: Beata Ana de los Ángeles Monteagudo .

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

 

·         Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

 

Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
y si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.

No busquéis la estrella ahora:
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.

Ya no hallaréis luz en ellas,
el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.

Aquellas lágrimas bellas
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas. Amén.

 

Salmodia

 

Antífona 1: Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.

 

Salmo 50

Misericordia, Dios mío

Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef 4,23-24)

 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Antífona 2: En tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.

 

Ha 3,2-4.13a.15-19

Justicia de Dios

Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. (Lc 21,28)

 

Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra.
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la misericordia.

El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.

Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar;
gimo ante el día de angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.

Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios, mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.

 

Antífona 3: Glorifica al Señor, Jerusalén.

 

Salmo 147,12-20

Acción de gracias por la restauración de Jerusalén

Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero (Ap 21,9)

 

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

 

Lectura Breve

 

Is 62, 11-12

Decid a la ciudad de Sión: «Mira a tu Salvador que llega, el premio de su victoria lo
acompaña, su recompensa lo precede. Los llamarán "Pueblo santo", "Redimidos del
Señor".»

 

Responsorio Breve

 

V. Se postrarán ante él todos los reyes.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.
V. Todos los pueblos le servirán.
R. Y todos los reyes.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.

 

R. El Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia.
V. Para que conozcamos al Dios verdadero.

 

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Isaías 64, 1-12

PETICIÓN DE LA VISITA DE DIOS

 

¡Ojalá rasgaras el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia, como fuego
que prende los sarmientos o hace hervir el agua! Para que muestres tu nombre a tus
enemigos, para que tiemblen ante ti las naciones, cuando realices portentos inesperados,
jamás conocidos.
Pues nunca oído alguno oyó ni ojo alguno vio jamás que un Dios hiciese tantas cosas
en favor de los que en él esperan, como tú las has hecho. Tú te haces encontradizo con
aquellos que practican la justicia y tienen en la mente tus caminos. Con nosotros has
estado enojado, pues te hemos ofendido: hemos sido rebeldes contra ti desde muy
antiguo. Todos nosotros somos como impuros: nuestras obras de justicia son como un
paño manchado. Hemos caído como las hojas, nuestras culpas nos han arrastrado como el
viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por asirse a ti, pues nos ocultabas tu
rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla y tú nuestro
alfarero: todos somos obra de tus manos. No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes por
siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo. Tus santas ciudades han quedado
convertidas en desierto, Sión se ha trocado en un yermo y Jerusalén está desolada.
Nuestro templo, nuestro orgullo, donde te alabaron nuestros padres, ha sido pasto del
fuego, y lo que más queríamos está reducido a escombros. ¿Te quedas insensible a todo
esto, Señor? ¿Seguirás aún callado, afligiéndonos sin medida?

 

Responsorio Cf. Is 56, 1; Mi 4,9; Is 43, 3

 

R. Jerusalén, pronto llegará tu salvación, ¿por qué te dejas consumir por la tristeza?
¿Acaso ha perecido tu Consejero para que te retuerzas de dolor? 
* No temas, yo te
salvaré.
V. Yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador.
R. No temas, yo te salvaré.

 

Segunda Lectura

Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 5, cap. 2: PG 73, 751-754)

EFUSIÓN DEL ESPÍRITU SANTO SOBRE TODA CARNE

 

Cuando el Creador del universo decidió restaurar todas las cosas en Cristo, dentro del
más maravilloso orden, y devolver a su anterior estado la naturaleza del hombre, prometió
que, al mismo tiempo que los restantes bienes, le otorgaría también ampliamente el
Espíritu Santo, ya que de otro modo no podría verse reintegrado a la pacífica y estable
posesión de aquellos bienes.
Determinó, por tanto, el tiempo en que el Espíritu Santo habría de descender hasta
nosotros, a saber, el del advenimiento de Cristo, y lo prometió al decir: En aquellos días —
se refiere a los del Salvador— derramaré mi Espíritu sobre toda carne.
Y cuando el tiempo de tan gran munificencia y libertad produjo para todos al Unigénito
encarnado en el mundo, como hombre nacido de mujer —de acuerdo con la divina
Escritura—, Dios Padre otorgó a su vez el Espíritu, y Cristo, como primicia de la naturaleza
renovada, fue el primero que lo recibió. Y esto fue lo que atestiguó Juan Bautista cuando
dijo: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo y se posó sobre él.
Decimos que Cristo, por su parte, recibió el Espíritu, en cuanto se había hecho hombre,
y en cuanto convenía que el hombre lo recibiera; y, aunque es el Hijo de Dios Padre,
engendrado de su misma substancia, incluso antes de la encarnación —más aún, antes de
todos los siglos—, no se da por ofendido de que el Padre le diga, después que se hizo
hombre: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Dice haber engendrado hoy a quien era Dios, engendrado de él mismo desde antes de
los siglos, a fin de recibirnos por su medio como hijos adoptivos; pues en Cristo, en cuanto
hombre, se encuentra significada toda la naturaleza: y así también el Padre, que posee su
propio Espíritu, se dice que se lo otorga a su Hijo, para que nosotros nos beneficiemos del
Espíritu en él. Por esta causa perteneció a la descendencia de Abrahán, como está escrito,
y se asemejó en todo a sus hermanos.

De manera que el Hijo unigénito recibe el Espíritu Santo no para sí mismo —pues es
suyo, habita en él, y por su medio se comunica, como ya dijimos antes—, sino para
instaurar y restituir a su integridad a la naturaleza entera, ya que, al haberse hecho
hombre, la poseía en su totalidad. Puede, por tanto, entenderse —si es que queremos
usar nuestra recta razón, así como los testimonios de la Escritura— que Cristo no recibió el
Espíritu para sí, sino más bien para nosotros en sí mismo: pues por su medio nos vienen
todos los bienes.

 

Responsorio Ez 37, 27-28; Hb 8, 8

 

R. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; * y sabrán las naciones que yo soy el Señor
que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre.
V. Yo concertaré una nueva alianza con la casa de Israel y con la casa de Judá.
R. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre
ellos mi santuario para siempre.

 

Lecturas del Viernes después de la Epifanía

10 Ene 2025

Evangelio de hoy

*Lectura del santo evangelio según San Lucas (4,14-22a)*

 

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

 

Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

 

Antifona: Desde lejos vienen los pueblos, trayendo sus dones. Aleluya.

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Celebremos las maravillas de Dios que nos ha consolado con el nacimiento de su Hijo, y aclamémoslo, alegres, diciendo:

Gloria a Dios en el cielo.

Con los ángeles, con los patriarcas y con los profetas, — te alabamos, Señor.

Con María, la madre de tu Hijo, — nuestra alma proclama, Señor, tu grandeza.

Con los apóstoles y evangelistas, — te damos gracias, Señor.


Con todos los santos mártires, — ofrecemos, Señor, nuestros cuerpos como sacrificio de alabanza.


Con todos los santos, que han sido el honor de la Iglesia, — te consagramos totalmente nuestras vidas.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Porque Dios ha infundido en nuestros corazones un espíritu filial, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro.

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

Oremos:

 

Oh Dios, que por medio de tu Hijo has hecho clarear para todos los pueblos la aurora de
tu eternidad, concede a tu pueblo reconocer la gloria de su Redentor y llegar un día a la
luz eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

 

 

 

Vísperas - 10 DE ENERO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a vísperas de la liturgia de las horas para el día, viernes, 10 de enero de 2025. Otras celebraciones del día: Beata Ana de los Ángeles Monteagudo .

 

Invitatorio

 

Vísperas

 

Invocación

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.

 

Himno

·         Himno 1

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclaman
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de Eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

Salmodia

Antífona 1: Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

 

Salmo 114,1-9

Acción de gracias

Hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. (Hch 14,22)

 

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

 

Antífona 2: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 120

El guardián del pueblo

Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. (Ap 7,16)

 

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Ap 15,3-4

Himno de adoración

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

 

Lectura Breve

Jn 1, 5b. 7

Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si caminamos en la luz, lo mismo que está él en
la luz, entonces vivimos en comunión unos con otros; y la sangre de Jesús, su Hijo, nos
purifica de todo pecado.

 

Responsorio Breve

 

V. Será la bendición de todos los pueblos.
R. Será la bendición de todos los pueblos.
V. Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
R. Todos los pueblos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Será la bendición de todos los pueblos.

 

Canto Evangélico

Antifona: Vendrán todos de Saba, cargados de oro e incienso. Aleluya.

Magnificat Lc 1, 46-55

Alegría del alma en el Señor

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Unidos en oración con todos nuestros hermanos de todo el mundo, bendigamos a Dios y
supliquémosle, diciendo:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Padre santo, te pedimos por los que te conocen únicamente a través de la luz de su razón,
— haz que sean iluminados también con la luz del Evangelio, para que vean con mayor
claridad la grandeza de tu amor.
Pon, Señor, tus ojos en aquellos que, sin formar parte de la Iglesia, se esfuerzan en librar
a los hombres de la miseria y de la esclavitud,
— haz que descubran que Cristo es el camino, la verdad y la vida para todos los hombres.
Sal al encuentro de aquellos que te adoran por medio de las diversas religiones,
— ilumínalos, Señor, con la admirable luz de Cristo.
Purifica sin cesar los corazones de tus fieles,
— para que te conozcan cada día con mayor plenitud.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Manifiesta a los difuntos tu misericordia,
— y dales parte en la gloria de tus elegidos.
Gracias a Jesucristo somos hijos de Dios, por ello nos atrevemos a decir: Padre nuestro.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Oh Dios, que por medio de tu Hijo has hecho clarear para todos los pueblos la aurora de
tu eternidad, concede a tu pueblo reconocer la gloria de su Redentor y llegar un día a la
luz eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.