Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - SANTO TOMÁS, APÓSTOL 2020
Fiesta
Tomás es conocido entre los demás apóstoles por su
incredulidad, que se desvaneció en presencia de Cristo resucitado; él proclamó
la fe pascual de la Iglesia con estas palabras: «¡Señor mío, y Dios mío!» Nada
sabemos con certeza acerca de su vida, aparte de los indicios que nos
suministra el Evangelio. Se dice que evangelizó la India. Desde el siglo VI se
celebra el día 3 de julio el traslado de su cuerpo a Edesa.
El siguiente es el formulario que corresponde a
laudes de la liturgia de las horas para SANTO TOMÁS, APÓSTOL el viernes, 3 de
julio de 2020.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al
Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles
Himno
Es domingo; una luz
nueva
resucita la mañana
con su mirada inocente,
llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría
del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega
siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza
no sólo la tierra baña,
que ha penetrado
en la vida por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia
de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta,
por él y en él convocada.
Es domingo; «éste es el día
que hizo el Señor», es la Pascua,
día de la creación
nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera
brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas
en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo
toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu,
único Dios que nos salva. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Dijo Tomás: «Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo
vamos a conocer el camino?» Respondióle Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y
la vida.»
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de
Dios
Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de
las tinieblas.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dijo Tomás: «Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo
vamos a conocer el camino?» Respondióle Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y
la vida.»
Antífona 2: Tomás, llamado Dídimo, no estaba con ellos en el
momento de presentarse Jesús; dijéronle los otros discípulos: «Hemos visto al
Señor.» Aleluya.
Dn 3,57-88.56
Toda la creación alabe
al Señor
Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona 2: Tomás, llamado Dídimo, no estaba con ellos en el
momento de presentarse Jesús; dijéronle los otros discípulos: «Hemos visto al
Señor.» Aleluya.
Antífona 3: Trae tu mano y métela en mi costado; y no seas
incrédulo, sino fiel. Aleluya.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se
alegran por su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Trae tu mano y métela en mi costado; y no seas
incrédulo, sino fiel. Aleluya
Lectura Breve
Ef 2, 19-22
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois
ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios. Estáis
edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo
Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va
levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros
os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios por el Espíritu.
Responsorio Breve
V. Los
nombrarás príncipes sobre toda la tierra,
R. Los nombrarás príncipes sobre toda la tierra.
V. Harán memorable tu nombre, Señor.
R. Sobre toda la tierra.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los nombrarás príncipes sobre toda la tierra,
Primera Lectura
De la primera carta del
apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18 — 2, 5
LOS APÓSTOLES PREDICAN
LA CRUZ
Hermanos: El mensaje
de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los
que están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza de Dios. Dice la Escritura:
«Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.»
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros
tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y como, en
la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció, por el camino de la sabiduría,
quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los
creyentes.
Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles; pero, para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza
de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los
hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Y si no, fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano,
ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del
mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha
escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del
mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo
que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en
Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría,
justicia, santificación y redención. Y así —como dice la Escritura— «el que se
gloríe, que se gloríe en el Señor.» Por eso yo, hermanos, cuando vine a
vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o
sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber
cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros
débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva
sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que
vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de
Dios.
Mt 10, 18. 19-20
R. Cuando os hagan comparecer ante gobernadores
y reyes, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: * En
su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir.
V. No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu
de vuestro Padre
Segunda Lectura
De las homilías de san
Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios
(Homilía 26, 7-9: PL 76,1201-1202)
¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!
Tomás, uno de los
Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Sólo este
discípulo estaba ausente y, al volver y escuchar lo que había sucedido, no
quiso creer lo que le contaban. Se presenta de nuevo el Señor y ofrece al
discípulo incrédulo su costado para que lo palpe, le muestra sus manos y,
mostrándole la cicatriz de sus heridas, sana la herida de su incredulidad. ¿Qué
es, hermanos muy amados, lo que descubrís en estos hechos? ¿Creéis acaso que
sucedieron porque sí todas estas cosas: que aquel
discípulo elegido estuviera primero ausente, que luego al venir oyese, que al oír
dudase, que al dudar palpase, que al palpar creyese? Todo esto no sucedió
porque sí, sino por disposición divina. La bondad de Dios actuó en este caso de
un modo admirable, ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las
heridas del cuerpo de su maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más
provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por
el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la
fe. De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y que palpó se convirtió
en testigo de la realidad de la resurrección. Palpó y exclamó: "¡Señor mío
y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído?"
Como sea que el apóstol Pablo dice: La fe es seguridad de lo que se espera y
prueba de lo que no se ve, es evidente que la fe es la plena convicción de
aquellas realidades que no podemos ver, porque las que vemos ya no son objeto de fe, sino de conocimiento. Por consiguiente, si Tomás vio y palpó,
¿cómo es que le dice el Señor: ¿Porque me has visto has creído? Pero es que lo
que creyó superaba a lo que vio. En efecto, un hombre mortal no puede ver la
divinidad. Por esto, lo que él vio fue la humanidad de Jesús, pero confesó su
divinidad al decir: ¡Señor mío y Dios mío! Él, pues, creyó, con todo y que vio,
ya que, teniendo ante sus ojos a un hombre verdadero, lo proclamó Dios, cosa que escapaba a su mirada.
Y es para nosotros motivo de alegría lo que sigue a continuación: Dichosos los
que crean sin haber visto. En esta sentencia el Señor nos designa especialmente
a nosotros, que lo guardamos en nuestra mente sin haberlo visto corporalmente.
Nos designa a nosotros, con tal de que las obras acompañen nuestra fe, porque
el que cree de verdad es el que obra según su fe. Por el contrario, respecto de
aquellos que creen sólo de palabra, dice Pablo:
Hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus acciones lo desmienten. Y Santiago
dice: La fe sin obras es un cadáver.
1 Jn 1, 2. 1. 3
R. La vida se ha manifestado; y nosotros hemos
visto y testificamos y os anunciamos * esta vida
eterna, la que estaba con el Padre y se nos ha manifestado.
V. Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida: lo que hemos visto y oído
os lo anunciamos.
R. Esta vida eterna, la que estaba con el Padre y
se nos ha manifestado.
Lecturas del Santo Tomás, apóstol
Viernes, 3 de julio de 2020
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Juan (20,24-29):
24 Tomás, uno de los Doce, llamado el
Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor.»
25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no
meto mi mano en su costado, no creeré.»
26 Ocho días después, estaban otra vez sus
discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las
puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»
27 Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo
y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino
creyente.»
28 Tomás le contestó: «Señor mío, y Dios
mío.»
29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has
creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: ¿No has creído, Tomás, sino después de haberme visto? Dichosos los
que sin ver han creído. Aleluya.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Demos gracias a nuestro Padre que está en los
cielos, porque por medio de los apóstoles nos ha dado parte en la herencia de
los elegidos, y aclamémosle diciendo:
*El coro de los apóstoles te
alaba, Señor*.
Te alabamos, Señor, porque por medio de los apóstoles nos has dado la mesa de
tu cuerpo y de tu sangre, — en ella encontramos nuestra fuerza y nuestra vida.
Te alabamos, Señor, porque por medio de los apóstoles nos has preparado la mesa
de tu palabra, — por ella crecemos en el conocimiento de la verdad y se
acrecienta nuestro gozo.
Te alabamos, Señor, porque por medio de los apóstoles has fundado tu Iglesia, —
por ella nos edificas en la unidad de tu pueblo.
Te alabamos, Señor, porque por medio de los apóstoles nos has dado el bautismo
y la penitencia, — por ellos nos purificas de todas nuestras culpas.
Aquí se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración con la plegaria que Jesús enseñó a los apóstoles:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Dios todopoderoso, concédenos celebrar con alegría
la fiesta de tu apóstol santo Tomás; que él nos ayude con su protección para
que tengamos en nosotros vida abundante por la fe en Jesucristo, tu Hijo, a
quien tu apóstol reconoció como a su Señor y su Dios. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.