Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES
DE LA SEMANA VI
De la Feria. Salterio II
19 de febrero
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Himno: NACIDOS DE LA LUZ, HIJOS DEL DÍA.
Nacidos de la luz, hijos del día,
Vamos hacia el Señor de la mañana.
Su claridad disipa nuestras sombras
y alegra y regocija nuestras almas.
Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
nos libre para siempre del pecado,
y podamos así gozar la herencia
que nos legó en su Hijo muy amado.
Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo,
y al Don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro
Dios?
Salmo 76 - RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL.
Alzo mi voz a Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:
mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro
Dios?
Ant 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Cántico: ALEGRIA DE LOS HUMILDES EN DIOS 1S 2,1-10
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Ant 3. El Señor reina, la tierra goza.
Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor reina, la tierra goza.
LECTURA BREVE Rm 8, 35. 37
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La
persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto
vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
PRIMERA
LECTURA
De la primera carta a los Tesalonicenses 5, 1-28
COMPORTAMIENTO DE LOS HIJOS DE LA LUZ
Hermanos, en cuanto al tiempo preciso de la venida del Señor, no hace falta que
os escribamos nada. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor
vendrá como ladrón nocturno. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», en ese
preciso instante vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la
que está encinta; y no podrán escapar.
En cuanto a vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que el día del
Señor os sorprenda como ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del
día. No somos de la noche ni de las tinieblas. Por consiguiente, no nos
durmamos como los otros, sino velemos y estemos alerta. Los que duermen duermen
de noche, y los que se embriagan de noche se embriagan.
Pero nosotros, hijos del día, estemos en vela, revestidos de la coraza de la fe
y de la caridad, y del yelmo de la esperanza en la salvación. Dios no nos ha
destinado a ser objeto de su ira, sino que nos ha puesto para obtener la
salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que,
velando o durmiendo, vivamos junto con él. Por eso, confortad mutuamente
vuestros ánimos y edificaos unos a otros, como ya lo hacéis.
Os rogamos, hermanos, que seáis reconocidos con cuantos laboran entre vosotros,
presidiéndoos en el nombre del Señor y amonestándoos. Corresponded con caridad
a sus trabajos. Vivid en paz unos con otros. También os rogamos, hermanos, que
reprendáis a los que viven en ociosidad; alentad a los pusilánimes, sostened a
los débiles, tened paciencia con todos. Mirad que ninguno vuelva a nadie mal
por mal; al contrario, procurad siempre el bien entre vosotros y con todos.
Alegraos siempre, orad sin cesar y dad gracias a Dios en toda ocasión, pues
esto es lo que él desea de vosotros en Cristo Jesús.
No impidáis las manifestaciones del espíritu. No despreciéis los discursos
dichos por inspiración divina. Pero mirad y comprobadlo todo y quedaos con lo
bueno. Apartaos de todo género de mal. Que el mismo Dios de la paz os consagre
totalmente y que todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea custodiado sin
reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es a sus promesas
el que os ha convocado; y él las cumplirá. Hermanos, rogad también por
nosotros. Saludad a todos los hermanos con el ósculo santo. Os conjuro por el
Señor que deis a leer esta carta a todos los hermanos.
La gracia de Jesucristo, nuestro Señor, sea con vosotros.
RESPONSORIO 1Ts 5, 9-10; Col 1, 13
R. Dios no nos ha destinado a ser objeto de su ira, sino que nos ha
puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, * que
murió por nosotros, para que vivamos junto con él.
V. Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha
trasladado reino de su Hijo querido.
R. Que murió por nosotros, para que vivamos junto con él.
SEGUNDA LECTURA
Del antiguo opúsculo denominado Doctrina de los doce Apóstoles
(Cap. 9, 1—10, 6; 14, 1-3: Funk 2, 19-22. 26)
ACERCA DE LA EUCARISTÍA
Respecto a la acción de gracias, lo haréis de esta manera: Primeramente sobre
el cáliz:
«Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que
nos diste a conocer por medio de tu siervo Jesús. A ti sea la gloria por los
siglos.»
Luego sobre el fragmento de pan:
«Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos
manifestaste por medio de tu siervo Jesús. A ti sea la gloria por los siglos.
Como este fragmento estaba disperso por los montes y después, al ser reunido,
se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu
reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente.»
Pero que de vuestra acción de gracias coman y beban sólo los bautizados en el
nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los
perros.
Después de saciaros, daréis gracias de esta manera:
«Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre que hiciste morar en
nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos
diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los
siglos. Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre y
diste a los hombres comida y bebida para que disfrutaran de ellas. Pero,
además, nos has proporcionado una comida y bebida espiritual y una vida eterna
por medio de tu Siervo. Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti
sea la gloria por los siglos.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta
en tu amor, y congrégala de los cuatro vientos, ya santificada, en el reino que
has preparado para ella. Porque tuyo es el poder y la gloria por siempre.
Que venga tu gracia y que pase este mundo. ¡Hosanna al Dios de David! El que
sea santo, que se acerque. El que no lo sea, que se arrepienta. Marana tha.
Amén.»
Reunidos cada domingo, partid el pan y dad gracias, después de haber confesado
vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.
Pero todo aquel que tenga alguna contienda con su compañero, no se reúna con
vosotros, sin antes haber hecho la reconciliación, a fin de que no se profane
vuestro sacrificio. Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo
lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey
grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones.
RESPONSORIO 1Co 10, 16-17
R. El cáliz bendito que consagramos es la comunión de la sangre de
Cristo; * y el pan que partimos es la comunión del cuerpo del Señor.
V. Puesto que es un solo pan, somos todos un solo cuerpo; ya que
todos participamos de ese único pan.
R. Y el pan que partimos es la comunión del cuerpo del Señor.
Miércoles, 19 de febrero de 2020
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Marcos (8,22-26):
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un
ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano,
le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: « ¿Ves algo?»
Empezó a distinguir y dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.»
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró; estaba curado, y veía
todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole: «No se lo digas a nadie en el pueblo.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
PRECES
Oremos a nuestro Señor Jesucristo, que prometió estar con nosotros
todos los días hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:
Escúchanos, Señor.
Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día:
que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer en nuestras vidas.
Que el trabajo de este día sea como una oblación sin defecto,
y que sea agradable a tus ojos.
Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo
y sal de la tierra para cuantos nos traten.
Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en
nuestras obras
para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al
Padre que nos libre de todo mal:
Padre nuestro...
ORACION
Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para
que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo
error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
Auxibio nació en Roma, de padres idólatras y tenía carácter dulce
y honesto. Para asegurarle un puesto en el desempeño de los cargos públicos, su
padre quiso que contrajera un matrimonio ventajoso, pero el santo tenía otros
propósitos y pensaba en hacerse cristiano, huyendo de la ciudad y embarcándose
en secreto hacia la isla de Chipre.
En dicho lugar, Auxibio encontró a Juan Marcos, pariente de San
Bernabé quien lo bautizó, confirmó y lo instruyó sobre como predicar para luego
ordenarlo sacerdote y obispo. Juan Marco le confió también la misión de
predicar en la ciudad de Soles, donde fue acogido favorablemente por un
sacerdote de Júpiter, a quien lo edificó con su vida santa, hasta llegar a
convertirlo.
El Apóstol Pablo supo por Juan Marcos los progresos que hacía la
fe en Chipre y le confió a Heracles el poder de instituir más obispo y de
construir una nueva Iglesia. Auxibio empezó a predicar la fe en pleno día y
luego de la construcción y consagración del nuevo edificio, comenzó su obra de
apostolado a la vista de todos.
La gracia de Dios lo sostuvo y los milagros corroboraron su
predicación de modo que llegó a formar en Soles una comunidad cristiana
floreciente. Después de un episcopado de 50 años, Auxibio sintió que se
aproximaba su fin y reunió a su clero y los exhortó a permanecer firme en la
fe.