Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XVIII
Propio. Salterio II
4 de agosto
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor, abre mis
labios
R. Y mi boca
proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. Pueblo del Señor,
rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: CRISTO, EL SEÑOR
Cristo, el Señor,
como la primavera,
como una nueva aurora,
resucitó.
Cristo, nuestra Pascua,
es nuestro rescate,
nuestra salvación.
Es grano en la tierra,
muerto y florecido,
tierno pan de amor.
Se rompió el sepulcro,
se movió la roca,
y el fruto brotó.
Dueño de la muerte,
en el árbol grita
su resurrección.
Humilde en la tierra,
Señor de los cielos,
su cielo nos dio.
Ábranse de gozo
las puertas del Hombre,
que al hombre salvó.
Gloria para siempre
al Cordero humilde
que nos redimió. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Bendito el que
viene en nombre del Señor. Aleluya.
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE
LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Bendito el que
viene en nombre del Señor. Aleluya.
Ant. 2. Cantemos un himno
al Señor nuestro Dios. Aleluya.
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn
3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Cantemos un himno
al Señor nuestro Dios. Aleluya.
Ant. 3. Alabad al Señor
por su inmensa grandeza. Aleluya.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Alabad al Señor
por su inmensa grandeza. Aleluya.
LECTURA BREVE Ez 36, 25-27
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras
inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os
infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y
os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis
según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
RESPONSORIO BREVE
V. Te damos gracias,
¡oh Dios!, invocando tu nombre.
R. Te damos gracias,
¡oh Dios!, invocando tu nombre.
V. Pregonando tus
maravillas.
R. Invocando tu
nombre.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias,
¡oh Dios!, invocando tu nombre.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Abdías 1-21
JUICIO CONTRA EDOM
Visión de Abdías.
Así dice el Señor a Edom: Hemos oído un mensaje del Señor, una embajada enviada
a las gentes: «Alcémonos a luchar contra ellos.» Te he hecho pequeño entre las
gentes, eres muy despreciado. La soberbia de tu corazón te ha seducido, habitas
en las asperezas de las peñas, moras en la altura y piensas: «¿Quién podrá
abatirme a tierra?» Aunque te levantes como el águila y pongas el nido en las
estrellas, de allí te derribaré -oráculo del Señor-.
Si vinieran a ti salteadores o ladrones nocturnos, ¿no te robarían con medida?
Si vinieran a ti vendimiadores, ¿no dejarían racimos? ¡Ay de Esaú, destruido!
Lo han registrado, le han robado sus tesoros escondidos; te han empujado hasta
la frontera tus aliados, tus amigos te engañan y te dominan. Los que comen tu
pan te tienden trampas; pero él no comprende.
Pues aquel día -oráculo del Señor-, destruiré a los sabios de Edom, a los
prudentes del monte de Esaú. Temblarán tus soldados, Temán, y se acabarán los
varones del monte de Esaú; por la violencia criminal contra tu hermano Jacob,
te cubrirá la vergüenza y perecerás para siempre. Tú estabas allí presente el
día que los extranjeros capturaban su ejército, y los extraños forzaban sus
puertas, y echaban suertes sobre Jerusalén; tú eras como uno de ellos.
No te alegres de ese día de tu hermano, del día de su desgracia; no te goces
del día de Judá, del día de su perdición; ni hables alto el día de su angustia.
No entres por las puertas de mi pueblo el día de la aflicción; no te complazcas
de sus males el día de la desgracia; no eches mano a sus riquezas el día de su
calamidad. No aguardes junto a las salidas para matar a los fugitivos; no
vendas a los supervivientes el día de la desgracia.
Se acerca el día del Señor contra todas las naciones; lo que hiciste te lo
harán, tu paga caerá sobre tu cabeza. Como bebisteis en el monte santo, beberán
todos los pueblos, uno tras otro. Beberán, se tambalearán, y serán como si no
fueran. Pero en el monte de Sión quedará un resto, que será santo, y la casa de
Jacob recobrará sus bienes. La casa de Jacob será un fuego, la casa de José una
llama; la casa de Esaú será estopa, arderá hasta consumirse. Y no quedará
superviviente en la casa de Esaú -lo ha dicho el Señor-.
Poseerán el Negueb, el monte de Esaú, las colinas de Sefela y la tierra
filistea; poseerán los campos de Efraím y de Samaria, de Benjamín y de Galaad.
Y esos pobres desterrados israelitas serán dueños de Canaán hasta Sarepta; y
los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad ocuparán los poblados del
Negueb. Después subirán vencedores al monte de Sión, para gobernar la montaña
de Esaú, y el reino será del Señor.
RESPONSORIO Ab 3-4; Am 9, 1
R. La soberbia de tu corazón te ha seducido, habitas en las asperezas
de las peñas, moras en la altura. * Aunque te levantes como el águila y pongas
el nido en las estrellas, de allí te derribaré.
V. No escapará ni un fugitivo; aunque perforen hasta el infierno, de
allí los sacará mi mano.
R. Aunque te levantes como el águila y pongas el nido en las
estrellas, de allí te derribaré.
SEGUNDA LECTURA
Comienza la carta llamada de Bernabé
(Cap. 1, 1-8; 2, 1-5: Funk 1, 3-7)
LA ESPERANZA DE LA VIDA, PRINCIPIO Y FIN DE NUESTRA FE
Os saludo, hijos e hijas, con el deseo de la paz, en el nombre del Señor, que
nos ha amado.
Grandes y abundantes son los dones de justicia con que Dios os ha enriquecido;
por esto, lo que hace, más que nada, que me alegre sobremanera es la dicha y
excelencia de vuestras almas, ya que habéis acogido la gracia del don
espiritual, que ha sido plantada en vosotros. Ello es para mí un motivo de
mayor congratulación, ya que me da la esperanza de mi propia salvación, al
contemplar cómo ha sido derramada en vosotros la abundancia del Espíritu que
procede de la fuente del Señor. De tal modo me impresionó vuestro aspecto, para
mí tan deseado, cuando estaba entre vosotros.
Estando yo íntimamente persuadido y convencido de que, cuando estaba entre
vosotros, os enseñé muchas cosas de palabra, ya que el Señor me acompañó en el
camino de la justicia, me siento también impulsado a amaros más que a mi propia
vida; grande, en efecto, es la fe y la caridad que habita en vosotros, por la
esperanza de alcanzar la vida de Cristo. Todo esto me lleva a considerar que,
si me tomo interés en comunicaros algo de lo que yo mismo he recibido, no me ha
de faltar la recompensa por prestar este servicio a vuestras almas; por esto me
he decidido a escribiros unas pocas palabras para que enriquezcáis vuestra fe
con un conocimiento más pleno.
Tres son las enseñanzas del Señor: la esperanza de la vida, principio y fin de
nuestra fe; la justicia, principio y fin del juicio; la caridad, junto con la
alegría y el gozo, testigo de que nuestras obras son justas. El Señor, en
efecto, nos ha dado a conocer, por medio de los profetas, las cosas pasadas y
las presentes, y nos ha dado también poder gustar por anticipado las primicias
de lo venidero. Y al contemplar cómo todas estas cosas se van realizando a su
tiempo, tal como él ha dicho, ello debe movernos a un temor de Dios cada vez
más perfecto y más profundo. Yo, no en calidad de maestro, sino como uno más
entre vosotros, os iré mostrando algunas cosas que os sirvan de alegría en la
situación presente.
Puesto que los días son malos y aquel que obra es poderoso, debemos investigar
cuidadosamente, en provecho nuestro, los dones con que el Señor nos ha
justificado. Ahora bien, lo que ayuda nuestra fe es el temor y la paciencia, y
nuestra fuerza reside en la tolerancia y la continencia. Si estas virtudes
perseveran santamente en nosotros, en todo lo que atañe al Señor, poseeremos
además la alegría de la sabiduría, de la ciencia y del perfecto conocimiento.
Dios nos ha revelado, en efecto, por boca de todos sus profetas, que él no
tiene necesidad de sacrificios, holocaustos ni oblaciones, pues dice en cierto
lugar: ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? -dice el Señor-.
Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de
toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Por qué entráis a visitarme? ¿Quién
pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me traigáis más dones
vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados, asambleas no los aguanto.
RESPONSORIO Ga 2, 16; Gn 15, 6
R. Sabemos que el hombre se justifica por creer en Cristo Jesús. *
Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en
Cristo.
V. Abraham creyó al Señor y le fue reputado por justicia.
R. Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por
la fe en Cristo.
Domingo, 4
de agosto de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):
EN aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su
vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar
cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y
almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma
mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe,
banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has
preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Si habéis sido
resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1,
68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Si habéis sido
resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
PRECES
Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo para ser
«Dios-con-nosotros», y digámosle confiadamente:
Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y
nuestro gozo.
Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada,
haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que
tengamos siempre la luz de la vida.
Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus
perfecciones,
para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.
No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal,
antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.
Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo,
asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la
tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como
guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
En 1806, el cura de Ecully, M.
Balley, abrió una escuela para aspirantes a eclesiásticos, y Juan Bautista
María Vianney fue enviado a ella. Aunque era de inteligencia mediana y sus
maestros nunca parecen haber dudado de su vocación, sus conocimientos eran
extremadamente limitados, limitándose a un poco de aritmética, historia, y
geografía, y encontró el aprendizaje, especialmente el estudio del latín,
excesivamente difícil. Uno de sus compañeros, Matthias Loras, después primer
obispo de Dubuque, le ayudaba en sus lecciones de latín.
Pero ahora se presentó otro obstáculo. El joven Vianney fue
llamado a filas, al haber obligado la guerra de España y la urgente necesidad
de reclutas a Napoleón a retirar la exención que disfrutaban los estudiantes
eclesiásticos en la diócesis de su tío, el Cardenal Fesch. Matthieu Vianney
intentó sin éxito procurarse un sustituto, de modo que su hijo se vio obligado
a incorporarse. Su regimiento pronto recibió la orden de marchar. La mañana de
la partida, Juan Bautista María fue a la iglesia a rezar, y a su vuelta a los
cuarteles encontró que sus camaradas se habían ido ya. Se le amenazó con un
arresto, pero el capitán del reclutamiento creyó lo que contaba y lo mandó tras
las tropas. A la caída de la noche se encontró con un joven que se ofreció a
guiarle hasta sus compañeros, pero le condujo a Noes, donde algunos desertores
se habían reunido. El alcalde le persuadió de que se quedara allí, bajo nombre
supuesto, como maestro. Después de catorce meses, pudo comunicarse con su
familia. Su padre se enfadó al saber que era un desertor y le ordenó que se
entregara pero la cuestión fue solucionada por su hermano menor que se ofreció
a servir en su lugar y fue aceptado.
Juan Bautista María Vianney reanudó entonces sus estudios en
Ecully. En 1812 fue enviado al seminario de Verrieres; estaba tan mal en latín
que se vio forzado a seguir el curso de filosofía en francés. Suspendió el
examen de ingreso al seminario propiamente dicho, pero en un nuevo examen tres
meses más tarde aprobó. El 13 de Agosto de 1815 fue ordenado sacerdote por
Monseñor Simon, obispo de Grenoble. Sus dificultades en los estudios
preparatorios parecen haberse debido a una falta de flexibilidad mental al
tratar con la teoría como algo distinto de la práctica - una falta justificada
por la insuficiencia de su primera escolarización, la avanzada edad a la que
comenzó a estudiar, el hecho de no tener más que una inteligencia mediana, y
que estuviera muy adelantado en ciencia espiritual y en la práctica de la
virtud mucho antes de que llegara a estudiarla en abstracto. Fue enviado a
Ecully como ayudante de M. Balley, quien fue el primero en reconocer y animar
su vocación, que le instó a perseverar cuando los obstáculos en su camino le
parecían insuperables, que intercedió ante los examinadores cuando suspendió el
ingreso en el seminario mayor, y que era su modelo tanto como su preceptor y
protector. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de
Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de
párroco en esta remota aldea francesa en las que el "cura de Ars" se hizo
conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de llegar a
Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le llamó
"La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares
establecidas más tarde por toda Francia. El propio Vianney instruía a las niñas
de "La Providencia" en el catecismo, y estas enseñanzas catequéticas
llegaron a ser tan populares que al final se daban todos los días en la iglesia
a grandes multitudes. "La Providencia" fue la obra favorita del "cura
de Ars", pero, aunque tuvo éxito, fue cerrada en 1847, porque el santo
cura pensaba que no estaba justificado mantenerla frente a la oposición de
mucha buena gente. Su cierre fue una pesada prueba para él.
Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas.
No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras
parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y
finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió asistir a los retiros
anuales del clero diocesano porque "las almas le esperaban allí".
Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas
diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes,
religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas
con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855, el número de peregrinos
había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban
Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. El
Venerable Padre Colin se ordenó diácono al mismo tiempo, y fue su amigo de toda
la vida, mientras que la Madre Marie de la Providence fundaba las hermanas
auxiliadoras de las ánimas del purgatorio por su consejo y con su constante
aliento. Su dirección se caracterizaba por el sentido común, su notable
perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces adivinaba pecados no
revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones se daban en lenguaje
sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de escenas campestres,
pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que
infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse y apariencia como por
sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible.
Los milagros registrados por sus biógrafos son de tres clases:
En primer lugar, la obtención de dinero para sus limosnas y
alimento para sus huérfanos; en segundo lugar, conocimiento sobrenatural del
pasado y del futuro; en tercer lugar, curación de enfermos, especialmente
niños.
El mayor milagro de todos fue su vida. Practicó la mortificación
desde su primera juventud, y durante cuarenta años su alimentación y su
descanso fueron insuficientes, humanamente hablando, para mantener su vida. Y
aun así, trabajaba incesantemente, con inagotable humildad, amabilidad,
paciencia, y buen humor, hasta que tuvo más de setenta y tres años.
El 3 de Octubre de 1874 Juan Bautista María Vianney fue proclamado
Venerable por Pío IX y el 8 de Enero de 1905, fue inscrito entre los Beatos. El
Papa Pío X lo propuso como modelo para el clero parroquial.
[Nota: En 1925, el Papa Pío XI lo canonizó. Su fiesta se celebra
el 4 de Agosto]
Oración
Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin
Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al
infierno
Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu
amor,
Oh mi Dios,
si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro,
y el día que me muera
No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
Final aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.