Jueves, 17 de septiembre de
2020
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (7,36-50):
36 Un fariseo le rogó
que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa.
37 Había en la ciudad una mujer pecadora
pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un
frasco de alabastro de perfume,
38 y poniéndose detrás, a los pies de él,
comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de
su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
39 Al verlo el fariseo que le había
invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de
mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.»
40 Jesús le respondió: «Simón, tengo algo
que decirte.» Él dijo: «Di, maestro.»
41 Un acreedor tenía dos deudores: uno debía
quinientos denarios y el otro cincuenta.
42 Como no tenían para pagarle, perdonó a
los dos. ¿Quién de ellos le amará más?»
43 Respondió Simón: «Supongo que aquel a
quien perdonó más.» Él le dijo: «Has juzgado bien»,
44 y volviéndose hacia la mujer, dijo a
Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies.
Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus
cabellos.
45 No me diste el beso. Ella, desde que
entró, no ha dejado de besarme los pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha
ungido mis pies con perfume.
47 Por eso te digo que quedan perdonados sus
muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco
amor muestra.»
48 Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan
perdonados.»
49 Los comensales empezaron a decirse para
sí: « ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?»
50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha
salvado. Vete en paz.»
Palabra del Señor
(Por
eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho
amor)
*Esta mujer
me regala una verdadera enseñanza, puedo ver que a ella no le interesa lo que los
demás digan de ella, a ella lo que le interesa es que todos se enteren de lo
bueno que es el Señor. Arrojarse a los pies del Señor implica dejar de una
manera definitiva vivir en una doble vida, ser una cosa en la calle y otra cosa
dentro de la casa, es dejar que los demás vean con sus propios ojos todas las
imperfecciones y defecto que hay en mí. Pero es en lo pies del Señor donde
recibo el amor, el perdón y la misericordia. Que alegría es para mí saber que hay
espacio para mi cerca de los pies del Señor donde todos pueden ver todo lo que
soy, pero es ahí también donde puedo sentir cuanto me ama el Señor y al mismo
tiempo recibo un amor que no me pasa una factura, un amor limpio, puro y
verdadero*
*El
que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.