Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO
DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
28
de junio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos
vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos
vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria.
Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para
contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant 2. En medio de las llamas, los tres
jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las llamas, los tres
jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant 3. Que el pueblo de Dios se alegre
por su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que el pueblo de Dios se alegre
por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!
La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor,
y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de
nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de
nosotros.
V. La
palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Nehemías 4, 1-23
RECONSTRUCCIÓN DE LAS MURALLAS DE JERUSALÉN
En aquellos días, cuando Sanbalat se enteró de que estábamos
reconstruyendo la muralla, se indignó y, enfurecido, empezó a burlarse de los
judíos, diciendo a su gente y a la guarnición samaritana:
«¿Qué hacen esos desgraciados judíos? ¿No hay nadie que se lo impida? ¿Van a
ofrecer sacrificios? ¿Se creen que van a terminar en un día y a resucitar de
montones de escombros unas piedras calcinadas?»
El amonita Tobías, que se encontraba a su lado, dijo: «Déjalos que construyan.
En cuanto suba una zorra, abrirá brecha en su muralla de piedra.»
Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros. Haz que sus insultos
recaigan sobre ellos y mándalos al destierro para que se burlen de ellos. No
encubras sus delitos, no borres de tu vista sus pecados, pues han ofendido a
los constructores.
Seguimos levantando la muralla, que quedó reparada hasta media altura. La gente
tenía ganas de trabajar.
Cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los asdoditas se enteraron
de que la reparación de la muralla de Jerusalén iba adelante -pues empezaban a
cerrarse las brechas-, lo llevaron muy a mal. Se confabularon para luchar
contra Jerusalén y sembrar en ella la confusión. Encomendándonos a nuestro
Dios, apostamos una guardia, día y noche, para vigilarlos. Los judíos decían:
«Los cargadores se agotan y los escombros son muchos; nosotros solos no podemos
construir la muralla.» Nuestros enemigos comentaban:
«Que no sepan ni vean nada hasta que hayamos penetrado en medio de ellos y los
matemos; así detendremos las obras.»
En esta situación, los judíos que vivían entre ellos, viniendo de diversos
lugares, nos repetían una y otra vez que nos iban a atacar. Entonces, aposté en
trincheras, detrás de la muralla y entre matorrales, gente dividida por
familias y armados con sus espadas, lanzas y arcos. Después de una inspección,
dije a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo:
«No les tengáis miedo. Acordaos del Señor, grande y terrible, y luchad por
vuestros hermanos, hijos, hijas, mujeres y casas.»
Al ver nuestros enemigos que estábamos informados, Dios desbarató sus planes y
pudimos volver a la muralla, cada cual a su tarea. Con todo, desde aquel día,
la mitad de mis hombres trabajaba, mientras la otra mitad estaba armada de
lanzas, escudos, arcos y corazas. Las autoridades se preocupaban de todos los
judíos. Los que construían la muralla y los cargadores estaban armados; con una
mano trabajaban y con la otra empuñaban el arma. Todos los albañiles llevaban
la espada al cinto mientras trabajaban. Y el corneta iba a mi lado, pues había
dicho a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo:
«El trabajo es tan grande y tan extenso, que debemos desperdigarnos a lo largo
de la muralla, lejos unos de otros. En cuanto oigáis la corneta, dondequiera
que estéis, venid a reuniros con nosotros. Nuestro Dios combatirá por
nosotros.»
Así seguimos, unos trabajando y otros empuñando las lanzas, desde que
despuntaba el alba hasta que salían las estrellas. Por entonces dije también al
pueblo:
«Todos pernoctarán en Jerusalén con sus criados. De noche haremos guardia, y de
día trabajaremos.»
Yo, mis hermanos, mis criados y los hombres de mi escolta dormíamos vestidos y
con las armas al alcance de la mano.
RESPONSORIO Is 25, 4; Sal 124, 2
R. Señor, tú
has sido baluarte para el pobre, fortaleza para el desvalido en su
angustia, * parapeto contra el aguacero,
sombra contra el calor.
V. Jerusalén está rodeada de montañas, y el
Señor rodea a su pueblo.
R. Parapeto contra el aguacero, sombra contra el
calor.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías del papa Pablo sexto.
(Homilía pronunciada en Manila el 29 de noviembre de 1970)
PREDICAMOS A CRISTO HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA
¡Ay de mí si no evangelizare! Para esto me ha enviado el
mismo Cristo. Yo soy apóstol y testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto
más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia el amor nos apremia. Debo
predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es quien
nos ha revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda creatura, y
todo se mantiene en él. Él es también el maestro y redentor de los hombres; él
nació, murió y resucitó por nosotros. Él es el centro de la historia y del
universo; él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de
dolor y de esperanza; él ciertamente vendrá de nuevo y será finalmente nuestro
juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.
Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el
camino, la verdad y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface
nuestra hambre y nuestra sed; él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro
ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que
nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente.
Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en el que los
pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia,
en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados,
en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los
pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.
Éste es Jesucristo, de quien ya habéis oído hablar, al cual muchos de vosotros
ya pertenecéis, por vuestra condición de cristianos. A vosotros, pues,
cristianos, os repito su nombre, a todos lo anuncio: Cristo Jesús es el
principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y
suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; él es el mediador, a
manera de puente, entre la tierra y el cielo; él es el Hijo del hombre por
antonomasia, porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito y el Hijo de María,
bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la
comunión con el Espíritu del cuerpo místico.
¡Jesucristo! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación;
nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por
los siglos de los siglos.
RESPONSORIO 2Tm 1, 10; Jn 1, 16; Col 1,
16-17
R. Cristo
Jesús, nuestro Salvador, ha aniquilado la muerte, y ha hecho brillar la vida y
la inmortalidad por el Evangelio. * Y
de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.
V. Todo fue creado por él y para él, él es
anterior a todo, y todo se mantiene en él.
R. Y de su plenitud todos hemos recibido gracia
sobre gracia.
Domingo,
28 de junio de 2020
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (10,37-42):
37 «El que ama a su padre o a su madre más
que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no
es digno de mí.
38 El que no toma su cruz y me sigue detrás
no es digno de mí.
39 El que encuentre su vida, la perderá; y
el que pierda su vida por mí, la encontrará.
40 «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe,
y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado.
41 «Quien reciba a un profeta por ser
profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser
justo, recompensa de justo recibirá.
42 «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un
vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que
no perderá su recompensa.»
Palabra
del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí»,
dice el Señor.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. «El que no toma su cruz y sigue
en pos de mí no es digno de mí», dice el Señor.
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol
de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las
primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante
este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la
adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del
error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.