*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XIX
Del Común de vírgenes. Salterio III
11 de agosto
*SANTA CLARA, Virgen. (MEMORIA)*.
Nació en Asís el año 1193; imitó a su conciudadano Francisco, siguiéndolo por
el camino de la pobreza, y fundó la Orden de las monjas llamadas Clarisas. Su
vida fue de gran austeridad, pero rica en obras de caridad y de piedad. Murió
el año 1253.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Cordero, al
Esposo acompañado por el cortejo de vírgenes.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Cordero, al
Esposo acompañado por el cortejo de vírgenes.
Himno: NADA POSEE CLARA.
Nada posee clara,
nada le pertenece;
como lirio del huerto
libre respira y crece.
Nada coge en su mano,
nada que aquí fenece;
pobre, en la cruz se abraza
con Cristo que padece.
Nada de lo que fluye
su párpado estremece;
Clara mira y escucha
al Verbo que acontece. Amén.
SALMODIA
Ant 1. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Salmo 86 - HIMNO A JERUSALÉN, MADRE DE TODOS LOS PUEBLOS.
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
Ant 2. El Señor llega con poder, y su recompensa
lo precede.
Cántico: EL BUEN PASTOR ES EL DIOS ALTISIMO Y SAPIENTÍSIMO - Is 40,
10-17
Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.
¿Quién ha medido a puñados el mar
o mensurado a palmos el cielo,
o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes
y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor?
¿Quién le ha sugerido su proyecto?
¿Con quién se aconsejó para entenderlo,
para que le enseñara el camino exacto,
para que le enseñara el saber
y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son gotas de un cubo
y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano,
el Líbano no basta para leña,
sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas,
como si no existieran,
son ante él como nada y vacío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor llega con poder, y su
recompensa lo precede.
Ant 3. Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies.
Salmo 98 - SANTO ES EL SEÑOR, NUESTRO DIOS.
El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.
Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón
y un Dios vengador de sus maldades.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies.
LECTURA BREVE Ct 8, 7
Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si
alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría
despreciable.
RESPONSORIO BREVE
V. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
V. Tu rostro buscaré, Señor.
R. Buscad mi rostro.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
V. En
ti, Señor, está la fuente viva.
R. Y tu luz nos hace ver la luz.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Zacarías 11, 4-12, 8
PARABOLA DE LOS PASTORES
Así dice el Señor, mi Dios:
«Apacienta las ovejas para el matadero; los compradores las matan sin
compasión, mientras los vendedores dicen: "¡Bendito el Señor! Me hago
rico"; los pastores no las perdonan. Pues yo no perdonaré más a los
habitantes del país —oráculo del Señor—. Entregaré a cada cual en manos de su
vecino, en manos de su rey; ellos devastarán la tierra, sin que haya quien los
salve.»
Yo, entonces, me puse a apacentar el rebaño de ovejas de matadero, por cuenta
de los tratantes de ganado. Tomé dos varas: a una la llamé Hermosura; a la otra
llamé Concordia, y apacenté el ganado. Despedí a los tres pastores en un mes:
pero llegué a irritarme con las ovejas y ellas conmigo, y dije:
«Ya no pastorearé; quien quiera morir que muera, la que quiera perecer que
perezca, las que queden se comerán unas a otras.»
Tomé la vara Hermosura y la rompí, para romper mi alianza con los pueblos. Al
terminar aquel día la alianza, los tratantes de ovejas que me vigilaban
comprendieron que había sido palabra del Señor. Yo les dije:
«Si os parece, pagadme salario; y si no, dejadlo.»
Ellos pesaron mi salario: treinta dineros. El Señor me dijo:
«Échalo en el tesoro del templo: es el precio en que me aprecian.»
Tomé, pues, los treinta dineros y los eché en el tesoro del templo. Rompí la
segunda vara, Concordia, para romper la hermandad de Judá e Israel. El Señor me
dijo:
«Toma ahora los aperos de un pastor torpe; porque yo suscitaré un pastor que no
vigile a las que se extravíen ni busque lo perdido ni cure lo quebrado ni
alimente lo sano, sino que se coma la carne del ganado cebado, arrancándole
hasta las pezuñas. ¡Ay del pastor torpe, que abandona el rebaño! Que la espada
venga contra su brazo y contra su ojo derecho, que su brazo se seque y su ojo
derecho se apague.»
Oráculo del Señor sobre Israel. Oráculo del Señor que tendió los cielos y
cimentó la tierra, y formó el alma del hombre dentro de éste:
«Mirad, haré de Jerusalén una copa embriagadora, para todos los pueblos
vecinos, cuando asedien a Jerusalén. Aquel día haré de Jerusalén una piedra
caballera de baluarte contra todos los pueblos vecinos: los que intenten
levantarla se herirán con ella. Contra ella se congregan todos los pueblos del
orbe.
Aquel día —oráculo del Señor— heriré de pánico a los caballos y de espanto a
los jinetes; fijaré mis ojos sobre Judá y cegaré a los caballos de los
gentiles. Dirán en su corazón los príncipes de Judá: "Los habitantes de
Jerusalén son fuertes por la virtud del Señor de los ejércitos, su Dios."
Aquel día haré de los príncipes de Judá como un incendio en la maleza, como una
tea en las gavillas: devorarán a derecha e izquierda a todos los pueblos
vecinos; pero Jerusalén quedará habitada en su sitio. El Señor salvará las
tiendas de Judá como en tiempos antiguos, para que no se gloríen sobre Judá la
casa de David y los habitantes de Jerusalén.
Aquel día protegerá el Señor a los habitantes de Jerusalén: el más débil será
como David, y la dinastía de David será como un dios, como el ángel del Señor
que va abriendo camino.»
RESPONSORIO Za 11, 12. 13; Mt 26, 15
R. Pesaron mi salario: treinta dineros; * es
el precio en que me apreciaron.
V. Judas propuso: «¿Cuánto me queréis dar y yo os
lo entregaré?» Y se ajustaron en treinta monedas de plata.
R. Es el precio en que me apreciaron.
SEGUNDA LECTURA
De la Carta de santa Clara, virgen, a la santa Inés de Praga
(Escritos de santa Clara, edición Ignacio Omaechevarría. Madrid 1970, pp.
339-341)
ATIENDE A LA POBREZA, LA HUMILDAD Y LA CARIDAD DE CRISTO.
Dichoso, en verdad, aquel a quien le es dado alimentarse en el sagrado banquete
y unirse en lo íntimo de su corazón a aquel cuya belleza admiran sin cesar las
multitudes celestiales, cuyo afecto produce afecto, cuya contemplación da nueva
fuerza, cuya benignidad sacia, cuya suavidad llena el alma, cuyo recuerdo
ilumina suavemente, cuya fragancia retornará los muertos a la vida y cuya
visión gloriosa hará felices a los ciudadanos de la Jerusalén celestial: él es
el brillo de la gloria eterna, un reflejo de la luz eterna, un espejo sin
mancha, el espejo que debes mirar cada día, oh reina, esposa de Jesucristo, y
observar en él reflejada tu faz, para que así te vistas y adornes por dentro y
por fuera con toda la variedad de flores de las diversas virtudes, que son las
que han de constituir tu vestido y tu adorno, como conviene a una hija y esposa
castísima del Rey supremo. En este espejo brilla la dichosa pobreza, la santa
humildad y la inefable caridad, como puedes observar si, con la gracia de Dios,
vas recorriendo sus diversas partes.
Atiende al principio de este espejo, quiero decir a la pobreza de aquel que fue
puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh pasmosa
pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es reclinado
en un pesebre. En el medio del espejo considera la humildad, al menos la
dichosa pobreza, los innumerables trabajos y penalidades que sufrió por la
redención del género humano. Al final de este mismo espejo contempla la
inefable caridad por la que quiso sufrir en la cruz y morir en ella con la
clase de muerte más infamante. Este mismo espejo, clavado en la cruz, invitaba
a los que pasaban a estas consideraciones, diciendo: ¡Oh vosotros, todos los
que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor!
Respondamos nosotros, a sus clamores y gemidos, con una sola voz y un solo
espíritu: Mi alma lo recuerda y se derrite de tristeza dentro de mi. De este
modo, tu caridad arderá con una fuerza siempre renovada, oh reina del Rey
celestial.
Contemplando además sus inefables delicias, sus riquezas y honores perpetuos, y
suspirando por el intenso deseo de tu corazón, proclamarás: «Arrástrame tras de
ti, y correremos atraídos por el aroma de tus perfumes, esposo celestial.
Correré sin desfallecer, hasta que me introduzcas en la sala del festín, hasta
que tu mano izquierda esté bajo mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente y
me beses con los besos deliciosos de tu boca.»
Contemplando estas cosas, dígnate acordarte de ésta tu insignificante madre, y
sabe que yo tengo tu agradable recuerdo grabado de modo imborrable en mi
corazón, ya que te amo más que nadie.
RESPONSORIO Sal 72, 26; Flp 3, 8. 9
R. Se consumen mi corazón y mi carne * por
Dios, mi herencia eterna.
V. Lo perdí todo, con tal de ganar a Cristo y
encontrarme unido a él.
R. Por Dios, mi herencia eterna.
*Lecturas del Jueves de la
19ª semana del Tiempo Ordinario*
Jueves, 11
de agosto de 2022
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Mateo
(18,21–19,1)*
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me
ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que
quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le
presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el
señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus
posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba
diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo
lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al
salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debla cien
denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me
debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo
metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo
ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo
sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda
aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener
compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor,
indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo
hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su
hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de
Judea, al otro lado del Jordán.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ésta es la virgen prudente que, unida a Cristo, resplandece como
el sol en el reino celestial.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ésta es la virgen prudente que,
unida a Cristo, resplandece como el sol en el reino celestial.
PRECES
Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vírgenes, y
supliquémosle, diciendo:
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo,
concédenos que nada nos aparte de tu amor.
Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes,
por su intercesión concédenos recibirte siempre con pureza de corazón.
Por intercesión de las santas vírgenes que te sirvieron siempre con fidelidad,
consagradas a ti en cuerpo y alma,
ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos separen de tu
amor eterno.
Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes
esperaban,
concédenos que aguardemos tu retorno glorioso con una esperanza activa.
Por intercesión de santa Clara, que fue virgen sensata y una de las prudentes,
concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Con sencillez y humildad digamos la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, Dios nuestro, que concediste a santa Clara un gran amor por
la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, seguir a Cristo en la
pobreza del espíritu y llegar a contemplarte en tu glorioso reino. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: CLARA, VIRGEN AMABLE.
Clara, virgen amable,
esposa enamorada,
dulce nos es tu nombre,
muy suave tu fragancia.
El gozo de la cruz
danos, benigna hermana;
danos tu amor castísimo
y la pobreza santa.
Gloria al hijo doliente
en la cruz levantada;
gloria a Jesús excelso
en la paz de la patria. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Que tus fieles, Señor, te aclamen al entrar en tu morada.
Salmo 131 I - PROMESAS A LA CASA DE DAVID.
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que tus fieles, Señor, te aclamen
al entrar en tu morada.
Ant 2. El Señor ha elegido a Sión, ha
deseado vivir en ella.
Salmo 131 II.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan;
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha
deseado vivir en ella.
Ant 3. El Señor le dio el poder, el honor
y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor le dio el poder, el honor
y el reino, y todos los pueblos le servirán.
LECTURA BREVE 1Co 7, 32. 34
El célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; lo
mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor,
consagrándose a ellos en cuerpo y alma.
RESPONSORIO BREVE
V. Llevan ante el Rey al séquito de vírgenes, las traen entre
alegría.
R. Llevan ante el Rey al séquito de vírgenes, las
traen entre alegría.
V. Van entrando en el palacio real.
R. Las traen entre alegría.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Llevan ante el Rey al séquito de vírgenes, las
traen entre alegría.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ven, esposa de Cristo, recibe la corona eterna que el Señor te
trae preparada.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ven, esposa de Cristo, recibe la
corona eterna que el Señor te trae preparada.
PRECES
Alabemos con gozo a Cristo, que elogió a los que permanecen
vírgenes a causa del reino de Dios, y supliquémosle, diciendo:
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, tú que como esposo amante colocaste junto a ti a la Iglesia
sin mancha ni arruga,
haz que sea siempre santa e inmaculada.
Señor Jesucristo, a cuyo encuentro salieron las vírgenes santas con sus
lámparas encendidas,
no permitas que falte nunca el óleo de la fidelidad en las lámparas de las
vírgenes que se han consagrado a ti.
Señor Jesucristo, a quien la Iglesia virgen guardó siempre fidelidad intacta,
concede a todos los cristianos la integridad y la pureza de la fe.
Tú que concedes hoy a tu pueblo alegrarse por la fiesta de santa Clara, virgen,
concédele también gozar siempre de su valiosa intercesión.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que recibiste en el banquete de tus bodas a las vírgenes santas,
admite también a nuestros hermanos difuntos en el convite festivo de tu reino.
Oremos con Jesús, diciendo a nuestro Padre:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, Dios nuestro, que concediste a santa Clara un gran amor por
la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, seguir a Cristo en la
pobreza del espíritu y llegar a contemplarte en tu glorioso reino. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.