*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Alberto Chmielowski*
*TIEMPO
ORDINARIO*
*JUEVES
DE LA SEMANA XI*
De la Feria. Salterio III
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Himno: SEÑOR, CUANDO FLORECE UN NUEVO DÍA.
Señor, cuando florece un nuevo día
en el jardín del tiempo,
no dejes que la espina del pecado
vierta en él su veneno.
El trabajo del hombre rompe el surco
en el campo moreno;
en frutos de bondad y de justicia
convierte sus deseos.
Alivia sus dolores con la hartura
de tu propio alimento;
y que vuelvan al fuego de tu casa
cansados y contentos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Salmo 86 - HIMNO A JERUSALÉN, MADRE DE TODOS LOS PUEBLOS.
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Ant 2. El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.
Cántico: EL BUEN PASTOR ES EL DIOS ALTISIMO Y SAPIENTÍSIMO - Is 40,
10-17
Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.
¿Quién ha medido a puñados el mar
o mensurado a palmos el cielo,
o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes
y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor?
¿Quién le ha sugerido su proyecto?
¿Con quién se aconsejó para entenderlo,
para que le enseñara el camino exacto,
para que le enseñara el saber
y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son gotas de un cubo
y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano,
el Líbano no basta para leña,
sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas,
como si no existieran,
son ante él como nada y vacío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.
Ant 3. Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus
pies.
Salmo 98 - SANTO ES EL SEÑOR, NUESTRO DIOS.
El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.
Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón
y un Dios vengador de sus maldades.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus
pies.
LECTURA BREVE 1Pe 4, 10-11
Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás,
como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que toma la
palabra que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio que lo haga en
virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será glorificado en todo, por
medio de Jesucristo, Señor nuestro, cuya es la gloria y el imperio por los
siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
R. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
V. Guardaré tus leyes.
R. Respóndeme, Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
V. En ti,
Señor, está la fuente viva.
R. Y tu luz nos hace ver la luz.
PRIMERA LECTURA
Del libro de los Jueces 6, 33—7, 8. 16-22
VICTORIA DE GEDEÓN CON UN PEQUEÑO EJÉRCITO
En aquellos días, todo Madián, Amalec y los hijos del oriente se reunieron,
pasaron el Jordán y acamparon en la llanura de Yizreel. Entonces el espíritu
del Señor tomó posesión de Gedeón; él tocó la trompeta y Abiezer fue en pos de
él. Envió mensajeros por todo Manasés, que se unió también a él; envió
igualmente mensajeros a Aser, Zabulón y Neftalí, que se pusieron en marcha y
vinieron a su encuentro. Gedeón dijo a Dios:
«Si verdaderamente vas a salvar por mis manos a Israel, como has dicho, yo voy
a tender un vellón sobre la era; si cae el rocío solamente sobre el vellón y
todo el suelo queda seco, sabré que tú salvarás a Israel por mi mano, como has
prometido.»
Y así sucedió. Gedeón se levantó de madrugada, estrujó el vellón y exprimió su
rocío: una copa llena de agua. Gedeón dijo a Dios:
«No te irrites contra mí si me atrevo a hablar de nuevo. Por favor, quisiera
hacer por última vez la prueba con el vellón: que quede ahora seco sólo el
vellón y que haya rocío por todo el suelo.»
Y Dios lo hizo así aquella noche. Quedó seco solamente el vellón y todo el
suelo estaba lleno de rocío.
Madrugó Yerubbaal (o sea Gedeón), así como todo el pueblo que estaba con él, y
acampó junto a En-Jarod; el campamento de Madián quedaba al norte del suyo, al
pie de la colina de Moré, en el valle. Entonces el Señor dijo a Gedeón:
«Demasiado numeroso es el pueblo que te acompaña para que ponga yo a Madián en
sus manos; no sea que vaya a enorgullecerse de ello a mi costa diciendo:
"¡Mi propia mano me ha salvado!" Así, pues, pregona esto entre el
pueblo: "El que tenga miedo y tiemble, que se vuelva."»
Gedeón los puso a prueba y veintidós mil hombres de la tropa se volvieron y
quedaron sólo diez mil. El Señor dijo a Gedeón:
«Todavía es demasiada gente. Hazlos bajar al agua y ahí te los pondré yo a
prueba. Aquel de quien te diga: "Que vaya contigo", ése irá contigo.
Y aquel de quien te diga: "Que no vaya contigo", ése no ha de ir.»
Gedeón hizo bajar a la gente al agua y el Señor le dijo:
«A todos los que laman el agua en su mano con la lengua, como lo hacen los perros,
los pondrás a un lado, y a todos los que se arrodillen para beber los pondrás a
otro lado.»
El número de los que lamieron el agua con la lengua resultó ser de trescientos.
Todo el resto del pueblo se arrodilló para beber. Entonces el Señor dijo a Gedeón:
«Con los trescientos hombres que han lamido el agua os salvaré y entregaré a
Madián en tus manos. Que todos los demás vuelvan cada uno a su casa.»
Gedeón recogió del pueblo cántaros y cuernos, y mandó a todos los demás
israelitas cada uno a su tienda, quedándose sólo con los trescientos hombres.
El campamento de Madián estaba debajo del suyo en el valle.
Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres cuerpos. Les dio a todos
cuernos y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros. Les dijo:
«Miradme a mí y haced lo mismo que yo haga. Cuando llegue yo al extremo del
campamento, lo que yo hiciere hacedlo también vosotros. Yo y todos mis
compañeros tocaremos los cuernos; vosotros tocaréis también los cuernos
alrededor del campamento y gritaréis: "¡Por el Señor y por Gedeón!"»
Gedeón y los cien hombres que lo acompañaban llegaron al extremo del
campamento, al comienzo de la guardia de la medianoche, cuando acababan de
hacer el relevo de los centinelas. Tocaron los cuernos y rompieron los cántaros
que llevaban en la mano. Entonces los tres cuerpos del ejército tocaron los
cuernos y rompieron los cántaros; en la izquierda sostenían las teas encendidas
y en la derecha los cuernos para tocarlos, y gritaban:
«¡Por el Señor y por Gedeón!»
Y se quedaron quietos cada uno en su puesto, alrededor del campamento. Todo el
campamento se despertó y, lanzando alaridos, se dieron a la fuga. Mientras los
trescientos hombres tocaban los cuernos, el Señor volvió la espada de cada uno
contra su compañero por todo el campamento, y se despedazaban unos a otros.
RESPONSORIO 2M 8, 18; 1Jn 5, 4
R. Ellos confían en sus armas y en su audacia; * nosotros
confiamos en el Dios todopoderoso.
V. Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe.
R. Nosotros confiamos en el Dios todopoderoso.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del
Señor
(Cap. 18. 22: CSEL 3, 280-281. 283-284)
DESPUÉS DEL ALIMENTO, PEDIMOS EL PERDÓN DE LOS PECADOS
Continuamos la oración y decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día. Esto puede
entenderse en sentido espiritual o literal, pues de ambas maneras aprovecha a
nuestra salvación. En efecto, el pan de vida es Cristo, y este pan no es sólo
de todos en general, sino también nuestro en particular. Porque, del mismo modo
que decimos: Padre nuestro, en cuanto que es Padre de los que lo conocen y
creen en él, de la misma manera decimos: Nuestro pan, ya que Cristo es el pan
de los que entramos en contacto con su cuerpo.
Pedimos que se nos dé cada día este pan, a fin de que los que vivimos en Cristo
y recibimos cada día su eucaristía como alimento saludable no nos veamos
privados, por alguna falta grave, de la comunión del pan celestial y quedemos
separados del cuerpo de Cristo, ya que él mismo nos enseña: Yo soy el pan vivo
bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que
yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo.
Por lo tanto, si él afirma que los que coman de este pan vivirán eternamente,
es evidente que los que entran en contacto con su cuerpo y participan
rectamente de la eucaristía poseen la vida; por el contrario, es de temer, y
hay que rogar que no suceda así, que aquellos que se privan de la unión con el
cuerpo de Cristo queden también privados de la salvación, pues el mismo Señor
nos conmina con estas palabras: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no
bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Por eso pedimos que nos sea
dado cada día nuestro pan, es decir, Cristo, para que todos los que vivimos y
permanecemos en Cristo no nos apartemos de su cuerpo que nos santifica.
Después de esto, pedimos también por nuestros pecados, diciendo: Perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Después del alimento, pedimos el perdón de los pecados.
Esta petición nos es muy conveniente y provechosa, porque ella nos recuerda que
somos pecadores, ya que, al exhortarnos el Señor a pedir el perdón de los
pecados, despierta con ello nuestra conciencia. Al mandarnos que pidamos cada
día el perdón de nuestros pecados, nos enseña que cada día pecamos, y así nadie
puede vanagloriarse de su inocencia ni sucumbir al orgullo.
Es lo mismo que nos advierte Juan en su carta, cuando dice: Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es el Señor para
perdonarnos y purificarnos de toda iniquidad.
Dos cosas nos enseña en esta carta: que hemos de pedir el perdón de nuestros
pecados, y que esta oración nos alcanza el perdón. Por esto dice que el Señor
es fiel, porque él nos ha prometido el perdón de los pecados y no puede faltar
a su palabra, ya que, al enseñarnos a pedir que sean perdonados nuestras
ofensas y pecados, nos ha prometido su misericordia paternal y, en
consecuencia, su perdón.
RESPONSORIO Sal 30, 2. 4; 24, 18
R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú eres mi
roca y mi baluarte. * Por tu nombre dirígeme y guíame.
V. Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados.
R. Por tu nombre dirígeme y guíame.
*Lecturas
de la 11ª Semana del Tiempo Ordinario Ciclo B*
Jueves, 17 de junio de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Mateo (6,7-15)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas
palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán
caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes
que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado
sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues
nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la
tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus
culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de
nuestros enemigos.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU
PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de
nuestros enemigos.
PRECES
Demos gracias al Señor, que guía y alimenta con amor a su pueblo,
y digámosle:
Te glorificamos por siempre, Señor.
Señor, rey del universo, te alabamos por el amor que nos tienes,
porque de manera admirable nos creaste y más admirablemente aún nos redimiste.
Al comenzar este nuevo día, pon en nuestros corazones el anhelo de servirte,
para que te glorifiquemos en todos nuestros pensamientos y acciones.
Purifica nuestros corazones de todo mal deseo,
y haz que estemos siempre atentos a tu voluntad.
Danos un corazón abierto a las necesidades de nuestros hermanos,
para que a nadie falte la ayuda de nuestro amor.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Acudamos ahora a nuestro Padre celestial, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno: a los pueblos que viven en tiniebla y
en sombra de muerte, ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos ha visitado el
sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor. Él, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*San
Alberto Chmielowski*
Alberto, en su juventud, luchó por la libertad de su patria; luego
se dedicó al estudio y al ejercicio de su vocación artística en el campo de la
pintura; pero pronto centró su vida en el seguimiento de Cristo que atiende a
los más pobres y necesitados; los "Albertinos" y
"Albertinas", por él fundados en el seno de la Orden Tercera de San
Francisco, han seguido y ampliado su obra y su estilo humilde y fraterno.
Alberto Chmielowski, en el siglo Adán, nació en Igolomia, cerca de
Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles: Adalberto y
Josefina Borzyslawska. Creció en un clima de ideales patrióticos, de una
profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó huérfano muy
pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los demás hermanos,
ocupándose de su formación.
A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy.
Tomó parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le
amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se
trasladó al extranjero, huyendo de la represalia zarista. En Gante (Bélgica)
inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió
estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó
a Polonia, decidido a dedicar «el arte, el talento y sus aspiraciones a la
gloria de Dios». Comenzaron así a predominar en sus actividades artísticas los
temas religiosos. Uno de los mejores cuadros, el «Ecce Homo», fue el resultado
de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre,
experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.
En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después
de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Superada una
profunda crisis espiritual, comenzó una nueva vida, dedicada totalmente a Dios
y a los hermanos. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen
de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia,
descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro
humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al
lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona.
El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de
hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos, iniciando la
congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco, denominados
Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma
congregación (Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres
necesitadas y a los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres,
casas para mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en
hospitales militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, y
asilos y orfanotrofios para niños y jóvenes sin techo. En los asilos para los
pobres, los hambrientos recibían pan; los sin techo, alojamiento; los desnudos,
vestidos; y los desocupados eran orientados a un trabajo. Todos contaban con su
ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad. En la medida en que satisfacía
las necesidades elementales de los pobres, el hermano Alberto se ocupaba
también paternalmente de sus almas, tratando de reavivar en ellos la dignidad
humana, ayudándoles a reconciliarse con Dios.
Tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz para su
acción caritativa. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos
asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas.
Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas
religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos.
Murió, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en
Cracovia, en el asilo por él fundado, pobre entre los pobres.
Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la
Virgen de Czestochowa: «Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo». Y: «Ante
todo, observad la pobreza». Su entera dedicación a Dios mediante el servicio a
los más necesitados, su pobreza evangélica a imitación de San Francisco de
Asís, su filial confianza en la divina Providencia, su espíritu de oración y su
unión con Dios en el trabajo de cada día son la herencia que ha dejado el
hermano Alberto a sus hijos e hijas espirituales. Enseñó a todos con el ejemplo
de su vida que «es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que
cada cual puede tomar para satisfacer el hambre».
La herencia espiritual del hermano Alberto pervive en sus
congregaciones, que extienden su acción misionera por tierras de Polonia,
Italia, Estados Unidos y Argentina. Convencidos de la santidad del hermano
Alberto, sus contemporáneos lo definieron como «el hombre más grande de su
generación». Considerado el San Francisco polaco del siglo XX, el hermano
Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan
Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989 en Roma.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: ENFRÍA, SEÑOR, MI BOCA
Enfría, Señor, mi boca;
Señor, reduce mi brasa;
dame, como te lo pido,
concordia de cuerpo y alma.
Frente al perverso oleaje,
ponme costado de gracia;
dame, como te demando,
concordia de cuerpo y alma.
Señor, mitiga mi angustia;
remite, Señor, mi ansia;
dame, como te la clamo,
concordia de cuerpo y alma.
No dejes que los sentidos
me rindan en la batalla;
Señor, Señor, no me niegues
concordia de cuerpo y alma. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Que tus fieles, Señor, te aclamen al entrar en tu morada.
Salmo 131 I - PROMESAS A LA CASA DE DAVID.
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que tus fieles, Señor, te aclamen al entrar en tu morada.
Ant 2. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.
Salmo 131 II.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan;
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.
Ant 3. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos
le servirán.
Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos
le servirán.
LECTURA BREVE 1Pe 3, 8-9
Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal,
con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al
contrario, responded con una bendición, porque vuestra vocación mira a esto: a
heredar una bendición.
RESPONSORIO BREVE
V. Nos alimentó el Señor con flor de harina.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.
V. Nos sació con miel silvestre.
R. Con flor de harina.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes.
PRECES
Invoquemos a Cristo, pastor, protector y ayuda de su pueblo,
diciendo:
Señor, refugio nuestro, escúchanos.
Bendito seas, Señor, que nos has llamado a tu santa Iglesia;
haz que seamos fieles a esta dignación de tu amor.
Tú que has encomendado al Papa Francisco la preocupación por todas las
Iglesias,
concédele una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita.
Da a los pecadores la conversión, a los que caen, fortaleza,
y concede a todos la penitencia y la salvación.
Tú que quisiste habitar en un país extranjero,
acuérdate de los que viven lejos de su familia y de su patria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
A todos los difuntos que esperaron en ti,
concédeles el descanso eterno.
Ya que por Jesucristo somos hijos de Dios, oremos con plena confianza a Dios
nuestro Padre:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que termina e
imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas
que, por la fragilidad de la condición humana, en él hayamos cometido. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.