*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*Profeta San Eliseo*
16 de Junio
*Miércoles, XI semana del Tiempo Ordinario, feria
Salterio: miércoles de la tercera semana*
Laudes
Inicio
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Salmo 94: Invitación a la alabanza
divina
Ant: Adoremos
al Señor, creador nuestro.
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Adoremos
al Señor, creador nuestro.
Himno
Siempre es hora de la gracia,
¡despierte el alma dormida!
Los cangilones del sueño
van hurtando el agua viva
en la noria de las horas,
de las noches y los días.
Peldaños de eternidad
me ofrece el tiempo en su huida,
si, ascendiendo paso a paso,
lleno mis manos vacías.
Sólo el tiempo se redime,
quitándole su malicia.
Como una sombra se esfuman
del hombre vano los días,
pero uno solo ante Dios
cuenta mil años de espigas.
«Tus años no morirán»,
leo en la Sagrada Biblia:
lo bueno y noble perdura
eternizado en la dicha.
Sembraré, mientras es tiempo,
aunque me cueste fatigas.
Al Padre, al Hijo, al Espíritu
alabe toda mi vida:
el rosario de las horas,
de las noches y los días. Amén.
Primer Salmo
Salmo 85: Oración de un pobre ante las adversidades
Ant: Alegra el
alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Bendito sea Dios, que nos alienta en nuestras luchas (2Co 1,3.4)
Inclina tu oído, Señor,
escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Alegra el
alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Cántico AT
Isaías 33, 13-16: Dios juzgará con justicia
Ant: Dichoso
el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.
La promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y para todos
los que están lejos (Hch 2,39)
Los lejanos, escuchad lo que he
hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor agarra a los perversos:
"¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?"
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión,
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dichoso
el hombre que camina por sendas de justicia y habla con rectitud.
Segundo Salmo
Salmo 97: El Señor, juez vencedor
Ant: Aclamad
al Rey y Señor.
Este salmo canta la primera venida del Señor y la conversión de
las naciones (S. Atanasio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Aclamad
al Rey y Señor.
Lectura Bíblica
Jb 1,21; 2,10b
Desnudo
salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el
Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor. Si aceptamos de Dios los
bienes, ¿no vamos a aceptar los males?.
V/. Inclina,
Señor, mi corazón a tus preceptos.
R/. Inclina,
Señor, mi corazón a tus preceptos.
V/. Dame vida
con tu palabra.
R/. mi
corazón a tus preceptos.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Inclina,
Señor, mi corazón a tus preceptos.
Lectura Bíblica
V/. La explicación de tus palabras ilumina.
R/. Da inteligencia a los ignorantes.
Gedeón vence con un mínimo ejército
Jc 6,33-40; 7,1-8.16-22
En aquellos días, los madianitas, los amalecitas y los orientales
se aliaron, cruzaron el río y acamparon en la llanura de Yezrael. El espíritu
del Señor se apoderó de Gedeón, que tocó a rebato, y Abiezer corrió a unírsele.
Envió mensajeros a Manasés, y se le unió; luego a Aser, Zabulón y Neftalí, y
también ellos vinieron a unírsele. Gedeón dijo a Dios:
«Si realmente vas a salvar a Israel por mi medio, como aseguraste,
mira, voy a extender en la era esta zalea: si cae el rocío sobre la lana
mientras todo el suelo queda seco, me convenceré de que vas a salvar a Israel
por mi medio, como aseguraste.»
Así sucedió. Al día siguiente, Gedeón madrugó, retorció la lana,
exprimiéndole el rocío, y llenó una cazuela de agua. Entonces Gedeón dijo a
Dios:
«No te enfades conmigo si te hago otra propuesta; haré sólo otra
vez la prueba con la zalea: que sólo ella quede seca, y en cambio caiga rocío
sobre el suelo.»
Así lo hizo Dios aquella noche: sólo la zalea quedó seca, mientras
que cayó rocío en todo el suelo.
Yerubaal, es decir, Gedeón, madrugó con su gente y acampó junto a
Fuentemblor. El campamento de Madián les quedaba al norte, junto a la colina de
Moré, en el valle. El Señor dijo a Gedeón:
«Llevas demasiada gente, para que yo os entregue Madián. No sea
que luego Israel se me gloríe, diciendo: "Mi mano me ha dado la
victoria." Vas a echar este pregón ante la tropa: "El que tenga miedo
o tiemble, que se vuelva."»
Se volvieron a casa veintidós mil hombres, y se quedaron diez mil.
El Señor dijo a Gedeón:
«Todavía es demasiada gente. Hazlos bajar a la fuente, y allí te
los seleccionaré. El que yo te diga que puede ir contigo irá contigo; pero el
que yo te diga que no puede ir contigo, ése, que no vaya.»
Gedeón mandó bajar a la tropa hacia la fuente, y el Señor le dijo:
«Los que beban el agua lengüeteando, como los perros, ponlos a un
lado; los que se arrodillen para beber, ponlos al otro lado.»
Los que bebieron lengüeteando, llevándose el agua a la boca con la
mano, fueron trescientos; los demás se arrodillaron para beber. El Señor dijo
entonces a Gedeón:
«Con esos trescientos que han bebido lengüeteando os voy a salvar,
entregando a Madián en vuestro poder. Todos los demás que se vuelvan a casa.»
Cogieron, pues, sus provisiones y sus trompetas, y Gedeón despidió
a los israelitas, cada uno a su casa, reteniendo consigo a los trescientos. El
campamento de Madián les quedaba abajo, en el valle.
Dividió a los trescientos hombres en tres cuerpos y entregó a cada
soldado una trompeta, un cántaro vacío y una antorcha en el cántaro. Luego les
dio estas instrucciones:
«Fijaos en mí y haced lo mismo que yo. Cuando llegue a las
avanzadas del campamento, vosotros haced lo que yo haga. Yo tocaré la trompeta,
y conmigo los de mi grupo; entonces también vosotros tocaréis en torno al
campamento y gritaréis: "¡El Señor y Gedeón!"»
Gedeón llegó con los cien hombres de su grupo a las avanzadas del
campamento, justamente cuando empezaba el relevo de media noche; en cuanto se
hizo el cambio de guardia, Gedeón tocó la trompeta y rompió el cántaro que
llevaba en la mano. Entonces los tres grupos tocaron las trompetas y rompieron
los cántaros; luego, empuñando en la mano izquierda la antorcha, y la trompeta
con la derecha, para poder tocar, gritaron:
«¡El Señor y Gedeón!»
Y se quedaron todos en su sitio alrededor del campamento. Todo el
campamento se alborotó, y empezaron a gritar y a huir, mientras seguían sonando
las trompetas.
El Señor hizo que se acuchillasen unos a otros en el campamento.
R/. Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar al poder. Aún
más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta
para anular a lo que cuenta. De modo que nadie pueda gloriarse en presencia del
Señor.
V/. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes.
R/. De modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
Venga a nosotros tu reino, hágase
tu voluntad
San Cipriano, obispo y mártir
Tratado sobre el Padrenuestro
(Caps. 13-15: CSEL 3,275-278)
Prosigue la oración que comentamos: Venga a nosotros tu
reino. Pedimos que se haga presente en nosotros el reino de Dios, del
mismo modo que suplicamos que su nombre sea santificado en nosotros. Porque no
hay un solo momento en que Dios deje de reinar, ni puede empezar lo que siempre
ha sido y nunca dejará de ser. Pedimos a Dios que venga a nosotros nuestro
reino que tenemos prometido, el que Cristo nos ganó con su sangre y su pasión,
para que nosotros, que antes servimos al mundo, tengamos después parte en el
reino de Cristo, como él nos ha prometido, con aquellas palabras: Venid
vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde
la creación del mundo.
También podemos entender, hermanos muy amados, este reino de Dios,
cuya venida deseamos cada día, en el sentido de la misma persona de Cristo,
cuyo próximo advenimiento es también objeto de nuestros deseos. Él es la
resurrección, ya que en él resucitaremos, y por esto podemos identificar el
reino de Dios con su persona, ya que en él hemos de reinar. Con razón, pues,
pedimos el reino de Dios, esto es, el reino celestial, porque existe también un
reino terrestre. Pero el que ya ha renunciado al mundo está por encima de los
honores y del reino de este mundo.
Pedimos a continuación: Hágase tu voluntad así en la
tierra como en el cielo, no en el sentido de que Dios haga lo que
quiera, sino de que nosotros seamos capaces de hacer lo que Dios quiere. ¿Quién,
en efecto, puede impedir que Dios haga lo que quiere? Pero a nosotros sí que el
diablo puede impedirnos nuestra total sumisión a Dios en sentimientos y
acciones; por esto pedimos que se haga en nosotros la voluntad de Dios, y para
ello necesitamos de la voluntad de Dios, es decir, de su protección y ayuda, ya
que nadie puede confiar en sus propias fuerzas, sino que la seguridad nos viene
de la benignidad y misericordia divinas. Además, el Señor, dando pruebas de la
debilidad humana, que él había asumido, dice: Padre mío, si es posible,
que pase y se aleje de mi ese cáliz, y, para dar ejemplo a sus
discípulos de que hay que anteponer la voluntad de Dios a la propia,
añade: Pero, no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
La voluntad de Dios es la que Cristo cumplió y enseñó. La humildad
en la conducta, la firmeza en la fe, el respeto en las palabras, la rectitud en
las acciones, la misericordia en las obras, la moderación en las costumbres; el
no hacer agravio a los demás y tolerar los que nos hacen a nosotros, el
conservar la paz con nuestros hermanos; el amar al Señor de todo corazón,
amarlo en cuanto Padre, temerlo en cuanto Dios; el no anteponer nada a Cristo,
ya que él nada antepuso a nosotros; el mantenernos inseparablemente unidos a su
amor, el estar junto a su cruz con fortaleza y confianza; y, cuando está en
juego su nombre y su honor, el mostrar en nuestras palabras la constancia de la
fe que profesamos, en los tormentos, la confianza con que luchamos y, en la
muerte, la paciencia que nos obtiene la corona. Esto es querer ser coherederos
de Cristo, esto es cumplir el precepto de Dios y la voluntad del Padre.
R/. El que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése
entrará en el reino de los cielos.
V/. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana
y mi madre.
R/. ése entrará en el reino de los cielos.
*Lecturas
de la 11ª Semana del Tiempo Ordinario Ciclo B*
Miércoles, 16 de junio de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no
tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas
limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en
las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os
aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que
no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en
secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no
seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y
en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han
recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la
puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo
escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los
hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os
aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la
cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre,
que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
Palabra del Señor
Cántico Evangélico
Ant: Ten
misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Bendito sea el Señor, Dios de
Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Ten
misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.
Preces
Invoquemos a Cristo, que se entregó a sí mismo por la Iglesia, y
le da alimento y calor, diciendo:
*Mira, Señor, a tu Iglesia*.
·
- Bendito seas, Señor, Pastor de la Iglesia, que nos vuelves a dar
hoy la luz y la vida;
haz que sepamos agradecerte este magnífico don.
· - Mira
con amor a tu grey, que has congregado en tu nombre;
haz que no se pierda ni uno solo de los que el Padre te ha dado.
· - Guía a
tu Iglesia por el camino de tus mandatos,
y haz que el Espíritu Santo la conserve en la fidelidad.
· - Que tus
fieles, Señor, cobren nueva vida, participando en la mesa de tu pan y de tu
palabra,
para que, con la fuerza de este alimento, te sigan con alegría.
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración
diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro Maestro:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Señor
Dios, infunde en nuestras almas la claridad de tu luz, y, pues con tu sabiduría
nos has creado y con tu providencia nos gobiernas, haz que nuestro vivir y
nuestro obrar estén del todo consagrados a ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
*Profeta San Eliseo*
Eliseo ("Dios es mi salvación") es una figura
dominante del siglo IX antes de Cristo. Conocemos el nombre de su padre, Safat,
originario de Abel Meholah, al sur de Bewt-Shan, y sabemos que su familia era
acomodada (1 Re 19, 16-19).
El Carmelo desde siempre consideró a este
discípulo de San Elías, de quien heredó su doble espíritu, como su segundo
padre espiritual.
Dios le elige directa y especialmente (1 Re
19,16) para que vaya en seguimiento de Elías (1 Re 19,l9ss), al cual sucederá
después de la misteriosa desaparición de éste, heredando su espíritu en la
medida establecida por la Ley para los primogénitos: el doble que los otros
herederos [2 Re 2,1-15]. Su condición de "hombre de Dios" se revela
principalmente en los prodigios de todo género con que está entretejida su
vida. Los obra por sí mismo, para personas particulares y para comunidades
enteras.
Vivió hacia 850-800, sucesor de san Elías, al que supera ciertamente por el número y lo llamativo de
sus milagros, pero no por su personalidad y su influencia religiosa. Así, Elías
es mencionado en el Nuevo Testamento, significativamente, 30 veces; Eliseo sólo
una vez (Lc 4,27).
Su historia, casi legendaria y a veces plagiada
de la de Elías, fue recogida en 1 y 2 Re (1 Re 19, 19-21,2 Re, 13-8,
15,9,1-15,13, 14,-21). Con la unción de Yehú provocó la caída de la dinastía de
Ajab. Gozaba de gran estimación entre los reyes Yosafat (2 Re 3,12) y Yoás (2
Re 13,14-19). Parece que incluso sus propios huesos obraban milagros (2 Re
13,20s).
Eliseo aparece en la Biblia cuando Elías es
arrebatado y su carisma pasa a Eliseo (2 Re 1), y concluye con el milagro que
tuvo lugar con el cadáver del profeta ya enterrado (2Re 13,21).
La mayoría de las narraciones, que semejan
hermosas "florecillas", muestran a Eliseo rodeado de unos grupos que
reciben el nombre de "discípulos (o hijos) de los profetas".
¿Los carmelitas sucesores de "los hijos de
los Profetas"?
Esta es una cuestión ya superada, pero quizá sea
bueno recordar aquí quiénes eran estos "hijos de los Profetas" a los
que muchos autores de dentro y fuera de la Orden señalaron durante siglos como
predecesores de los actuales carmelitas, que tienen su verdadero origen a
finales del siglo XII.
San Eliseo era el Maestro y Padre de todos estos
grupos, a quien acudían y obedecían: 2 Re 4,38;6, 1-2,12-21...
Quizá no nos equivoquemos si consideráramos a
esas confraternidades de profetas como los últimos portadores de una fe en
Yahvé, pura y sin mezcla; ni tampoco nos equivoquemos, si estimamos en alto
grado su importancia en orden a la pervivencia de la fe en Yahvé, y en especial
para el sello característico que tendrá en adelante. En último término, éste es
el punto del que partió aquella inaudita radicación de la fe yahvista y del derecho
divino que nos encontramos en los profetas más tardíos.
Los sorprendentes descubrimientos en las grutas
situadas al noroeste del mar Muerto, no solamente nos proporcionan noticia de
un establecimiento de esenios de estricta observancia, un siglo antes y un
siglo después del nacimiento de Cristo, sino que nos proporcionan también una
visión exacta de las ordenanzas rigurosas de su vida comunitaria dirigida
autoritativamente (todo ello gracias al documento llamado "Reglas de la
secta"), muestran bajo nueva luz los relatos referentes a las
fraternidades de profetas de la época de Eliseo.
*Vísperas*
Inicio
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Ignorando mi vida,
golpeado por la luz de las estrellas,
como un ciego que extiende,
al caminar, las manos en la sombra,
todo yo, Cristo mío,
todo mi corazón, sin mengua, entero,
virginal y encendido, se reclina
en la futura vida, como el árbol
en la savia se apoya, que le nutre
y le enflora y verdea.
Todo mi corazón, ascua de hombre,
inútil sin tu amor, sin ti vacío,
en la noche te busca;
le siento que te busca, como un ciego
que extiende, al caminar, las manos llenas
de anchura y de alegría.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
Primer Salmo
Salmo 125: Dios, alegría y esperanza nuestra
Ant: Los que
sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo
(2Co 1,7)
Cuando el Señor cambió la suerte
de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Los que
sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Segundo Salmo
Salmo 126: El esfuerzo humano es inútil sin Dios
Ant: Que el
Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Sois edificio de Dios (1Co 3,9)
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
No quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Que el
Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Cántico NT
Colosenses 1,12-20: Himno a Cristo, primogénito de toda criatura
y primer resucitado de entre los muertos
Ant: Él es el
primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de Él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por Él y para Él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por Él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Él es el
primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Lectura Bíblica
Ef 3,20-21
A Dios,
que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con
ese poder que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo
Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.
V/. Sálvame,
Señor, y ten misericordia de mí.
R/. Sálvame,
Señor, y ten misericordia de mí.
V/. No
arrebates mi alma con los pecadores.
R/. Y ten
misericordia de mí.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Sálvame,
Señor, y ten misericordia de mí.
Cántico Evangélico
Ant: El
Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El
Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Preces
Invoquemos
a Dios, que envió a su Hijo como salvador y modelo supremo de su pueblo, diciendo:
Que tu pueblo te alabe, Señor.
·
- Te damos gracias, Señor, porque nos has escogido como primicias
para la salvación;
haz que sepamos corresponder y así hagamos nuestra la gloria de nuestro
Señor Jesucristo.
· - Haz que
todos los que confiesan tu santo nombre sean concordes en la verdad
y vivan unidos por la caridad.
· - Creador
del universo, cuyo Hijo, al venir a este mundo, quiso trabajar con sus propias
manos,
acuérdate de los trabajadores, que ganan el pan con el sudor de su frente.
· -
Acuérdate, también, de todos lo que viven entregados al servicio de los demás:
que no se dejen vencer por el desánimo ante la incomprensión de los hombres.
· - Ten
piedad de nuestros hermanos difuntos
y líbralos del poder del Maligno.
Se pueden añadir algunas intenciones
libres.
Llenos de fe, invoquemos juntos
al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Llegue a
tus oídos, Señor, la voz suplicante de tu Iglesia, a fin de que, conseguido el
perdón de nuestros pecados, con tu ayuda podamos dedicarnos a tu servicio y con
tu protección vivamos confiados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
R/. Amén.