*LAS
LAUDES*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - SÁBADO XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2020
El siguiente es el formulario que corresponde a
laudes de la liturgia de las horas para el sábado, 18 de julio de 2020.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid,
adorémosle.
Laudes
Himno
Al filo de los
gallos,
viene la aurora
los temores se alejan
como las sombras.
¡Dios, Padre nuestro,
en tu nombre dormimos
y amanecemos!
Como luz nos visitas,
Rey de los hombres,
como amor que vigila
siempre de noche;
cuando el que duerme,
bajo el signo del sueño,
prueba la muerte.
Del sueño del pecado
nos resucitas,
y es señal de tu gracia
la luz amiga.
¡Dios que nos velas!
Tú nos sacas por gracia
de las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo,
gloria al Espíritu,
al que es paz, luz y vida,
al Uno y Trino;
gloria a su nombre
y al misterio divino
que nos lo esconde.
Amén.
Salmodia
Antífona 1: Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son
estables.
Salmo 118, 145-152
XIX (Coph)
Te invoco de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Antífona 2: Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis
trabajos.
Sb 9,1-6.9-11
Dame, Señor, la
sabiduría
Os daré palabras y sabiduría a las que no podrá
hacer frente… ningún adversario vuestro. (Lc 21,15)
Dios de los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.
Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues, aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.
Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.
Antífona 3: La fidelidad del Señor dura por siempre.
Salmo 116
Invitación universal a
la alabanza divina
Los gentiles alaban a Dios por su misericordia (cf.
Rm 15,9)
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Lectura Breve
Flp 2,14-15
Cualquier cosa que hagáis, sea sin protestas ni
discusiones: así seréis irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha, en
medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras
del mundo.
Responsorio Breve
R. A
ti grito, Señor: * Tú eres mi refugio. A ti grito.
V. Y mi lote en el país de la vida. * Tú eres mi
refugio. Gloria al Padre. A ti grito.
Primera Lectura
Del libro de Job 7,
1-21
JOB LE RECLAMA A DIOS
POR EL TEDIO DE SU VIDA
Job tomó la palabra y
dijo:
«El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio militar. Sus días son como
los de un jornalero: como el esclavo, que suspira por la sombra, como el peón,
que aguarda su
salario.
Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme
pienso: "¿Cuándo me levantaré?" Se alarga la noche y me harto de dar
vueltas hasta el alba: mi
carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas, la piel se me rompe y me
supura.
Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza.
Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la dicha; los ojos
que me veían ya no me verán, y cuando tus ojos me busquen habré desaparecido.
Como pasa la nube y se deshace, el que baja a la tumba no sube ya; no vuelve a
su casa, su morada no vuelve a verlo. Por eso no frenaré mi lengua, hablará mi
espíritu
angustiado y mi alma amargada se quejará.
¿Soy acaso el monstruo marino o el Dragón para que me pongas un guardián?
Cuando pienso que el lecho me aliviará y la cama soportará mis quejidos,
entonces me espantas con sueños y me aterrorizas con pesadillas. Preferiría
morir asfixiado, preferiría la muerte, más que estos dolores.
No he de vivir por siempre: déjame, que mis días son un soplo. ¿Qué es el
hombre para que le des importancia, para que tanto te ocupes de él, para que le
pases revista por la mañana y lo examines a cada momento? ¿Por qué no apartas
de mí la vista y no me dejas ni tragar saliva?
Si he pecado, ¿qué te he hecho, Centinela del hombre? ¿Por qué me has tomado
como blanco y me he convertido en carga para ti? ¿Por qué no me perdonas mi
delito y borras ya mi iniquidad? Muy pronto me acostaré en el polvo, me
buscarás y ya no existiré.»
Responsorio Jb 7, 5. 7. 6
R. Mi carne está cubierta de gusanos y de
costras terrosas, la piel se me rompe y me supura. * Recuerda,
Señor, que mi vida es un soplo.
V. Mis días corren más que la lanzadera y se
consumen sin esperanza.
R. Recuerda, Señor, que mi vida es un soplo.
Segunda Lectura
Del tratado de san
Ambrosio, obispo, sobre los misterios
(Núms. 52-54. 58: SC 25 bis, 186-188. 190)
ESTE SACRAMENTO QUE
RECIBES SE REALIZA POR LA PALABRA DE CRISTO
Vemos que el poder de
la gracia es mayor que el de la naturaleza y, con todo, aún hacemos cálculos
sobre los efectos de la bendición proferida en nombre de Dios. Si la
bendición de un hombre fue capaz de cambiar el orden natural, ¿qué diremos de
la misma consagración divina, en la que actúan las palabras del Señor y
Salvador en persona? Porque este sacramento que recibes se realiza por la
palabra de Cristo. Y, si la palabra de Elías tuvo tanto poder que hizo bajar
fuego del cielo, ¿no tendrá poder la palabra de Cristo para cambiar la
naturaleza de los elementos? Respecto a la creación de todas las cosas, leemos
que él lo dijo, y existieron, él lo mandó, y surgieron. Por tanto, si la
palabra de Cristo pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podrá cambiar en
algo distinto lo que
ya existe? Mayor poder supone dar el ser a lo que no existe que dar un nuevo
ser a lo que ya existe.
Mas, ¿para qué usamos de argumentos? Atengámonos a lo que aconteció en su
propia persona, y los misterios de su encarnación nos servirán de base para
afirmar la verdad del misterio. Cuando el Señor Jesús nació de María, ¿por
ventura lo hizo según el orden natural? El orden natural de la generación consiste
en la unión de la mujer con el varón.
Es evidente, pues, que la concepción virginal de Cristo fue algo por encima del
orden natural. Y lo que nosotros hacemos presente es aquel cuerpo nacido de una
virgen. ¿Por qué buscar el orden natural en el cuerpo de Cristo, si el mismo
Señor Jesús nació de una virgen, fuera de las leyes naturales? Era real la
carne de Cristo que fue crucificada y sepultada; es, por tanto, real el
sacramento de su carne.
El mismo Señor Jesús afirma: Esto es mi cuerpo. Antes de las palabras de la
bendición celestial, otra es la realidad que se nombra; después de la
consagración, es significado el cuerpo de Cristo. Lo mismo podemos decir de su
sangre: Antes de la consagración, otro es el nombre que recibe; después de la consagración,
es llamada sangre. Y tú dices:
"Amén", que equivale a decir: "Así es". Que nuestra mente
reconozca como verdadero lo que dice nuestra boca, que nuestro interior asienta
a lo que profesamos externamente.
Por esto, la Iglesia, contemplando la grandeza del don divino, exhorta a sus
hijos y miembros de su familia a que acudan a los sacramentos, diciendo: Comed,
mis familiares, bebed y embriagaos, hermanos míos. Compañeros, comed y bebed, y
embriagaos, mis
amigos. Qué es lo que hay que comer y beber, nos lo enseña en otro lugar el
Espíritu Santo por boca del salmista: Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. En este sacramento está Cristo, porque es el
cuerpo de Cristo. No es, por tanto, un
alimento material, sino espiritual. Por ello, dice el Apóstol, refiriéndose a
lo que era figura del mismo; que nuestros padres comieron el mismo alimento
espiritual, y bebieron la
misma bebida espiritual. En efecto, el cuerpo de Dios es espiritual, el cuerpo
de Cristo es un cuerpo espiritual y divino, ya que Cristo es espíritu, tal como
leemos: El espíritu ante nuestra faz, Cristo, el Señor. Y en la carta de Pedro
leemos también: Cristo murió por vosotros. Finalmente, este alimento fortalece
nuestro corazón, y esta bebida alegra el corazón del hombre, como recuerda el
salmista.
Responsorio Hb 12, 1-2; 2Co 6, 4-5
R. Corramos con firmeza y constancia la carrera
para nosotros preparada, * llevando los ojos fijos en Jesús, caudillo y
consumador de la fe.
V. Acreditémonos por nuestra mucha constancia en
las tribulaciones, necesidades y
angustias, en los azotes y prisiones.
R. Llevando los ojos fijos en Jesús, caudillo y
consumador de la fe.
Sábado, 18 de julio de 2020
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (12,14-21):
14 Pero los fariseos, en cuanto
salieron, se confabularon contra él para ver cómo eliminarle.
15 Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le
siguieron muchos y los curó a todos.
16 Y les mandó enérgicamente que no le
descubrieran;
17 para que se cumpliera el oráculo del
profeta Isaías:
18 = He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi
Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará
el juicio a las naciones. =
19 = No disputará ni gritará, ni oirá nadie
en las plazas su voz. =
20 = La caña cascada no la quebrará, ni
apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: =
21 = en su nombre pondrán las naciones su
esperanza. =
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Invoquemos a Dios, que colocó a María, madre de
Cristo, por encima de todas las criaturas celestiales y terrenas, diciendo con
filial confianza:
'Mira a la Madre de tu Hijo y
escúchanos'.
Padre de misericordia, te damos gracias porque nos has dado a María como Madre
y ejemplo; —santifícanos, por su intercesión.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, y
fuera siempre fidelísima esclava tuya, —por su intercesión, haz que también
nosotros seamos, de verdad, siervos y discípulos de tu Hijo.
Tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo, —por
intercesión de María, otórganos los frutos de este mismo Espíritu.
Tú que diste fuerza a María para permanecer junto a la cruz, y la llenaste de
alegría con la resurrección de tu Hijo,
—por intercesión de María, confórtanos en la tribulación y reanima nuestra
esperanza.
Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Oh Dios, fuente y origen de nuestra salvación, haz
que, mientras dura nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos incesantemente y
podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.