Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DE FÁTIMA 2020
En el año 1917 Nuestra Señora del Rosario se
apareció a tres pastorcitos: Jacinta, Francisco y Lucía, en Cova de Iría, municipio
de Fátima (Portugal), para pedir el sacrificio y la oración perseverante por la
conversión de los pecadores.
El siguiente es el formulario que corresponde a
laudes de la liturgia de las horas para LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DE
FÁTIMA el día del miércoles, 13 de mayo de 2020.
V. Señor, ábreme los
labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos a
Cristo, Hijo de María Virgen.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen
Himno
Ofrezcan los
cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona 1: Dichosa eres,
María, porque de ti vino la salvación del mundo; tú que ahora vives ya en la
gloria del Señor, intercede por nosotros ante tu Hijo.
Salmo 62, 2-9
El
alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Dichosa eres,
María, porque de ti vino la salvación del mundo; tú que ahora vives ya en la
gloria del Señor, intercede por nosotros ante tu Hijo
Antífona 2: Tú eres la gloria
de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú, el orgullo de nuestra raza.
Dn 3,57-88.56
Toda
la creación alabe al Señor
Alabad
al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona 2: Tú eres la gloria
de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú, el orgullo de nuestra raza.
Antífona 3: ¡Alégrate, Virgen
María! Tú llevaste en el seno a Cristo, el Salvador.
Salmo 149
Alegría
de los santos
Los
hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el
Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: ¡Alégrate, Virgen
María! Tú llevaste en el seno a Cristo, el Salvador
Lectura
Breve Is 61, 10
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi
Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de
triunfo, como a una novia que se adorna con sus joyas.
Responsorio
Breve
V. El Señor la eligió y la
predestinó.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
V. La hizo morar en su templo santo.
R. Y la predestinó.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
Primera
Lectura
Del primer libro de las Crónicas 17, 1-15
ORÁCULO DEL PROFETA NATÁN
En aquellos días, morando ya David en su casa, dijo
a Natán, profeta: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el arca de la
alianza del Señor está bajo pieles.» Respondió Natán a David:
«Haz todo cuanto tienes en tu corazón, porque Dios está contigo.»
Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán en estos términos: «Vete y di a mi siervo David: Así dice el Señor: No serás tú quien me edifique Casa para que habite yo en ella. Pues no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los israelitas hasta el día de hoy; sino que he andado de tienda en tienda y de morada en morada. En todo el tiempo que he ido de un lado para otro con todo Israel, ¿he dicho apacentaran a mi pueblo: Por qué no me edificáis una Casa de cedro? Di, pues, ahora esto a mi siervo David: Así habla el Señor de los ejércitos: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel. He estado contigo donde quiera que has ido, he eliminado a todos tus enemigos de delante de ti y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra. Fijaré un lugar a mi pueblo Israel, y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado, y los malhechores no seguirán oprimiéndole como al principio, y como en los días en que instituí Jueces sobre mi pueblo Israel. Someteré a todos tus enemigos. El Señor te anuncia que te edificará una casa. Cuando se cumplan tus días para ir con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré su reino. Él me edificará una casa y yo afirmaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo, y no apartaré de él mi amor, como le aparté de aquel que fue antes de ti. Yo le estableceré en mi casa y en mi reino para siempre, y su trono estará firme eternamente.»
Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, habló Natán a David.
«Haz todo cuanto tienes en tu corazón, porque Dios está contigo.»
Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán en estos términos: «Vete y di a mi siervo David: Así dice el Señor: No serás tú quien me edifique Casa para que habite yo en ella. Pues no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los israelitas hasta el día de hoy; sino que he andado de tienda en tienda y de morada en morada. En todo el tiempo que he ido de un lado para otro con todo Israel, ¿he dicho apacentaran a mi pueblo: Por qué no me edificáis una Casa de cedro? Di, pues, ahora esto a mi siervo David: Así habla el Señor de los ejércitos: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel. He estado contigo donde quiera que has ido, he eliminado a todos tus enemigos de delante de ti y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra. Fijaré un lugar a mi pueblo Israel, y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado, y los malhechores no seguirán oprimiéndole como al principio, y como en los días en que instituí Jueces sobre mi pueblo Israel. Someteré a todos tus enemigos. El Señor te anuncia que te edificará una casa. Cuando se cumplan tus días para ir con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré su reino. Él me edificará una casa y yo afirmaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo, y no apartaré de él mi amor, como le aparté de aquel que fue antes de ti. Yo le estableceré en mi casa y en mi reino para siempre, y su trono estará firme eternamente.»
Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, habló Natán a David.
Responsorio
Breve
R. Bienaventurada eres,
Virgen María, por haber llevado al Señor, creador del mundo. * Engendraste
al que te hizo, y permaneces virgen para siempre.
V. Alégrate, María, llena de gracia; el Señor está contigo.
R. Engendraste al que te hizo, y permaneces virgen para siempre.
Segunda
Lectura
De los sermones de san Efrén, diácono
(Sermón 3 de diversis: Opera omnia, III syr. et lat., Roma 1743, 607)
(Sermón 3 de diversis: Opera omnia, III syr. et lat., Roma 1743, 607)
MARÍA SOLA ABRAZA AL QUE TODO EL UNIVERSO NO ABARCA
María fue hecha cielo en favor nuestro al llevar la
divinidad que Cristo, sin dejar la gloria del Padre, encerró en los angostos
límites de un seno para conducir a los hombres a una dignidad mayor. Eligió a
ella sola entre toda la asamblea de las vírgenes para que
fuese instrumento de nuestra salvación. En ella encontraron su culmen los vaticinios de todos los justos y profetas. De ella nació aquella brillantísima estrella bajo cuya guía vio una gran luz el pueblo, que caminaba en tinieblas. María puede ser denominada de forma adecuada con diversos títulos. Ella es el templo del Hijo de Dios, que salió de ella de manera muy distinta a como había entrado, porque, aunque había entrado en su seno sin cuerpo, salió revestido de un cuerpo. Ella es el nuevo cielo místico, en el que el Rey de reyes habitó como en su morada. De él bajó a la tierra mostrando ostensiblemente una forma y semejanza terrena. Ella es la vid que da como fruto un suave olor. Su fruto, como difería absolutamente por la naturaleza del árbol, necesariamente cambiaba su semejanza por causa del árbol. Ella es la fuente que brota de la casa del Señor, de la que fluyeron para los sedientos
aguas vivas que, si alguien las gusta aunque sea con la punta de los labios, jamás sentirá sed. Amadísimos, se equivoca quien piensa que el día de la renovación de María puede ser comparado con otro día de la creación. En el inicio fue creada la tierra; por medio de ella es renovada. En el inicio fue maldita en su actividad por el pecado de Adán, por medio de ella le es devuelta la paz y la seguridad. En el inicio, la muerte se extendió a todos los hombres por el pecado de los primeros padres, pero ahora hemos sido trasladados de la muerte a la vida. En el inicio, la serpiente se adueñó de los oídos de Eva, y el veneno se extendió a todo el cuerpo; ahora María acoge en sus oídos al defensor de la perpetua felicidad. Lo que fue instrumento de muerte, ahora se alza como instrumento de vida. El que se sienta sobre los Querubines es sostenido ahora por los brazos de una mujer; Aquel al que todo el orbe no puede abarcar, María sola lo abraza; Aquel al que temen los Tronos y las Dominaciones, una joven lo protege; Aquel cuya morada es eterna, se sienta en las rodillas de una virgen; Aquel que tiene la tierra por escabel de sus pies, la pisa con pies de niño.
fuese instrumento de nuestra salvación. En ella encontraron su culmen los vaticinios de todos los justos y profetas. De ella nació aquella brillantísima estrella bajo cuya guía vio una gran luz el pueblo, que caminaba en tinieblas. María puede ser denominada de forma adecuada con diversos títulos. Ella es el templo del Hijo de Dios, que salió de ella de manera muy distinta a como había entrado, porque, aunque había entrado en su seno sin cuerpo, salió revestido de un cuerpo. Ella es el nuevo cielo místico, en el que el Rey de reyes habitó como en su morada. De él bajó a la tierra mostrando ostensiblemente una forma y semejanza terrena. Ella es la vid que da como fruto un suave olor. Su fruto, como difería absolutamente por la naturaleza del árbol, necesariamente cambiaba su semejanza por causa del árbol. Ella es la fuente que brota de la casa del Señor, de la que fluyeron para los sedientos
aguas vivas que, si alguien las gusta aunque sea con la punta de los labios, jamás sentirá sed. Amadísimos, se equivoca quien piensa que el día de la renovación de María puede ser comparado con otro día de la creación. En el inicio fue creada la tierra; por medio de ella es renovada. En el inicio fue maldita en su actividad por el pecado de Adán, por medio de ella le es devuelta la paz y la seguridad. En el inicio, la muerte se extendió a todos los hombres por el pecado de los primeros padres, pero ahora hemos sido trasladados de la muerte a la vida. En el inicio, la serpiente se adueñó de los oídos de Eva, y el veneno se extendió a todo el cuerpo; ahora María acoge en sus oídos al defensor de la perpetua felicidad. Lo que fue instrumento de muerte, ahora se alza como instrumento de vida. El que se sienta sobre los Querubines es sostenido ahora por los brazos de una mujer; Aquel al que todo el orbe no puede abarcar, María sola lo abraza; Aquel al que temen los Tronos y las Dominaciones, una joven lo protege; Aquel cuya morada es eterna, se sienta en las rodillas de una virgen; Aquel que tiene la tierra por escabel de sus pies, la pisa con pies de niño.
Responsorio
Breve
R. Saltó el corazón de la
Virgen: ante el anuncio del ángel concibió el misterio divino; entonces acogió
en su virginal seno al más bello entre los hijos de los hombres * y
la bendita por siempre nos dio a Dios hecho hombre.
V. La morada de su seno puro se convirtió inmediatamente en templo de Dios: por el poder de la palabra, la Virgen intacta concibió al Hijo.
R. Y la bendita por siempre nos dio a Dios hecho hombre.
Nuestra Señora de Fátima
Miércoles,
13 de mayo de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):
1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
2 Todo sarmiento que en
mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más
fruto.
3 Vosotros estáis ya
limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.
4 Permaneced en mí,
como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo,
si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid;
vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto;
porque separados de mí no podéis hacer nada.
6 Si alguno no
permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los
recogen, los echan al fuego y arden.
7 Si permanecéis en mí,
y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo
conseguiréis.
8 La gloria de mi Padre
está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.
Palabra del Señor
Canto
Evangélico
Antifona: Por Eva se
cerraron a los hombres las puertas del paraíso, y por María Virgen han sido
abiertas de nuevo.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso
nacer de María Virgen, y digámosle:
*Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros*.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
— haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, tú que elegiste a María como arca de tu morada, — líbranos de toda ocasión de pecado.
Salvador del mundo, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz, — por su intercesión concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Señor Jesús, que colgado en la cruz entregaste María a Juan como madre, — haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado
sea tu nombre,
venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal.
venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal.
Oremos:
Señor Dios todopoderoso, haz que, por la
intercesión de santa María, la Virgen, nosotros, tus hijos, gocemos de plena
salud de alma y cuerpo, vivamos alegres en medio de las dificultades del mundo
y alcancemos la felicidad de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos.
Amén.
V. El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
R. Amén.