Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO DE NAVIDAD
SÁBADO DE LA SEMANA I
Del Propio - Salterio I
4 de enero
SÁBADO DE LA SEMANA I
Del Propio - Salterio I
4 de enero
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Himno: VER A DIOS EN LA CRIATURA
Ver a Dios en la criatura,
ver a Dios hecho mortal,
ver en humano portal
la celestial hermosura.
¡Gran merced y gran ventura
a quien verlo mereció!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Ver llorar a la alegría,
ver tan pobre a la riqueza,
ver tan baja a la grandeza
y ver que Dios lo quería.
¡Gran merced fue en aquel día
la que el hombre recibió!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Poner paz en tanta guerra,
calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un cielo en la tierra.
¡Qué misión de escalofrío
la que Dios nos confió!
¡Quién lo hiciera y fuera yo! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Ant 2. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico: HIMNO A DIOS, DESPUÉS DE LA VICTORIA DEL MAR ROJO Ex 15, 1-4. 8-13. 17-18
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temibles por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Ant 3. Alabad al Señor, todas las naciones.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor, todas las naciones.
LECTURA BREVE Is 45, 22-24
Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios y no hay otro. Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: «Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua».
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
V. Los confines de la tierra la han contemplado.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Himno: VER A DIOS EN LA CRIATURA
Ver a Dios en la criatura,
ver a Dios hecho mortal,
ver en humano portal
la celestial hermosura.
¡Gran merced y gran ventura
a quien verlo mereció!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Ver llorar a la alegría,
ver tan pobre a la riqueza,
ver tan baja a la grandeza
y ver que Dios lo quería.
¡Gran merced fue en aquel día
la que el hombre recibió!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Poner paz en tanta guerra,
calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un cielo en la tierra.
¡Qué misión de escalofrío
la que Dios nos confió!
¡Quién lo hiciera y fuera yo! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Ant 2. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico: HIMNO A DIOS, DESPUÉS DE LA VICTORIA DEL MAR ROJO Ex 15, 1-4. 8-13. 17-18
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temibles por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Ant 3. Alabad al Señor, todas las naciones.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor, todas las naciones.
LECTURA BREVE Is 45, 22-24
Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios y no hay otro. Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: «Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua».
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
V. Los confines de la tierra la han contemplado.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
PRIMERA
LECTURA
Del libro del Cantar de los cantares 6, 3—7, 8
ALABANZA DE LA ESPOSA
Eres bella, amiga mía, como Tirsa, igual que Jerusalén tu hermosura; terrible como escuadrón a banderas desplegadas. ¡Aparta de mí tus ojos, que me turban! Tus cabellos son un rebaño de cabras, descolgándose por las laderas de Galaad. Son tus dientes un rebaño esquilado, recién salido de bañarse, cada oveja tiene mellizos, ninguna hay sin corderos. Tus sienes, entre el velo, son dos mitades de granada.
Si sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, sin número las doncellas, una sola es mi paloma, sin defecto, una sola, predilecta de su madre. Al verla, la felicitan las muchachas, y la alaban las reinas y concubinas:
«¿Quién es esa que surge como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas?»
Bajé a mi nogueral a examinar los brotes de la vega, a ver si ya las vides florecían, a ver si ya se abrían los botones de los granados; y, sin saberlo, me encontré en la carroza con mi príncipe.
Vuélvete, vuélvete, Sulamita, vuélvete, vuélvete, para que te veamos.
¿Qué miráis en la Sulamita cuando danza en medio de dos coros?
Tus pies hermosos en las sandalias, hija de príncipes; esa curva de tus caderas como collares, labor de orfebre; tu ombligo, una copa redonda, rebosando licor; y tu vientre, montón de trigo, rodeado de azucenas; tus pechos, como crías mellizas de gacela; tu cuello es una torre de marfil; tu cabeza se yergue semejante al Carmelo; tus ojos, dos albercas de Jesbón, junto a la Puerta Mayor; es el perfil de tu nariz igual que el saliente del Líbano que mira a Damasco; tus cabellos de púrpura con sus trenzas cautivan a un rey.
¡Qué hermosa estás, qué bella, qué delicia en tu amor! Tu talle es de palmera, tus pechos, los racimos. Yo pensé: «Treparé a la palmera, a coger sus dátiles.» Son para mí tus pechos como racimos de uvas, tu aliento, como aroma de manzanas.
RESPONSORIO Ct 6, 3. 2; Sal 84, 11
R. Eres bella, amiga mía, igual que Jerusalén tu hermosura; * yo soy para mi amado, y él es para mí.
V. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan.
R. Yo soy para mi amado, y él es para mí.
SEGUNDA LECTURA
De los Capítulos, distribuidos en cinco centurias, de san Máximo Confesor, abad
(Centuria 1, 8-13: PG 90, 1182-1186)
MISTERIO SIEMPRE NUEVO
El Verbo de Dios nació según la carne una vez por todas, por su bondad y condescendencia para con los hombres, pero continúa naciendo espiritualmente en aquellos que lo desean; en ellos se hace niño y en ellos se va formando a medida que crecen sus virtudes; se da a conocer a sí mismo en proporción a la capacidad de cada uno, capacidad que él conoce; y si no se comunica en toda su dignidad y grandeza no es porque no lo desee, sino porque conoce las limitaciones de la facultad receptiva de cada uno, y por esto nadie puede conocerlo de un modo perfecto.
En este sentido el Apóstol, consciente de toda la virtualidad de este misterio, dice: Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre, es decir, que se trata de un misterio siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca.
Cristo, que es Dios, nace y se hace hombre, asumiendo un cuerpo y un alma racional, él, por quien todo lo que existe ha salido de la nada; en el Oriente una estrella brilla en pleno día y guía a los magos hasta el lugar en que yace el Verbo encarnado; con ello se demuestra que el Verbo, contenido en la ley y los profetas, supera místicamente el conocimiento sensible y conduce a los gentiles a la luz de un conocimiento superior.
Es que las enseñanzas de la ley y los profetas, cristianamente entendidas, son como la estrella que conduce al conocimiento del Verbo encarnado a todos aquellos que han sido llamados por designio gratuito de Dios.
Así pues, Dios se hace perfecto hombre, sin que le falte nada de lo que pertenece a la naturaleza humana, excepción hecha del pecado (el cual, por lo demás, no es inherente a la naturaleza humana); de este modo ofrece a la voracidad insaciable del dragón infernal el señuelo de su carne, excitando su avidez; cebo que, al morderlo, se había de convertir para él en veneno mortal y causa de su total ruina, por la fuerza de la divinidad que en su interior llevaba oculta; esta misma fuerza divina serviría, en cambio, de remedio para la naturaleza humana, restituyéndola a su dignidad primitiva.
En efecto, así como el dragón infernal, habiendo inoculado su veneno en el árbol de la ciencia, había corrompido al hombre cuando éste quiso gustar de aquel árbol, así también aquél, cuando pretendió devorar la carne del Señor, sufrió la ruina y la aniquilación, por el poder de la divinidad latente en esta carne.
La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo. ¿Cómo el Verbo, que existe personal y substancialmente en el Padre, puede al mismo tiempo existir personal y substancialmente en la carne? ¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo él por naturaleza, y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios, ni de la nuestra, según la cual es hombre? únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural.
RESPONSORIO Jn 1, 14. 1
R. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros; * y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
V. Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Del libro del Cantar de los cantares 6, 3—7, 8
ALABANZA DE LA ESPOSA
Eres bella, amiga mía, como Tirsa, igual que Jerusalén tu hermosura; terrible como escuadrón a banderas desplegadas. ¡Aparta de mí tus ojos, que me turban! Tus cabellos son un rebaño de cabras, descolgándose por las laderas de Galaad. Son tus dientes un rebaño esquilado, recién salido de bañarse, cada oveja tiene mellizos, ninguna hay sin corderos. Tus sienes, entre el velo, son dos mitades de granada.
Si sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, sin número las doncellas, una sola es mi paloma, sin defecto, una sola, predilecta de su madre. Al verla, la felicitan las muchachas, y la alaban las reinas y concubinas:
«¿Quién es esa que surge como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas?»
Bajé a mi nogueral a examinar los brotes de la vega, a ver si ya las vides florecían, a ver si ya se abrían los botones de los granados; y, sin saberlo, me encontré en la carroza con mi príncipe.
Vuélvete, vuélvete, Sulamita, vuélvete, vuélvete, para que te veamos.
¿Qué miráis en la Sulamita cuando danza en medio de dos coros?
Tus pies hermosos en las sandalias, hija de príncipes; esa curva de tus caderas como collares, labor de orfebre; tu ombligo, una copa redonda, rebosando licor; y tu vientre, montón de trigo, rodeado de azucenas; tus pechos, como crías mellizas de gacela; tu cuello es una torre de marfil; tu cabeza se yergue semejante al Carmelo; tus ojos, dos albercas de Jesbón, junto a la Puerta Mayor; es el perfil de tu nariz igual que el saliente del Líbano que mira a Damasco; tus cabellos de púrpura con sus trenzas cautivan a un rey.
¡Qué hermosa estás, qué bella, qué delicia en tu amor! Tu talle es de palmera, tus pechos, los racimos. Yo pensé: «Treparé a la palmera, a coger sus dátiles.» Son para mí tus pechos como racimos de uvas, tu aliento, como aroma de manzanas.
RESPONSORIO Ct 6, 3. 2; Sal 84, 11
R. Eres bella, amiga mía, igual que Jerusalén tu hermosura; * yo soy para mi amado, y él es para mí.
V. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan.
R. Yo soy para mi amado, y él es para mí.
SEGUNDA LECTURA
De los Capítulos, distribuidos en cinco centurias, de san Máximo Confesor, abad
(Centuria 1, 8-13: PG 90, 1182-1186)
MISTERIO SIEMPRE NUEVO
El Verbo de Dios nació según la carne una vez por todas, por su bondad y condescendencia para con los hombres, pero continúa naciendo espiritualmente en aquellos que lo desean; en ellos se hace niño y en ellos se va formando a medida que crecen sus virtudes; se da a conocer a sí mismo en proporción a la capacidad de cada uno, capacidad que él conoce; y si no se comunica en toda su dignidad y grandeza no es porque no lo desee, sino porque conoce las limitaciones de la facultad receptiva de cada uno, y por esto nadie puede conocerlo de un modo perfecto.
En este sentido el Apóstol, consciente de toda la virtualidad de este misterio, dice: Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre, es decir, que se trata de un misterio siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca.
Cristo, que es Dios, nace y se hace hombre, asumiendo un cuerpo y un alma racional, él, por quien todo lo que existe ha salido de la nada; en el Oriente una estrella brilla en pleno día y guía a los magos hasta el lugar en que yace el Verbo encarnado; con ello se demuestra que el Verbo, contenido en la ley y los profetas, supera místicamente el conocimiento sensible y conduce a los gentiles a la luz de un conocimiento superior.
Es que las enseñanzas de la ley y los profetas, cristianamente entendidas, son como la estrella que conduce al conocimiento del Verbo encarnado a todos aquellos que han sido llamados por designio gratuito de Dios.
Así pues, Dios se hace perfecto hombre, sin que le falte nada de lo que pertenece a la naturaleza humana, excepción hecha del pecado (el cual, por lo demás, no es inherente a la naturaleza humana); de este modo ofrece a la voracidad insaciable del dragón infernal el señuelo de su carne, excitando su avidez; cebo que, al morderlo, se había de convertir para él en veneno mortal y causa de su total ruina, por la fuerza de la divinidad que en su interior llevaba oculta; esta misma fuerza divina serviría, en cambio, de remedio para la naturaleza humana, restituyéndola a su dignidad primitiva.
En efecto, así como el dragón infernal, habiendo inoculado su veneno en el árbol de la ciencia, había corrompido al hombre cuando éste quiso gustar de aquel árbol, así también aquél, cuando pretendió devorar la carne del Señor, sufrió la ruina y la aniquilación, por el poder de la divinidad latente en esta carne.
La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo. ¿Cómo el Verbo, que existe personal y substancialmente en el Padre, puede al mismo tiempo existir personal y substancialmente en la carne? ¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo él por naturaleza, y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios, ni de la nuestra, según la cual es hombre? únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural.
RESPONSORIO Jn 1, 14. 1
R. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros; * y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
V. Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Sábado, 4
de enero de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: « ¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: « ¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Cristo, nuestro Dios, que posee la plenitud de la divinidad, al nacer como hombre ha renovado la humanidad. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cristo, nuestro Dios, que posee la plenitud de la divinidad, al nacer como hombre ha renovado la humanidad. Aleluya.
PRECES
Glorifiquemos a Cristo, Verbo eterno del Padre, manifestado en la carne, contemplado por los ángeles y predicado a los paganos, y digámosle devotamente:
Te adoramos, Hijo unigénito de Dios.
Libertador del género humano, que naciendo de la Virgen has venido a renovar el mundo,
líbranos por intercesión de María de toda corrupción de la carne.
Tú que desde el cielo hiciste brillar en la tierra la justicia increada,
ilumina con la claridad de tu luz el día que empezamos y toda nuestra vida.
Hijo de Dios, que nos has revelado el amor del Padre,
haz que también nuestra caridad manifieste a los hombres el amor de Dios.
Tú que quisiste acampar entre nosotros,
haz que seamos dignos de morar contigo en tu reino.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Con el deseo de que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres y que su amor se extienda por toda la tierra, pidamos al Padre que su reino venga a nosotros:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Dios todopoderoso, que tu Salvador, que has enviado del cielo como una luz nueva para redimir al mundo, nazca también en nuestros corazones y los renueve continuamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Santa Isabel Ana
Bayley Seton
4 de Enero
4 de Enero
Nace Isabel Ana en Nueva York el 28 de agosto de 1774. Crece en el
seno de la iglesia episcopaliana.
Contrae matrimonio con William Seton a la edad de veinte años y
llega a tener cinco hijos. El 27 de diciembre de 1803 enviuda.
Años más tarde, el 14 de marzo de 1805 abraza el catolicismo, lo
cual supone para ella múltiples pruebas, tanto interiores como exteriores,
venidas de los parientes y amigos. Todas las supera con fe, amor y valentía.
Se aplica asiduamente a la vida espiritual. Educa con solicitud a
sus hijos y, deseosa de entregarse a la actividad caritativa y educadora.
En 1809 en la diócesis de Baltimore funda el Instituto de Hermanas
de la Caridad de San José, renovando la gesta de San Vicente de Paúl y Santa
Luisa de Marillac. Dicho Instituto tiene por finalidad la formación de
muchachas. Es la primera Congregación religiosa femenina en norteamérica.
Después de su muerte las Hermanas se unen a la Compañía de las
Hijas de la Caridad de París, tal como fue su deseo desde los comienzos.
También funda la primera escuela parroquial católica en Estados
Unidos.
Muere piadosamente en Emmitsburg, Maryland, el 4 de enero de 1821.
Su beatificación tiene lugar el 17 de marzo de 1963, bajo el pontificado de
Juan XXIII. El 14 de septiembre de 1975 es canonizada por el papa Pablo VI. Dos
grandes temas marcaron su vida espiritual: la fidelidad a la Iglesia y la
eternidad de la gloria. Es la primera santa de Estados Unidos de América. Su
fiesta se celebra en el calendario de la iglesia el 4 de enero.