Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XXXII
Del Común de un mártir. Salterio IV
MARTES DE LA SEMANA XXXII
Del Común de un mártir. Salterio IV
12 de noviembre
SAN JOSAFAT, obispo y mártir. (MEMORIA)
Nació en Ucrania hacia el año 1580, de padres ortodoxos; se
convirtió a la fe católica e ingresó en la Orden de san Basilio. Ordenado
sacerdote y elegido obispo de Pólotzk, trabajó infatigablemente por la unidad
de la Iglesia. Perseguido a muerte por sus enemigos, sufrió el martirio el año
1623.
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: PALABRA DEL SEÑOR YA RUBRICADA.
Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir, ofrecida
como prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.
Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que en la alegría
de servir al Señor es consumado.
Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos has dado. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Salmo 100 - PROPÓSITO DE UN PRÍNCIPE JUSTO
Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿Cuándo vendrás a mí?
Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.
Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.
Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.
Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá.
No habitará en mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.
Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Ant 2. No nos desampares, Señor, para siempre.
Cántico: ORACIÓN DE AZARÍAS EN EL HORNO Dn 3, 26-27. 29. 34-41
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres,
digno de alabanza y glorioso es tu nombre.
Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros
y todas tus obras son verdad,
y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.
Hemos pecado y cometido iniquidad
apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.
Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abraham, tu amigo,
por Isaac, tu siervo,
por Israel, tu consagrado,
a quienes prometiste
multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito,
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados;
que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No nos desampares, Señor, para siempre.
Ant 3. Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
Salmo 143, 1-10 - ORACIÓN POR LA VICTORIA Y POR LA PAZ
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende,
toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos,
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Ezequiel 8, 1-6. 16--9, 11
JUICIO CONTRA LA JERUSALÉN PECADORA
El año sexto, el día cinco del mes sexto, estaba yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados frente a mí, cuando se posó sobre mí la mano del Señor. Vi una figura que parecía un hombre: desde lo que parecía ser su cintura para abajo, era de fuego; de su cintura para arriba, era algo así como un resplandor, semejante al fulgor del electro. Alargó algo así como una mano y me tomó por los cabellos; el espíritu me levantó en vilo y me llevó en éxtasis entre el cielo y la tierra a Jerusalén, junto a la puerta septentrional del atrio interior, donde estaba la estatua rival.
Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la había contemplado en la llanura. Me dijo:
«Hijo de hombre, dirige la vista hacia el norte.»
Dirigí la vista hacia el norte y vi al norte de la puerta del altar la estatua rival, la que está a la entrada. Añadió:
«Hijo de hombre, ¿no ves lo que están haciendo? Graves abominaciones comete aquí la casa de Israel, para que me aleje de mi santuario. Pero aún verás abominaciones mayores.»
Después me llevó al atrio interior de la casa del Señor. A la entrada del templo del Señor, entre el atrio y el altar, había unos veinticinco hombres, de espaldas al templo y mirando hacia el oriente: estaban adorando al sol. Me dijo:
«¿No ves, hijo de hombre? ¡Le parecen poco a la casa de Judá las abominaciones que aquí cometen, y colman al país de violencias, indignándome más y más! Pues también yo actuaré con cólera, no me apiadaré ni perdonaré; me invocarán a voz en grito, pero no los escucharé.»
Entonces lo oí llamar en voz alta:
«Acercaos, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal.»
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte, empuñando mazas. En medio de ellos, un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce. La gloria del Dios de Israel se había levantado de los querubines en que se apoyaba, yendo a posarse en el umbral del templo. Llamó al hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, y le dijo el Señor:
«Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen afligidos por las abominaciones que en ella se cometen.»
A los otros les dijo en mi presencia:
«Recorred la ciudad detrás de él, golpead sin compasión y sin piedad. A viejos, mozos y muchachas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero a ninguno de los marcados toquéis. Empezad por mi santuario.»
Y empezaron por los ancianos que estaban frente al templo. Luego les dijo:
«Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad.»
Sólo yo quedé con vida. Mientras ellos mataban, caí rostro en tierra y grité:
«¡Ay Señor! ¿Vas a exterminar al resto de Israel, derramando tu cólera sobre Jerusalén?»
Me respondió:
«Grande, muy grande es el delito de la casa de Israel y de Judá; el país está lleno de crímenes, la ciudad colmada de injusticias; porque dicen: "El Señor ha abandonado el país, no lo ve el Señor." Pues tampoco yo me apiadaré ni perdonaré; doy a cada uno su merecido.»
Entonces el hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, informó, diciendo:
«He cumplido lo que me ordenaste.»
RESPONSORIO Mt 24, 15. 21. 22; Ap 7, 3
R. Cuando veáis en el lugar santo lo que el profeta Daniel anuncia como «horrenda profanación del devastador», sobrevendrá una tribulación tan espantosa que, si no se abreviasen aquellos días, nadie se salvaría. * Pero se abreviarán los días aquellos en atención a los escogidos.
V. No hagáis daño a la tierra ni al mar, hasta que no hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios.
R. Pero se abreviarán los días aquellos en atención a los escogidos.
SEGUNDA LECTURA
De la carta encíclica Ecclésiam Dei del papa Pío once
(AAS 15 [1923], 573-582)
DERRAMÓ SU SANGRE POR LA UNIDAD DE LA IGLESIA
Sabemos que la Iglesia de Dios, constituida por su admirable designio para ser en la plenitud de los tiempos como una inmensa familia que abarque a todo el género humano, es notable, por institución divina, tanto por su unidad ecuménica, como por otras notas que la caracterizan.
En efecto, Cristo el Señor no sólo encomendó a solos los apóstoles la misión que él había recibido del Padre, cuando les dijo: Dios me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, y sed los maestros de todas las naciones, sino que quiso también que el colegio apostólico tuviera la máxima unidad, unido por un doble y estrecho vínculo, a saber: intrínsecamente, por una misma fe y por la caridad que ha sido derramada en nuestros corazones con el Espíritu Santo; extrínsecamente, por el gobierno de uno solo sobre todos, ya que confirió a Pedro la primacía sobre los demás apóstoles, como principio perpetuo y fundamento visible de unidad. Y, para que esta unidad y acuerdo se mantuviera a perpetuidad, Dios providentísimo la consagró en cierto modo con el signo de la santidad y del martirio.
Este honor tan grande obtuvo aquel arzobispo de Pólotzk, llamado Josafat, de rito eslavo oriental, al que con razón consideramos como el hombre más eminente y destacado entre los eslavos de rito oriental, ya que difícilmente encontraríamos a otro que haya contribuido a la gloria y provecho de la Iglesia más que éste, su pastor y apóstol, principalmente cuando derramó su sangre por la unidad de la santa Iglesia. Además, sintiéndose movido por un impulso celestial, comprendió que podría contribuir en gran manera al restablecimiento de la santa unidad universal de la Iglesia el hecho de conservar en ella el rito oriental eslavo y la institución de la vida monástica según el espíritu de san Basilio.
Pero entretanto, preocupado principalmente por la unión de sus conciudadanos con la cátedra de Pedro, buscaba por doquier toda clase de argumentos que pudieran contribuir a promover y confirmar esta unidad, sobre todo estudiando atentamente los libros litúrgicos que, según las prescripciones de los santos Padres, usaban los mismos orientales separados. Con esta preparación tan diligente, comenzó a dedicarse a la restauración de la unidad, con tanta fuerza y tanta suavidad a la vez y con tanto fruto que sus mismos adversarios lo llamaban «ladrón de almas».
RESPONSORIO Jn 17, 11. 23. 22
R. Dijo Jesús: «Padre santo, cuida por tu nombre a los que me has dado, * para que sean perfectos en la unidad, y conozca el mundo que tú me has enviado.»
V. Yo les he dado la gloria que tú me diste.
R. Para que sean perfectos en la unidad, y conozca el mundo que tú me has enviado.
Del libro del profeta Ezequiel 8, 1-6. 16--9, 11
JUICIO CONTRA LA JERUSALÉN PECADORA
El año sexto, el día cinco del mes sexto, estaba yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados frente a mí, cuando se posó sobre mí la mano del Señor. Vi una figura que parecía un hombre: desde lo que parecía ser su cintura para abajo, era de fuego; de su cintura para arriba, era algo así como un resplandor, semejante al fulgor del electro. Alargó algo así como una mano y me tomó por los cabellos; el espíritu me levantó en vilo y me llevó en éxtasis entre el cielo y la tierra a Jerusalén, junto a la puerta septentrional del atrio interior, donde estaba la estatua rival.
Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la había contemplado en la llanura. Me dijo:
«Hijo de hombre, dirige la vista hacia el norte.»
Dirigí la vista hacia el norte y vi al norte de la puerta del altar la estatua rival, la que está a la entrada. Añadió:
«Hijo de hombre, ¿no ves lo que están haciendo? Graves abominaciones comete aquí la casa de Israel, para que me aleje de mi santuario. Pero aún verás abominaciones mayores.»
Después me llevó al atrio interior de la casa del Señor. A la entrada del templo del Señor, entre el atrio y el altar, había unos veinticinco hombres, de espaldas al templo y mirando hacia el oriente: estaban adorando al sol. Me dijo:
«¿No ves, hijo de hombre? ¡Le parecen poco a la casa de Judá las abominaciones que aquí cometen, y colman al país de violencias, indignándome más y más! Pues también yo actuaré con cólera, no me apiadaré ni perdonaré; me invocarán a voz en grito, pero no los escucharé.»
Entonces lo oí llamar en voz alta:
«Acercaos, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal.»
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte, empuñando mazas. En medio de ellos, un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce. La gloria del Dios de Israel se había levantado de los querubines en que se apoyaba, yendo a posarse en el umbral del templo. Llamó al hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, y le dijo el Señor:
«Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen afligidos por las abominaciones que en ella se cometen.»
A los otros les dijo en mi presencia:
«Recorred la ciudad detrás de él, golpead sin compasión y sin piedad. A viejos, mozos y muchachas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero a ninguno de los marcados toquéis. Empezad por mi santuario.»
Y empezaron por los ancianos que estaban frente al templo. Luego les dijo:
«Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad.»
Sólo yo quedé con vida. Mientras ellos mataban, caí rostro en tierra y grité:
«¡Ay Señor! ¿Vas a exterminar al resto de Israel, derramando tu cólera sobre Jerusalén?»
Me respondió:
«Grande, muy grande es el delito de la casa de Israel y de Judá; el país está lleno de crímenes, la ciudad colmada de injusticias; porque dicen: "El Señor ha abandonado el país, no lo ve el Señor." Pues tampoco yo me apiadaré ni perdonaré; doy a cada uno su merecido.»
Entonces el hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, informó, diciendo:
«He cumplido lo que me ordenaste.»
RESPONSORIO Mt 24, 15. 21. 22; Ap 7, 3
R. Cuando veáis en el lugar santo lo que el profeta Daniel anuncia como «horrenda profanación del devastador», sobrevendrá una tribulación tan espantosa que, si no se abreviasen aquellos días, nadie se salvaría. * Pero se abreviarán los días aquellos en atención a los escogidos.
V. No hagáis daño a la tierra ni al mar, hasta que no hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios.
R. Pero se abreviarán los días aquellos en atención a los escogidos.
SEGUNDA LECTURA
De la carta encíclica Ecclésiam Dei del papa Pío once
(AAS 15 [1923], 573-582)
DERRAMÓ SU SANGRE POR LA UNIDAD DE LA IGLESIA
Sabemos que la Iglesia de Dios, constituida por su admirable designio para ser en la plenitud de los tiempos como una inmensa familia que abarque a todo el género humano, es notable, por institución divina, tanto por su unidad ecuménica, como por otras notas que la caracterizan.
En efecto, Cristo el Señor no sólo encomendó a solos los apóstoles la misión que él había recibido del Padre, cuando les dijo: Dios me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, y sed los maestros de todas las naciones, sino que quiso también que el colegio apostólico tuviera la máxima unidad, unido por un doble y estrecho vínculo, a saber: intrínsecamente, por una misma fe y por la caridad que ha sido derramada en nuestros corazones con el Espíritu Santo; extrínsecamente, por el gobierno de uno solo sobre todos, ya que confirió a Pedro la primacía sobre los demás apóstoles, como principio perpetuo y fundamento visible de unidad. Y, para que esta unidad y acuerdo se mantuviera a perpetuidad, Dios providentísimo la consagró en cierto modo con el signo de la santidad y del martirio.
Este honor tan grande obtuvo aquel arzobispo de Pólotzk, llamado Josafat, de rito eslavo oriental, al que con razón consideramos como el hombre más eminente y destacado entre los eslavos de rito oriental, ya que difícilmente encontraríamos a otro que haya contribuido a la gloria y provecho de la Iglesia más que éste, su pastor y apóstol, principalmente cuando derramó su sangre por la unidad de la santa Iglesia. Además, sintiéndose movido por un impulso celestial, comprendió que podría contribuir en gran manera al restablecimiento de la santa unidad universal de la Iglesia el hecho de conservar en ella el rito oriental eslavo y la institución de la vida monástica según el espíritu de san Basilio.
Pero entretanto, preocupado principalmente por la unión de sus conciudadanos con la cátedra de Pedro, buscaba por doquier toda clase de argumentos que pudieran contribuir a promover y confirmar esta unidad, sobre todo estudiando atentamente los libros litúrgicos que, según las prescripciones de los santos Padres, usaban los mismos orientales separados. Con esta preparación tan diligente, comenzó a dedicarse a la restauración de la unidad, con tanta fuerza y tanta suavidad a la vez y con tanto fruto que sus mismos adversarios lo llamaban «ladrón de almas».
RESPONSORIO Jn 17, 11. 23. 22
R. Dijo Jesús: «Padre santo, cuida por tu nombre a los que me has dado, * para que sean perfectos en la unidad, y conozca el mundo que tú me has enviado.»
V. Yo les he dado la gloria que tú me diste.
R. Para que sean perfectos en la unidad, y conozca el mundo que tú me has enviado.
Martes, 12
de noviembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,7-10):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa" ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras, como y bebo, y después comerás y beberás tú" ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa" ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras, como y bebo, y después comerás y beberás tú" ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.
PRECES
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios, aclamémosle diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia dela fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Aviva, Señor, en tu Iglesia aquel fuego del Espíritu Santo que impulsó a san Josafat a dar la vida por su pueblo, y haz que también nosotros, fortalecidos por este mismo Espíritu y ayudados por la plegaria de este santo, estemos dispuestos, si es preciso, a dar la vida por nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
San Josafat de
Lituania, Mártir
12 de Noviembre
12 de Noviembre
Josafat es una palabra hebrea que significa "Dios es mi
juez".
La nación de Lituania es ahora de gran mayoría católica. Pero en
un tiempo en ese país la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos que
no obedecen al Sumo Pontífice. Y la conversión de Lituania al catolicismo se
debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que derramar su sangre, para
conseguir que sus paisanos aceptaran el catolicismo.
Nació en 1580, de padres católicos fervorosos. Su madre le enseñó
a mirar de vez en cuando el crucifijo y pensar en lo que Jesucristo sufrió por
nosotros, y esto le emocionaba mucho y le invitaba a dedicar su vida por hacer
amar más a Nuestro Salvador.
De joven entró de ayudante de un vendedor de telas, y en los ratos
libres se dedicaba a leer libros religiosos. Esto le disgustaba mucho al
principio al dueño del almacén, pero después, viendo que el joven se dedicaba
con tanto esmero a los oficios que tenía que hacer, se dio cuenta de que las
lecturas piadosas lo llevaban a ser más bueno y mejor cumplidor de su deber. Y
tanto se encariñó aquel negociante con Josafat, que le hizo dos ofertas:
permitirle casarse con su hija y dejarlo como heredero de todos sus bienes. El
joven le agradeció sus ofrecimientos, pero le dijo que había determinado
conseguir más bien otra herencia: el cielo eterno. Y que para ello se iba a
dedicar a la vida religiosa.
Para su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que
lo fueron guiando en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la
Sma. Trinidad en Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso, dirigido por
los monjes basilianos en 1604. Al monasterio lo siguió un gran amigo suyo y
personaje muy sabio, Benjamín Rutsky, que será en adelante su eficaz
colaborador en todo.
En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania
habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos
ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos
desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a
sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica. Pero le
iba a costar hasta su propia sangre.
Josafat fue ordenado de sacerdote, pero su vida siguió siendo como
la del monje más mortificado. Muchas horas, cada día y cada noche dedicadas a
la oración. Lectura y meditación en las Sagradas Escrituras y en los libros
escritos por los santos. Como penitencias aguantaba los terribles fríos del
invierno y los calores bochornosos del verano sin quejarse ni buscar
refrescantes. Cuando lo sorprendía una espantosa tormenta de lluvias, truenos y
rayos en pleno viaje, lo ofrecía todo por sus pecados. Cuando los pobres
estaban en grave necesidad se iba de casa en casa pidiendo limosnas para ellos,
y la humillación de estar pidiendo la ofrecía por sus pecados y por los de los
demás pecadores. Pero su especial mortificación era soportar las gentes ásperas
e incomprensivas, sin demostrar jamás disgusto ni resentimiento.
Fue nombrado superior del monasterio, en Vilma, pero varios de los
monjes que allí vivían eran ortodoxos y antirromanos. Con gran paciencia, mucha
prudencia y caridad llena de finura y de santa diplomacia, se los fue ganando a
todos. Ellos se dieron cuenta de que Josafat tenía el don de consejo, y le iban
a consultar sus problemas e inquietudes y sus respuestas los dejaban muy
consolados y llenos de paz.
Con sus sabias conferencias los fue convenciendo poco a poco de
que la verdadera Iglesia es la católica y que el sucesor de San Pedro es el
Sumo Pontífice y que a él hay que obedecer.
Con razón los enemigos de la religión lo llamaban "ladrón de
almas".
Como jefe de los monasterios tenía el deber de visitar las casas
que pertenecían a la religión. Una vez fue a visitar oficialmente una casa
donde vivían unos 200 hombres que decían que se dedicaban a la religión, pero
que en verdad no llevaban una vida demasiado santa. El jefe de esa casa salió
furioso a recibirlo con unos perros bravísimos, anunciándole que si se atrevía
a entrar allí sería destrozado por esas fieras. Pero el santo no se acobardó.
Les habló de buenas maneras y los logró apaciguar. Ellos habían determinado
echarlo al río, pero después de escucharlo y al darse cuenta de que era un
hombre de Dios, santo y amable, aceptaron su visita, se hicieron sus amigos y
aceptaron sus recomendaciones.
Las gentes decían: "Ahora sí que se repitió el milagro
antiguo: Daniel fue al foso de los leones y estos no le hicieron nada".
En 1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, y se encontró con que
su arzobispado estaba en el más completo abandono.
Se dedicó a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se
comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las
parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas
partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e instruir a los
ignorantes. Las gentes lo consideraban un gran santo. Algunos decían que
mientras celebraba misa se veían resplandores a su alrededor. En 1620 ya su
arzobispado era otra cosa totalmente diferente.
Pero sucedió que un tal Melecio se hizo proclamar de arzobispo en
vez de Josafat (mientras este visitaba Polonia) y algunos revoltosos empezaron
a recorrer los pueblos atizando una revuelta contra el santo, diciendo que no
querían obedecer al Papa de Roma. Muchos relajados se sentían molestos porque
san Josafat atacaba a los vicios y a las malas costumbres.
En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y
contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con
ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara
una escolta militar.
Él no admitió esto y exclamó: "Si Dios me juzga digno de
morir mártir, no temo morir". El recibimiento fue feroz.
Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó
insultándolo, él les dijo: "Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan
por todas partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en la Plaza
Central, en todas partes me han insultado. Yo no he venido en son de guerra
sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las almas.
Pero me considero verdaderamente feliz de poder dar la vida por el
bien de todos ustedes. Sé que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio
por la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice".
Los enemigos se propusieron poner una trampa al santo para poderlo
matar. Le enviaron un individuo que todos los días llegaba a su casa, mañana y
tarde a insultarlo. Al fin uno de los secretarios del arzobispo detuvo al
insultante para que no faltara más al respeto al prelado, y esta era la señal
que los asesinos buscaban. Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la
ciudad, reunieron la chusma y se lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de
San Josafat.
Cuando él vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al
patio y gritó a los atacantes: "Por favor, hijos míos, no golpeen a mis
ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en
vez de ellos".
Al oír esto los jefes de la sedición gritaron: "¡Que muera el
amigo del Papa!" y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le
pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo
echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de 1623. Meses después los
verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón de su terrible
crimen.
El Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan
por la unión de los cristianos.